Esto hace que la RB tenga su propio sentido. Trataré de explicarlo después de mencionar algunas limitaciones de las demás medidas de inclusión también necesarias. Aquí me centraré en el problema que supone esa falta de libertad aunque tiene otras virtudes propias, como suele explicarnos Daniel Raventós, por ejemplo en este artículo reciente:
“En cuanto a la universalidad, hay muchas razones. Citaré algunas pocas: porque evita la estigmatización de los perceptores, porque también impide la intromisión en su vida, porque ahorra muchísimos recursos en costos de administración que pueden ser empleados en aspectos mucho más interesantes, porque evita la discrecionalidad, porque mitiga algunas tentaciones del pequeño fraude fiscal [como el trabajo en negro para no perder los subsidios condicionados], porque así es una medida esencialmente preventiva de la exclusión.”
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Redistribución sin crecimiento (1/3)
De entrada, suele cuestionarse si es justo que una renta que intenta liberarnos de la penuria y de la dependencia económica sea cobrada también por quienes no tienen problemas económicos. La premisa que no siempre se comprende es que esta propuesta no se limita a la entrega de una renta sino que es necesario observarla como un sistema de redistribución que incluye otra forma de recaudar. No todo el mundo sale ganando. Se crea un flujo de dinero de ida y vuelta, pero en el movimiento de vuelta habrá cambiado la distribución de esas mismas rentas, con unos claros ganadores y unos claros perdedores, (los más pudientes), en un porcentaje que variará en función de cómo se concrete la forma de recaudarlo.
Del otro lado, cuando sus detractores dicen lo que habría que recaudar para una Renta Básica nunca dicen que ese mismo dinero volvería a la ciudadanía, la tratan como un coste. Dan a entender que es un mero detraer dinero de nuestros ingresos sin tener en cuenta que este vuelve a las manos de la población que la sufraga, sólo que con otra distribución. Tendría algún sentido que plantearan cómo debería ser esa nueva distribución pero no discutir una equivalencia contable.
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Discutir si la RB es financiable no es más que cuestionar hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar riqueza y lujo en favor de una mayor justicia económica y de una libertad básica para todos. En los términos en que está planteada, la RB es posible por definición. No se trata de cuánto dinero es necesario para implementarla sino de cómo administramos esa renta per cápita que nunca incluye, si quiera un poco, a todas las cabezas. Pero en realidad a las élites no les importa que pueda hacerse sin disminuir la renta disponible para el conjunto de los ciudadanos. Simplemente les aterra que dejemos de ser tan dependientes de quienes ya tienen mucho. Sin represión económica no podrían imponernos con tanta facilidad su visión economicista de la vida, esa que nos ata a la necesidad de crecimiento económico.
“Como lo expresa Wallich tan francamente en defensa del crecimiento: “El crecimiento es un sustituto de la igualdad en el ingreso. En tanto haya crecimiento hay esperanza y, eso hace las grandes diferencias en el ingreso tolerables” (1972). Somos adictos al crecimiento porque somos adictos a las grandes desigualdades en la renta y la riqueza. ¿Qué ocurre con los pobres?. ¡Dejemos que coman crecimiento! ¡Mejor aún, dejemos que se alimenten de la esperanza de crecimiento en el futuro!”
Herman Daly
(Traducción de nuestro compañero Jordi Llanos)
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La RB nos permitiría disminuir el consumo de recursos energéticos y materiales finitos sin que ello provocase exclusión social en la transición o en el reparto del trabajo restante. Esta disminución depende de establecer otros objetivos, en otras instancias, para no entrar en un nuevo impulso keynesiano a un crecimiento indiscriminado, pero sin una mínima seguridad para todos no podrá sostenerse socialmente. La redistribución que necesitamos no es la redistribución del crecimiento sino una de lo básico, decreciendo en lo excesivo y en lo insostenible. Es precisamente la inseguridad económica básica la que nos exige crecer sin límites: carecemos de libertad para no hacerlo. El daño ambiental se justifica con la creación de nuevos empleos en lugar de compartir mejor el empleo, sus rentas y el trabajo no remunerado. La imposibilidad de elegir esto último supone una irresponsabilidad. Por ello necesitamos una seguridad económica independiente del crecimiento.
