“Si también tenemos escrúpulos, entonces, siguiendo la lógica de Ted*(en referencia a Ted Kaczinsky, ver la explicación al final del artículo), debemos considerar en que categoría de loco nos encontramos: los liberales hipócritas, cuya culpa fingida les lleva a hacer ver que les importa aquellos que consideran inferiores, o los hipócritas conservadores, quienes continúan creyendo en el progreso mientras este destruye lo que desean conservar. Quizás deberíamos dejar a un lado los inapropiados sentimientos de culpa por cosas que no podemos esperar jamás controlar para pasar a cultivar un sentido de culpa saludable – el de nuestra propia inacción. Aunque sus métodos fueran dementes, Ted hizo algo. Yo escribí este libro. Y tú, ¿Qué has hecho?”
Dmitry Orlov en Shrinking the Tecnosphere – Getting a Grip on the Technologies that limit our autonomy, self-sufficiency and freedom (pp.96).
Al margen de cuál sea tu orientación política (Orlov nos advierte que en los programas políticos supuestamente "progresistas" tanto de derechas como de izquierdas jamás encontraremos expresiones del tipo "acabemos con la tecnosfera" o "dejemos de pensar en la demencia del crecimiento económico ilimitado"), es evidente que ni unos ni otros han sido capaces de dar una respuesta a muchos de los problemas que nos vienen acechando a marchas crecientes y que hay un descontento social en aumento como evidencian los nuevos populismos de derechas. Así pues y en relación al marco tecnológico, que es el que nos ocupa ¿Cuál es nuestro lugar en todo este barullo de ideas contradictorias? ¿Qué podemos hacer a nivel individual y colectivo para poder ganar en autonomía y dejar de depredar nuestra Madre Tierra (o al menos minimizar el daño) por medio del continuo incremento de la tecnologización de la sociedad? ¿Qué responsabilidad debemos asumir en la era de los grandes cambios sistémicos, de colapsos y nacimientos de nuevas estructuras sociales?
El autor ruso nos invita pues a asumir responsabilidades y a actuar para generar alternativas al actual modelo socioeconómico insostenible (ver apartado 3), muy en la línea de lo que Mauri Méndez nos explicaba en un antiguo post sobre responsabilidad radical ante el colapso ecosistémico:
“La responsabilidad no es otra cosa que la consciencia en acción. Los esfuerzos por parte de la sociedad de consumo por mantenernos constantemente ocupados, distraídos e inconscientes de lo que pasa en nuestro cuerpo son inconmensurables. Ya sea a través de la omnipresente tecnología, el bombardeo constante de publicidad y estímulos externos, la medicina occidental que se enfoca solamente en paliar o silenciar los síntomas olvidando la prevención o la comprensión de la fuente de la enfermedad, o la normalización del consumo constante de sustancias que alteran nuestro estado de consciencia (alcohol, café, tabaco, azúcar, etcétera...), nos mantenemos adormecidos y anestesiados, desconectados de lo que sucede en nuestro organismo.”
La tecnosfera (ese superorganismo emergente de la civilización industrial crecentista antagónico a la biosfera) es una insuperable máquina de anestesiarnos con caramelos que, si bien son de sabor dulce y nos pueden satisfacer a corto plazo, generan también dinámicas perversas que ponen en peligro la sostenibilidad de la vida en este planeta y de muchos aspectos que damos por hechos aún hoy en día (un plato caliente cada día, un clima adecuado, unos ecosistemas relativamente sanos…). Si en los pasados artículos introducimos el concepto de tecnosfera y sus fundamentos metabólicos, esbozamos su desarrollo histórico y analizamos los mecanismos que tiene para explotarnos emocional y materialmente, en este artículo trataremos de empezar a trazar algunas pinceladas que nos permitan empezar a vislumbrar alternativas y gestionar mejor nuestra relación con lo tecnológico.
1. Bienvenido a la numerización robopática
El objetivo de la tecnosfera es expandirse y para ello pone en juego toda una serie de mecanismos, como apuntamos en el apartado 4 de nuestro último artículo sobre tecnología. Para conseguirlo hay una máxima: el fin justifica siempre los medios. Muy en la línea del pensamiento mecanicista que tiene ya siglos, incluso milenios, la tecnosfera y sus defensores intentan convertir a las personas en meras máquinas que sigan órdenes burocráticas, con protocoles cuantitativos estrictamente definidos y sin dejar capacidad de cooperación espontánea, intuición o respuesta emocional ante las situaciones cotidianas de nuestro día a días.
