El precio del barril de petróleo Brent
ha pasado desde mediados de junio de 2014 de 115 $ hasta menos 50 $ a
finales de enero remontando hasta los 60$ durante el transcurso de
febrero, lo que en términos porcentuales es un disminución de casi
el 50% sobre los máximos. Es una caída muy significativa en un
período relativamente corto de tiempo.
Han surgido múltiples interpretaciones
sobre las causas de la caída. Las relacionadas con la geopolítica
son las más populares en los medios de comunicación, donde los
expertos desgranan los motivos porque tal país u organización ha
trazado un plan o estrategia para perjudicar a otros. Una de las más
socorridas es que la OPEP (Organización de Países Exportadores de
Petróleo) deseosa de acabar con la competencia de los llamados
petróleos marginales como el tight oil o las arenas bituminosas del
Canada, ante el aumento del volumen de producción no han reducido
la suya para que el precio bajara por exceso de oferta ante una
demanda relativamente estable. Ese precio, se supone debe perjudicar a
los productores de los petróleos marginales ya que sus costes de
producción son superiores. Además, los principales países
exportadores, especialmente Arabia Saudí y Kuwait tienen unos
profundos bolsillos que les permiten aguantar durante un largo
período precios bajos, cosa que no ocurre con muchos de sus
competidores. Está es sólo una de las interpretaciones, otras
involucran a Irán o Rusia. No es mi intención hacer un recuento
exhaustivo de las mismas, ya que creo que no tienen relación directa
con el precio del petroleo.
Estas interpretaciones, tienen en
común, la creencia de que Arabia Saudí tiene posibilidad de
aumentar o disminuir su producción a voluntad, siendo la que con sus
reservas y capacidad de producción tiene la llave para fijar el
precio del mercado. Sin embargo, si ello hubiera sido cierto en algún
momento, ahora no lo es. Arabia Saudí produce esencialmente dentro
de su capacidad y, no tiene margen sustancial para aumentar la
producción. Si que es cierto que puede disminuirla, pero eso
supondría una pérdida de cuota de mercado que no parece dispuesta a
permitir, al menos, no de forma importante. Las principales áreas de
extracción de Arabia Saudí están en declive, principalmente el
campo de Ghawar el mayor del mundo en explotación desde 1951, con
una disminución anual a pesar de los métodos de recuperación
aumentada, mediante inyección de gas (EOR), de más de un 5%.
El máximo de producción del petróleo
convencional se produjo en algún momento de la década pasada,
posiblemente entre 2005 y 2008. Pero lo cierto, es que la entrada de
los petróleos no convencionales ha supuesto que el volumen total de
extracción de petróleo no sólo no haya disminuido sino que haya
aumentado, aunque a un ritmo más lento.
Llama la atención que el petróleo que
es esencialmente una fuente de energía se mida en volumen ya que la
energía tiene sus propias unidades en diferentes sistemas de
medición, como el julio o el kilovatio hora. El volumen no nos
informa de la energía, porqué además de diferentes tipos de crudos
sumamos otras cosas para totalizarlas en el concepto “all liquids”. Esos otros líquidos difieren
sustancialmente en su contenido energético. La medición en volumen
es útil para manipular los datos y crear la ilusión de un aumento
de la energía que se aporta al sistema económico. Para la economía
lo decisivo es la capacidad de generar trabajo útil,
la
exergía sobre la que volveremos posteriormente. Precisar que también hay
otros factores relativos a la versatilidad de las fuentes para
obtener vectores para el consumo que son importantes, especialmente
cuando hablamos del petróleo, la más versátil de todas las fuentes
primarias.
Además, de las razones geopolíticas
también se aducen razones con base económica a las que podemos
agrupar en lo que denominaremos cenit de demanda virtuoso. El
virtuosismo consiste en que la bajada del precio tiene como causa la
progresiva sustitución del petróleo por otras fuentes de energía.
