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lunes, 29 de junio de 2015

Gobierno popular y economía de mercado: el fin de la socialdemocracia


No hace falta ser un observador extraordinariamente agudo de la realidad para percibir que aquello a lo que llamamos socialismo, la socialdemocracia de toda la vida, se encuentra en descomposición a donde quiera que miremos ¿No lo cree usted así? Bien, veamos algunos hechos.

Manuel Valls, primer ministro del gobierno del partido socialista en Francia, aprueba ley tras ley, primero en febrero, luego en junio para liberalizar la economía, siempre por decreto, para evitar un posible bloqueo del parlamento, dominado por los miembros de su partido. Cree que el socialismo es algo trasnochado, pasado de moda, y de vez en cuando propone cambiar el nombre al partido socialista francés, eliminando precisamente la palabra socialista.

Un poco más al sur, en Italia, el primer ministro Matteo Renzi, aplica políticas similares a las de Valls. La componente social de su política no está muy clara, cuando afirman que la protesta de los trabajadores es la señal de que van en la dirección correcta. La componente democrática todavía menos, cuando promueve y aprueba reformas de la ley electoral que marginan a los partidos minoritarios, y que le permiten parapetarse en el poder.

Por último, en Reino Unido el partido laborista ha sido vapuleado en las elecciones, frente a unos conservadores que lo que promueven es otra burbuja. A pesar de ello, el ex-presidente laborista Tony Blair, dedica sus horas a acumular montañas de dinero, en dudosa correlación con cualquier fin que pueda ser llamado social.

¿Socialdemocracia? Sí, gobiernan en Francia y en Italia, pero en un país lo hacen con poco apego a lo social, y en otro con escaso apego a la democracia.

Podemos ver estos hechos como algo anecdótico, algo fruto de la casualidad y de las circunstancias políticas nacionales. Sin embargo, yo creo que hay, en parte, una causa común, e incluso que esta causa es la principal, es el perro que mueve el rabo de la disolución de la socialdemocracia ¿Cual es esta causa? En el fondo, es el compromiso de la socialdemocracia con la modernidad, con un progreso mal entendido. Este progreso mal entendido les lleva a aceptar una globalización, que lejos de ser la única opción hacia una políticainternacional abierta, es una forma de cerrarla. Está muy bien respetar todas las culturas, pero el multiculturalismo no se fomenta estableciendo la competencia entre trabajadores de países ricos y países pobres, y esa no es la única vía al desarrollo y de mejora de las condiciones de los trabajadores de los países más pobres, como nos demuestra la historia. En definitiva, y llegando a la raíz del problema, lo que pretende la socialdemocracia es un aumento continuo del poder y del control sobre la naturaleza, que en definitiva implica un aumento del PIB.

En este punto es interesante rescatar la crítica que hacía Lewis Mumford al socialismo marxista, en su Historia de la Utopías

De haber sido de alguna utilidad, nuestro viaje por las utopías debería habernos enseñado lo patética que es la idea de que la clave de una sociedad buena se halla sencillamente en la propiedad y el control de la estructura industrial de la comunidad. [...] Si bien muchas de estas propuestas sostenían que la maquinaria industrial, bajo el socialismo, el corporativismo o el cooperativismo, debía servir al bienestar común, lo que les faltaba era una idea compartida de lo que es dicho bienestar común.

Si el socialismo marxista pensaba que bastaba con sentarse frente al timón de mando de la maquinaria industrial para solucionar todos los problemas, los socialdemócratas no tenían una hoja de ruta clara, querían modificar lo que había, la sociedad industrial, para mitigar los problemas que sufrían los más desfavorecidos. Sus armas eran la intervención del estado en la economía, y esta estrategia de desarrollo obtuvo éxitos notables, como por ejemplo en Corea del Sur. Pero en el mundo de libertad de movimiento de capitales que surgió tras la caída de los acuerdos de Bretton Woods, dicha estrategia estaba condenada a desaparecer. El capital había obtenido una ventaja clave, la movilidad, y a los estados solo les quedaba ofertar a la baja, rebajar las condiciones de vida de sus ciudadanos para ser atractivos. En palabras de Zygmunt Bauman

Si el encuentro llegará a producirse por imposición del otro (encuentro entre el capital flotante y la autoridad local), apenas este (el poder local) intentara flexionar sus músculos y hacer sentir su fuerza, el capital tendría pocos problemas para liar sus maletas y partir en busca de un ambiente más acogedor, es decir, maleable, blando, que no ofrezca resistencia.

La globalización, además, parecía algo positivo, un progreso, puesto que mitigaría las molestas rencillas nacionales. Nada más lejos de la realidad, la coordinación a través del mercado oculta que la cooperación directa entre los pueblos es posible.