Antes de pasar al siguiente punto enlazo esta interesante charla:
Renta Básica y Sostenibilidad. "Somos ecodependientes y somos interdependientes".
La inclusión: uniendo las partes (2/3)
Sin ánimo de ser exhaustivo, para este texto me centraré en los problemas relacionados con la libertad, esa carencia que cubriría una RB.
- Renta de Inserción.
Aunque tener esta renta es mucho mejor que admitir el desamparo absoluto, en su aplicación se revela la alianza entre el estado y las élites económicas en favor de una represión económica dirigista: sobre el perceptor recae un clima de sospecha acerca de su disposición a aceptar cualquier forma de implicarse en la producción. Es un subsidio vinculado a la idea de ilegitimidad moral. La libertad para rechazar un empleo queda contemplada como un problema, un efecto colateral que se combate. Se da por sentado que tenemos el deber moral de ser colaboracionistas, en cualquiera de sus formas, con un sistema productivo que está destruyendo el futuro común.
Pero lejos de la presunción oficial, en realidad las personas no se conforman. Cabe señalar que la existencia de trabajo no declarado (para no perder el subsidio a causa de esa otra fuente de ingresos generalmente insegura) desmiente una y otra vez el temor a que con una RB no quisiéramos trabajar. Por el contrario, al ser compatible con el empleo, la RB no fomentaría el trabajo no declarado ni la pasividad.
En este caso también puede observarse un hueco que cubriría la RB. Esta implica una mayor redistribución porque no sólo saldrían beneficiados quienes no tienen nada sino además quienes cobran poco o trabajan de forma inestable. En la medida en que los trabajadores cobren más, el efecto vendría a ser el de un complemento parcial, por cuanto también tendrían que tributar una mayor cantidad de sus ingresos. Por último quienes más ganan, saldrían perdiendo más o menos en función de su privilegio económico, aunque a la larga también se beneficiarían por la mejora general que implica. A diferencia del subsidio condicionado, la RB aportaría seguridad económica a quienes más la necesitan sin desincentivar una mayor aspiración, y facilitaría la búsqueda de formas alternativas de producir.
- Servicios públicos
Se puede decir que los servicios públicos son útiles para capacitar a las personas, pero no para evitar la exclusión social. La inclusión requiere acceso a bienes. Ambas cosas Renta Básica y servicios públicos deben pasar a ser derechos inalienables llegue hasta donde llegue la posibilidad de desarrollarlos en cada coyuntura.
- Refuerzo de los convenios y de las posibilidades de la acción sindical
En las condiciones actuales tendría sentido un sindicalismo político y ciudadano, (no centrado en la empresa), que abanderara la RB, el reparto del empleo y el favorecimiento de las excedencias voluntarias, (mientras haya paro involuntario). Es necesario empezar a desvincular el reparto justo de los beneficios y el puesto de trabajo, al menos en alguna medida, ya que los empresarios sí tienen muy fácil la desvinculación entre esos beneficios y el trabajador concreto que los produce, lo que se traduce en una acaparación de las ganancias. Se trataría de pasar a entender el sistema productivo en su conjunto como una cooperativa de la que todos formamos parte y en la que todos tenemos derecho a cobrar una porción básica de sus beneficios. En realidad es algo que ya recogen las constituciones y los derechos humanos (art. 22 a 26) como principio pero sin que hasta ahora se haya dado cumplimiento al mismo. Sin embargo tendrá cada vez más importancia debido a que ese voluble y siempre insuficiente mercado laboral necesariamente decrecerá, por el avance de la productividad laboral y por los límites del crecimiento, con todos los desajustes que esto provoque.
Del mismo modo, no tenemos por qué concebirnos como trabajadores antes que como personas con pensamiento y motivaciones propias. Esta identificación con nuestro papel productivo nos impide tomar distancia respecto al mismo para valorar sus efectos sobre el sistema ecológico en el que se inserta y del que depende la vida. El trabajo actual enciende toda la maquinaria que depreda el planeta.
