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lunes, 10 de octubre de 2016

Cooperación o colapso: la forma del nuevo mundo

La información y la reflexión sirven para tomar decisiones. Las prioridades a nivel individual, y sobre todo político, para emancipar al ser humano y evitar las peores consecuencias del desastre medioambiental son muy evidentes.


Como ya hemos desarrollado ampliamente en otro artículo, la técnica, y la idea de su poder, es el principal elemento legitimador de la élite ¿Sorprendente? Si tomas un poco de perspectiva no lo es demasiado. Como han señalado antropólogos como Ronald Wright, las civilizaciones que han colapsado como la Maya o la de la isla de Pascua se han caracterizaron por su énfasis en el empleo de valiosos recursos en la construcción de elementos simbólicos, como grandes templos o estatuas, justo antes del colapso. Las instituciones (la lengua, las herramientas, la iglesia, los valores, la regulación de las relaciones sexuales, la existencia de poder en una sociedad, y la forma en que se impone y se legitima este poder, etc) tienen su inercia, y la élite que se beneficia de ellas también.

La institución no es neutra, es un hecho, debemos admitirlo, y al menos en las sociedades que han generado un excedente de producción, siempre ha existido un grupo que se ha beneficiado de ello, adquiriendo un estatus superior al resto. Entre estas sociedades debemos incluir por supuesto al “experimento” socialista del siglo XX. El socialismo, como ya explicamos en este artículo, ha sido y sigue siendo un ferviente creyente en el poder emancipador de la técnica y el crecimiento (en suma, el aumento del dominio sobre la naturaleza y sobre otros hombres), contra la evidencia que muestra que dicha emancipación no se produce. Citando a Eric Hobsbawm

En cambio, al enfrentamiento entre el “capitalismo” y el “socialismo”, con o sin la intervención de estados y gobiernos como los Estados Unidos y la URSS en representación del uno o del otro, se le atribuirá probablemente un interés histórico más limitado, comparable, en definitiva al de las guerras de religión de los siglos XVI y XVII o a las cruzadas.

En efecto querido lector, capitalismo y socialismo comparten valores fundamentales. Tan fundamentales que los tenemos interiorizados y los pasamos por alto, fijándonos en sus diferencias, que son mucho más triviales para nuestro destino común como pueblo y como especie.

Esto se ha debatido ampliamente en este blog ¿por qué recordarlo? La técnica es omnipresente y constantemente aparecen promesas de un futuro mejor de las que nadie vuelve a saber nada. Sin embargo, algunas promesas perduran y siguen dando la lata, no como realidad sino como promesa permanente. Es el caso de la energía fotovoltaica o del coche eléctrico, promesas que han conseguido llevarse a un desarrollo industrial incipiente, y que probablemente crearán enormes problemas, insospechados, si llegan a desarrollarse a nivel masivo.

Fijémonos ahora en las promesas de la energía fotovoltaica. El precio por potencia instalada ha descendido de forma exponencial durante décadas.


Pero la potencia no es el problema, sino la energía (es fundamental cuanto tiempo, y a qué capacidad funcione la instalación, mucha potencia instalada no sirve nada si no recibe la luz del sol). Pero el precio de la energía también ha ido descendiendo, de forma muy significativa


En una reciente subasta en Abu Dabi el precio ofertado fue de 0,24 euros el kWh. Fijémonos en esto, el precio ofertado es lo que se ha comprometido a cobrar la concesionaria para amortizar la central de producción, incluye lo que cuesta generar esa electricidad más el beneficio del capitalista. Ese precio es significativamente inferior a lo que cuesta generar electricidad mediante centrales térmicas, de gas y carbón, o nucleares. Entonces ¿por qué no se instalan paneles fotovoltaicos por toda la superficie del planeta? Hay diversos factores a considerar, en primer lugar, la instalación de paneles en otras ubicaciones, con otra latitud (y por tanto mayor inclinación de la radiación solar), menos días de sol, más nubes, etc, dará lugar a la producción de menos energía, para la misma potencia, y por tanto su precio será más caro. Por otro lado el mercado eléctrico, que requiere inversiones a largo plazo, suele estar regulado por los gobiernos, de forma que se garantice y se asegure el retorno de la inversión. Ello implica frenar la construcción de centrales que compitan con las ya instaladas.

Entonces, dados estos precios de la energía fotovoltaica ¿podemos confiar que nuestro suministro energético futuro seguirá una curva ligeramente ascendente y sin sobresaltos? Muy probablemente no, dado que la electricidad es tan solo el 20% de la energía que consumimos, y hay problemas para sustituir la aplicación directa de gasolina, gas u otras energías térmicas por electricidad. Pero pongámonos en el mejor de los mundos posibles ¿qué pasaría si los paneles fotovoltaicos fuesen gratuitos? Un reciente artículo en el blog crisis energética trata esta cuestión, reproduzco un fragmento que sintetiza a la perfección la respuesta a la pregunta del título:

Bajo mi punto de vista los problemas reales son el férreo control de un grupo de sociópatas ricos que sólo son capaces de ver sus propios niveles de riqueza que la maquinaria de las grandes corporaciones extrae de forma ciega...y la ignorancia y la indiferencia de un público demasiado obsesionado con mundos imaginarios, con chismorreos superficiales y conflictos creados artificialmente que no tienen nada que ver con los problemas reales.

