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lunes, 5 de diciembre de 2016

Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social

Escrito en 1934 y considerado por su autora, Simone Weil, su obra principal, Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social  es, en nuestra opinión, uno de los ensayos políticos más agudos, complejos y profundos de cuantos se han escrito.

Era Simone una mujer peculiar, que combinaba honestidad y lucidez, reflexiva y a la vez activa, que no rehuyó el compromiso sin perder su independencia ni sumarse a la moda de los tiempos, que era la defensa por parte de las izquierdas y muchos de sus intelectuales del régimen comunista implantado en Rusia. Era, además, una persona coherente, que no se contentó con escribir sobre el movimiento obrero sino que trabajó como proletaria durante un año en diversas fábricas, lo que le hizo comprender el carácter radicalmente opresivo del trabajo fabril, frente a las imágenes que suponían que de ahí iba a venir la liberación de la humanidad. Posteriormente trabajaría como campesina, completando una vida de enorme coherencia.

Se enroló como voluntaria en el Grupo Internacional de la Columna Durruti -compuesto por anarquistas y anarcosindicalistas extranjeros y algunos españoles-, en la guerra civil española, abandonándolo por un accidente al poco tiempo. Su espíritu crítico le hizo denunciar las tropelías y asesinatos llevados a cabo en el bando que apoyó, lo cuál la honra.



En sus últimos años se acercó al cristianismo, al misticismo y a una visión más espiritual de la vida, sin renegar nunca de su pensamiento y actividades anteriores.

Reflexiones es un texto corto pero denso, donde el pensamiento de la autora alcanza cotas muy elevadas en sus análisis sobre las causas últimas de la opresión, que la alejan de los tópicos al uso.

Así, frente a las visiones , sobre todo de Marx pero muy comunes en el socialismo y el pensamiento utópicos del siglo XIX y XX del progreso ilimitado y del desarrollo de las fuerzas productivas que liberadas del sistema capitalista, facilitarían la liberación de los trabajadores, ella mantiene otra mirada.

Para Simone los que se han emancipado son las fuerzas productivas, no los trabajadores, desarrollándose un conflicto o disputa por el control de las fuerzas productivas y un desarrollo tecnológica que no va aparejado a un incremento de la libertad, ni siquiera del bienestar, sino a una mayor opresión. También es crítica con la idea del progreso ilimitado pues, adelantándose a visiones posteriores sostiene que ese progreso tecnológico y económico indefinido dependería de encontrar nuevas fuentes de energía, pues los recursos no son ilimitados, por lo que cada vez será más difícil y costoso encontrarlos, aumentando la espiral del gasto y despilfarro.

La opresión en el mundo contemporáneo está unida a la necesidad de producir más y a la lucha por el poder, lucha sin fin en la que los poderes quieren extender al máximo sus medios de control, sus recursos, sus conquistas, en los que estaría englobada la producción industrial hasta el choque con los límites naturales y la consiguiente contracción y derrumbe.

Esto explicaría que frente al capitalismo de los primeros tiempos, basado en la construcción, en hacer crecer una empresa más rápido que los rivales con los propios recursos, en el ahorro, se ha pasado a intentar hacerse con la mayor parte posible del capital diseminado en la sociedad y de hacerse con el mayor dinero posible vendiendo productos, usando la publicidad y la especulación .Con el crédito, el ahorro es sustituido por los gastos más demenciales; el objetivo final ya no es tanto hacer prosperar un negocio sino controlar el sector más amplio posible de la actividad económica. En una palabra el capitalismo pasa de la construcción, a la destrucción.



Podemos decir que hemos construido una civilización donde todo escapa de nuestras manos, donde los individuos son juguetes de la llamada colectividad y, en última instancia, hemos sido dominados por nuestros objetos, por nuestras creaciones.

Para Simone Weil es necesario, sin embargo, desarrollar una idea de sociedad libre, como límite ideal, aun siendo consciente de que nunca se alcanzará plenamente. Para ella tal sociedad no sería una colectividad de ociosos, con sus necesidades satisfechas, pues en un hipotético sistema de ese tipo los seres humanos serían esclavos de sus pasiones, de sus mentes. No, para ella una sociedad libre sería una sociedad en la que habría que tropezar y vencer obstáculos, y todo a través del pensamiento y el trabajo físico. En pocas palabras un hombre plenamente libre  sería aquel cuyas acciones procedieran en su totalidad de un juicio previo acerca del fin que se propone y de la sucesión de los medios capaces de conducirle a dicho fin.

Aquella sociedad en la que el individuo estuviera en condiciones de comprender lo que hace, es decir donde no existieran monopolios en el ámbito de la ciencia y la tecnología, el armamento, el dinero… sería la más cercana a una idea de vida libre, en la cual el pensamiento individual estuviera vigente el mayor tiempo posible en las diferentes actividades.

Por tanto el objetivo no sería acumular conocimiento, sino hacerlo comprensible. En tal sistema el trabajo manual sería considerado superior, pues permite modificar la materia con el propio esfuerzo y pensamiento; la cooperación superaría la competitividad y la guerra de unos contra otros y cada uno vería en los otros un igual, no un rival. La función de coordinación no implicaría poder, pues habría un control continuo ejercido por cada cual. La coacción exterior sería sustituida por una imposición interior, un deseo de ganar el aprecio de los compañeros y sobre todo de superarse a sí mismo.

Esto, ya decimos, lo propone como ideal de sociedad libre, pero considera necesario estudiar profundamente todos los aspectos de nuestra civilización para encontrar la manera de crear comunidades a escala humana, donde la colectividad esté subordinada al individuo, no en el sentido individualista y egoísta, sino en el sentido que acabamos de explicar, aquel donde las cosas sean comprensibles al pensamiento individual.

Por nuestra parte tenemos que mostrar nuestro total acuerdo con la autora. Su visión del futuro es que el sistema intentará subsistir hasta el límite de sus posibilidades, lo que podemos ver en la situación presente, situación en la que el sueño del progreso infinito está desapareciendo, incluso en muchos de los llamados países emergentes, lo que implica una amenaza a corto plazo de nueva crisis económica mundial.


En nuestras manos está retomar el pensamiento de Simone Weil y atreverse a pensar y estudiar las posibilidades de una vida diferente, antes de que las bombas de una nueva guerra mundial o los cascotes de un derrumbe económico caigan sobre nuestras cabezas.

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