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lunes, 5 de septiembre de 2016

Producción, progreso y civilización: Marx y la izquierda reaccionaria



Escribía el profesor de la universidad de Barcelona Felix Ovejero en El País un artículo el pasado abril que dado su extraordinario interés merece recuperar ahora. El artículo se tituló “¿Hacia una izquierda reaccionaria?”, sin aclarar exactamente cual es esa izquierda, entre tantas, que se acerca peligrosamente a la reacción. Pero si uno se fija en el título que da el navegador a la pestaña este es “Podemos: ¿Hacía una izquierda reaccionaria? Opinión El País”. Algo más hemos aclarado, se trata de Podemos. El autor tiene pinta de ser uno de esos profesores que nuestro amigo Carles Sirera denomina “intelectuales orgánicos del régimen” y cuyo principal mérito académico es ratificar “el consenso”, en nuestro caso el de la transición, veamos los cargos.

Afirma el profesor, y para ello cita “El Manifiesto Comunista” de Marx y Engels, que el socialismo supuso la manifestación más auténtica de la ilustración, y por tanto, de la fe en la razón.

Con todos los matices que se quieran, bien pocos, el socialismo supuso la cristalización más consecuente del ideal ilustrado que encontró su más temprana manifestación en la Revolución Francesa. Como recogerá el verso de La Internacional, el movimiento socialista se entenderá así mismo como “la razón en marcha”. Esa vocación racionalista se mostraba, para empezar, en una tremenda confianza en el conocimiento científico como instrumento emancipador y en un progreso material, circunstancialmente encarnado por el capitalismo, que establecía las bases materiales de esa emancipación.

Esta “razón en marcha” encuentra expresión en tres postulados, bastante poco razonables a mi juicio, “ una confianza en el crecimiento de las fuerzas productivas como motor de la emancipación social”, “un profundo desprecio por el nacionalismo costumbrista, identitario” y por último “ la crítica a las religiones, viveros de irracionalidad, trampantojos de la injusticia y placebos del dolor humano”. En este artículo nos centraremos en realizar un análisis somero del primero de estos postulados, dejando el segundo para otro artículo, y quizás ¿quién sabe? un tercero sobre la cuestión de la irracionalidad de las religiones.

El progreso (¿qué es esto?), el desarrollo de las fuerzas productivas nos emancipará ¿verdad? Veamos como lo expresaban Marx y Engels en “El Manifiesto Comunista” al que Ovejero denomina “magnífico panfleto”

Hemos visto, pues, que los medios de producción y de cambio, sobre cuya base se ha formado la burguesía, fueron creados en la sociedad feudal. Al alcanzar un cierto grado de desarrollo estos medios de producción y de cambio, las condiciones en que la sociedad feudal producía y cambiaba, toda la organización feudal de la agricultura y de la industria manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de propiedad, cesaron de corresponder a las fuerzas productivas ya desarrolladas. Frenaban la producción en lugar de impulsarla. Se transformaban en otras tantas trabas. Era preciso romper esas trabas y se rompieron.

De la misma forma, el desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas, para lo cual es necesario la creación de una clase proletaria, creará las condiciones que harán que la burguesía tenga que ser eliminada, suprimida, superada. El proletariado se convertirá en clase dominante y esto supondrá la abolición de las relaciones de clase.

El proletariado se saldrá de su dominación política para ir arrancando gradualmente a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase dominante, y para aumentar con la mayor rapidez posible la suma de las fuerzas productivas.

