¿Se imagina varios artículos en los principales periódicos de tirada estatal como El País o El Mundo describiendo a los habitantes de los barrios populares de Madrid como Carabanchel o Vallecas como "seres infrahumanos" o "parásitos" a los que hay incluso que "esterilizar para que no se propaguen como las ratas"? Todas ellas son expresiones que la prensa de mayor tirada en Reino Unido utilizó durante meses para describir a los denominados "chavs", un equivalente británico a lo que en España se conoce como "canis"; los habitantes del más bajo estrato social, clase trabajadora, que habitan en los barrios más pobres del Estado.
Ha sucedido - y sigue sucediendo de vez en cuando - en Reino Unido. Esporádicamente la prensa británica publica oleadas de noticias estrambóticas con casos extremos para inculcar a las clases medias lo que los periodistas consideran "necesario", desmontar los restos del Estado del Bienestar y retirar todo tipo de ayudas sociales a los desempleados de larga duración.
En el libro "Chavs", el periodista Owen Jones compara el trato que los medios masivos de prensa han dado a los diferentes casos de desaparición de niñas que se dieron en la Gran Bretaña entre 2007 y 2008. Uno de ellos fue el de Madeleine McCann, la famosísima niña que desapareció en el Algarve portugués cuando sus padres la dejaron sola en una habitación mientras disfrutaban de sus vacaciones en un lujoso residencial. El otro es el de Shannon Matthews, una niña cuya madre había tenido seis hijos más, con cinco hombres diferentes, y residía con su padrastro en uno de los barrios más pobres al norte del país.
En los primeros quince días, el caso McCann abrió todos los telediarios británicos y fue portada en toda la prensa nacional, se escribieron 1.148 historias relacionadas con lo sucedido en el Algarve, e incluso se llegaron a ofrecer 2,6 millones de libras como recompensa por devolverla a su padre. Las estrellas como J.K. Rowling e incluso algunos de los medios de prensa más importantes a nivel mundial como News of the World trabajaron duro para promocionar el caso y conseguir darle visibilidad, incluso las mayores multinacionales británicas abrieron espacios destacados en sus páginas web para ayudar a encontrar a Madeleine.
Shannon Mathew no resultó tan importante para los británicos. De hecho, tal como expresa Owen Jones, si nos limitamos al valor económico, la vida de la niña era cincuenta veces menos valiosa que la de Madeleine, ya que apenas se ofrecieron 25.500 libras por ella.
Pero, ¿por qué esa diferencia en la atención mediática? ¿Es una excepción? No lo parece, incluso en España lo hemos vivido muy recientemente, con la desaparición de Diana Quer, la hija de un importantísimo y millonario gallego que ha abierto telediarios y portadas de prensa en el Estado, al mismo tiempo que padres y madres de otros niños han denunciado públicamente que a los suyos no se les prestaba la misma atención estando igual de desaparecidos.
ODIO DE CLASE
Cuando se supo que los padres de Madeleine habían abandonado a su hija pequeña dejándola sola en una habitación mientras se iban de fiesta, la prensa británica no tardó en defender a los padres. La popular periodista Allison Pearson declaró "los padres de McCann no fueron negligentes, no podemos juzgarlos porque ellos ya se juzgarán el resto de sus vidas". Entretanto, nada más conocerse la desaparición de la niña pobre, Shannon, la propia Pearson apenas se refirió al suceso en un artículo donde destacaba "Shannon Matthews ya era una víctima de una situación doméstica caótica, causada por los padres a sus hijos inocentes, mucho antes de que desapareciera". El resto de los periodistas no fueron más indulgentes con la madre de Shannon, de ella se escribieron auténticas atrocidades desde que apareció por primera vez ante los medios para reclamar la búsqueda de su hija, como que iba sin maquillar y aparentaba mucho más que 32 años, o como que no vestía a la moda, lo que demostraba, según ellos, lo mala madre que era.
