En nuestro Programa para una Gran Transformación decíamos, entre otras muchas cosas, que la búsqueda de rentabilidad a corto plazo como guía económica de la sociedad es un criterio desvinculado de la idea de un futuro mejor. Este funcionamiento puede llevar a aberrantes desequilibrios sociales al igual que puede llegar a destruir las mismas bases naturales de las que dependemos. Como dice Leonardo Boff, “el capitalismo prefiere ser suicida que cambiar”. Por ello el mercado debería verse más condicionado por criterios éticos elegidos entre todos mediante la deliberación política. Pero la forma de introducir una evaluación humana más amplia no tiene por qué limitarse a la regulación. Así también señalábamos otros modos de llevar esto a la práctica en el marco de la llamada economía solidaria, como la autogestión o la opción que va a centrar esta entrada: elegir para nuestro consumo general aquellas empresas que desde su constitución y en sus estatutos incluyen criterios éticos o políticos por encima de la rentabilidad.
Poníamos ejemplos emergentes como las cooperativas sin ánimo de lucro en el sector energético, en el agroecológico y ahora también en las telecomunicaciones, (opciones que incluso logran basar gran parte de su trabajo en el voluntariado). Este tipo de empresas, sin afán de lucro, pueden obtener beneficios pero estos se reinvierten siempre en su finalidad social, en la comunidad en la que actúan o en su propia organización, en lugar de ser acumulados por propietarios particulares ajenos a las condiciones de la producción, a su utilidad social o a los daños externalizados. (En este sentido es interesante conocer el origen de la fórmula empresarial opuesta, la sociedad anónima que hoy consideramos algo de lo más normal).
Buscando la raíz del problema
Lo habitual es que la posibilidad de influir por medio del consumo se vea limitada a las opciones que nos dejan unos mercados manipulados por las grandes corporaciones que lo dominan. En ocasiones incluyen cierta Responsabilidad Social Corporativa publicitaria, pero con ello sólo se actúa sobre aspectos secundarios que no suponen un cambio eficaz mientras los problemas sociales y ambientales se cronifican y se agravan.
En los últimos años también han surgido empresas que tratan de adaptarse a una demanda más concienciada [enlace en inglés] intentando equilibrar las personas y el planeta con los beneficios. Pero siguen privatizando estos beneficios, tratándolos como como un fin en sí mismo, más que como un medio para un fin, con lo cual la utilidad social sigue supeditada a la competencia por el enriquecimiento privado, sin dejar de alentar la codicia, la inconsciencia y la destrucción que esto supone.
El cambista y su mujer (1539) - Marinus van Reymerswale |
Tampoco el potencial de la innovación puede venir al rescate. Los niveles de innovación necesarios para evitar el colapso en un sistema basado en el crecimiento están totalmente fuera de la realidad. ¿No ha llegado la hora de abordar el origen en lugar de acompañar el proceso con paliativos? En realidad, es la ética del lucro la que crea los mismos problemas que enfrentamos.
Basada en el mito de que los seres humanos son en su mayoría egoístas y competitivos, la ética del ánimo de lucro dice que la mejor manera de prosperar es apelar al interés económico de las personas. Así los propietarios e inversores entran en los negocios esperando una porción de las ganancias de la empresa en forma de dividendos o acciones. En esencia, el capitalismo coarta nuestra libertad para asegurarse de que vivimos en un mundo con fines de lucro. De esta forma la especulación y los dividendos han agrandado la brecha de ingresos llevándonos a una desigualdad económica insólita. ¿Qué otra cosa podíamos esperar cuando el beneficio privado es visto como el motor de la actividad económica y la maximización del beneficio es la prioridad de la mayoría de las grandes empresas?
Por otra parte, la estratificación social que resulta de la desigualdad está ligada a la devastación ecológica. La exclusión social fruto de la concentración de la riqueza y del poder exigen una permanente creación de nuevo consumo de recursos para renovar el empleo sin acabar nunca con la pobreza, y sin que los continuos aumentos de productividad redunden en una liberación de tiempo para una vida más autónoma. Este crecimiento forzado impulsa la marcha continua hacia el colapso total de los sistemas en los próximos 50 años.
