“Si se le ofrece a un hombre un hecho en contra de sus instintos, lo
examinará minuciosamente, y a menos que la evidencia sea abrumadora, rechazará
creerlo. Si, por otro lado, se le ofrece algo que permite un razonamiento de
acuerdo con sus instintos, lo aceptara sin apenas evidencia. El origen del mito
se explica de esta manera
Bertrand
Russel (1919) en Proposed roads to freedom: socialism, anarchism and
syndicalism (pp. 147)
1. El
fundamental concepto de lock-in tecnológico y su mitología asociada
Ninguna clase ha tenido tanto
impacto en mí en los dos últimos años como estudiante de Máster en Estudios
Ambientales y Sostenibilidad en la universidad de Lund, Suecia, como la que la
investigadora Maja Essebo nos brindó hará cerca de un año.
Maja estudió en su tesis doctoral
la relación entre dos conceptos fundamentales a tener en cuenta a la hora de
proponer políticas enfocadas a la sostenibilidad socioecológica y
a los posibilismos tecnológicos. Son los conceptos de mito y su rol
legitimador en procesos de lock-in (bloqueo) institucional o
tecnológico, es decir, el rol que tienen ciertos discursos/narrativas/historias
que perpetúan una serie de inercias y dinámicas ante la aparente imposibilidad
de cambiar el rumbo de manera que
repensar los marcos de actuación de los distintos agentes sociales se hace una
quimera.
Sus trabajos se pueden consultar aquí y
su tesis doctoral aquí (en
inglés, descargar haciendo clic a los enlaces en PDF en lengua sueca). Como
mencionaba, en su trabajo analizó el rol que tiene la mitología en la
legitimación de políticas específicas de movilidad orientadas al
transporte. En palabras de Maja:
“El mito estudiado en profundidad en esta tesis es el
que fundamentalmente apoya y promueve las prácticas de alta movilidad y su
consiguiente lock-in en el sistema, al cual llamo el mito “de la prosperidad a
través de la movilidad”. La movilidad, afirma el mito, es el buque insignia de
la sociedad, así como del progreso individual. Es la piedra angular y configura
las arterias de la sociedad moderna. Aunque sin negar su problemática del todo,
la movilidad se considera como una fuerza positiva en la sociedad y, es más,
una fuerza de la cual no podemos prescindir. Los defensores del mito actúan bajo
estos supuestos, apoyando y dirigiendo la movilidad permitiendo procesos que
incluyen desarrollos de las infraestructuras y apoyo institucional”.
A pesar del incremento en el uso
de combustibles fósiles (de los cuales el transporte depende en más de un 95%),
de la extracción de más y más materiales y de los impactos ambientales
asociados (casi nunca discutidos en el discurso de unas élites urbanitas muy
alejadas de los procesos de extracción y destrucción ecosistémica) la
investigadora sueca nos narró en clase, fascinada, la reacción de algunos
políticos a los que había entrevistado y que estaban involucrados en el
proyecto SMILE (Sustainable Mobility for peopLe in urbana aReas), financiado
por la UE e impulsado por la ciudad sueca de Malmö. Las conclusiones fueron muy
claras:
“A través de las entrevistas con los trabajadores del proyecto (administradores
y practicantes del municipio de Malmö, los evaluadores del proyecto y los
representantes de la compañía pública de transporte) pude concluir que el mito
de la prosperidad a través de la alta movilidad tuvo una importante influencia
en la estrategia sobre el desarrollo del plan de movilidad en el día a día. Las
estrategias de rechazo (desestimando las alternativas al camino/mito escogido)
y el concepto de desmaterialización fueron usadas principalmente para
mantener una coordinación discursiva centrada en el mito. La estrategia
alternativa desestimada fue la de reducir/limitar la movilidad ya que ésta, en
relación con el mito, limitaría o revertiría el desarrollo regional definido
como crecimiento económico. Únicamente los representativos del transporte público
veían como viable una movilidad limitada, la cual fue rechazada por las
autoridades municipales”.