- Reparto del trabajo con mejores salarios
El reparto del trabajo es un propósito, un objetivo más que una herramienta económica. Requiere el soporte de una RB, que actúa con inmediatez y es resiliente ante las coyunturas. Esta haría posible precisamente que, quienes quieran, puedan trabajar menos en su empleo remunerado, haciendo sitio a quien no lo tiene. Por otro lado permitiría compartir mejor el trabajo no remunerado, (labores domésticas y cuidados), que sigue recayendo mayormente en mujeres sin autonomía económica, así como formarse libremente, trabajar como voluntario, implicarse más en la participación política o desarrollar la cultura libre, actividades todas ellas con un valor social que el mercado no puede reconocer.
Frente a la ansiedad por el crecimiento, busquemos autonomía. Liberemos tiempo en lugar de pretender más consumo. Repartamos tanto el empleo como el trabajo no remunerado en lugar de acumular a costa de la biodiversidad. El objetivo no es una propiedad media más grande sino una vida mejor.
- Garantía Pública de Empleo
El empleo garantizado sería una buena forma de canalizar el deseo de integrarse activamente en la sociedad hacia producciones o formas de trabajo que no impliquen una mayor depredación del planeta o que incluso favorezcan la regeneración del daño ecológico infligido, (aunque en muchos aspectos es imposible de revertir). También actuaría como un marco de referencia en cuanto a las condiciones laborales, como elección de la jornada o incluso de la actividad a desarrollar dentro de las posibilidades, de modo que introduciría cierta democracia económica en el mundo laboral.
Sin embargo esta opción también tiene sus limitaciones. Si alguien decide abandonar su trabajo en el mercado o si le despiden ¿podría el estado proporcionarle un empleo garantizado con la suficiente agilidad como para no caer en una situación de penuria? Una opción intermedia sería que ese salario sustitutivo pudiera reclamarse con inmediatez, pero entonces habría que hablar más bien de un salario garantizado condicionado a la aceptación de un empleo público. La única diferencia con una renta de inserción estaría en la implementación de un plan de empleo público.
Esta otra propuesta de garantía de trabajo, en cambio, parte de la siguiente reflexión que introduce antes la noción de ingreso garantizado:
El problema del desempleo no es el problema de los ingresos, y supongo que la sociedad ofrece asistencia financiera a los más pobres o incluso un ingreso garantizado en su lugar.
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En el texto se asume que las motivaciones para el trabajo tienen un componente psicológico y de integración social por encima de la mera huida de la miseria. No es necesaria la represión económica para que las personas deseen esa integración, esa actividad y una aspiración mayor. Basta con que las condiciones sean aceptables.
- Autogestión colectiva
- Detrás de todo: la necesidad de una reforma monetaria
El dinero, creado y encauzado por la banca privada, exige la devolución de un irracional interés desde su mera emisión en forma de deuda, con independencia de la coyuntura y de las posibilidades del mundo real, material y finito. La actual crisis de deuda y su curso deflacionario dejan a las claras este estrangulamiento económico que a la vez exige un mayor crecimiento para pagar las crecientes deudas e impide el desarrollo humano al absorber las energías que podrían bastar a las personas sin esa carga añadida. Ninguna renta es bastante si la deuda es mayor y crece, y ningún crecimiento es bastante si la deuda es sistémica.
Pero en este terreno la RB también podría jugar su papel. Si además de llevar a cabo la reforma monetaria distribuyésemos la RB en monedas locales, estaríamos favoreciendo no sólo una mayor estabilidad frente a las fluctuaciones del mercado sino también cierta relocalización de la producción.
Cartel de la pasada campaña de la Alianza Española contra la Pobreza |
En fin, la RB actuaría como la argamasa económica que haría de las distintas propuestas reseñadas una verdadera estructura de inclusión.
Instituir la libertad (3/3)
He dicho al inicio que la RB resolvería una carencia esencial. Se trata de la autonomía. Un basamento esencial de toda vida sana. El capitalismo vigente nos vende una idea de libertad que acaba pareciendo un lujo sólo accesible en la medida en que se disfrute de poder económico. Y es que, en realidad, es el poder económico lo que se nos ofrece bajo el señuelo de la libertad. Pero el poder distribuido mediante la lucha por el mismo no es libertad, incluye la sumisión y se asienta sobre un manto de dependencia absoluta que amenaza y condiciona al resto.