En el cenit de demanda juega un papel esencial el progreso
tecnológico que nos permite continuar con el crecimiento económico
ya que aunque existen escaseces particulares, estas son temporales y
el sistema de precios que nos proporciona el libre mercado realiza su
magia. ¿En que consiste la magia?. En primer lugar, los precios
elevados incentivan la investigación y el desarrollo de alternativas
que con precios bajos no tenían sentido económico. En segundo
lugar, una vez desarrolladas las alternativas y, a medida que se
integran en la producción económica, la necesidad de petróleo
disminuye por lo que el precio cae. El anterior relato es el que se
ajusta al pensamiento económico dominante y, de ser cierto,
constituiría un respaldo a sus tesis. Para el pensamiento económico
dominante no hay limitaciones ni de recursos, en general, ni de
sumideros para los residuos, cualquier preocupación al respecto es
absurda. Respecto a los sumideros o los sistemas ecológicos que
permiten el reciclaje, siempre es posible su sustitución por capital
hecho por el hombre, además, cuanto más ricos seamos más fácil
será abordar cualquier problema y solucionarlo mediante la
tecnología. Esta visión naíf es desconocedora de la complejidad de
los sistemas y fruto del reduccionismo de la economía neoclásica
y, de su apego al método deductivo a partir de unas hipótesis
incontrovertibles que no necesitan contraste con la realidad. Nuestro problema es que esta visión es la que conforma las políticas económicas, que en palabras de Herman Daly nos conducen al
crecimiento antieconómico y nos sitúan paulatinamente en peor posición para afrontar los retos del futuro.
Es cierto, que el petróleo como fuente
de energía ha sido sustituido especialmente en la generación de
electricidad desde los años 70. No ha ocurrido de la misma forma en
otras facetas, especialmente en el transporte, pero también en
maquinaria pesada imprescindible para las explotaciones mineras y
agrícolas o en usos industriales. En estos campos su sustitución
parece mucho más difícil y, en donde se ha sustituido el reemplazo
dominante ha sido otra energía fósil no renovable, el gas o el
carbón. Este último, a pesar a de las apelaciones al desarrollo
tecnológico es la energía primaria con mayor crecimiento durante el
siglo XXI especialmente debido a su empleo en China para
generar electricidad.
Por otra parte, aunque la anterior
explicación del cenit de demanda sería la versión más ajustada al
llamado BAU (Business as usual), ante la dificultad y la escala de la
sustitución han surgido interpretaciones edificadas, como no podía
ser de otra forma, sobre la piedra del progreso tecnológico que
proclaman la desmaterialización de la economía o el
desacomplamiento de la producción de la utilización de energía.
Estas versiones del cenit de demanda se produce por lo que se
denomina crecimiento sostenible sobre la base de una aumento de
eficiencia en la utilización de la energía, hacer más con menos y,
el nacimiento de la sociedad de los servicios y la información que
requeriría mucha menos energía. En está interpretación, se
muestra preocupación, no del todo articulada, respecto a los
sumideros a donde van a parar los residuos de la producción,
especialmente por el cambio climático, pero se mantiene la hipótesis
de sustituibilidad entre capital natural y hecho por el hombre que
es fundamental en la economía neoclásica.
Esta narrativa, es extraordinariamente
atractiva, por esa razón es la más utilizada y propagada por medios
de comunicación de masas y, ampliamente aceptada como una verdad
revelada ante la cual deben ceder todas la barreras y, se deben hacer
cuantos sacrificios sean necesarios. Por desgracia, aunque excede el
ámbito de está entrada, la democracia o los ámbitos de decisión
democráticos son los primeros que ceden ante esta nueva versión de
la modernidad.
Como cualquier narrativa parece
plausible observando los hechos, la eficiencia ha aumentado gracias a
la tecnología si lo medimos por unidad de producto o servicio, pero
hay tres factores que no se tienen en cuenta:
El aumento de eficiencia tiene
límites que imponen las leyes de la física.