Maja sigue narrando como este
proceso de inercia institucional y tecnológica acaba viéndose como algo
positivo pues permite ver alternativas no disruptivas frente al discurso del
crecimiento tan asentado en nuestra sociedad:
“Una vez desestimadas las estrategias de restricción de la movilidad, la
opción que quedaba era la de una sustitución de modalidades de transporte no
sostenibles (coche) a sostenibles (tren, autobús, bicicleta, a pie). Este
cambio permitía una lealtad constante al mito de que esos “nodos verdes” no
están sujetos a los mismos, o ningunos límites. El lock-in en
sí mismo pues no se define como problema sino como éxito dado que más elementos
(institucionales y de infraestructuras) están alineados con la actual
estrategia “sostenible” de escalabilidad (incremento) de la movilidad”.
Es decir, al enfrentarnos ante lock-ins (literalmente
cerrojos o bloqueos) de todo tipo la solución siempre pasa, en el actual
sistema y discurso por un incremento de la complejidad material y
energética de la sociedad o sencillamente negándola cuando se afirma
que la economía se desmaterializa, cosa que sabemos que no es verdad o que con una
mayor eficiencia energética se consigue la sostenibilidad cuando
sabemos que por los efectos de la
Paradoja de Jevons o el efecto
rebote mientras haya posibilidades de crecimiento dentro del marco
biofísico natural e institucional las reducciones en energía de un lugar
tienden a rebotar a otros sectores, de hecho esta es la fundamental dinámica de
la modernidad fosilista.
Según el investigador de la
universidad de Utah Tim Garrett, físico centrado en
modelar distintos aspectos del cambio climático y que publicó un artículo
en 2008 sobre la física del crecimiento a largo plazo de la economía encontró
que la potencia (definida en joules consumidos al año) se correlaciona muy bien
con el crecimiento de la riqueza mundial calculada en dinero y ajustada a la
inflación a través de una relación entre ambas variables que llama λ:
“La implicación más fácilmente apreciable de la constante λ es
que el incremento del PIB requiere un constante incremento de la capacidad de potencia.
La cuestión del incremento de la riqueza se desplaza del enfoque convencional
de la economía a uno que se centra en el análisis de la disponibilidad
geológica de las reservas fósiles: ¿Conseguiremos descubrir nuevas reservas a
un ritmo superior al que los consumimos o conseguiremos pasar a un sistema
renovable? Si no podemos ¿Qué hacemos entonces? Y, si podemos, ¿Qué implica un
crecimiento del uso de combustibles para nuestro clima?
Si bien parece desprenderse de su
análisis un determinismo termodinámico que considero exagerado, como comentaba
Carlos de Castro en un
artículo hace un par de años existen límites absolutos de índole muy
diversa y muy por debajo de los que nos pone la segunda ley de la termodinámica
(esta ley afirma que el reciclado energético es imposible y que por tanto una
vez usamos una fuente energética se disipa irreversiblemente en forma de calor
no recuperable). Sin embargo, la inercia de la modernidad fosilista de los
últimos 200 años y del discurso muy asentado del progreso, sí que parece, como
muestra el trabajo de Maja Essebo, que tiene un papel fundamental a la hora de
proponer políticas de movilidad sostenible (que en realidad pueden no serlo) y
que contribuyen a mantener la inercia estructural de crecimiento en las
infraestructuras, apoyadas por un discurso basado en la compatibilización del
crecimiento con la sostenibilidad ambiental y social (crecimiento verde o
desarrollo sostenible). Desde una perspectiva de los sistemas complejos,
además, como nos muestra
Joseph Tainter, cuando un sistema social complejo no puede expandirse se
tienden a buscar soluciones basadas en incrementar la complejidad que si
fracasan suelen llevar a colapsos abruptos como el notorio caso de antiguas
civilizaciones como los Mayas, de la isla de Pascua o de los viquingos.
Cuando Maja preguntó a algunos de
los principales participantes del proyecto SMILE sobre que entendían por
movilidad sostenible se desencadenaron reacciones de confusión y disconformidad
que aludían a frases como “es de sentido común” o “es tan evidente que no
requiere una definición”. Cuando fueron específicamente preguntados por la
cuestión del agotamiento de los recursos la respuesta de uno de los
entrevistados fue “en este sentido casi nada del proyecto es sostenible, pero
es un paso en la dirección adecuada”. Éste último entrevistado afirmaba que
prefería usar la palabra accesibilidad en vez de movilidad afirmando
lo siguiente:
“La accesibilidad sostenible es el tipo de accesibilidad donde tu
accesibilidad a una actividad o lo que sea no limita la de otro. De alguna
manera como una noción de libertad liberal.” (Essebo, 2013, pp. 63)
Al relacionarlo con las
dimensiones más específicamente económicas y sociales de la sostenibilidad, uno
de los participantes comentó lo siguiente:
“La sostenibilidad ecológica es el marco, no podemos excederla porque
entonces destruimos la Tierra y las precondiciones para la vida. Y la
sostenibilidad económica es el lubricante, de manera que podamos alcanzar el
objetivo de la sostenibilidad social.” (Essebo, 2013, pp. 63)
Otros participantes apuntaba que
el uso de combustibles verdes como el etanol son sostenible pese a que Suecia
importa una cantidad muy importante de combustibles de plantaciones de monocultivos
que arrasan selvas tropicales, de que los biocombustibles tienen un retorno
energético muy bajo en relación a los recursos empleados de tierra, trabajo,
energía y capital tecnológico y de que en vez de contribuir a un desarrollo
rural sano se dedica a centralizar el uso de la tierra y expulsar comunidades
de ésta como vemos en los habituales procesos de acaparamiento de tierras (o land
grabbing en inglés) que se dan en muchos países africanos o asiáticos.
Nos encontraríamos con un
discurso muy parecido en cualquier urbe del mundo, quizás con alguna excepción
con algunos ayuntamientos del cambio como en Barcelona. Incluso en estos
ayuntamientos se es consciente de la dificultad de poder proponer políticas que
vayan más allá del crecimiento y de su asociado incremento en las
interconexiones necesarias para una economía incrementalmente globalizada. De
hecho, solo mantener el actual metabolismo de una ciudad tecno industrial
(mantenimiento de la infraestructura de tuberías, de asfalto, de transporte
público…) requiere un uso de energía y materiales descomunal y que ahora mismo
se antoja insostenible tanto por su gran impacto ambiental como por su
dependencia de recursos no renovables cerca de su pico o ya pasado éste.
2 ¿Cómo se construye el mito?
Descartando la mala fe y un complot
crecentista que trata deliberadamente de ocultarnos cierta información
y evidencias pienso que es más adecuado pensar en que muchas de las motos que
nos han vendido en las últimas décadas ya no se justifican de manera alguna.
Así pues ante la imposibilidad de salir de una configuración institucional en
la que el sistema financiero y las grandes élites económicas, a través de la
creación de dinero bancario privado debe buscar dinámicas de crecimiento (a su
vez relacionadas con mayores usos de energía y materiales), se debe buscar una
mitología como la presentada, una narrativa que pueda legitimar que se asuman
como sostenibles determinadas políticas y niegue otras. Así pues ¿Cómo se
define ese mito?
“El mito no es, en este sentido, una historia falsa para entretener o
desacreditar sino una historia basada en creencias naturalizadas que otorgan un
sentido de supremacía a lo obvio. A través
del proceso de creación de una trama, los mitos crean lógicas internas que
ayudan a aliviar la ansiedad, racionalizar el comportamiento y naturalizar la
sociedad y las convicciones individuales. Como tal, los mitos son una parte
fundamental y habitual de nuestra vida. El mito de la movilidad sostenible no
es una sino dos caras de la misma moneda – el del discurso del desarrollo como
crecimiento económico y el discurso de la sostenibilidad – los cuales se
mezclan a través de una trama que se naturaliza. Se basa en los miedos del
colapso económico y ecológico, y aunque el miedo es una característica esencial
del mito y una fuente importante del poder del mito también ofrece esperanza.
La esperanza subyace en la promesa de unas tendencias al incremento de la movilidad
y al mismo tiempo conservar un mundo en condiciones para las futuras
generaciones” (Essebo, 2012, pp. 1).
Como comentamos en nuestro último
artículo crítico sobre tecnología el mito es una herramienta muy
poderosa y absolutamente necesaria para las sociedades para deflactar la
incertidumbre en procesos fuera del control humano. ¿Cómo gestionar la ansiedad
de no saber si el cambio climático no dejará un futuro digno a nuestros hijos
en un contexto de lock-in institucional y de nuestras
infraestructuras? ¡Asumiendo que con unos pocos retoques al sistema actual de
progresos “saludable” será suficiente para evitarlo y que no se necesitarán
grandes cambios! La mitología pues, más allá de su uso peyorativo, es
imprescindible para mantener la cohesión social y en una sociedad tan compleja
e impersonal como la nuestra se necesita con bombardeo muy fuerte en cada una
de las esferas vitales, de ahí la importancia del marketing y la publicidad,
los medios de masas o la educación formal. Todos ellos son instrumentales en el
mantenimiento de la confianza social canalizada a través de las distintas
instituciones formales y no formales.
El mito por tanto no se debe
tomar en el sentido de si algo es “verdadero o falso” sino en si es relevante o
útil o no para un determinado grupo de personas que lo suscriben y que
determinan lo que para ellas es natural en función de sus creencias, convicciones
y especialmente su día día más práctico. Si el discurso crecentista todavía no
ha colapsado es porque todavía hay muchos sectores en crecimiento y como un
nuevo vocabulario (lo smart, la integencia artificial, los robots,
los smartphones…) es instrumental a las prácticas de las clases medias y altas
del mundo pues lo que “ven” y “perciben” en su día a día a través de toda una
serie de símbolos, fotos, textos y unos rituales que configuran la articulación
práctica en el marco de la acción física.
Una vez definido el mito, Maja
pasa a identificar cuatro elementos fundamentales para la construcción,
legitimación y mantenimiento de un determinado mito. ¿Cómo se da ese proceso de
construcción del mito?
1) Trama: consiste
en una presentación cronológica y ordenado de sucesos instrumentales en la
naturalización del mito de manera que se genere un consenso basado en el
“sentido común”. Es de sentido común “creer en el progreso pues nunca la
humanidad había estado mejor” sería un ejemplo de esto. A continuación, se nos
mostrarían imágenes, textos o algún experto que nos explicara los sumamente
mala que era la vida de los humanos antes del progreso (aunque nunca nos
explican porque las tasas de suicidios y adicciones parecen ser muy superiores
en nuestra sociedad). Es la construcción del newspeak de
Orwell en el que desaparecen ciertas palabras y se asientan otras a través del
proceso de doblepensar que
el fantástico autor británico describe en su obra maestra 1984
2) Trascendencia: consiste en el cambio a mejor
cuyo último objetivo es la perfección o utopía. Como ejemplo Maja nos narra
como el plan de Malmö de 2013 se articula en relación al futuro:
“Malmö
2032 is even closer to the continent, a given part of continental Europe. The
permanent link across Fehmarn Belt and the high speed trains that run through
central Malmö and Kastrup to Hamburg have further expanded the region. Kastrup
Airport has reached increased international importance. The Öresund Metro
between Malmö and Copenhagen is almost realised. The cooperation between the
two cities has led many to consider them as one and the same city.” (Essebo, 2013, pp. 53).