Llegados a este punto creo que merece la pena echar la vista atrás, para ver lo que nos muestra la historia. Nos lo cuenta Karl Polanyi en el capítulo 19 de La Gran Transformación, Gobierno popular y economía de mercado:

En Gran Bretaña, desde 1925, la moneda estaba en una situación poco saneada. La vuelta al patrón-oro no se vio acompañada de un ajuste correspondiente al nivel de precios, el cual estaba claramente por debajo de la paridad mundial. Pocos fueron aquellos que se dieron cuenta de la absurda vía en la que el gobierno y la banca, los partidos y los sindicatos se habían embarcado de común acuerdo. Snowden, ministro de Hacienda en el primer gobierno laborista (1924), fue un acérrimo partidario del patrón-oro, y, sin embargo, fue incapaz de darse cuenta de que, al intentar restaurar la libra, había comprometido a su partido a encajar una disminución de los salarios o a perder el rumbo. Siete años más tarde, este mismo partido se encontró obligado -por el mismo Snowden- a hacer ambas cosas. En el otoño de 1931, la sangría continua de la depresión comenzó a afectar a la libra, y fue en vano que el fracaso de la huelga general de 1926 hubiese garantizado que no habría una ulterior elevación del nivel salarial, lo que no fue óbice para que se elevase el peso económico de los servicios sociales, a causa concretamente de los subsidios de desempleo concedidos incondicionalmente. No hacia falta un «golpe de mano» de los banqueros -golpe de mano que realmente existió- para hacer comprender claramente al país la alternativa entre, por una parte una moneda saneada y presupuestos saneados y, por otra, servicios sociales mejores y una moneda depreciada -estuviese la depreciación producida por los salarios elevados y por una caída de las exportaciones o simplemente por gastos financiados mediante un déficit-. Dicho en otros términos, había que optar entre una reducción de los servicios sociales o un descenso de las tasas de intercambio. Y, dado que el partido laborista era incapaz de decidirse por una de las dos medidas -la reducción era contraria a la línea política de los sindicatos y el abandono del oro habría sido considerado un sacrilegio- el partido laborista fue barrido y los partidos tradicionales redujeron los servicios sociales y, a fin de cuentas, abandonaron el oro.

En definitiva, el partido laborista no pudo articular políticas para favorecer a sus votantes, de reducción del desempleo e incremento del nivel de vida, por su adhesión al dogma del patrón oro. Pero no fue un caso único

En todos los países importantes de Europa se puso en marcha un mecanismo similar que produjo efectos enormemente semejantes entre sí. Los partidos socialistas tuvieron que abandonar el poder, en Austria en 1923, en Bélgica en 1926 y en Francia en 1931, para poder «salvar la moneda». Hombres de Estado como Seipel, Franqui, Poincaré o Brüning echaron a los socialistas del gobierno, redujeron los servicios sociales e intentaron romper la resistencia de los sindicatos mediante el ajuste salarial.

Todo esto recuerda mucho a la situación actual, aunque ahora los “hombres de estado” lo que tratan de salvar no es el patrón oro, sino el euro o la globalización. No dudo que la "sabiduría convencional" actual, puede ser tan mala como la de los años 20 y 30 del siglo pasado, a tenor de la recuperación de las economías según dejaban el patrón oro.


Después de la crisis financiera de 2008 se han puesto muchas cosas en cuestión, en especial el gasto público y el gasto social, que entorpece el pago de la deuda, pero no se ha puesto en cuestión el sistema monetario, con excepciones, el libre comercio, o la libertad de movimiento de capital. Estos dogmas, son una camisa de fuerza demasiado estrecha, dentro de la cual cualquier política social está destinada al fracaso. La consecuencia de ello es que los partidos socialdemócratas irán perdiendo apoyo, al no poder cumplir sus promesas, presa de sus contradicciones, o irán perdiendo su esencia, convirtiéndose en meras versiones amables de los partidos liberales y conservadores. Esta dinámica no es sostenible, y conduce a la sociedad hacia una ruptura, que en la época de la Gran Transformación de Polanyi fue el surgimiento del fascismo, y que ahora no sabemos cual será. Ese es el gran interrogante, y exige todas nuestras energías y capacidad divulgativa.

9 comentarios:

  1. Muy coherente,diria yo ,tanto a los escepticos como a los implicados en politica,que no en ideologias,muy simplle pero a su vez muy concreto-

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    1. Gracias Anónimo,

      Ese era el objetivo, me alegra haberlo cubierto.

      un saludo,

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  2. Jesús Nácher, cómo se nota que no has leído "La crítica al programa de Gotha" de Marx. Deja al marxismo en paz si no quieres hacer el ridículo dada tu ignorancia acerca del mismo. PD: En el s.XIX no se sabía nada de los límites del crecimiento. El marxismo no exixste, existe el materialismo histórico y dialéctico.