Pensemos en dos ejemplos que ilustran eso:
- La escuela: el objetivo fundamental inculcar a las jóvenes generaciones de que deben aprender a ser obedientes, a permanecer sentados en una especie de fábrica con sillas y pizarra y cultivar toda una serie de habilidades instrumentales a la tecnosfera. Entre ellas se encuentran la capacidad memorística (memorizar datos y datos de los cuales nadie después de acuerda), de resolución de problemas numéricos en un sentido muy reduccionista (muy específico, sin dar demasiada importancia a la improvisación y la espontaneidad) y eventualmente en alguna actividad crítica o creativa que eso sí, no debe ser excesivamente crítica pues de lo contrario entraría en conflicto con la institución escuela en sí misma. Recientemente la aparición de portátiles, smartphones y nuevas tecnologías ha hecho que los alumnos acaben transformándose en zombis adictos que están continuamente distraídos, exigentes e inmaduros que teclean con los pulgares muy juntos y se envían fotos de gatitos peludos muy cute.
- El sistema de salud: el objetivo es convencer a la población de que mantener artificialmente la vida es algo estrictamente necesario (sobre todo en el ámbito individual), así como aumentar la cantidad de años vividos (aunque muchos sean años de mierda). El uso de expertos es absolutamente necesario para todo: para crear por ejemplo una dieta perfecta con un número específico de calorías, proteínas, carbohidratos y grasas. La industria farmacéutica y la medicina ultra especializada son instrumentales en ello y si bien es cierto que se han conseguido avances muy importantes también es cierto que muchos de estos dependen de recursos no renovables como el petróleo y otros productos químicos destructores (nuestra “libertad” sanitaria parece tener sus días contados) que deberíamos poner en duda en un ejercicio de honestidad que no suele hacerse en ninguna formación política.
La lista podrías seguir ad infinitum, pero la idea principal es que donde antes había más espacio para la autonomía, autosuficiencia colectiva y una cierta libertad, ahora lo va ocupando de forma creciente la tecnosfera de manera que delegamos de forma creciente nuestra vida diaria a sus mecanismos y nos convencemos de que el futuro siempre nos brindará más y mayor tecnología y que con ella se superará al ser humano y cualquier otra especie. Todo esto parece manifestar un profundo menosprecio por valores vitales y orgánicos fundamentales en la historia del homo sapiens como han sido la capacidad intuitiva, el uso de las emociones en mediación con la naturaleza y otros humanos o el uso de tecnologías – generalmente artesanas e intensivas en destreza – de baja presión sobre el medio ambiente y ubicuidad en el ambiente local. Estas instituciones como el sistema de salud, educativo, militar… instrumentales a la tecnosfera, es lo que Dmitry Orlov llama tecnologías políticas (ver apartado 2).
Solo cabe pensar en el gran entusiasmo que generan los rankings. Sea para identificar a nuestro equipo deportivo favorito, para votar al “mejor” cantante de la próxima edición de talentos musicales o al consultar que posibilidad tiene de ganar un óscar tal o cual actor, las tecnologías de la información han llevado dicho fenómeno a un nivel industrial. No hay espacio social en el que uno no sucumba a la ingente numerización robótica de la vida.
Dmitry Orlov considera que la tecnosfera es una incubadora de psicópatas porque nuestra sociedad selecciona y cría personas sin empatía alguna, con tendencias a menudo sadísticas basadas en seguir instrucciones frías y protocolos muy bien especificados ciegas a todo aquello que no se puede medir como los principios éticos, estéticos, emocionales o místicos. Cuando estos atributos se permiten son siempre de forma instrumental a la tecnosfera. La justicia como algo que se compra y vende como vemos en la no igualdad a la ley que impera; el sentido vital en festivales masivos donde la juventud se dedica a beber y a intoxicarse de música a todo volumen o la belleza en el siguiente número de la revista Cuore y siguiendo unos cánones (60-90-60 a ser posible para abajo exponencialmente) muy estrictos.
Sin embargo y aunque es cierto que nuestra sociedad lleve generaciones seleccionando psicópatas ninguna sociedad es funcional con un número excesivo de éstos pues se autodestruiría y por eso el ruso introduce el interesante concepto del sociólogo Lewis Yablonsky: los humanos robópatas.