3) Miedo a una alternativa: consiste en nombrar al
“enemigo” y a la vez proponer soluciones. Así pues, la movilidad rápida basada
en el crecimiento es vista como positiva mientras que cualquier restricción o
propuesta de menor complejidad es vista como atrasada y problemática.
4) Naturalización y narradores: Esta es la función principal
del mito y consiste en que la narrativa sea obvia. Trata pues de que lo
ordinario no sea cuestionado de manera que no tengamos que reflexionar. De no
ser así, de cuestionarse continuamente uno sus propias acciones, se llevaría a
una situación de ansiedad, inacción e indecisión que llevaría al colapso.
Distintos narradores (expertos, líderes, pioneros u otras formas no materiales
como los anuncios, libros, videojuegos…) deben repetir constantemente los
mantras del mito de manera que se asuma como hecho.
3. Deslegitimar no es
suficiente. La necesidad de contra-mitos creíbles
“Dado que mantenemos el pasado como guía colectiva para nuestro
comportamiento, el consenso general se modifica muy lentamente”
David
Lowental en Geography, Experience, and Imagination: Towards a Geog
raphical
Epistemology (1961)
Maja deja para la investigación
futura el proceso de creación de contra-mitos o contra-narrativas. Ofrece
algunas pistas cuando afirma, de la mano del académico Barthes que “la mejor
arma contra un mito es quizás la mistificación de éste y la creación de un mito
artificial”. Hasta ahora creo que los que criticamos el discurso crecentista
tenemos dos problemas fundamentales que hay que reconocer o no avanzaremos.
En primer lugar, pese a poseer
muchos argumentos deslegitimadores con una validez notable (las críticas al
concepto de eficiencia energética, desmaterialización, energía libre e
infinita, crecimiento verde…) NO tenemos un diagnóstico suficientemente
robusto de las dinámicas sociales y ecológicas o al menos no a la escala
necesaria en que sea relevante para el día a día de las personas (más allá de
grandes generalidades). En parte es debido a que los cambios en un
sistema tan complejo como el nuestro son lentos. En parte eso es debido a que
el propio sistema camufla realidades y no nos permite acceder a ciertos datos
necesarios para una visión más completa, pero por otro lado se debe también a
que los críticos tendemos a quedarnos también en nociones muy simplonas y en
asumir que los cambios radicales son factibles en un sistema complejo de muchos
lock-ins a nivel tecnológico, cultural, institucional, energético y finalmente
de las infraestructuras. El mismo mundo académico de los expertos tiene parte
de culpa al perpetuar metodología y supuestas teorías que nos pueden ofrecer
soluciones como la famosa TRE (de la cual haré un artículo en un futuro no
lejano), los conceptos de “huella ecológica” o los análisis de ciclo de vida
muy limitados. Aquí es donde a mi juicio los análisis biofísicos más
rigurosos, multi-escala de metabolismo social en combinación con otros más
dinámicos (quizás de dinámica de sistemas) nos pueden dar un mejor diagnóstico.
¡Ah! Y hasta que no tengamos unos centros estadísticos rigurosos (para lo que
no hay voluntad) será imposible poder entender bien ciertas partes del sistema.
No es factible por ejemplo exigir reducciones importantes en el consumo
energético y esperar que el sistema no colapse y se produzca un considerable
caos social en muchas urbes. El actual debate sobre la prohibición que los
vehículos privados ha suscitado en Barcelona es un claro ejemplo de que no es
tan sencillo cambiar inercias tan poderosas en un sistema, ni aún con aparente
buena voluntad y vocación de sostenbilidad.