La alternativa dentro del mercado
¿Cuál podría ser, entonces, la alternativa? Afortunadamente el relato dominante sobre la naturaleza humana está cambiando. Las investigaciones muestran cada vez más que, bajo las condiciones adecuadas, la naturaleza humana tiende a la cooperación. También que la motivación depende de los fines de la actividad, y no sólo del condicionante (exógeno) del dinero, especialmente en las actividades no mecánicas y a partir de un nivel de ingresos suficiente. Uno se siente mejor sabiendo que el trabajo del que vive también contribuye al bienestar de otros respetando los límites del planeta. Y junto a este cambio en la interpretación sobre quiénes somos estamos presenciando una emergente estructura empresarial sin ánimo de lucro que alienta los mejores aspectos de la naturaleza humana. Al anular la codicia como finalidad prioritaria, esta opción nos permite actuar directamente sobre núcleo del actual modelo económico.
Cuando se habla de entidades sin ánimo de lucro suele pensarse en ONGs e instituciones caritativas que se nutren de donaciones, pero en realidad estas pueden ser negocios exitosos. Por todo el mundo están surgiendo empresas legalmente registradas como “sin ánimo de lucro” que tienen planes de negocio, hacen beneficios y pagan buenos salarios. En Canadá, por ejemplo, las entidades no lucrativas suponen el 8% del PIB.
Podemos citar casos exitosos y conocidos como el proveedor de alojamiento YHA, la energética Ebico, la reutilización que promueve London Re-use Network, la revista Big Issue, la panadería Breadshare, el club para compartir coches Co-wheels, todos ellos en el Reino Unido; Hansalim en Corea del Sur; BRAC en Bangladesh, (la organización sin ánimo de lucro más grande del mundo), y Mozilla Firefox en EE.UU.
En España, REAS, la red de redes de economía alternativa y solidaria, trata de poner en relación las iniciativas que encajan en este modelo. En el punto 5 de su carta de principios de la economía solidaria definen el Principio “sin fines lucrativos”. Desde Galicia, donde incluso existe una red de cooperativas llamada Rede SAL (Sin Ánimo de Lucro), Xosé Cuns nos cuenta en este artículo de su blog (con numerosos enlaces) que en 2011 había en España 260 empresas articuladas en REAS facturando 218 millones de euros y dando trabajo a casi seis mil personas. Y aquí podemos ver un ejemplo de evaluación de acuerdo a criterios no crematísticos para el caso del periódico Diagonal.
También el llamado comercio justo organizado por algunas ONGs podría entrar en esta categoría puesto que, además de promover mejores condiciones de producción, los posibles beneficios revierten en los objetivos sociales de la entidad. Pero, dejando a un lado esta actividad comercial, conviene no confundir estas organizaciones, que básicamente viven de donaciones, con los negocios sin ánimo de lucro, que sí son rentables y se sostienen con su actividad aunque no reparten sus beneficios entre particulares.
REAS: http://www.economiasolidaria.org/ |
Todos los ejemplos anteriores son posibles precisamente porque sin ánimo de lucro no significa sin beneficios sino que, por ley, el 100% de los beneficios de estas empresas deben ser reinvertidos en el propio negocio o en la comunidad; no pueden pagar dividendos con los excedentes. Por tanto, sin ánimo de lucro realmente significa sin ánimo de lucro privado; dejar de incentivar el comportamiento egoísta.
Estos negocios no se ven presionados para sacrificar el bienestar social y ambiental en favor de un mayor resultado económico. Sin obligaciones hacia accionistas y con una mínima dependencia de donaciones, tienen mayor libertad para integrar su propósito social con una rentabilidad suficiente. El ejemplo de estos casos pioneros demuestra que pueden existir economías innovadoras y sostenibles sin que el afán de acumulación deba motivarlas.
Sector en auge
Traducción aproximada:
¿Cómo es posible?
