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domingo, 25 de diciembre de 2016

Capitalismo: ¿Noche de paz?




Tras la infografía de mi compañero Alberto Jiménez (yo, Jesús Nácher) me gustaría agregar una breve reflexión sobre la paz ¿Es posible la paz? Hay una visión que yo creo que es dominante en nuestra sociedad: la guerra es una consecuencia de la naturaleza humana. La militarización es necesaria como defensa.

Por su parte Manfred Max-Neef cree que una de las necesidades humanas es la protección, y un pseudo-satisfactor a esta necesidad son las armas nucleares. Quedémonos con la primera parte, el ser humano necesita protección. En esto supongo que habrá pocas discrepancias, convendréis conmigo en que sería fácil encontrar fundamentos para esta sentencia en la biología y la genética, pero no será necesario, es una verdad intuitiva, que todos sentimos evidente, y que podemos constatar todos los días con nuestra experiencia. Pero ¿protección de qué o de quién? Cabría pensar que en los albores del ser humano lo que este buscaría es protección del entorno, de la naturaleza. Para ello el ser humano se agruparía en comunidades, en lugar de hacer como los osos, que viven aisladamente. En la comunidad buscaría la colaboración de otros seres humanos en la caza, la recolección, la fabricación de herramientas, la búsqueda de abrigo, el cuidado de los hijos. Esta estrategia de cooperación habría sido un éxito y nos habría permitido cumplir la sentencia bíblica "creced y multiplicaos".

La cooperación del ser humano daría lugar a diversas culturas, y en todas las que están en nuestra tradición cultural, que es la que ha conquistado el mundo, eliminando a todas las demás, la violencia estaría presente. Poco importa ya que algunas culturas "atrasadas" sean particularmente pacíficas, y si bien el origen de la violencia en la antigüedad o la edad media puede ser de gran interés, en cuanto a que algunos elementos pueden haber sido extrapolados a nuestra cultura, dejaremos esto a un lado para fijarnos en los elementos esenciales que a nuestro juicio cronifican la violencia en la actualidad.

Llama la atención que el sistema socio-económico en el que vivimos fue construido sobre la violencia, el llamado imperio del algodón, que permitió la acumulación de capital en Europa mediante la explotación del trabajo esclavo en las colonias y países periféricos del sistema. A lo largo de toda esa época (desde finales del siglo XV hasta finales del siglo XIX) se van creando los estados-nación. Antiguamente, aunque ahora nos parezca extraño, las naciones no eran otra cosa que los territorios de un Rey, aunque ellos fueran tremendamente diversos y sin nada en común. La emergencia del capitalismo permitió la centralización del poder, y la erosión del poder de la nobleza terrateniente que había dominado la Edad Media. En la Edad Media los nobles tenían la obligación de prestar apoyo militar al Rey, pero en la práctica gozaban de una gran autonomía, hasta que con la llegada de la Edad Moderna y el capitalismo mercantil su poder fue reduciéndose de forma paulatina hasta desaparecer.

La centralización se produjo de forma paralela a la unificación de los mercados: unificación de moneda, legislación, justicia (con la creación de juzgados dependientes del poder central) y eliminación de las barreras a la entrada de productos de otras regiones. Se creó una burocracia estatal que se comunicaba en la lengua de la corte. Con el transcurrir del tiempo, a lo largo de varios siglos en un proceso lento pero sin tregua, la nación terminó identificándose con un territorio de cultura y memoria histórica común, generalmente con una lengua común. Había nacido una comunidad ficticia, la nación, en la que volcaríamos nuestro anhelo de pertenencia y cooperación. La cooperación que en la tribu o la parroquia se daba de forma natural por la solidaridad que se creaba por el simple estar y hacer conjunto sería sustituida por la adhesión a esta nueva entidad abstracta.

El problema de toda comunidad, real o ficticia, es que incluye a los que pertenecen a ella y por tanto excluye al resto. Este problema sería menor sino fuese por otro de los elementos que definen nuestro sistema socio-económico, santificado por la disciplina que en el siglo XIX se conoció como economía política, y que a finales del siglo XIX pasó a denominarse Economía a secas, para aprovechar el prestigio que comenzó a tener todo lo que se definiese como científico; este principio es la competencia. Cooperamos dentro de organizaciones, clubes deportivos, empresas o estados, pero estas organizaciones deben competir entre si. La competencia es el mecanismo que permite el óptimo social, según la Economía, aunque por el camino se pierda de vista que la cooperación, aunque sea mediante cierta disciplina y coacción, es el mecanismo que predomina y se fomenta en las organizaciones, y no la competencia.

La competencia dentro de una comunidad queda contenida por las reglas de esta, que por el bien común impone unos límites que no se pueden sobrepasar. La competencia entre comunidades, o entre personas de comunidades distintas, es la guerra. La famosa frase de Frederic Bastiat "cuando las mercancías no crucen las fronteras, lo harán los ejércitos", es, a la vista de lo que acabamos de exponer, una falacia formulada por uno de los imbéciles más sobrevalorados de la historia ¿Qué importa que sea la mercancía o el ejército el que destruya tu comunidad? El hecho de mayor transcendencia es que es destruida. Estableciendo un paralelismo con la lucha de algunos mamíferos por las hembras de su especie, realmente que te quiten a tu mujer de forma violenta o por perder un civilizado partido de criquet ¿es importante? La competencia, a través del criquet, o cualquier otro elemento simbólico, puede mantenerse dentro de unos márgenes pacíficos en el seno de una comunidad, que establece compensaciones para los perdedores si lo que hay en juego es importante. Si el que te quita a tu mujer es el otro, no sometido a unas reglas y autoridad común, la posibilidad  de conflicto violento aumenta exponencialmente.