En un sistema BAU las ganancias de
eficiencia significan aumento del consumo de recursos y no una
disminución como observó William Stanley Jevons a finales del
siglo XIX con el carbón.
Existe una fe absolutamente
infundada en que la tecnología siempre es positiva y nunca resta
pero, muchos avances tienen iatrogenias, beneficios en el corto plazo
pero extraordinarios perjuicios en el largo plazo que permanecen
ocultos o minusvalorados. La energía nuclear de fisión es un
ejemplo paradigmático. Aportes minúsculos o inexistentes de
energía neta a la sociedad que se reparten de forma desigual a lo
largo del tiempo de forma que las generaciones futuras que asumirán
los costes no pueden intervenir en las decisiones que los afectarán.
Este fallo de mercado, en lenguaje económico, es resuelto por la
economía neoclásica mediante el algoritmo de la capitalización,
eligiendo un tipo de descuento adecuado para minimizar el valor
presente de los costes. El truco (
tipo de descuento del 6%) lo utiliza
William Nordhaus para minimizar los efectos del cambio climático,
pero carece de sentido ya que afecta a bienes o sistemas que no
pueden ser sustituidos (son complementarios) y soportan la vida
humana. Los tipos de descuento que debería ser aplicados son
negativos lo que queda fuera del marco conceptual de la economía
neoclásica.
Sin embargo, los datos no corroboran la desmaterialización, cualquier aumento del
flujo de producción medido en términos de PIB se traduce en un
rebote del consumo de energía. Gran parte de la desmaterialización
en los países de la OCDE ha consistido en una deslocalización de
actividades a causa de la globalización que han significado aumento de la energía requerida por unidad producida. Además, en muchos países se propugna una
nueva narrativa para salir de la crisis que consiste en la
reindustrialización lo que necesariamente requiere más energía y,
esta proviene de fuentes no renovables a pesar de la percepción de
que las renovables están ganando terreno.
Lo cierto es que a pesar de los cantos
de sirena del virtuoso cenit de demanda, existe una correlación
directa y comprobable entre energía y transformación. Utilizo el
concepto transformación en lugar de producción, porqué la
producción no es más que la transformación de recursos naturales
en bienes y servicios para el hombre y residuos. Esa transformación
requiere necesariamente potencia, trabajo útil por unidad de tiempo,
y ese trabajo útil que utilizamos aunque tiene un componente
tecnológico que nos permite ser más eficientes, es decir aprovechar
mejor la energía, tiene unos límites físicos que no se pueden
superar como antes explicábamos.
En una economía que persigue y
necesita el crecimiento del flujo de transformación cualquier
restricción en la potencia empleada tiene consecuencias inmediatas.
Economistas y políticos insisten en la imperiosa necesidad de
crecimiento del PIB que cual bálsamo de Fierabras nos curará de
nuestros males. La economía se construye sobre las expectativas de
futuro, pero que no siguen las leyes de la física, sino de las matemáticas (el tipo
de interés compuesto), sin tener en cuenta ninguna limitación o
coste de oportunidad. Eso se traduce en deuda, reclamaciones de
bienes y servicios en el futuro que se supone estarán
disponibles. ¿Por qué? La razón es que desde el punto de vista de
la economía no hay coste de oportunidad en el crecimiento, pues nada
se sacrifica en ese crecimiento. Esta
visión pre-analítica puede
ser una teoría efectiva cuando los límites están lejos de
alcanzarse, pero en un sistema interrelacionado y complejo, una vez
se alcanza algunos de ellos, los procesos que se liberan no son
lineales y las consecuencias pueden ser catastróficas. La iatrogenia
de nuestro sistema económico es de una magnitud tal, que amenaza la
supervivencia de la biodiversidad que sustenta la vida, entre ellas
la vida humana.
