Es habitual , cuando se habla de sistemas políticos, dividir
éstos entre democracias y dictaduras, considerando con naturalidad que cuando
se habla de democracia nos referimos a una democracia de partidos, en los que
la ciudadanía expresa su preferencia por unas u otras siglas políticas.
Sin embargo aunque, como es habitual, los hombres y mujeres
de la modernidad creen haber desarrollado el sistema democrático más avanzado,
una mirada sin prejuicios al pasado y una reflexión crítica sobre lo que
consideramos democracia nos hace considerar que, lo más cercano a la democracia
en su sentido etimológico, de gobierno del pueblo, son las diversas
experiencias, pasadas y presentes de lo que llamaremos autogobierno comunal,
que hoy subsiste en algunas comunidades latinoamericanas.
El autogobierno comunal
se basa en la creación de instituciones democráticas tipo Concejos, Consejos, Asambleas u otras pero no dirigidas por partidos políticos, sino por
la propia comunidad, que elige a sus representantes- los cuáles tienen que
aplicar las decisiones tomadas en las Asambleas-, no por las siglas políticas,
sino por su moral o ejemplaridad en su vida privada y pública.
Estas diferencias con nuestro sistema no son en absoluto
menores. Aquí, dejando de lado la
estructura vertical de toda institución, no se escoge a los representantes
políticos por su moral, por sus actividades cívicas reconocidas por todos-en
una palabra por su prestigio, en su sentido ético- sino por su lealtad a los
líderes que encabezan los partidos correspondientes.
Nuestro sistema, por tanto, favorece, en general, el ascenso
al poder de los peores, de los sumisos, de los amorales, de los sedientos de
dinero y bienes materiales o de los leales al aparato, lo que es aplicable a
las organizaciones sindicales y empresariales, por ejemplo.
En el gobierno comunal, las personas elegidas, aparte de serlo
durante un tiempo y poder ser revocados si se da el caso, no tienen un sueldo o
unos privilegios por su labor. La actividad política está mucho más orientada
al bien común, no a un negocio.
En el sistema comunal, la sociedad es más sólida, la
comunidad está menos fragmentada o atomizada.
Los partidos políticos, valga la redundancia, parten la
sociedad para quedarse ellos con el poder o parte de él. Necesitan del
enfrentamiento de unos con otros para mantenerse fuertes, aunque, cada vez más,
sus diferencias sean escasas.
La pluralidad y diversidad de opiniones puede expresarse de
diferentes maneras, a través del ensayo y el error, y en el diálogo de unos conotros se pueden acercar posturas e incluso aceptar que el otro, los otros, tenían razón, frente a nuestros debates y tertulias, que son poco más que
gallineros donde lo importante radica en quién habla más alto.
Retornando la reflexión sobre las experiencias de los
autogobiernos comunales, otra de las características que le hacen diferir del
nuestro es la mentalidad de deberes , necesaria tanto para participar, como para
ser elegido cargo público, al no tener éstos, en la mayoría de los casos,
remuneración económica o privilegios de algún tipo .Frente a nuestra obsesión
con los derechos, llegando a pensar que una acumulación de éstos nos va a
llevar a otra sociedad, lo cual es muy discutible- pues los derechos se
conceden y, por tanto, se quitan cuando interesa a la clase dirigente-, las sociedades
comunales, con buen tino, consideran que es una mentalidad interiorizada de
deberes de unos para otros, e incluso con el entorno, la Naturaleza, a la que
debemos nuestra existencia, lo que nos puede llevar a otra sociedad diferente,
con sus imperfecciones-que no excluye, por supuesto, la existencia de derechos-.
Esto debe quedar claro para quienes busquen una sociedad autónoma
como ideal, pues ésta sólo sería realmente sostenible si la participación, que
por otra parte requiere de información transparente y reflexión para ser real,
es vista no sólo como derecho si no como deber autoimpuesto, de lo contrario se
diluiría como un azucarillo.
Esa conjunción de autoridad moral y deberes-sin excluir
derechos-, de leyes consuetudinarias o de creación popular-las imprescindibles,
frente al marasmo de nuestras sociedades-, de un sentido de la justicia elevado
que evite en lo posible la cárcel intentando otros medios punitivos como el
trabajo para la comunidad, el desarrollo de la propiedad cooperativa y comunal,
frente a la capitalista y estatal, hace de ese sistema político algo a tener en
cuenta como futuro alternativo.
Por supuesto nada es totalmente imitable y nuestro estado de
postración, nuestro pedestal ruinoso y corroído por el culto al Progreso , del
que estamos cerca de caer los siervos endiosados de las sociedades de consumo,
bienestar y abundancia, con nuestro desprecio al pasado y a las tradiciones,
condenadas en bloque como algo reaccionario y opresivo-aunque no seamos, los
modernos, más que peleles movidos a un lado y otro por los múltiples aparatos de
poder- hace que estemos lejos de poder hacer realidad algo parecido.
El camino es largo, pero, como hemos expresado en varias
ocasiones, las propuestas fáciles, vendidas como salidas a la situación, nunca
nos llevarán a nada diferente. Sólo lo complicado, lo complejo, lo que requiere
de años de esfuerzos, éxitos y fracasos, nos puede permitir vislumbrar la luz.
Buenas Alfredo,
ResponderEliminarMe ha gustado el artículo, aunque voy a hacer dos críticas.
Primero, la distinción entre derechos y deberes. Tanto un derecho como un deber son relaciones entre personas, los derechos de una persona implican deberes de las demás. El derecho a la vida, es el deber de no matar. el derecho a la inclusión es el deber del resto de dar algo útil que hacer a una persona a cambio de ciertos bienes. El derecho a participar implica la responsabilidad de informarse, ser justo y mirar por el bien común.
La segunda cuestión es de detalles. pero me voy a acostar. A ver otro día.
un saludo,
Buenas otra vez Alfredo.
ResponderEliminarEl segundo punto, como decía, es de detalles. Siempre se dice que hay que hacer un autogobierno comunal, pero nunca se entra en los detalles, en cómo funciona en realidad. En este caso, por ejemplo, se trata de una comunidad indígena, pero esa comunidad se encuentra dentro del estado de México ¿no? En el caso planteado, esa comunidad no participa en el gobierno de México, la verdad que ese no es mi ideal, las comunidades deberián participar del gobierno central. Otra cuestión importante es qué competencias tiene cada uno.
Saludos,
Hola jesús, disculpa la tardanza en responder. Sí, estoy de acuerdo en lo que dices de los derechos y deberes, es, más o menos lo que pensaba Weil. Lo que yo quería expresar es que nos centramos excesivamente en los derechos, y olvidamos los deberes. Respecto al segundo punto, como ideal yo tengo una federación de comunidades, lo que implica un tipo de gobierno descentralizado, diferente al actual. Lógicamente como lograr eso, o si eso es posible y cómo, es otro tema que dejo para los cerebros pensantes.
EliminarUn abrazo