“En el viejo paradigma, el método científico es
reduccionista y es el único modo de conocer, la única fuente de la verdad. Si
algo no puede ser medido, analizado y definido, se tiende a pensar que no
existe. En el nuevo paradigma, hay muchos modos de conocer, incluido el método
científico. Intuición, religión, sentimientos, mitología y la narración de
cuentos tienen igual estatus que la
razón. Además del conocimiento empírico, la visión indígena es también respetada.
“La ciencia sin religión está ciega y la religión sin ciencia está coja”, tal
como dijo Albert Einstein. El nuevo paradigma es holístico e inclusivo.”
(Satish
Kumar en Soil, Soul, Society)
Este segundo artículo junto con un tercero formará una
triada, más bien teórica, que considero fundamental para después analizar,
adaptar o re-construir las iniciativas prácticas que describa en posteriores
artículos sobre esa visión y práctica del bienvivir. Para ello utilizaré una
analogía, la del explorador-mapa-brújula
explorando y experimentado el viaje hacia el bienvivir. El primer
artículo se dirigía principalmente al explorador,
el ser humano. Es en este viaje hacia el bienvivir donde nos encontramos
diferentes individuos, con distintos bagajes tanto culturales como genéticos,
pero que, sin embargo, optamos por compartir ese camino y colaborar en el viaje
aunque cada uno de nosotros lo experimente de forma diferente. En este viaje
todos somos necesarios porque en esa diversidad radica la riqueza de posibilidades
de llegar. Cada uno de nosotros aporta sus propios talentos e idiosincrasias
que pueden ser útiles en cualquier momento del viaje. La fábula de
varios ciegos que tocaban diferentes partes de un elefante para conocer
cómo era, refleja ese primer e importante elemento, el ser humano; el
explorador o exploradores en plural.
El segundo elemento fundamental de la triada es el mapa. El aforismo de Alfred Korzybski “El mapa no es el territorio y el nombre no
es la cosa nombrada” nos da varias pistas sobre los mapas y los nombres.
Respecto a los nombres o palabras, estos son símbolos que representan un
concepto más o menos común para todos pero que individualmente es muy
matizable. Si yo pidiera a un grupo de niños que dibujaran un “árbol”, me
encontraría que algunos dibujarían un pino, otros un manzano, otros árboles con
ramas pero sin hojas y así una diversidad de dibujos según la palabra “árbol”
resuene individualmente en cada uno de ellos. Así mismo, el nombre “bienvivir”
resuena en cada uno de nosotros de forma diferente.
Borges en uno de sus cuentos cortos, “Del rigor de la ciencia”, habla de un imperio que alcanzó grandes
cotas de perfección en la cartografía. En un principio el mapa de una provincia
ocupaba toda una ciudad y la del imperio toda una provincia. Posteriormente, la
perfección llegó a su culmen cuando el mapa del imperio era de igual tamaño que
él mismo. Como podéis imaginar las complejidades y paradojas que se pueden dar
teniendo un mapa del mismo tamaño que el territorio resultan asombrosas. Así
que Borges finaliza el cuento comentando que las siguientes generaciones se
olvidaron de ese mapa porque consideraron que aquello era inútil. Esto viene a
colación con el rigor de la ciencia actual. La verdad es inalcanzable, sólo tenemos
“verdades momentáneas” que por la propia dinámica de la ciencia son ocupadas
por otras con el paso del tiempo y así continuamente. Los mapas (modelos y
teorías) de la ciencia son cada vez más rigurosos pero no son absolutamente la
realidad. El problema de guiarse por un mapa viejo es que uno puede quedarse
perdido porque nuevos caminos se han abierto en la realidad pero no se han
reflejado en su cartografía. Es esto lo que ha ocurrido con los mapas que guían
a nuestra sociedad. El mapa o modelo por los que se rigen muchas estructuras de
nuestra sociedad occidental como la economía, la educación, la medicina, la
agricultura, etc. siguen el paradigma mecánico y reduccionista surgido en la
modernidad. Sin embargo, la ciencia
holística, principalmente desarrollada durante el siglo XX, con ramas como
la física cuántica, el pensamiento sistémico, las teorías del caos, etc.
plantea otro mapa, otro paradigma, que incluye al anterior pero que refleja la
realidad con mayor rigor.