Prosperando en una economía sin fines de lucro en 2050 |
Por ejemplo, las cooperativas de crédito en EE.UU., (que ofrecen a sus 100 millones de miembros un mayor rendimiento en sus ahorros, menores tipos de interés en los préstamos y menores comisiones), son cada vez más reconocidas entre los consumidores. En España la banca ética, (aunque no siempre es sin ánimo de lucro), está creciendo a pesar de no ofrecer estas ventajas materiales a sus clientes, (muchas personas que no eligen su banco en función del máximo interés económico posible). Un caso paradigmático es el de la banca JAK sueca, que funciona sin intereses. Otro ejemplo: en el Reino Unido los centros de ocio sin ánimo de lucro están superando significativamente a las cadenas convencionales.
Cabe la posibilidad de que las empresas de este sector incrementen su cooperación en algunas facetas de su actividad de modo que obtengan ventajas o resistencia conjunta (incluso a nivel transnacional) dentro de lo que se conoce como mercado social frente a quienes no formen parte del mismo, (información, comunicaciones, mutualización de riesgos, marketing, una distinción conjunta que también facilitara las cosas a los consumidores, etc.).
En una nueva realidad económica
¿Cómo sería un mundo en el cual cada negocio operase sin ánimo de lucro privado? Sin olvidar otras medidas que también serían necesarias para lograr un futuro económico sano (como el establecimiento de una escala óptima para asegurar la sostenibilidad, una garantía colectiva de inclusión o una reforma monetaria), la economía sin fines de lucro podría funcionar manteniendo la dinámica propia de un mercado, (gobiernos, bancos, dinero, préstamos, etc.), pero esa forma de producir tendrían consecuencias muy diferentes.
Cuando los bancos no pueden privatizar los beneficios no necesitan contentar a propietarios, accionistas o socios con dividendos y plusvalías. Su única razón de ser es proveer de servicios financieros de calidad a sus clientes y no tienen motivos para distraerse de esta misión. Están concebidos para ser más transparentes y eficientes. En lugar de desviar la riqueza lejos de las personas y de las comunidades que toman los préstamos, todas las ganancias se asignan de acuerdo a la misión social de la entidad, lo que permite la generación de verdadera riqueza para la comunidad. Ahora imaginemos todo el sector financiero sin fines de lucro. Imaginemos todo el sector minorista o toda la fabricación sin fines de lucro.
También podemos proyectar este modelo sobre otras tendencias del futuro próximo. En la transformación económica que estamos viviendo en el presente, (y que algunos han bautizado como tercera revolución industrial) están convergiendo la necesidad y la oportunidad de transitar hacia una producción distribuida y más eficiente, dejando atrás las economías de escala y la exigencia de grandes inversiones.
La neutralidad en Internet será vital para un futuro más distribuido |
Por otro lado la sobre-explotación de los recursos energéticos y materiales harán que realmente no quede otra opción que maximizar la eficiencia, el ahorro y las posibilidades de estas nuevas formas de producir, que de todas formas no servirán para mantener una economía crecentista sino, en todo caso, para mantenernos a flote ante el previsible declive por venir. De hecho conviene estar prevenidos ante las falsas promesas de esas novedades en caso de que no cambie también la estructura de la propiedad y de los incentivos.
Sea como fuere, el marco estatutario de las empresas siempre tendrá una influencia decisiva en el desempeño económico conjunto. Optar por aquellas que nos dejen más rédito social, como es el caso de las empresas no lucrativas, será tanto una forma antifrágil de afrontar el desafío como un modo de cambiar un extraño “progreso” que ni en sus mejores momentos ha servido al buenvivir y a la autonomía de la mayoría de las personas sino que más bien nos ha conducido a una insatisfactoria dependencia del crecimiento económico en el mercado del dinero.
La distinción esencial
En realidad la economía sin fines de lucro ha funcionado desde los orígenes de la humanidad en forma de cuidados, bienes comunes, libres intercambios y otra actividad voluntaria. Lo que ahora estamos presenciando es su desarrollo en el seno de la economía formal.
