Publicaba hace unos días El País
Semanal un amplio reportaje titulado Atenas:
Entre la crisis y los dioses, en el que un periodista y un fotógrafo se
sumergen en el día a día de la metrópolis helena, para tomar el pulso a la
ciudad, cuatro años después del comienzo de la crisis de deuda griega.
Es un reportaje duro, de esos que
golpean la conciencia, que te sacuden por dentro, ante la magnitud y el drama
de una crisis que ha colocado a un tercio de la población del país al borde de
la pobreza y la exclusión social. Y sin embargo hay esperanza.
Hay esperanza a pesar del
economicismo utilitarista, que asoma en el reportaje de la mano de la empresa
china Cosco, que ha conseguido revitalizar el puerto de El Pireo, mediante una
gestión más eficiente. Esto no es malo, pero arroja una sombra de duda sobre
los griegos, sobre su indolencia, su capacidad ¿Acaso la crisis es consecuencia
de la torpeza de los griegos? Si así lo fuese deberíamos preguntarnos ¿No hay
espacio para un desarrollo a escala humana? ¿No podemos elegir trabajar un poco
menos y tener un poco menos? En nuestra sociedad, como en la canción de ABBA, el ganador se queda con todo. Como en
el juego de las sillas musicales, cuando para la música, alguien queda excluido.
Y cabría preguntarse si no es
esta mentalidad economicista la causa profunda de la crisis, al haber creado la
incertidumbre de quedarte sin tu silla, y
la compulsión por el acaparamiento, en un planeta de recursos finitos. Así lo percibe el colectivo de
artistas, escritores, fotógrafos y arquitectos ateniense que con el nombre de
The Depression Era Project cierran el reportaje afirmando que:
“la entropía, el desastre, la incertidumbre y la insolvencia son también estados mentales que nos conducen a una era en la que la noción de progreso, la idea de crecimiento y el reflejo de mirar hacia el futuro ya no son las formas dominantes ni de percibir ni de crear en el mundo”.
Hay esperanza a pesar del
fascismo, que renace como siempre que los valores tradicionales son barridos
por el culto al dinero, y mostrarse ese nuevo Dios esquivo. Parece una
constante en la historia de la humanidad, que cuando no existen límites
democráticos al economicismo utilitarista, cuando prevalece el dinero sobre la
democracia, los límites se intentan imponer de forma tiránica.
Hay esperanza porque los griegos
están creando un sustrato económico alternativo, potenciando una economía de
proximidad, consumiendo productos locales, que salen del huerto del vecino, y
que ni siquiera tienen las formas aceptadas en los mercados convencionales. Hay
esperanza porque a pesar de todo se puede vivir con menos, y la alegría, los
bailes y el
buenvivir se mantienen frente, y en contra de, la lógica economicista.
Hay esperanza porque hay
capacidad de adaptación, de rehacer redes solidarias, que habían sido barridas
por el mercado. Hay capacidad de producir y consumir localmente, de comenzar a
establecer una economía basada en principios distintos, como el
bien común, o la
autogestión de servicios que son abandonados por el estado, ante la
falta de fondos.
Es muy significativo, que siempre
que el periodista pregunta por Alexis Tsipras, líder de la formación que nos
venden como de “extrema” izquierda, Syriza, la respuesta es positiva, pero
prudente. Porque la solución debe surgir de los ciudadanos, que deben
interiorizarla en su día a día. Porque de nada vale un gobierno que apoye lo insostenible,
pero puede ser útil un gobierno que apoye lo
sostenible.
Un gobierno que apoye la economía
solidaria y alternativa, de proximidad, con énfasis en el bien común y en la
autogestión. Un gobierno que
promueva impuestos que no penalicen el trabajo, sino el consumo de recursos
naturales escasos, y que apoye la producción local y solidaria con
monedas locales aceptables por impuestos. En definitiva, un gobierno
que sepa separar y poner límites a la racionalidad economicista, y dar voz a
sus ciudadanos. El retorno de la democracia a su cuna, una
democracia deliberativa.
Hay esperanza, y la esperanza
puede convertirse en un camino nuevo a seguir, en un ejemplo para la humanidad,
si los griegos logran coordinar esos espacios de economía alternativa, de
democracia directa, de bienvivir, construyendo una nueva estructura organizativa
que, andando el tiempo pueda dar lugar a una sociedad autónoma, con igualdad,
equidad y sostenibilidad, en una palabra a una sociedad
alternativa.
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