Kenneth Boulding calificó el indicador macroeconómico por excelencia, en su tiempo el PNB o producto nacional bruto, actualmente el PIB o producto interior bruto como el coste nacional bruto.
La medición del PIB ha salido a la palestra por los cambios metodológicos que Euroestat ha impuesto con la finalidad de reflejar mejor el flujo de producción de la economía.
Lo más llamativo y comentado ha sido la inclusión de actividades ilegales entre las actividades económicas computadas en el PIB. Hay otras modificaciones, como la inclusión de los gastos I+D como formación bruta de capital, que me parece un error técnico, pero dentro del tecno-optimismo reinante se puede considerar normal.
Sin embargo, no quiero discutir los aciertos y errores de tales modificaciones. Pretendo señalar la impostura de la cuenta única, donde todo suma y nada resta, basada en la creencia religiosa, de que toda actividad económica es intrínsecamente buena y nos hace más ricos. El caso de las actividades ilícitas es ilustrativo pues nuestras normas las consideran actividades no deseables que deben ser reprimidas. Sin embargo, como actividad económica, que sin duda son, se deben incluir en el flujo de producción. Como la economía no juzga, todas las preferencias son igualmente válidas por poco adecuadas que desde un punto de vista ético las podamos considerar, la inclusión parece razonable. Aunque cabe decir que cualquier actividad ilícita que pueda generar un flujo de producción debería ser incluida. Tal vez, el problema consista en acceder a su medición, pues eso implicaría tener conocimiento de tales actividades, aunque sea de forma indirecta, e intentar reprimirlas y acabar con ese flujo económico. Las visitas de funcionarios públicos del INE a burdeles o centros de distribución de droga para realizar sus estimaciones del volumen de operaciones es una imagen bastante surrealista.
Es cierto, que los economistas suelen afirmar como cláusula de estilo que el PIB no es una medida del bienestar. Su mismo creador, Simon Kuznets, lo advertía con poco éxito. De una forma u otra, la inmensa mayoría de los economistas ortodoxos consideran el PIB una buena aproximación al bienestar. Postular que el crecimiento del PIB es la solución universal a todos nuestros males se refleja en la metáfora de la marea que eleva todos los barcos (sin tener en cuenta que si hay pleamar en un lugar, en otro debe haber bajamar). Una vez conseguido el primer objetivo, el crecimiento, vendrá la redistribución de la riqueza en forma de bienestar para todos. No obstante, los estudios sobre igualdad tan en boga, como el conocido Best Seller “Capital in the Twenty-First Century” de Thomas Piketty, desmienten de forma rotunda que ese momento sea más que una quimera ya que la desigualdad es una característica estructural.
El PIB es un instrumento fundamental para la economía ortodoxa, el crecimiento anémico o negativo desde el estallido de la crisis plantea severos problemas al paradigma económico dominante. En mi opinión, estas modificaciones, además del obvio objetivo de presentar un mejor ratio de deuda pública en relación con el PIB, con actividades, dicho sea de paso, que no pueden contribuir a su pago, demuestra una cierta desesperación. No son malas noticias, aunque están muy lejos de percatarse de las causas de un crecimiento que nada soluciona, excepto generar malestar y desigualdad, crecimiento antieconómico.
Como alternativa al moribundo PIB es necesario definir el ingreso sostenible que nos permita un consumo hoy sin consumir menos en períodos futuros. Tener el PIB como medida y guía de nuestras políticas económicas es comparable a utilizar criterios de liquidación para administrar una empresa. Consumir el capital que nos proporciona los flujos de recursos es lo mismo que consumir por encima de los intereses que nos proporciona un depósito bancario, nos comemos el capital. Si lo hacemos de forma exponencial, como es el caso, no importa cuan grande creamos que es ese capital, llegará un momento en que el consumo del capital mermará los intereses de períodos futuros hasta que vivamos prácticamente sólo de consumir capital. El final de la historia es la liquidación del depósito. En nuestro caso, la liquidación de nuestro soporte vital, lo que es una locura. La economía del ingreso sostenible es la economía del astronauta en contraposición a la economía de cowboy de horizontes infinitos sin preocupaciones por los recursos y los residuos.
Rediseñar el PIB es una manera más de intentar prolongar el engaño sobre la existencia de límites que deben ser tenidos en cuenta. La consecuencia es contribuir a retrasar la toma de decisiones que cuanto más se pospongan más dolorosas serán. El problema es que como ocurre con la riqueza ese dolor estará muy desigualmente repartido.
Por eso, es fundamental tener presente que estas discusiones aparentemente técnicas ocultan una importante carga ideológica sobre la visión del mundo y sobre cuales son las prioridades que se tienen para afrontar los retos. Sin una idea clara de cuáles son los costes reales de crecer y qué sacrificamos es difícil que podamos tomar decisiones informadas.
Por eso, es fundamental tener presente que estas discusiones aparentemente técnicas ocultan una importante carga ideológica sobre la visión del mundo y sobre cuales son las prioridades que se tienen para afrontar los retos. Sin una idea clara de cuáles son los costes reales de crecer y qué sacrificamos es difícil que podamos tomar decisiones informadas.
Estupenda entrada. Clarificadora. Si bien es posible encontrar en algunos medios críticas a las contradicciones del sacrosanto PIB al que nos consagramos, más raro es que esa crítica se muestre inserta en el marco de una propuesta sustitutiva y superadora.
ResponderEliminarEspero que algún día se generalice la comprensión de que la apuesta por el crecimiento del PIB no es más que una forma de esconder la negativa a distribuir con justicia y racionalidad ecológica los recuros del planeta. A costa del futuro común.
Hola Javier
ResponderEliminarEfectivamente el PIB y su crecimiento se han convertido en un fin en si mismos, dado su desacople con el bienestar para la mayoría de los ciudadanos. Parecería lógico que lo que se hubiera abandonado fuera la medida, pero la medida es la mejor síntesis y representación del paradigma económico-político dominante y el que mejor sirve a sus intereses.
No me cabe duda que tarde o temprano se deberá abandonar, cuando la realidad de los límites del crecimiento, no permita ni siquiera con retoques disimular que el rey está desnudo. Cada vez creo que ese día está más cerca por la simple aplicación de la Ley del mínimo de Liebig (https://es.wikipedia.org/wiki/Ley_del_M%C3%ADnimo_de_Liebig) en nuestro caso la energía neta disponible creo que será el catalizador, el listón más bajo en el barril de Liebig
Saludos