La razón principal para exaltar el desarrollo de las fuerzas productivas es que este conduciría de forma inexorable al final de la explotación de unos seres humanos sobre otros, con el triunfo del proletariado y el final de las relaciones de clase. Sería superfluo detenerse en este argumento que ha resultado ser notoriamente falso. Desde posturas ideológicas opuestas Fiedrich von Hayek y Cornelius Castoriadis han ofrecido diversas razones para explicar el porqué de este fallo de las predicciones de Marx. Ese debate, el de los porqués, es el interesante, porque a día de hoy es evidente que el desarrollo de las fuerzas productivas, multiplicadas por cien desde los tiempos de Marx, ni ha acabado ni acabará nunca con las desigualdades y la explotación. Sin embargo, el argumento “progresista”, parece haber sobrevivido a su refutación práctica, nos empeñamos en hacer lo mismo y lógicamente obtenemos los mismos resultados, seguimos esperando la emancipación que no llega. Por tanto el desarrollo de las fuerzas productivas se antoja realmente poco “razonable”, veamos de forma rápida las razones.

En primer lugar, los economistas ecológicos han demostrado que pasado cierto umbral, el de las necesidades de sustento y protección, umbral que han pasado hace tiempo las sociedades desarrolladas, el incremento de la producción no mejora el bienestar de las personas. Así por ejemplo el Indice de Progreso Genuino en las sociedades desarrolladas lleva estancado desde los años80. En la gráfica se muestra este indicados comparado con el PIB para EEUU:


Yo estoy dispuesto a argumentar que lo empeora, porque supedita nuestra actividad, nuestro objetivo, a una finalidad que es absurda, desperdiciar tiempo, energía y recursos en una producción que ya es suficiente. El tiempo, la energía y los recursos es lo que echamos de menos, como argumentaré ahora.

En segundo lugar, como ya expliqué en otro artículo, el incremento de la producción de bienes privados exige un incremento proporcional en el suministro de otros bienes que difícilmente pueden ser suministrados por el mercado, es decir, para beneficio privado. Su suministro es más eficiente desde el sector público, y esta por ver lo que puede aportar la autogestión del común, que posiblemente es mucho. Un ejemplo evidente es la movilidad, el énfasis criminal en el vehículo privado, y en su uso exclusivo como propiedad de una persona, en lugar de ser compartido por varios usuarios, ha llevado a la congestión de las carreteras y a deteriorar la calidad del aire de forma que prácticamente todos los españoles, prácticamente sin excepción, vemos mermada nuestra salud por ello.

En tercer lugar, y posiblemente es la razón principal, el incremento de la producción (fuerzas productivas en términos de Marx, cuando no se medía el PIB) no es gratis, viene de la mano de una disminución de los recursos, en términos de la economía ecológica, del capital natural. El deterioro ecológico no está necesariamente relacionado con el desarrollo humano, como han mostrado las investigaciones más recientes, pero el desarrollo de las fuerzas productivas en el que confiaba Marx como fuerza emancipadora de la clase trabajadora sí ha ido parejo a un deterioro ecológico importante. La biosfera se ha deteriorado, y las condiciones para la vida del ser humano en ella están bajo amenaza, como se sintetiza según la metodología de los límites planetarios que ya comentamos.


Por otro lado, los teóricos del peak-oil llevan tiempo advirtiendo del progresivo agotamiento de los combustibles fósiles, que provocará en algún momento que la producción se estanque o incluso disminuya. En la actualidad la energía consumida por habitante a nivel global permanece prácticamente constante desde el año 2010.


El desarrollo de las fuerzas productivas requiere recursos, de los que no dispondremos si los hemos consumido en el pasado.

Llama la atención, por tanto, que pese a quedar meridianamente claro que los efectos emancipadores previstos por Marx no se producen y por el contrario, se producen graves perjuicios al pretender seguir desarrollando las fuerzas productivas en un mundo lleno, esta cuestión se sigue agitando para llamar reaccionario a quién no comulga con ruedas de molino. Llama poderosamente la atención el consenso sin fisuras de liberales, socialistas y conservadores en torno a este punto. Para explicarlo tendremos que volver a recurrir a nuestro viejo conocido Cornelius Castoriadis, que en este vídeo explica:

Mi tesis fundamental, como ustedes saben, ya que, - imagino- han leído mi obra “La institución imaginaria de la sociedad” es que cada sociedad se autolegisla, es decir, cada sociedad crea sus propias instituciones. Institución es la lengua, las herramientas, la iglesia, los valores, la regulación de las relaciones sexuales. Institución es, naturalmente, la existencia de poder en una sociedad, y la forma en que se impone y se legitima este poder, etc. A estas instituciones las crea la sociedad. Y esto lo vemos cuando intentamos encontrar cual es el núcleo central de estas instituciones. Y vemos claramente que es lo que yo llamo “significaciones imaginarias”, es decir, significaciones que orientan los valores y las acciones de los hombres que viven en esa sociedad y las cuales, de ningún modo, pueden ser sostenidas, justificadas o anuladas lógicamente. Nadie puede demostrar si existe Jehova o el dios de los cristianos. Pero la refutación lógica de la existencia de Jehová o del Dios de los cristianos no tiene ninguna importancia. Avancemos un poco más. La sociedad capitalista contemporáne, la sociedad capitalista, en general, pone como significación imaginaria fundamental el aumento ilimitado de las fuerzas productivas, y más en general, el aumento ilimitado de una dominación racional sobre la naturaleza y sobre los propios hombres. Y esto lo presenta como una aspiración lógica. Ya naturalmente, esta aspiración que verdaderamente, juega un rol, absolutamente central y fundamental en la vida de la sociedad capitalista es, en un sentido, enteramente ilógica, enteramente arbitraria ¿Por qué deben aumentar sin límite las fuerzas productivas? ¿Por qué debe aumentar el dominio del hombre ante la naturaleza y ante los otros hombres? Y ¿qué significa siquiera que “aumenta el dominio”? Si lo vemos de cerca, lo tomamos, si lo analizamos bajo el prisma de una lógica estricta y precisa, esta idea, de un aumento sin límite del dominio racional es igualmente absurda, tanto como la idea del Dios cristiano, por ejemplo, o de la Santísima Trinidad, que es uno y tres a la vez, etc.

Que el aumento ilimitado de las fuerzas productivas es posible no puede ser ni sostenido, ni justificado, ni anulado lógicamente, al igual que no se puede demostrar que Dios no existe, ni que es falsa la idea de la Santísima Trinidad. Es algo que pertenece al futuro, no se puede negar que algún milagro como la fusión fría sea posible, dado que no conocemos el futuro. Sí podemos saber racionalmente que ello conlleva graves riesgos, como hemos argumentado anteriormente, pero a pesar de ello no se cuestiona porque juega un papel absolutamente central en la justificación y el mantenimiento de las instituciones actuales, que son las que orientan los valores y las acciones de todos nosotros.

Y aquí nuevamente toca disentir de lo expresado por Felix Ovejero, y es que pongo muy en duda que Podemos cuestione este aspecto fundamental de nuestra civilización, si bien debo reconocer que parece que existen en este partido dos corrientes, una más convencional, la de los herederos de Marx, a la que pertenece la diección del partido, y otra que proviene del 15M, y con aspiraciones más democráticas. Si uno es demócrata, cuestionarse el incremento de la dominación racional sobre otros hombres es lógico. Sería esta corriente dentro de Podemos la que para Ovejero sería "reaccionaria", y que desde mi punto de vista concentra a aquellos que todavía mantienen la esperanza en la emancipación del ser humano. Como diría Walter Benjamin, tenemos la obligación de mantener la esperanza porque todavía quedan demasiadas personas desesperanzadas.

1 comentario:

  1. Gran artículo que a mi parecer, con esos 3 gráficos expuestos, responde a 3 preguntas básicas que se esconden tras las problemática actual. La primera ¿Qué? y contestaría parafraseando a Clinton, “Es la energía, estúpido”. Segunda ¿Por qué? y se contestaría con el gráfico de los límites del planeta que al ser rebasados podrían ocasionar una cadena de consecuencias transformativas que hagan hacer desaparecer a la humanidad de la faz de la Tierra y finalmente ¿Para qué? que nos llevaría a olvidarnos del PIB y centrarnos en un índice que refleje las características y necesidades básicas humanas.

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