“Los robópatas son aquellos que, al ser forzados a seguir y ejecutar órdenes arbitrarias, han perdido su habilidad normal de identificarse con el resto de la humanidad y han encontrado un nuevo sentido en una identidad personal al convertirse en rigoristas. Al imponer castigos duros e injustos insisten en que no es anda personal porque si lo fuera amenazaría su propia identidad” (Orlov, pp. 196).
Así pues, en la categoría de robópatas nos encontramos a la gran mayoría de nosotros, personalizados en individuos mitad hombre ymitad máquina que sufren psicológicamente y se encuentran hiperalienado del mundo. Somos de hecho máquinas rotas que debemos ceñirnos a toda una serie de parámetros que, aunque sean absolutamente necesarios para adaptarnos a muchos puestos de trabajo y acciones cotidianas incitan al comportamiento neurótico (una conciencia degradada manifestada en una peor vida emocional y motivación) , en palabras de Claudio Naranjo) que selecciona personalidades problemáticas (obsesivas, sádicas, dependientes, depresivas…) y conspiran para deshumanizarnos de forma creciente. Pasamos, en definitiva, del individuo biológico al robopático.
2. Tipología de tecnologías tecnoesféricas vs. Biosféricas
Podemos clasificar a la tecnología de formas muy diversas. En este texto distinguiremos entre las siguientes, a partir de los conceptos que Dmitry Orlov discute largo y tendido en su libro:
Tecnologías tecnosferofílicas (o biosferofóbicas): aquellas instrumentales en el desarrollo y expansión de la tecnosfera.
Tecnologías biosferofílicas (o tecnosferofóbicas): aquellas instrumentales en minimizar los efectos perversos de la tecnosfera sobre los humanos y la biosfera o aquellas que incluso puedan conseguir su completa eliminación.
Dentro de las tecnologías tecnosferofílicas distinguimos entre:
1.
Tecnologías obligatorias y
estándares personales: son todas aquellas que te atan a la tecnosfera y que conforman toda una
serie de artefactos y sus flujos
asociados (por ejemplo un ordenador y su necesaria conexión a la red) que deben ser generalmente obtenidos a
partir de un contraflujo monetario (de esta manera se facilita su
propagación y uso), así como toda una serie de reglas que cultivan un grado de dependencia importante (una
ducha diarias de 100 litros, un retrete cuyos residuos requieren más tecnología
para que no afecten a la seguridad del agua…).
2.
Tecnologías de daño ilimitado: son tecnologías con un potencial destructivo casi infinito,
aunque en muchos casos no sea cuantificable. Entre ellas Orlov incluye a la
industria nuclear, la ingeniería genética o la nanotecnología como posibles
causas futuras de un daño catastrófico, sistémico e irreversible.
3.
Tecnologías políticas: son aquellas que tratan de
mantener el actual sistema antidemocrático y de creciente expansión depredadora
como proyecciones de la tecnosfera a
partir de mecanismos de poder con fundamentalmente tres objetivos:
I.
Cambiar las reglas del juego entre los participantes en el proceso político
II. Introducir en la consciencia de masas nuevos conceptos, valores, opiniones
y convicciones
III. Manipular el comportamiento
humano directamente a partir de los medios de comunicación de masas y otros
métodos administrativos.
El autor ruso, con su notable pizca de humor negro e
ironía, pone como ejemplos a una docena de los más importantes (en el contexto
de los Estados Unidos):
-
El lobby de los combustibles fósiles
que trata de convencer a la población que no hay alternativa por medio de
campañas difamadoras contra el cambio climático, diseminando noticias falsas y
construyendo movimientos sociales que defiendan sus intereses.
-
Los fabricantes armamentísticos
que tratan de convencernos de que es necesario que gobiernos e individuos
dispongan de armas de fuego para estar más seguros
-
El sistema político bipartidista: convencer a la gente que tiene una
elección libre que hacer votando cada una vez cada 4 años y olvidándose el resto
de los 1359 días
-
El establishment de defensa nacional: convencer a la población que
el aumento del PIB en gasto militar les hace más seguros y fuertes, aunque la
historia haya demostrado que el mayor colapso jamás visto (el de la Unión
Soviética) vino en parte porque si bien se consiguió asombrar al mundo con su
gran músculo militar no fue capaz de mantener unos estándares de vida dignos
para sus ciudadanos (en comparación al menos a sus “promesas” y en relación al
bloque occidental).