El documental “La
educación prohibida” que apareció en el verano de 2012 y que rápidamente fue
viral hizo reflexionar en muchos de los que lo vieron, las concepciones de la educación basadas en el
viejo paradigma reduccionista de control jerárquico, dando paso a conocer diversas opciones que nos acercan al nuevo
paradigma. Cada vez más exploradores están cambiado los viejos mapas por otros
nuevos tanto en el tema de la educación como en temas de economía, salud,
trabajo, etc.
El paso de un modelo reduccionista, mecánico, más bien
estático, donde la ciencia es predecible, está dejando lugar a iniciativas bajo
un modelo sistémico, dinámico, donde los diferentes elementos dentro del sistema
interactúan entre ellos volviendo a alimentar al mismo sistema, por lo que la
respuesta es impredecible. El mapa sistémico es un mapa vivo, donde los
exploradores con sus acciones
individuales lo van cambiando desconociendo totalmente lo que va a ocurrir. En
ese mapa vivo y cambiante, esos exploradores, los seres humanos, necesitamos
una brújula con la que orientarnos para por lo menos no quedarnos perdidos y
dar vueltas en círculos sino para seguir una dirección que valore nuestra
humanidad. Ese tercer elemento, la brújula
se describirá en el siguiente artículo.
Este modelo
construccionista donde la realidad, el mapa, se construye en cada momento
con las diferentes acciones dentro de ese sistema tiene ciertas implicaciones.
Para el constructivista y teórico de la
cibernética (otra de las ramas de las ciencias holísticas), Heinz von Foerster, lo contrario de la objetividad no es la
subjetividad ni el solipsismo sino la responsabilidad. Es ese “bienestar
responsable”, concepto que surgió en la construcción
de un modelo para la sostenibilidad, donde utilicé la analogía sistémica de
verdad, bondad y belleza, resuena otra vez con las implicaciones éticas
propuestas por von Foerster. Su imperativo ético proponía actuar siempre para
incrementar el número de posibilidades y su imperativo estético proponía que si
se deseaba ver esa realidad, había que aprender cómo actuar. Y desde este blog
y en sucesivos artículos intentaré incrementar esas posibilidades éticas
describiendo y analizando diferentes iniciativas prácticas para el bienvivir,
así como aprender de otros participantes
nuevas posibilidades que se describan en el foro o en el debate. Así con esa
circularidad participativa y de responsabilidad vayamos caminando y… (¿por qué
no?) disfrutando del paisaje por ese mapa vivo del bienvivir.
Como primera iniciativa desde el punto de vista del
imperativo ético, en este caso educativo y con el tema desarrollado en este
artículo, propongo incrementar las posibilidades de aprender algo más sobre el
nuevo paradigma con la lectura de este fascinante libro, “Ciencia holística para el buen vivir: una introducción” de Jörg Elbers,
que se puede descargar en PDF aquí.
Es un libro corto que describe muy amenamente el paradigma mecánico en el que
estamos sumergidos, así como el paradigma holístico que está emergiendo. Así
mismo, incluye un capítulo relacionando el buen vivir con este último paradigma
y finaliza como sugería Heinz von Foerster con propuestas y posibilidades para
ir hacia ello.
Para aquellos que pueden leer algo de inglés, este
artículo personal de Barry Clemson
sobre qué es el pensamiento sistémico (What is Systems Thinking?) me
parece realmente interesante para comprender a una de las ramas de la ciencia
holística. En ese artículo se ofrece una perspectiva general sobre ese
paradigma, la ciencia y sus aplicaciones prácticas, así como el funcionamiento
o la filosofía de diversos modelos o paradigmas que siguen vigentes como el
darwinismo social, el neoliberal o el de cowboy americano.