Los periodistas se empeñaron en destacar constantemente cómo el barrio de Shannon estaba repleto de personas miserables, sucias, borrachos y drogadictos capaces de hacer cualquier cosa que uno pueda imaginarse, por lo que presentaban ante las clases medias británicas la desaparición de la niña como una consecuencia lógica y natural.
Tiempo después la investigación policial demostró que todo el secuestro de Shannon Matthews había sido una trama organizada por su propia madre. En realidad su progenitora fingió todo el secuestro con el fin de obtener el dinero del rescate y aliviar así su situación financiera. Además, la policía detuvo al padrastro, acusado de estar en posesión de pornografía infantil. Aquello abrió la veda para que la prensa británica se lanzase, ya sin ningún disimulo, a la yugular de todos los "chavs", los vecinos de la niña; esos mismos que aún siendo desempleados de larga duración se habían gastado dinero de su bolsillo para financiar campañas de pegada de carteles, autobuses e incluso encuentros con barrios de otras ciudades con el objeto último de encontrar sana y salva a Shannon Matthews.
Mientras la prensa se obcecaba en resaltar cómo los McCann "son como nosotros" |1|, ponía el mismo esfuerzo en destacar cómo el barrio de Shannon "es un lugar tan exótico y miserable como Kandahar o Tombuctú. Esa no es la Gran Bretaña de las clases medias, porque estamos tan lejos de esa pobreza como de lo que ocurre en Afganistán" |2|.
Los mismos políticos que cuando se supo de la desaparición de Madeleine habían acudido al parlamento con cintas amarillas en señal de preocupación no dudaron en arremeter contra las clases bajas tan pronto saltó a la luz el escándalo del secuestro ficcionado. Lo mismo a derecha e izquierda, desde laboristas a conservadores. En marzo de 2008, John Ward, un concejal conservador de Kent, proclamó en un debate televisado que "hay cada vez más razones para esterilizar forzosamente a los que tengan un segundo o hijo, o más, mientras cobran prestaciones sociales". Numerosos lectores acudieron en masa a la prensa para apoyar la visión conservadora, e incluso ironizaban con comentarios del tipo "seguro que los progres no apoyan esa medida porque dependen de los chavs para ser electos".
Entretanto la prensa de tirada masiva siguió adoctrinando a las clases medias británicas en el odio hacia las clases bajas, con artículos como el que la muy pudiente Carole Malone publicó en News of the World el 7 de diciembre de 2008: "Esa gente - la de los barrios humildes - nunca ha tenido un empleo ni lo ha querido, esperan que el Estado les pague todos los hijos ilegítimos que tengan, por no hablar de su alcoholismo, adicciones y tabaquismo. Sus casan son pocilgas, cagadas de perro en el suelo y alfombras pútridas, pilas de ropa y de platos sucios por todas partes".
Owen Jones hace una magnífica reflexión al respecto, "imaginen que Carole Malone hubiera hablado así de judíos o negros. Se habría elevado el más enérgico grito de protesta, y con razón. La carrera de Malone habría terminado y el Sun estaría enfrentándose a medidas legales por publicar material que incita al odio."
Apenas un artículo de Joe Mott en el Daily Star quedó ahogado como un grito en el desierto en mitad de toda la propaganda adoctrinadora publicada por los "profesionales del periodismo" británico. En él Mott lamentaba cómo "se está desarrollando en este país una tendencia alarmante a arremeter contra los menos privilegiados".
Años después, incluso el presidente del Sindicato Nacional de Periodistas, Jeremy Dear, hizo una autocrítica sobre aquellos sucesos. "Como ocurre siempre, se tomó un poquito de verdad y se extrapoló para llamar la atención, exagerando todo para crear una histeria más rentable para los medios".