Dicho esto, ¿que resultaría, en todos los aspectos, si los paneles solares fuesen de repente gratuitos? ¿Que saldríamos corriendo y complacidos a instalarlos por doquier, que desmantelaríamos las plantas de carbón y de gas y las nucleares (incluso cuidadosa y responsablemente) y seguiríamos con todas las demás cosas que necesitamos para reducir el impacto ambiental (incluyendo la reducción de nuestra propia población)? ¿O por el contrario que los detentadores del poder, incluyendo a los altos niveles de los grandes conglomerados mediáticos, saldrían a anunciar llenos de felicidad que hemos alcanzado la independencia energética y que podemos volver a seguir haciendo crecer el PIB y a conducir coches (eléctricos) más grandes y potentes, a asaltar a las últimas comunidades indígenas que intentan proteger sus montañas o lagos sagrados de la minería tóxica, el uso de barcos eléctricos con que extraer los últimos peces del mar, etc.? Esto sólo tiene que ver en parte con la paradoja de Jevons; se trata de que con frecuencia se ignora que la electricidad es apenas el 20% (en los EE. UU.) del consumo energético, que el cambio climático es sólo la más urgente de las muchas calamidades ambientales que se abaten sobre nosotros y que es difícil realizar la transición cuando el paradigma en el que nos encontramos nos dice que una enorme parte de esos recursos terminan injertándose y enriqueciendo a los ya ricos y destinados a luchar en guerras viciadas y sin sentido. Siete mil millones de seres humanos viviendo el Modo de Vida Americano son incompatibles con la única Tierra que habitan, incluso aunque pudiésemos eliminar todo el sector de la producción eléctrica. Y por supuesto, sin un cambio más profundo, los siete mil millones terminaremos siendo diez mil.

El panorama es sombrío ¿tiene sentido seguir apostando por estas tecnologías? Hay un aspecto que quizás se nos ha pasado por alto en este análisis. Muy frecuentemente, en ciertos países, las plantas fotovoltaicas o eólicas son gestionadas en régimen de cooperativa. El consumidor se convierte también en productor y participa en la gestión democrática de la planta. Esto no solo es importante porque reduce las desigualdades, amplia la democracia, favorece la creación de vínculos y de comunidad, es importante sobre todo porque este tipo de gestión económica ha demostrado ser sostenible durante siglos. Si decimos que los motores de la obsesión por el crecimiento son la desigualdad, el desempleo y la superpoblación ¿reduciría esta obsesión ser dueño de tus medios de producción, sin que nadie te pueda quitar el acceso a ellos? Sin duda lo haría. Tal y como ya desarrolló mi compañero Javier Ibarra en este artículo, hay evidencias históricas que señalan a la cooperación como claramente superior a la competencia de cara a lograr la sostenibilidad.

Dicen que el uso compartido del automóvil podría reducir hasta un 80% el número de automóviles necesarios. Energías renovables gestionadas como común, uso del automóvil compartido, relocalización de la producción en los puntos de consumo y agroecología, son medidas que no sabemos si serán suficientes para evitar el colapso, pero que en cualquier caso es seguro que lo amortiguarán. Son medidas por las que además se puede trabajar políticamente, mientras se intenta un cambio cultural más profundo. La conclusión es evidente, es prioritario trabajar en estos cambios concretos y hacerlos socialmente aceptables.

Hegel,  un moderno que fue testigo de la descomposición del antiguo régimen, escribía lo siguiente sobre las transformaciones sociales:

Así, el espíritu que se forma madura lentamente y en silencio hasta su nueva figura, desintegra pedazo a pedazo el edificio del mundo que lo precede; la conmoción del mundo la indican tan sólo síntomas esporádicos; la frivolidad y el aburrimiento que invaden lo que todavía subsiste, el presentimiento vago de algo desconocido, son los signos que anuncian algo distinto que está en marcha. Este resquebrajamiento continuo que no alteraba la fisonomía del conjunto se ve bruscamente interrumpido por la salida del sol que, en un relámpago, dibuja de una vez la forma del nuevo mundo.

No sé ustedes, queridos lectores, pero yo no termino de ver frivolidad y aburrimiento que invadan lo que todavía subsiste. Quizás respecto al sistema político sea evidente, y el 15M y otros movimientos sean un síntoma, pero respecto al conjunto no soy capaz de percibir esa erosión, si bien a veces se intuye levemente que algo distinto está en marcha. Queda mucho trabajo, sin embargo, el mapa, la brújula sobre lo que hay que hacer yo la veo muy clara ¿y tú? ¿Nos ayudas a difundir los problemas y las soluciones?

2 comentarios:

  1. Quizá el factor mas importante en estos momentos sea la información. Esa información dirigida a una mayoría pero controlada por una minoría, y una minoría ciega a sus propios errores conforme eliminan disidencia.

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  2. Muy de acuerdo. Se necesita una vasta red de voluntarios informadores para compensar la educación oficial. El otro factor crucial es el chantage de la exclusiòn, una presión fáctica para que se apoye el crecimiento. Así el mito y el miedo refuerzan un destino servicial e irresponsable.

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