-
La industria médica: convencer a
la gente que la creciente tecnologización y privatización de los sistemas de
salud es un modelo eficiente y sostenible.
-
La industria educativa:
convencer a la gente de que, endeudándose, yendo a la universidad y asumiendo
unos costes altísimos es una óptima y aceptable manera de afrontar el futuro.
-
El complejo
industrial-penitenciario: convencer a la población de que tener en prisión
un mayor porcentaje de la población del que tenía Stalin por delitos menores es
seguro y eficiente
-
La industria agroindustrial:
convencer a la gente de que no hay alternativa a modelo de monocultivo
expansivo creciente, esconder sus impactos ambientales y negar que los
alimentos procesados y muchos de ellos con organismos modificados genéticamente
de dudoso impacto son seguros.
-
La industria del automóvil:
convencer a la población de que el vehículo privado es la “vaca sagrada” de su
libertad y que el transporte público u otros medios son claramente inferiores.
-
La industria financiera:
convencer a la población de que el dinero es algo seguro, que es más seguro
tenerlo en un banco que bajo un colchón y que una deuda creciente e impagable
no es un problema.
-
La religión institucionalizada:
convencer a la gente que es absolutamente necesario seguir las pautas de
instituciones que sistemáticamente han desvirtuado y destrozado formas de vida
basadas en la autonomía espiritual y comunitaria y el juicio independiente y de
que hay una serie de verdades incuestionables.
-
El sistema legal: convencer a la
gente de que el imperio de la ley es algo infranqueable y que produce
resultados justos en vez de favorecer al que se puede permitir un ejército más
grande de abogados bien pagados.
Dmitry acaba añadiendo algunas de las tecnologías que los EEUU (aunque sería más justo hablar de bloque occidental) han usado para dominar el resto del mundo: la estafa de los préstamos internacionales a través de programas de ajuste estructural del FMI, Banco Mundial y otras instituciones que hacen a países dependientes, las revoluciones de colores o métodos de cambio de régimen a través primero de métodos no violentos y una vez sembrado el caos con métodos violentos para causar el caos social y el derrumbe de un gobierno particular (pensemos en cómo esto ha sucedido en algunas de las primaveras árabes como el caso de Egipto) o el terrorismo “subsidiario” en el que se usan terceras partes para un objetivo concreto (como el caso del islamismo radical que fue una creación de occidente en el contexto de la guerra fría y ahora se ha vuelto en su contra).
4. Máquinas sociales: son grupos “específicamente organizados que subordinan la voluntad de sus participantes a un seguido de normas explícitas y escritas, controladas a partir de criterios objetivos y medibles que excluye tanto como puede el juicio individual, la intuición y la acción independiente y espontánea. En el proceso se vuelve ciega ante todo lo que no es medible como el sentido, la belleza, la felicidad, la justicia o la compasión (Orlov, 2017, pp. 189). A medida que incrementa el tamaño de estas organizaciones se vuelven más jerárquicas, burocráticas y óptimas para la expansión de la tecnosfera y transforma a los individuos en seres inconscientes robopáticos y psicopáticos, como hemos mencionado anteriormente, a cambio de unos ingresos estables y un sentido de seguridad y estabilidad.
La combinación de tecnologías de dominación política, burocrático-organizativa, artefactos necesarios para nuestra adaptación y en algunos casos de daño cuasi-infinito, permite a la tecnosfera ir extendiendo sus tentáculos a medida que algunos vamos percibiendo que hemos entrado ya en retornos decrecientes o incluso negativos da la tecnología y que por tanto el daño que nos hace es igual o superior al beneficio que nos aporta. Esto es así si vamos más allá de un análisis reduccionista funcional de que es lo que permite una u otra tecnología en su plano de la utilidad personal y que nos “vende” la propaganda social.
Como contrapartida el autor ruso nos propone 3 conceptos dentro de su propuesta de análisis daño-beneficio. Así pues, dentro de las tecnologías tecnosferofóbicas distinguimos:
1. Tecnologías de daño 0: son tecnologías que no causan daño alguno y se encuentran abajo en la jerarquía daño-beneficio. Están perfectamente adaptadas a los ciclos naturales de la biosfera y las mejores suelen ser las llamadas tecnologías naturales.