El caso de Shannon Matthews no fue una anécdota. En noviembre de 2008, cuando se supo que un niño pequeño al que se conoció por "Baby P" había muerto en Londres a causa de sucesivas palizas y golpes fuertes de su madre y su compañero, la prensa volvió a destacar cómo los hijos de los "chavs" son el fruto de "diferentes padres" |3|, en lugar de denunciar la falta de recursos y la problemática de las agencias locales de protección al menor. La nueva oleada de crítica destructiva e implacable contra las clases bajas se extendió a principios del 2009, con periodistas compitiendo para encontrar la historia más extrema y salvaje entre los "chavs", llegando incluso a publicar varios reportajes en los que se acusó falsamente a Alfie Patten, un niño de trece años, de haber tenido un hijo.
PASTOREANDO LA OPINIÓN PÚBLICA
El periodista Johann Hari destacó cómo "se buscan casos extremos para destacarlos como la norma entre las clases populares. Gente con diez hijos que no ha trabajado nunca o delincuentes habituales son presentados como lo típico en un barrio humilde, en lugar de como una minoría del mismo".
Fue entonces cuando David Cameron aprovechó para sacar una buena propina electoral con estas publicaciones, declarando "hay que acabar con el todo es gratis; si alguien no acepta una oferta de trabajo adecuada, perderá sus prestaciones sociales".
¿Les suena de algo? ¿No recuerdan ese tipo de declaraciones a la prensa masiva española publicando lo vagos que son los andaluces, el PER, y cómo es mejor tener un trabajo, aunque sea un minijob mal pagado, que estar desempleado?
AL MARGEN DE LA REALIDAD SOCIAL, FUERA DE LAS CALLES
El periodista Kevin Maguire no tiene ninguna duda de que el origen y la trayectorio vital de los propios periodistas tienen mucho que ver con el enfoque hacia determinados tipos de perfiles personales o clases sociales. "No te identificarás, compadecerás ni entenderás a la gente de barrios pobres si no has nacido y te has criado con ellos, si no han sido amigos tuyos en el colegio, el instituto y la universidad. Puede que solo te cruces con ellos cuando te sirven un café o te limpian la casa". Johann Hari cuenta una anécdota curiosa, de cuando preguntaba a compañeros de profesión cuál creían que era el salario medio británico, y más o menos recibía respuestas que lo situaban algo por debajo del real, hasta que un día preguntó a un redactor jefe que le respondió tranquilamente 80.000 libras, siendo la media 21.000.
El propio presidente del Sindicato de Periodistas tiene claro que cada vez habrá más distancia entre los periodistas y las clases trabajadoras, pues al afrontar los gastos y tiempo de obtener un título universitario, sumado a las tasas crecientes y la pérdida progresiva de poder adquisitivo, al final "los únicos que pueden afrontar ese reto son los que tienen un buen apoyo económico detrás, aquellos cuyos padres puedan ayudarles, lo que significa que la condición de entrar en el periodismo ha cambiado radicalmente a otras épocas".
Las noticias de los medios de prensa han ido abandonando acontecimientos relacionados con el mundo laboral conforme los sindicatos han perdido influencia y protagonismo en la sociedad, a ello hay que sumar el enfoque cada vez más macroeconómico y a gran escala que surgió en la prensa con la globalización, así los medios acaban siendo un espacio para la clase media, y los casos extremos que suceden en barrios humildes son presentados como escándalos representativos de cuál es la vida ordinaria en esos sitios.
Los propios políticos que emiten juicios de valor y presentan propuestas concretas al estilo de las de David Cameron son otro buen ejemplo de la ruptura con la realidad cotidiana; no hace falta buscar mucho en la prensa para encontrar casos de políticos que literalmente no sabían ni sacar un billete de metro o autobús, porque llevaban décadas rodeados de asesores y otro tipo de "sirvientes". ¿Acaso este tipo de políticos representan a la clase media española? ¿Son un ejemplo de cómo es un ciudadano de clase media, o incluso de clase alta en España?