En segundo lugar, al no tener un
diagnóstico lo suficientemente robusto se proponen ideas que se quedan
a medio camino entre lo posible y lo ideológico como sucede con muchas
iniciativas decrecentistas muy genéricas y las meras ideas de bombero (de
las que corren ríos de tinta muy a menudo bajo títulos como “100 manera de
cambiar el mundo”). Pese a que algunas de estas ideas apuntan maneras
necesitamos propuestas que intenten abordar las interacciones entre los
distintos sectores sociales y tecnológicos. No vale con repensar solo el
sistema agroalimentario de forma aislada sino ver qué implicaciones tiene su
cambio con la energía, el sistema financiero y la vida de aquellos agricultores
que dependen de la insostenibilidad del sistema (y que en muchos casos son tan
víctimas de los procesos de lock-in como los que criticamos
eso).
Deslegitimar un sistema y criticarlo cuando creemos
que no es justo o sostenible es necesario, pero debemos mostrar empatía con
aquellos que no simpaticen con nuestras ideas. Debemos entender que en muchos casos han sido muy
condicionados por dinámicas que se escapan de su control (familiares,
laborales…) y que lo más importante es entender los componentes estructurales
que emergen como un todo en el sistema y buscarle posibles soluciones. Si no
corremos el riesgo de caer en una queja permanente y pedante, en un cinismo
vacío que no proponga un contra-mito poco efectivo. La resacralización de la
naturaleza como imperativo moral debe ser guía fundamental después de siglos de
destrucción ecosistémica. Debemos asumir al mismo tiempo que lo que no nos
gusta debe colapsar y colapsará, aunque a mi juicio hacerlo de forma
precipitada y sin una batería de propuestas bien estudiadas con sus pros y
contras y enmarcadas en varios escenarios es contraproducente, al menos a
escalas grandes como la nacional. Hasta ahora hay muchas y variadas ideas, pero
pienso que todavía nos falta un discurso
más coherente del sistema en su conjunto. La especialización y complejidad de
nuestra sociedad contribuyen a generar silos aislados incluso en sectores
transicionistas y académicos a menudo desconectados. Debemos hacer un
esfuerzo por no ir a las soluciones fáciles.
No pretendo tampoco afirmar que
no haya iniciativas positivas de transición, pero debemos aceptar las
limitaciones de muchas de éstas, y las limitaciones que nuestros contra-mitos
puedan tener. Se trataría pues de, como
proponen los principios de la permacultura, aceptar las retroalimentaciones y
la información que nos proporciona nuestro aprendizaje en transición estando
siempre abiertos a la crítica y la innovación dado que por definición en un
momento de cambio y de mucha agitación no es recomendable encerrarse en
determinadas ideas muy reduccionistas y que puedan no contribuir a nuestros
objetivos.
Sin desvirtuar las nuevas
propuestas de tipo radical debemos ir con cuidado, no vaya a ser que
propongamos cosas contraproducentes o peor aún, que puedan ser apropiadas por
dinámicas insostenibles de nuestro actual sistema socioeconómico y analizar con
cuidado los posibles lock-ins. En el próximo artículo hablaremos de la una
posible herramienta para trabajar en este sentido, la Teoría de la Transición
(o transition management – TM - en inglés),
de cómo ha sido aplicada en algunos contextos y de cómo aplicarla en un sector
en concreto, el de la agricultura.
Nos queda pues, un largo camino por
recorrer en el que conectar muchas piezas del apasionante puzle de la gran
transición… ¿Saldremos del lock-in?
Las contradicciones se acaban resolviendo y está en nuestras manos sino
controlar, al menos apuntar a dinámicas menos destructivas…
Referencias - Para saber más:
Eso que dice Carlos de Castro acerca de la entropía no tiene fundamento y claramente se trata de retorcer un argumento con el objetivo de conseguir un resultado deseable y que encaje con su cosmovisión política.
ResponderEliminarPor supuesto que estamos totalmente determinados por la termodinámica, y todo lo demás, mitos, narrativas, cuentos, fábulas y leyendas tienen el valor exacto que nosotros le queramos otorgar, pero que en la práctica de la realidad física es ninguno.
Las ideologías son impermeables a la ciencia, como ya ha quedado demostrado sobradamente con el hecho de que hasta los mismos científicos abandonan la objetividad científica en post de sus sesgos particulares e intereses como activistas.
