A
mediados de marzo envié un artículo al blog “Revista 15-15-15” con un texto que
continuaba la interesante discusión iniciada por Emilio Santiago
Muiño en el mismo foro. Debido a los problemas de salud de uno de los editores,
la publicación del artículo empezó a demorarse, por lo que opté por publicarlo en el blog de
Autonomía y Bienvivir, donde salió a mediados de abril. Una semana después de
la aparición de este artículo apareció en el blog “Revista 15-15-15” una réplica de Pedro Prieto y otra
de Carlos de Castro, publicadas una detrás de otra en un mismo post en dicho
foro. Me sorprendió la rapidez de la publicación de esta respuesta a mi
artículo, en comparación con la lentitud (comprensible) del proceso de
publicación de mi artículo original. Entendí algo mejor esta falta de
imparcialidad editora al observar que los autores de la réplica son miembros
del consejo de redacción de la “revista” y, además, los principales contribuidores
a dicha “revista” con 13 y 11 artículos publicados en la misma,
respectivamente.
En
la mayoría de revistas científicas o profesionales los miembros del consejo
de redacción hacen funciones de asesoría editorial, orientación de la línea
editorial de la revista, promoción de la misma, revisión de artículos externos,
planificación y gestión. Hay algunas que permiten publicar en la revista a los
miembros del consejo de redacción, pero suelen exigir en esos casos que se
respete un sistema de doble anonimato, para que los otros miembros del consejo de
redacción o los revisores puedan evaluar la calidad del artículo sin conocer
que el autor es un colega de la misma redacción; y suelen limitar el número de
artículos escritos por miembros del consejo de redacción a un porcentaje del
orden del 20% del total de artículos de la revista.
Cuando
no se respetan esas políticas editoriales de calidad e imparcialidad ante los
artículos recibidos, el foro no se suele llamar “revista”; hay otras
calificaciones más apropiadas como “blog”, “foro de discusión”, “revista de la asociación
X”, “grupo de presión” o “lobby” X, etc. Por eso he empezado denominando “blog”
a la llamada “Revista 15-15-15”. No tengo nada contra los blogs, todo lo
contrario, pero creo que no hay que confundir a la gente. Un foro digital donde
los editores no sólo filtran los contenidos y la rapidez con la que aparecen, sino
que ellos mismos publican sus propios artículos cuando quieren no es una
revista; es un blog.
Pero
volviendo al tema que nos trae, la respuesta de Pedro Prieto me parece
mesurada, respetuosa y defendible. Él adopta en algunos casos perspectivas
diferentes a las que yo adopto, y ambas posturas pueden ser defendidas y
beneficiar al lector; por ello, no voy a añadir nada a sus comentarios. Por el
contrario, la respuesta de Carlos de Castro me parece que no tiene
prácticamente ninguna relación con lo que yo estoy argumentando o, si la tiene,
denota una comprensión nula de cómo se producen los consensos científicos.
Como
muchas personas, incluidas algunos científicos, no entienden cómo se generan
los consensos colectivos que llamamos “verdades científicas”, creo que puede
ser útil resumir aquí el libro Ciencia en
acción, del prestigioso sociólogo de la ciencia Bruno Latour. En ese libro,
Latour analiza empíricamente cómo se generan tales acuerdos colectivos. El
lector interesado puede encontrar también información útil en el resumen de la sociología del conocimiento, y de la sociología del conocimiento
científico
contemporáneo que publicamos en otro lugar.
La diferencia entre ciencia en construcción versus ciencia establecida
Latour
nota que hay en realidad dos ciencias, o fases cualitativamente diferentes del
proceso científico, y que se dicen cosas diferentes en cada fase. Las dos fases
son: la ciencia ya sistematizada y la ciencia que crea nuevos constructos
teóricos. La distinción procede de Reichenbach, quien denominó a las dos fases contexto de justificación y contexto de descubrimiento,
respectivamente.
Mientras
que la Filosofía clásica de las ciencias se dedicó tradicionalmente a
preguntarse qué rasgos de la ciencia, una vez sistematizada, la hacen tan
diferente (y poderosa), Latour y otros sociólogos de la ciencia creen que es
más fructífero preguntarse cómo construye la ciencia su conocimiento y su poder,
y cómo una controversia científica se
convierte en una verdad científica.