El éxito el capitalismo no
ha sido el crecimiento del flujo sobre la base del extraordinario
progreso tecnológico, nunca probado, porqué la supuesta prueba es el residuo
de la función de producción que es aquello que no puede explicarse, sino la masiva
utilización de exergía que no requería invertir mucha energía
para obtenerse. Por eso, desde el punto de vista de valor el sector
energético ha sido relativamente pequeño respecto al total del PIB.
Esa tamaño no indica su relevancia, exactamente como ocurre con el
peso de la agricultura, ya que ambos son pre-requistos para el resto.
Algunos economistas neoclásicos confundiendo la vara de medir con lo
que miden, ante el cambio climático y la posible afectación a la
producción agrícola, han aducido que dado su peso en el PIB su
impacto sería mínimo. Supongo que estos economistas como los flujos
cerrados con los que describen la economía no tienen ni boca ni ano
y, por lo tanto, pueden prescindir del alimento. La típica
descripción de la economía como una maquina de movimiento perpetuo.
En cuanto al descenso del precio del
petróleo, podemos intuir que ha tenido un impacto considerable
sobre el tight oil, al menos, si observamos la medida indirecta que
supone el recuento de pozos. La explotación de este tipo de petróleo
necesita de una constante rotación de los pozos ya que la mayor
parte de la extracción se realiza en los 3 primeros años. Eso se
traduce en que el aumento o el mantenimiento del nivel de extracción
requiere un esfuerzo creciente de medios que no se puede mantener sin
un precio más elevado ya que primero se han explotado los mejores
lugares (sweet spots) y, luego hay que ir a explotaciones más
costosas, tanto en términos energéticos como monetarios. El precio
para una rentabilidad razonable parece estar claramente por encima de
los 90$/barril y eso contando con unos costes financieros contenidos
gracias a las medidas de alivio cuantitativo (QE) de la Reserva
Federal (Fed) que, por el momento, se han acabado, lo que genera
ciertas expectativas de aumento de los tipos de interés y, en
consecuencia, encarecimiento de esos costes financieros.
Por lo tanto, aunque se produzca una
cierta recuperación del precio, si este no se sitúa por encima
claramente de los 100$/barril para el West Texas Intermediate (WTI)
que es la referencia en EEUU será difícil en este escenario que se
cumpla el aumento esperado de la producción de tight oil prevista
por EIA (Energy Information Administration de EEUU) y la AIE (Agencia Internacional de la Energía).
La razón es que cuando los límites
físicos actúan en el sistema financiero construido sin ellos es
muy probable que genere tensiones catastróficas. Lo que ahora mismo está
en juego es el mercado de bonos basura, donde las empresas de
fracking han obtenido financiación que deben retribuir con precios
más bajos del producto que venden para generar cash-flow, pero que
además dado los declives en los pozos de fracking deben mantener el
ritmo de inversión en nuevos pozos en una “red queen race” que
les hace vulnerables a las quiebras. Pero, además, existe un peligro
mayor en los derivados donde las empresas se cubren de las
variaciones de precios de las entregas futuras. Parece que si no hay
una recuperación de los precios a los niveles del verano de 2014 las
perdidas pueden ser monumentales. Tal vez, por esa causa, en
diciembre se aprobó una enmienda en la nueva Ley que limita los
rescates públicos de entidades privadas (bail out) que hace una
excepción con los mercados de derivados, todo un presagio que muchos
no han dudado en conectar directamente con las pérdidas que el vencimiento de los contratos sobre petróleo pueden suponer en los próximos meses.
A la espera de que se
confirmen lo datos y la evolución de la producción en EEUU, la brecha entre demanda y oferta que ha causado la reciente bajada de
precios, parece que se está cerrando con rapidez, aunque para una
subida a niveles anteriores habrá que comprobar que papel juegan la
importante acumulación de stocks que se ha producido en los últimos
meses.
El crecimiento necesario del sector
energético a medida que debemos dedicar más medios de producción
para obtener la misma exergía se convierte en un juego de suma cero,
el resto tiene menos, lo que inmediatamente impacta en el conjunto de
la economía debilitando la demanda. En este punto, es normal que se
inicien ciclos en el que los precios oscilen. El
mantenimiento durante un período de
4-5 años de precios relativamente estables constituían un reto para la teoría del cenit del petroleo, que pronostica ciclos de destrucción de demanda seguidos de caídas de precios que hacen que se recupere parcialmente la misma hasta la siguiente recaída. En este mantenimiento
de los precios ha jugado un papel decisivo las intervenciones de
los bancos centrales, reduciendo al mínimo los costes de financiación
y alentando la reordenación de las carteras de activos de los
inversores hacia el negocio del fracking. Sin embargo, ya a finales
de 2013 se vieron síntomas de agotamiento con la reducción de los
CAPEX (capital expeditures) ya que para que nuevas inversiones fueran
rentables el precio no sólo debía mostrarse estable sino que debía
aumentar para proporcionar una rentabilidad suficiente, aun
suponiendo que los gastos financieros iban a permanecer muy bajos
durante un horizonte temporal suficiente, dado que son inversiones
que tienen períodos de maduración entre las primeras inversiones y
los resultados que abarcan varios años.
Los equilibrios o, mejor dicho, los
desequilibrios en que se mueve el mercado del petróleo son
delicados, un exceso de precio impacta en el resto de sectores de la
economía y la capacidad para pagar las deudas, algo que no sería
necesario a nivel agregado si se mantiene el crecimiento y, en
consecuencia, las expectativas. Pero tal como está diseñado el
capitalismo financiero es imprescindible, en primer lugar, que el
volumen de la deuda crezca y, en segundo lugar,
que lo haga de forma acelerada para mantener la demanda agregada. Por eso los esfuerzos
desesperados de los bancos centrales para mantener el ritmo de
aumento de la deuda con las expansiones de reservas que persiguen
provocar la reactivación del crédito. El desendeudamiento del
conjunto de la economía es un suicidio colectivo, ciertos sectores se pueden desapalancar, pero sólo si otros hacen
los contrario y en mayor proporción. La carrera no sólo necesita un
ritmo constante sino creciente, pues las deuda se gobiernan por la
ley de los intereses compuestos.
Por eso, la restructuración o, si lo
prefieren, el impago de las deudas son un corolario evidente a la
imposibilidad de continuar el ritmo de transformación necesaria para
su servicio. Se convierten en un tema de poder donde la primera
sacrificada es la democracia, que se va desangrado lentamente ante el
peso de esas reclamaciones abrumadoras de unos sobre otros.
La pantomima del enfrentamiento entre países, oculta la verdadera
realidad de una lucha de clases ahora encarnada por acreedores y
deudores, y como ya dijo Frederick Soddy:
“Orthodox
economics has never yet been anything but the class economics of the
owners of debts” (La economía ortodoxa, sin embargo, nunca ha sido
otra cosa que la economía de la clase de los propietarios de las
deudas)
Nuestra sociedad industrial se ha
construido y, se sostiene en una aporte energético extraordinario de
energía solar acumulada durante cientos de miles de años que está
siendo liberada en cuestión de unas cuantas décadas. Este fenómeno,
completamente excepcional ha supuesto crear una sociedad mucho más
compleja e interconectada que, por tales motivos, es más frágil y
vulnerable, especialmente por la aportación creciente de potencia que
necesita. Esa aportación creciente y esperada de energía sostiene
la deuda. El crecimiento económico se mide exclusivamente por el flujo de
producción, no importan los recursos, no importan los
sumideros, pero para que el sistema funcione requiere que las
reclamaciones que la deuda hace respecto del flujo futuro sean
confiables. La deuda y, su servicio, crecen con el tiempo de forma exponencial, por lo que el flujo real
también lo debería hacer. Sin embargo, en la medida que ese flujo
se alimenta esencialmente de recursos no renovables que tienen
rendimientos decrecientes y que, además, afectan a los sistemas que
sostiene la vida que a su vez son responsables del reciclaje de
residuos cuya capacidad mengua cuando son saturados, la confianza
puede vacilar, lo que tendría efectos catastróficos para el
sistema. Pero el sistema no está inerme y tiene respuestas que
pueden y, de hecho, funcionan a corto y medio plazo.
La primera respuesta es la
generación de valor mediante burbujas que inciden marginalmente en
el flujo pero de forma muy importante en la valoración de la riqueza, por el aumento del precio de los activos existentes. En realidad, esto
sólo es un proceso de diferimiento de las reclamaciones, las
burbujas tienden a estallar, no son más que esquemas Ponzi que
conducen a posteriores deflaciones de los activos.
La segunda, reducir el servicio de
la deuda reduciendo los intereses, esto reduce el ritmo de
crecimiento de las reclamaciones, pero también es una medida de
diferimiento para no afrontar la realidad, ya que continua con la
quimera del crecimiento ilimitado. Patada a seguir.
La tercera, el estado como garante
último de las deudas a través de los esquemas de protección y de
la desmedida influencia que tienen los acreedores en sus decisiones.
El problema consiste en que esos acreedores han debilitado a los
estados a través de la globalización de tal manera que su menguada
capacidad gravita sobre unas poblaciones cada vez más desprotegidas
que proporcionan recursos menguantes. Esto es esencial, pues ante el
cenit de exergía la capacidad de transformación se mantiene o
tiende a menguar y, de esa capacidad depende la estabilidad de los
propios Estados. No es extraño que se comience a abogar por
impuestos sobre la riqueza nominal, que hace 30 años eran
considerados una blasfemia. Los sistemas tributarios vigentes están
edificados sobre impuestos sobre el flujo y, eso los condena al
declive, pero poner la riqueza como principal eje de imposición,
especialmente si es muy progresiva, sería obligar a pagar a los
acreedores las deudas,en consecuencia, se produciría una confusión entre acreedor
y deudor lo que se parecería bastante a un jubileo de deuda. Esto es una contradicción insuperable que puede generar conflictos de gran envergadura.
Mientras los precios de las materias
primas, especialmente las energéticas y, fundamentalmente el
petróleo, tengan recorrido al alza con una cierta estabilidad,
esencialmente como el pasado lustro, las cosas pueden seguir
funcionando. Ojo, funcionando en el actual esquema de aumento
progresivo de las desigualdades y de la exclusión social. Es como el
cuerpo que se congela y conserva el calor en los órganos vitales.
Esos órganos son aquellos que poseen las reclamaciones de poder
sobre los deudores, retirando el velo de la reclamación sobre los
bienes y servicios. El problema puede
surgir cuando la fabula de la sustitución mediante el precio se demuestre insuficiente para proporcionar nuevas fuentes de energía. Aún existe una cierta, aunque limitada,
capacidad de sustitución del petróleo por otros combustibles
fósiles, pero el tiempo que resta para el cenit, mucho
me temo, este a la vuelta de la esquina.
No obstante, el cenit de la exergía que proviene del petroleo por si mismo es muy relevante, pues como hemos insistido es la fuente más versátil, lo que hace que su sustitución sea o parcial o más costosa, especialmente en relación a las infraestructuras, lo que añade complejidad y fragilidad al sistema. Por lo tanto, un precio relativamente bajo y estable del petróleo puede desencadenar una reacción en cadena difícil de controlar cuyo primer impacto será financiero. Muy posiblemente, aún existe alguna capacidad de alargar la "red queen race" un poco más pero, eso sólo supone hacernos más pobres por la destrucción de capital natural que supone el crecimiento antieconómico.