Este artículo también es una muestra de ello.
Lo siento MagicR, valoro tu esfuerzo pero creo que no ves el cuadro al completo.
MagicR, muy interesante este artículo y el anterior. Ya estoy esperando al próximo que pueden ser una sugestiva trilogía para intentar vislumbrar la complejidad de ese elefante global. También estoy explorando el tema del lenguaje y como nos afecta. Así de una manera simplista dentro de ese marco, me suelo decir, parafraseando a Clinton: ¡Estúpido, es el lenguaje! Ahora estoy tratando de hilvanar una nueva triada, que creo que nos puede ayudar a entrever ese elefante tanto en el marco del lenguaje como en la tecnología, economía, política, evolución… Esa triada hace referencia a estos tres conceptos clave: la dependencia del camino, la sensibilidad al contexto y la orientación en valores. Del mismo modo que hay una relación compleja entre el pasado-presente-futuro, hay una relación muy compleja entre esos tres conceptos.
ResponderEliminarFinalmente, dejo un artículo muy interesante que viene como anillo al dedo a este artículo sobre los mitos. http://www.colectivoburbuja.org/juan-carlos-barba/mitos-la-modernidad-los-agentes-la-cooperacion-andaluza/
A me me gustaría poder entender como va a transitar dulcemente un área metropolitana como por ejemplo la de Madrid con mas de seis millones de almas hacia un entorno con menor energía disponible y de peor calidad. Tomemos por ejemplo una sola variable, la de producir alimentos. ¿cómo alimentamos el ciclo Haber-Bosch?¿cómo mantenemos con vida esas enormes cosechadoras full-equiped?¿cómo se van a mantener los rendimientos de la agricultura crimino-industrial?¿con Coccinella septempunctata?¿como se distribuyen los alimenos?¿como se procesan, envasan?¿como se garantiza el acceso a la comida a cerca de 8.000 millones de almas?¿con bosques comestibles?¿con huertos urbanos?¿con una pseudoagricultura ecológica que ha copiado procesos y sistemas de la agricultura convencional?¿conoceis la diferencia de rendimiento entre una patente de Monsanto y una mazorca procedente de la selección masal?¿creeis que las experiencias del sabio Fukuyama se pueden extrapolar a un secarral de la estepa castellana?¿cómo se vivía en España antes de la irrupción de los combustibles fósiles y la revolución inductrial?¿cuantos millones éramos?¿en qué condiciones vivía la mayoría?¿cómo se cultivaban los campo?¿cual era la producción?¿qué y cómo se podía repartir? Y ya para terminar me acuerdo de haber leído un post del ilustre JMGreer en el que solucionaba los problemas energéticos de una ciudad mandando los subproductos agrícolas con carro a alimentar las turbinas propiedad del concejo municipal. No se si me da la risa o me entran ganas de llorar.
ResponderEliminarNo son solo los tecno-optimistas los que construyen mitos disonantes con la realidad, también se crean mitos alrededor de libros de Fukuyama, la Permacultura o la Coccinela septempunctata, lo bueno que es el ser humano y el que si todos queremos y ponemos un poco de nuestra parte podremos salir adelante. Si los cerca de 8.000 millones que son causa directa de la revolución industril y han sido nutridos por los combustibles fósiles. No va haber ninguna transición dulce. Se podrá hacer aquello que permitan las restricciones que se vayan generando a medida que vayan cayendo piezas del puzle. Pensar que no va a haber hambre, guerras, enfermedades... es de una cándida y autoinducida inocencia. Si, tambíén habrá solidaridad, ideas geniales, nuevos mitos mas acordes a las nuevas reglas de juego, pero por si mismo no nos van a librar del golpe, que va a ser de proporciones bíblicas. Algunos ya lo estan sufriendo a base de tomahawks, otros ni tan solo llegaron a tiempo a la fiesta.
ResponderEliminar