EL ORIGEN DE LA MISERIA
En el caso que atañe al libro de Owen Jones, el barrio de Dewsbury Moor, donde Karen Matthews fingió la desaparición de su hija para obtener la recompensa, está en el top 10 de los más privados en bienestar y pobreza infantil. Si el objetivo del laborista Aneurin Bevan después de la II Guerra Mundial fue establecer un programa público de construcción de viviendas sociales para que las clases medias pudieran convivir con las bajas en los mismos barrios, aquello se fue desmoronando cuando Margaret Thatcher accedió al poder en la década de 1980 e impulsó un programa extremo de liberalismo. Antes de aquella revolución conservadora, dos de cada cinco personas de clase media residían en barrios típicos de viviendas de protección oficial, en los datos de 2008 apenas son uno de cada diez, y de ellos la mitad son inquilinos de asociaciones y cooperativas de vivienda |4|. Los sucesivos gobiernos laboristas - teórica izquierda - fueron fieles al dogma conservador y redujeron progresivamente la inversión en vivienda pública, concediendo así a los más pobres las pocas viviendas que se iban otorgando. A esto hay que añadir cómo en cuanto una persona tiene opción de comprar una vivienda más cara se muda de su barrio y vende la vivienda a una persona aún más pobre.
La desindustrialización masiva y la correspondiente deslocalización empresarial iniciada en la revolución conservadora thatcheriana dejó un erial de empleo en Reino Unido, donde en 1979 más de 7 millones de personas trabajaban en la industria en 2008 apenas eran 2,83 millones, la tendencia sigue bajando.
Las políticas de "reconversión industrial" thatcherianas fueron copiadas y aplicadas con la misma firmeza en prácticamente todos los países desarrollados del planeta, como por ejemplo en España, y también con administraciones no conservadoras sino socialdemócratas.
En la misma calle donde residía la delincuente Karen Matthews hoy día puede asistirse al lamentable escenario de naves industriales en ruinas, completamente abandonadas, donde los niños pequeños van a pasar el rato, donde hace apenas tres décadas todo el barrio trabajaba. Los padres y abuelos de Karen trabajaron en esas mismas empresas. Ella no.
El Gobierno de Reino Unido impulsó un ambicioso plan a finales de 2008, en pleno estallido de la crisis mundial, para poner a trabajar a 3,5 millones de desempleados que vivían de prestaciones sociales. El plan se echó abajo tan pronto los estudios demostraron que apenas habría trabajo para colocar a medio millón de personas.
CASTIGO MERECIDO
Ronald Reagan sentó dogma protestante con su "hay gente que elige ser pobre". En su tiempo aquella frase no representaba el sentir mayoritario popular, hoy día sí. En 1986 el 19% de los británicos pensaba que la pobreza se debía a la vagancia o la falta de voluntad, en 2005 ya eran el 27% |5|. Este cambio de percepción social se ha producido en una etapa donde la desigualdad se ha disparado y no para de aumentar, tal como se muestra en el coeficiente Gini - relación de desigualdad de ingresos - que en 1979 en Reino Unido era de 26 y en 2008 ya estaba en 39. Al menospreciar, criminalizar y difamar a las clases bajas se justifica la desigualdad, la propia sociedad acaba asumiendo que la desigualdad es incluso positiva y necesaria.
PROTESTANTISMO Y DARWINISMO SOCIAL
El capitalismo surgido en Reino Unido está íntimamente ligado a su modus vivendi, su concepción del sentido de la vida, que es
protestante y darwinista social. Los teólogos británicos del siglo XVII ya protestaban por "la caridad errónea e indiscriminada concedida a pobres que son la verdadera escoria, mugre y sabandijas de la comunidad" |6|.
|1| India Knight, "Every mother`s nightmare", The Times, 6 de mayo 2007.
|2| Melanie Reid, "Shannon Matthews is the new face of poverty", The Times, 17 de marzo 2008.
|3| Bruce Anderson, Sunday Telegraph
|4| John Harris, "Safe as houses", Guardian, 30 de septiembre 2008.
|5| Alison Park et alii, eds., British Social Altitudes: The 24th Report, Londres. 2008. p. 242.
|6| Withney Richard David Jones, The Tree of Commonwealth 1450-1793, Londres, 2000. p 136.