2. Tecnologías naturales: es un nombre genérico para designar tecnologías que puedan mediar la relación entre el ser humano y la biosfera de forma que “contribuyan a su equilibrio (en sus ritmos: diurnos y anuales y ciclos: del agua, carbono, nutrientes…) y con el flujo ininterrumpido de generaciones humanas que con su sabiduría ha sabido mantener un conocimiento profundo de ambientes naturales complejos y diversos” (Orlov, 2017, pp. 129-130). El ruso pone a modo de ejemplo tecnologías tradicionales de su tierra natal como la sauna, la izbá (o casa de campo tradicional rusa) o la estufa rusa centenaria. Todas parecen haber mantenido el paso del tiempo, ¿Podremos decir lo mismo de la civilización moderna tecnoindustrial?
3. Tecnologías anti-tecnologías: son tecnologías que actúan en oposición a otras tecnologías dañinas. Algunos ejemplos podrían ser por ejemplo técnicas de hackeo para desactivar ciertos componentes dañinos del a tecnosfera o tecnologías para hacer invisible a la gente ante el creciente control de la tecnosfera u otras para evitar un discurso público de corte racionalista, reduccionista y materialista (substituyéndolo por uno compartido de forma privada por un grupo de forma subjetiva, intuitiva y mística).
3. El análisis Daño-Beneficio y la jerarquía de daño relativo
Orlov introduce el concepto de análisis daño-beneficio (que no tiene nada que ver con el análisis coste-beneficio típico de la biosfera) de la siguiente manera:
“Estamos ahora preparados para definir la principal estrategia para reducir la tecnosfera, para privarla de ejercer sus objetivos de crecimiento, control, dominación y en por último de destrucción de la biosfera. Vivir sin ningún tipo de tecnología está fuera de lugar: los humanos y los homínidos que nos precedieron fabricaron y usaron herramientas durante cerca de tres millones de años. Por otro lado, vivir con la tecnosfera, mientras agota y destruye la biosfera y con ella a nosotros está también fuera de lugar. Debemos encontrar una manera de reducir conscientemente la complejidad tecnológica – el número de elementos técnicos que permitimos en nuestro ambiente - a la vez que incrementamos la complejidad biológica – el número de otras especies que cultivamos y apoyamos en nuestro cacho de biosfera” (Orlov, 2017, pp. 97).
Específicamente el autor ruso propone una tabla con 32 atributos de la tecnología (que pueden ser adaptados al gusto de una comunidad o de un individuo) en la que asignar un valor (uno por ejemplo y otra escala subjetiva) en función de si hace daño (d) o genera un beneficio (b).
“¿Y si hacemos los siguiente? Definimos una lista completa y razonable con los aspectos positivos y negativos de la tecnología, y a continuación seleccionamos aquellas tecnologías que usaremos para maximizar el beneficio mientras minimizamos el daño. En el peor de los casos, nos dará un punto de partida donde empezar; en el mejor de los casos, reducirá la tecnosfera hasta el punto en el que ya no sea un daño considerable” (Orlov, 2017, pp. 98-99).
De esta manera podemos sumar estos daños y beneficios en una ratio muy sencilla, elaratio daño-beneficio (RDB):
La siguiente tabla muestra algunos de esos atributos que nos introduce el ruso:
Tabla 1. Los 32 atributos que nos proporciona Orlov, siempre modificables. En algunos casos la categoría semántica no deja lugar a dudas y en otras es más difícil de clasificar. Quizás es más sencillo reducir el análisis a 5-10 parámetros más explícitos o adaptarlo a nuestras necesidades. Elaboración propia traducida del inglés (Orlov, 2017, pp. 100).
Dmitry nos advierte de no confundir su propuesta con el análisis coste-beneficio que reduce las decisiones a una decisión monetaria típica del economicismo ortodoxo:
“La tecnosfera ama el análisis coste-beneficio porque es su supuesto fundamental, que todo puede ser cuantifiado en términos monetarios, convierta a las cosas y las personas en una mercancía; proporcionando una base racional y objetiva para expandir su control sobre nosotros y la biosfera. La idea de coste presupone una recompensa: no hay daño mientras alguien pague, aunque sea dinero salpicado de sangre. La de daño asume algo distinto: una vez hecho no es reversible de la misma manera en que una violación no puede revertirse comprando a la víctima flores” (Orlov, 118).
