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lunes, 29 de octubre de 2018

La receta de la felicidad

Bienvenido a la posmodernidad: cada vez quedan menos recursos, pero si no sigues gastando (y produciendo) no serás feliz.


La modernidad penaliza demasiado la mediocridad, no hay nada más ofensivo para los trabajadores de ideología conservadora que trabajan tan duro como el que haya personas que sin esforzarse demasiado vivan “cómodos” en esta vida, hoy en día un pensamiento casi hegemónico es que todas las personas deberíamos de trabajar y además que es natural que cada quien reciba según sus talentos o mejor dicho según lo que produzca.

Lamentablemente las personas nunca recibimos digamos dinero según lo que producimos o lo que vale nuestro trabajo, el menospreciado Marx hablaba de esto en su basta literatura. Hoy sin embargo quisiera hacer una breve reflexión sobre estas y otras ideas que nos han llevado a una sociedad productivista en donde como en los campos de concentración nazi: “solo el trabajo nos hará libres”.

Desde el aspecto psicológico nos gusta olvidar que somos seres sumamente egoístas y que deseamos tener todo cuanto podamos, queremos tener más cosas que el vecino y vivimos una vida profundamente material, esto no siempre fue así y tener cosas no siempre es garantiza éxito evolutivo o la felicidad.

lunes, 22 de octubre de 2018

Deconstruyendo Auschwitz: las raíces de nuestro afán destructivo

"El trabajo libera", se leía a la entrada al campo.


Aprovechando el paso de la exposición de Auschwitz por Madrid me ha sido posible apreciar de primera mano hasta qué punto esa “fábrica de la muerte” es un producto típico de nuestra civilización. Si la ideología de la modernidad, cuya expresión más elocuente debemos a los filósofos de la ilustración, mostraba una fe absoluta en la “razón” para solucionar los problemas humanos, hasta el punto de que Condorcet pensaba que la ciencia lograría

la infinita perfectibilidad de la especie humana

en Auschwitz esa “razón” se puso manos a la obra para solucionar, de la forma más racional y científica posible, el “problema” judío.

Pues, tal y como narra la exposición, aquello no fue la obra de un loco, fue la obra de toda una sociedad, que colaboró activamente en el exterminio sistemático de millones de personas, o en el mejor de los casos simplemente se mostró indiferente ante lo que estaba pasando.

El campo de Auschwitz-Birkenau terminó siendo un mastodóntico campo de exterminio y trabajo forzado. Diariamente llegaban trenes cargados de personas, que eran seleccionadas en el andén. Una pequeña parte era seleccionada para trabajar, y se les permitía vivir como esclavos, en condiciones de extrema dureza. La mayor parte eran ejecutados de forma científica al llegar y sus cadáveres incinerados. A otro pequeño grupo, sobre todo gemelos, se les permitía vivir para servir de cobaya humana en experimentos médicos.

Mientras, el personal que administraba el campo, cumplía sus funciones sin ser perturbados por el enorme dolor y sufrimiento diario allí infringido. Llama la atención como en sus días libres cantaban y se divertían sin el menor remordimiento.


Por otro lado el resto de la sociedad alemana (con muy contadas excepciones) contemplaba lo que estaba pasando con simpatía o indiferencia. Aunque no es Alemania sino en Viena, es muy significativa esta descripción de George Gedye, periodista británico.

Lo que empaña la imagen de la Viena que pensaba conocer no es la brutalidad de los nazis austriacos que he presenciado o verificado a través de las víctimas. Sino la masa desalmada, sonriente y de sobrio atuendo que llenaba el Graben y la Kärntnerstrase y reñía por acercarse al edificante espectáculo que ofrecía un cirujano judío de rostro ceniciento caído al suelo, a cuatro pies, al que golpeaba media docena de vándalos de escasa edad con brazaletes de la cruz gamada y fustas para perros. Los vieneses – no los nazis de uniforme ni una turba enfurecida, sino el hombrecillo vienes y su esposa – se limitaban a contemplar con una sonrisa de aprobación aquel divertimento espléndido.

¿Cómo fue posible aquello? Postulo que esencialmente fue posible gracias a seis ideas rectoras, que podríamos aventurarnos a llamar meta-supuestos civilizatorios (por analogía con los meta-axiomas de los modelos científicos), que son propias de nuestra civilización, y que en este momento de la historia ya no son adaptativas. Algunas datan de tiempos de los griegos o son incluso anteriores, otras aparecen o se asientan durante la modernidad. Todas esas ideas siguen con nosotros, y lo que podemos esperar de ello no es nada halagüeño ¿Puede repetirse Auschwitz? Sí. O un genocidio larvado por hambrunas causadas por el cambio climático, ante la indiferencia general. Estas son nuestras peligrosas ideas:

miércoles, 17 de octubre de 2018

El rapto de Europa


                
                                                             El rapto de Europa. Martin de Vos (1590)[1].



Como prometía en el último programa de Ampliando el debate, “¿Es el comienzo del fin de la era del dólar?”[2], vendría algún escrito sobre la actualidad europea (una vez aclarara unas estadísticas respecto a Francia).

Desde un principio he mantenido la perspectiva de estabilidad y bajo crecimiento en los principales países del euro a excepción de Francia. No obstante, a raíz de un cambio bastante radical en la metodología estadística en mayo de 2018[3], las perspectivas para el país galo pasan a ser también de estabilidad y bajo crecimiento (España y Portugal tendrán un estancamiento o caída del consumo de los hogares en los próximos años, lo que podrá ocasionar estancamiento en la tasa de inversión y empleo). En resumen, se encuentra lejos de estar en una situación insostenible en el tiempo[4].


En “La teoría económica basura en la Europa divergente. La trampa del crecimiento”[5] (artículo del cual éste es una continuación), explicaba cómo el euro no ha llevado a los países hacia una mayor convergencia, sino que el desarrollo de éstos ha sido oscilante, al agudizar la moneda única lo que he denominado “trampa del crecimiento”[6].

Sin embargo, es común el error, en gran parte por herencia histórica[7], de ver en la Unión Europea y sobre todo en el euro el camino correcto a la salvación[8], a pesar de que el euro posiciona a los países del sur de Europa en desventaja respecto a Alemania, dado que, como institución supranacional que pretende ser neutral, tiende ante países asimétricos a no paliar sus diferencias, sino incrementarlas[9].

     

domingo, 7 de octubre de 2018

¿Donde nos lleva el transporte?

Después de décadas de que grupos ecologistas y movimientos sociales lleven predicando en el desierto los problemas de las emisiones de gases nocivos a la atmósfera, por fin (y cuando ya no pueden ocultar el obvio cambio climático y los problemas de salud de la población que van en aumento), las autoridades parecen querer ponerse manos a la obra, y como siempre, tarde y de forma insuficiente.