Al hablar de instituciones sin ánimo de lucro, el enfoque tradicional ha sido, como hemos dicho, considerarlas dependientes de subvenciones y filantropía. En contraste con esto, ahora cada vez más están generando sus propios ingresos para financiar el trabajo que realizan, y muchos empresarios están viendo los beneficios de crear este tipo de empresas utilizando las estructuras legales que lo permiten. También surge un enfoque renovado para las antiguas formas de organización sin ánimo de lucro como las cooperativas de consumo en los sectores de alimentos, salud, vivienda, servicios públicos, seguros y finanzas.
http://mecambio.net |
Cada vez más personas se están dando cuenta de que la apuesta por el crecimiento económico ilimitado, sea capitalista o socialista, centraliza la riqueza y el poder, y exige una explotación ambiental y humana sin fin e insostenible. Pero es posible cambiar hacia una 'economía de lo suficiente’, en la que todo el mundo tenga lo básico para vivir y cuya huella ecológica no supere la biocapacidad del planeta, una economía cuyo volumen se mantenga en estado estacionario, lo cual no significa una economía sin renovación e iniciativas. Si queremos que los intereses de las corporaciones dejen de tener más peso político que las personas, ya hay algo que podemos hacer en la práctica. La economía sin ánimo de lucro ofrece una manera de descentralizar el poder facilitando, además, la innovación.
Al cambiar la naturaleza de la propiedad y de los incentivos, las empresas pueden tomar decisiones realmente sostenibles y promover una sociedad menos consumista, así como apostar por opciones de producción menos establecidas. Por poner un ejemplo, las cooperativas de consumo energético encuentran su impulso precisamente en la preferencia por un consumo totalmente renovable. La ausencia de fines de lucro también fomenta una economía más equitativa porque, al basarse en empresas que deben reinvertir en lugar de privatizar los beneficios, la redistribución de la riqueza queda incorporada en su propio funcionamiento.
En esencia este modelo permite supeditar la competencia a un marco más amplio de cooperación, o poner aquella al servicio de esta, tal y como también propone el modelo de la Economía del Bien Común (en ese caso mediante un condicionamiento ético general establecido democráticamente y plasmado en su balance del bien común). En el caso de la economía sin ánimo de lucro se trata de actuar sobre el corazón de la ética capitalista promoviendo y eligiendo opciones de producción y consumo en empresas que, además de autofinanciarse, sustituyen la idea de enriquecimiento y acumulación por la de propósito, utilidad real o transformación social en algún sentido. A diferencia de lo que ocurre en la mayor parte de nuestra economía, en estos modelos el componente ético, político, evaluativo, cualitativo o como queramos llamarlo, es el que prevalece.
Conclusión
La economía sin ánimo de lucro se basa en una lógica similar a la Responsabilidad Social Corporativa pero ahora alterando más profundamente las condiciones de la oferta. No es la transformación legal, política, vinculante que también necesitamos para lograr un futuro inclusivo y sostenible. (La privación de recursos básicos y la insostenibilidad no deberían admitirse como posibilidad, y una parte de la economía que funcionara ajena a esta opción podría continuar haciendo mucho daño). Pero sí estamos ante una de las líneas a seguir. En realidad sólo avanzando en ambas direcciones puede tener lugar un cambio significativo: sin un compromiso cívico las leyes pierden eficacia, y del otro lado, la legislación puede encauzar o vetar determinadas preferencias. De hecho con frecuencia son las posibilidades legales para constituir este tipo de empresas o las condiciones que marca su regulación las que permiten o dificultan su desarrollo. En último término ambas formas de promover cambios, (a través de la política o en el mercado), dependen de que haya suficientes personas partidarias, y pivotan sobre la misma necesidad de un cambio cultural.
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Nota: Este texto está basado parcialmente en los siguientes artículos del Post Growth Institute, sobre todo en el primero, a los que se añade una interpretación propia y más enlaces.
- How on Earth (Reseña del libro, charlas y artículos)