El autor da en el clave ante uno de los mayores puntos de discordia entre la economía convencional crematística (la que lo reduce todo a los análisis de dinero) y la ecológica (que asume pluralidad de métodos de valoración). Mientras que los primeros suelen asumir procesos reversibles los segundos, siguiendo algunas consecuencias de la termodinámica o la ecología (la disipación energética o procesos como la muerte de un individuo no son irreversibles en el tiempo o espacio) no lo hacen. La idea de daño pues implica que esta no debe ser aceptada, especialmente si sus consecuencias pueden llegar a ser catastróficas:
“Ni la biosfera ni el espíritu humano pueden apaciguarse con una disculpa, ni tampoco aceptarán una indemnización monetaria por el daño causado. A ti, sin embargo, se te puede comprar. Preguntar cuánto vale en términos financieros tu autonomía, auto-suficiencia y libertad en términos monetarios es equivalente a preguntarte cuánto vales como esclavo” (Orlov, 118).
Palabras duras para uno de los mitos fundacionales de la sociedad moderna hiperconectada, que todo de poder comprarse y venderse y esta debe ser la base de nuestra organización moral, política y económica, expandiendo el mercado cada vez a límites mayores. Dadas las limitaciones que tiene el evaluar cada tecnología por separado, Orlov nos proponer darle un enfoque a dicha evaluación en forma de jerarquía:
En primer lugar, tenemos las “tecnologías que no deberían ser permitidas o de daño ilimitado” que son las que muestran una ratio D-B de la siguiente forma y que debemos evitar o tratar de desactivar
En segundo lugar, tenemos “tecnologías que pueden ser permitidas”. Aunque puedan ser dañinas (y deba intentarse minimizar su uso) pueden sustituir o mejorar a otras de carácter aún más dañino y de este modo podemos dar un enfoque incrementalista muy útil para aquellos que no se puedan permitir el lujo (casi todos) de dejar de depender de la tecnosfera (es decir todos, pues la sociedad tecnoindustrial ha llegado ya a todos los rincones del planeta). Entrarían aquí la gran mayoría de tecnologías instrumentales a la tecnosfera y a nuestro día a día.
En tercer lugar, tenemos las “tecnologías de daño 0” de las que ya hemos hablado y cuyas tecnologías naturales son su máximo exponente. Se encuentran debajo de la jerarquía pues son las mejores y se pueden representar de la siguiente manera:
Evidentemente el ejercicio que nos propone el ruso tiene sus limitaciones como el mismo reconoce por ejemplo al gestionar tecnologías de daño ilimitado muchas de las cuales todavía no se han inventado o que no está claro el alcance de su impacto. Para la gestión de estos procesos se requerirían procesos de deliberación política más complejas que pudieren dar respuestas a situaciones de alta incertidumbre e ignorancia, en la línea de lo que propone la ciencia posnormal.
También es cierto que a menudo la falta de tecnologías (Orlov nos pone como ejemplo el caso de Fukushima donde no existe tecnologías alguna para contener la radiación del reactor, donde ha ido parte de la radiación y como su propagación en el agua) puede ser muy perjudicial.
El consejo final que nos da el autor (a mi juicio el más interesante y relevante) es que intentemos gestionar esta jerarquía dentro de nuestras posibilidades más inmediatas como individuos dependientes de la tecnosfera para reducir progresivamente nuestro daño a la tecnosfera y ciertos comportamientos adictivos. Es evidente que hay tecnologías que nos han hecho ayudado mucho (y en el camino nos han hecho dependientes) y para los que no hay sustitutos (difícil es asumir por ejemplo una vuelta a los partos naturales, o a la vida sin antibióticos y ciertos medicamentos o decirle a un minusválido que prescinda de su silla de ruedas) pero siempre podemos intentar mitigar esa dependencia dentro de lo posible y si no es posible existen otras estrategias más de tipo emocional/psicológico que nos pueden ayudar (más adelante ampliaré este punto), como puedan ser la aceptación consciente.
Matizar finalmente que a mi juicio que este tipo de análisis debe tener siempre presente el todo. Así pues, el bienestar individual debe en la medida de lo posible intentar no ir en contra de la comunidad o de la biosfera. En la medida que nos acerquemos más a formas de vida en las que el individuo se sienta parte constructiva y saludable de un todo orgánico y biológico, como muchas tribus y grupos humanos pre-civilizatorios, será más fácil noquear al mecanicismo de la tecnosfera y ser más sostenibles y autónomos.
4.
Un modesto plan para la
transición interior en la era de los grandes cambios