Por el contrario es necesario repartir (sin “lucha”) un poder económico mínimo para todo el mundo, no por el poder en sí, que al ser igual para todos no somete a nadie, sino por la defensa sobre otros poderes y por la posibilidad de desarrollo autónomo que ofrece, es decir, es necesario instituir la libertad. Se trata de un derecho que debemos concedernos entre todos para poder llevar una vida digna. Aunque a algunos les pueda parecer menos urgente que resolver sólo las necesidades materiales, (por ejemplo con empleo pero sin libertad), es necesario recordar que la libertad está estrechamente vinculada a la responsabilidad.
La falta de libertad individual implica no aprender a asumir consecuencias, no aprender a preverlas, no aprender el sentido de la responsabilidad que se deriva de ver las consecuencias de nuestras elecciones. Del mismo modo la sociedad entera no podrá actuar de un modo responsable si la libertad es algo ajeno a sus miembros, si funcionamos como un conjunto de autómatas determinados por el modelo económico impuesto desde las élites. ¿Adónde nos conduce esa conducta por mucho que nos ofrezca hoy?
Cuando se cuestiona si la RB desincentiva la actividad económica o fomenta una actitud improductiva, ya se está negando una libertad básica porque se da por hecho que todos debemos ser tan productivos como podamos. Este imperativo no tiene otra razón de ser, más allá del trabajo necesario para la subsistencia, que una apuesta irracional por el crecimiento o el “progreso” material. Es un acto de fe creer que esa clase de progreso nos conduce a un mundo mejor.
De modo que al hablar de inclusión no estamos hablando sólo de problemas materiales o de mera subsistencia. Las implicaciones van más allá. Es un problema de dependencia y de responsabilidad. La libertad, la posibilidad de decir “no” sin caer en la más absoluta miseria y en la exclusión, es una condición básica para una vida satisfactoria. La posibilidad de elegir alguna forma de prosperidad no materialista es una libertad de la que carecemos y que por tanto nos encierra en una sola dirección: el crecimiento económico indiscriminado.
No son pocas las personas que entienden que el buen vivir no depende de las condiciones materiales una vez rebasado cierto crecimiento inicial en las mismas. Sin embargo hoy en día carecemos de control sobre las condiciones más básicas de nuestro trabajo. Rara vez es posible elegir el grado de dedicación, conformarse y trabajar menos horas aunque la capacidad productiva y los beneficios lo permitan. Demasiadas personas no pueden renunciar a lo que se les ofrezca aun cuando las condiciones sean de explotación, y una mayoría teme “caer” en esa situación, lo cual da lugar a toda clase de abusos, humillaciones (a menudo elegidas ante la ausencia de alternativa), supeditaciones domésticas, mafias, etc. Y da lugar a que debamos dejar en segundo plano el daño ambiental de la producción. Casi nadie se plantea esto si necesita dinero y le ofrecen un empleo. Así es muy difícil elegir una adaptación económica respetuosa con la biocapacidad del planeta incluso si la población va comprendiendo el problema. Somos dóciles traficantes de nosotros mismos y de nuestra naturaleza.
Bajo el paradigma económico actual, es casi imposible decidir que no queremos crecer más, incluso aunque sepamos que eso nos conduce a un lento suicidio ecológico. Este es un claro ejemplo de cómo la falta de libertad implica falta de responsabilidad. Necesitamos poder elegir si crecemos o no, en qué sectores y cómo.
De modo que cuando hablamos de inclusión en realidad estamos hablando de libertad. No la libertad para tener “poder adquisitivo” o para imponernos a los demás, sino libertad para poder decir no a la dependencia y sí al futuro. Se trata de una liberación social en favor de la autonomía.
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Por último cabe señalar que la reforma que implica una Renta Básica es de suficiente calado como para que convenga la realización de un referéndum sobre su aplicación, tras un período en el que tendría lugar la suficiente deliberación. La inclusión universal no es una quimera imposible sino una opción política.
Por poner un ejemplo real, en Suiza será sometida a referéndum aunque en su primer trámite, la propuesta ha sido rechazada por el gobierno. Cabe preguntarse qué ocurriría en un país que sí conoce la exclusión social a gran escala a pesar de que algunos de sus ciudadanos estén en los primeros puestos de las listas de los más ricos del planeta. La campaña suiza nos ha dejado este interesante documental sobre algunas implicaciones de una RB: