En este texto quisiéramos rescatar una de las pocas
instituciones que aún perviven de los tiempos medievales donde se desarrollaron
formas de democracia deliberativa y bienes comunales; nos referimos al Tribunal
de las Aguas de Valencia, tribunal consuetudinario encargado de dirimir los
conflictos derivados del uso y aprovechamiento del agua de riego entre los
agricultores de las Comunidades Regantes de las acequias.
Sus orígenes se remontan posiblemente a los tiempos de
Al-Andalus y fue perfeccionado por el Rey Don Jaime en la Reconquista, aunque
no existe certeza sobre su nacimiento.
Se trata de un Tribunal compuesto por un representante de
cada una de las Comunidades de Regantes -nueve en total- denominados Síndicos,
uno de los cuales es elegido Presidente por un período de dos años, renovable.
Se rigen por viejas ordenanzas escritas desde principios del
siglo XVIII y velan por el cumplimiento de las normas. Todos ellos tienen que
ser labradores, cultivadores de sus tierras y con fama de hombres morales. Son
apoyados en su labor por el Guarda de la Acequia, que cuida de que el agua
llegue a todos según su turno, comunicando las infracciones para que sean
juzgadas.
Su carácter democrático de elección por las bases de los
jueces, la importancia dada a la autoridad moral y su perfecto conocimiento de
las Ordenanzas y el cuerpo jurídico por el que se rige cada una de las
comunidades explica su supervivencia y el respeto a sus sentencias.
Se reúnen los jueves de cada semana-a excepción de festivos
y Navidades- a las doce en punto para discutir primero la distribución del agua
y luego formalmente en la Puerta de los Apóstoles de la Catedral de Valencia,
cuando el alguacil llama a los denunciados de las acequias.
El denunciante expone el caso, el denunciado a continuación
se defiende y responde a las preguntas. El Tribunal tras deliberar dicta
sentencia-excluyendo para garantizar la independencia al Síndico de la acequia
del denunciado-. En caso de condena es su síndico quien impone la pena a pagar.
En el mencionado Tribunal tenemos un ejemplo de
funcionamiento de una institución autónoma, que podría servir de inspiración para
los que busquen una sociedad basada en una democracia de base o deliberativa,
unida a una expansión de los bienes comunes y el derecho consuetudinario.
Si los hombres del pasado lo hicieron, los hombres, mujeres
y niños del hoy y el futuro próximo, aunque se les acuse de utópicos, podrían
y, es más, creemos deberían iniciar un camino que les aleje del tenebroso
panorama que se nos presente de destrucción de los recursos, la Naturaleza y
los propios seres humanos.
El cuidado y respeto de los bienes y de las propias personas
que nos rodean, cercanas o lejanas, de esta y otras generaciones, pasa por
participar en la gestión de los asuntos y los bienes que a todos nos competen,
escapando poco a poco de la mercantilización que nos amenaza y nos conduce al
precipicio.
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