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    1. ¿Rídiculo? ¿Tú crees? Yo creo que no hace falta leer todos los libros de Marx para hacer una crítica al marxismo, veo sus efectos en el día a día, es algo que nos influye y de lo que podemos hablar. De hecho estamos en una situación tan penosa en gran parte por culpa de esa gente ¿Te molesta? Pues tira de esta. Y si ves cómo les hemos puesto en el programa de Ampliando el Debate sobre la encíclica papal, verás que esto no es nada, un aperitivo.

      Por cierto, de vez en cuando podíais dar algún argumento en vez de decir “como se nota que no has leído…” ¿Tú te crees que estamos para perder el tiempo leyendo chorradas? Tú eres el que defiende esa ideología, y tú eres el que debe despertar el interés por esas lecturas en la gente.

      saluditos

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    2. Es verdad que la socialdemocracia distorsiona tanto el mercado como la percepción del capitalismo por parte de la clase obrera sobre todo gracias a la ilusión democrática que da el sufragio universal. La socialdemocracia viene del "marxismo" pero reniega del mismo convirtiéndose en antirrevolucionario y aceptando ciertas tesis del liberalismo (propiedad privada, etc etc) cuya única meta es llegar al parlamento y hacer ciertas reformas que convengan a la clase obrera. Las tesis eurocomunistas del PCE, PCF y PCI tampoco difieren tanto de la socialdemocracia, y ¿por qué? porque socialdemocracia y eurocomunismo son prácticamente lo mismo, ambos vienen del revisionismo socialista de Kautsky y Bernstein de fines del s.XIX. Si Pablo Iglesias, que fue militante de las juventudes del PCE, te parece marxista y lo usas como ejemplo de marxista mal vamos... Todavía quedan marxistas-leninistas en el PCE pero son muy pocos y están marginados. ¿Alberto Garzón, Cayo Lara y Llamazares te parecen marxistas-leninistas? No puedes criticar de manera fehaciente al marxismo si tu único conocimiento sobre el mismo es lo que viste en el insti, o sí lo puedes hacer pero para provocar carcajadas a la militancia comunista. Haces lo mismo que los liberales: "tergiverso la teoría marxista y luego critico esa tergiversación". Si en AED váis a hablar de marxismo por lo menos tened la decencia de llamar a militantes como Nines Maestro (Red Roja) o Carmelo Suárez (PCPE).

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    3. Todo ese "fuego amigo" me da igual. Por cierto, ¿por qué crees que pienso que Pablo Iglesias en marxista?

      Verás, esto no es una sociedad secreta, con unos códigos y unos conocimientos que hay que adquirir para ser admitido a hablar. Hablamos de todo, yo no sé lo que dijo Marx en el párrafo 36, del capítulo 23 del libro 2 del capital, ni me importa, pero sé lo que significa en conjunto el marxismo en nuestra sociedad. La crítica de Lewis Mumford es tremendamente certera, a pesar de ser un libro de juventud. Por otro lado, yo nunca puedo admitir que la solución está en la propiedad de los medios de producción, la propiedad está supeditada al bien común, y lo que eso se determina de forma democrática.

      un saludo,

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    4. Por que habrá tanta gente que necesita un recetario para vivir, tema inyeresante a estudiar.

      Un saludo

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    5. Sin duda Don Quisancho. Gracias por reflejar.

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  3. Bien Jesus. He aprendido mucho. La gran contradicción de la izquierda surge al superar la escala de lo nacional. Al tratar de mantener compromisos supranacionales.¿Se puede ser solidario para los míos (los de mi casa) y pasar de mi vecino (mirar para otro lado)?.
    En España lo vemos más claro todavía con la visión global de estado frente a la visión regionalista/nacionalista. Esa es la crisis del PSOE. Difícil argumentar que a los socialistas de las regiones ricas les importa un bledo la población de las regiones pobres. Maragall se opuso al trasvase de los excedentes del Ebro, con el resultado de que se quitó todavía más agua a una de las cuencas más secas y pobres (tajo, extremadura, c la mancha).
    El fracaso del PSOE de zapatero pareció aclararse con una visión más global del Estado. Trístemente el voto de izquierda en las regiones ricas vuelve a ser insolidario y por tanto la contradicción entre socialistas de regiones ricas y pobres se instala de llemo en Podemos.
    pPoco le importa a Colau o bildu la situación de extremadura o Teruel.
    Mi conclusión querido amigo es que no es un problema de socialdemocracia, sino de izquierda y de solidaridad. Es difícil afrontar la realidad sin incuŕrir en contradicciones. No es suficiente identificar los problemas del liberalismo o el capitalismo y presentarlos como el gran enemigo. Además hay que ser coherente.
    Ante el gran debate entre política social real vs insolidaridad regional,
    ¿que decidirá Colau? ¿Que decidirá Podemos? ¿que decidirá el PSOE?
    ¿como intentarán 'vender la burra' para explicar que el enemigo (el problema) está fuera (PP/Rajoy/Merkel/USA)?, ¿Es posible afrontar de cara esta contradicción para la izquierda?

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