Nuestra civilización ha intentado alcanzar la paz eliminando el estado-nación, al que se ve un reducto del provincianismo atrasado frente a la razón del universalismo globalizador, y evidentemente ha fracasado. No han comprendido que los vínculos, las tradiciones, costumbres, comunidades, lejos de ser provincianas son la sociedad a la medida del hombre, a una escala humana (aunque posiblemente el estado-nación no represente esto fielmente, pero es el sucedáneo que tenemos mientras construimos algo mejor). Son por tanto naturales. Todo parece indicar que sería mucho más inteligente intentar transitar la segunda vía, limitar la competencia y potenciar la cooperación entre comunidades. Esto no se ha intentado, pues nos domina el fetiche de la mercancía. La mercancía no debe cruzar la frontera sin un fuerte consenso para ello, en caso contrario es posible que muchas personas salgan dañadas, y terminen formando ejércitos.

La violencia es sistémica, de poco vale ser pacifista si apoyas un sistema violento, Hoy, tenemos la opción, remota, es cierto, de construir un sistema basado en la cooperación y no en la competencia. Tenemos la obligación de entender cómo puede esto llevarse a la práctica y ponernos manos a la obra.

4 comentarios:

  1. Pero a un teniente del ejército de tierra, por denunciar las corruptelas de sus superiores, lo desfenestran.A la capitana acosada por un superior, consiguen echarla y ascender a su agresor sexual. Ese ejército, ni me defiende ni me representa: tan solo se gastan el dinero de los contribuyentes en batallitas y jugar a los soldaditos. Bravo. TODO POR LA PATRIA(O por la pela y la tapia?)

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    1. Gracias anónimo por tu reflexión, como hemos explicado en el artículo, la motivación principal del sistema, el beneficio, nos impide avanzar hacia un mundo más pacífico.

      un saludo,

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  2. Decía Polanyi en “La gran transformación” al hablar de los mercados locales anteriores a la modernidad que “La paz del mercado quedaba asegurada a costa de rituales y ceremonias que restringían su radio de acción, a la vez que garantizaban su capacidad de funcionar en los estrechos límites que le eran asignados.” Y explicaba que la posterior introducción del mercado autorregulado por parte de los estados-nación como principio económico dominante dio la vuelta a esa situación insertando las relaciones sociales en este sistema económico competitivo y marginando otros tipos de relación dada la “imporancia vital del factor económico para la existencia de la sociedad”.

    Aquí se puede rastrear el origen de la impotencia de la política ciudadana (dentro de los estados nación), o el origen del desarraigo forzoso y de la soledad que conlleva (para cada individuo), o el motivo por el que se perpetúan las guerras (entre naciones). Y es que cuando dependemos del mercado y sus reglas prevalecen sobre las reglas de la convivencia, la paz pasa a ser uno de esos "tipos de relación" secundarios, sacrificables en favor del necesario crecimiento. Los generales la invocarán publicitariamente como su eterno objetivo, como la zanahoria del burro que nunca termina de alcanzarse, y que cuando se alcanza puede ser "la paz de los cementerios", la paz de las fosas, la paz de las dictaduras (o la paz amurallada de los beneficiarios).

    Tendríamos que pasar a reivindicar, más allá de la paz, la convivencia, un concepto que apela a la vida (no a un mero estado de la sociedad) y que requiere unas reglas adecuadas para garantizar la inclusión, el respeto y la sostenibilidad por encima de lo que convenga al “dinamismo” de los mercados. Reciprocidad, redistribución y autogestión comunal para lo necesario son los principios económicos que (con mayor o menor fortuna y justicia) siempre acompañaron a la humanidad hasta la llegada de la fiebre de los mercados. Convendría actualizar estos principios para dotarnos de una colaboración transnacional justa en favor de la autonomía de todos los pueblos que compartan este enfoque.

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  3. A mi me da la sensacion de que el Estado moderno no lo creo el capitalismo, sino el propio monarca feudal al ir absorviendo feudos y ello fue la culminacion y muerte del propio sistema feudal. El Estado moderno ─o sea ya no feudal─ lo creo el monarca absolutista, convirtiendo toda una serie de feudos en un feudo unico, germen de lo que luego seria considerado y construido (forzado a ser) un pais o nacion.

    La tension del monarca con sus feudales, de ese pretendido primus inter pares, desempató con la implantacion del mercantilismo por parte del monarca absolutista, el cual se configuró como un capitalista anticipado, como ese capitalista que sueña con el monopolio y hacerse el amo del mercado.

    Pero las relaciones entre reinos continuaban bajo los parametros feudales, de modo que las tensiones, conflictos y guerras fastidiaban el "pacifico" comercio, esto es los negocios de los aristocratas que se hicieron capitalistas y los de los burgueses que rivalizaban con ellos en riquezas. Esto dio a unas curiosas y cambiantes alianzas. En el proceso de comerse los feudos la corona encontró apoyo en las ciudades que obtenian a cambio un regimen juridico particular, una carta otorgada por el monarca... y asi se llego a decir que el aire de la ciudad hace libre, pues la gente de las ciudades deja de ser siervos de la gleba y de las ciudades salian recursos y financiacion para las guerras de quien ofreciese mejor retorno y fueros particulares.

    El oro de las indias a la vez que reforzo en España a una aristocracia muy arrogante e inutil, propicio el mercantilismo en el resto de Europa al poner en circulacion muchisimo oro, el cual dejo de ser patrimonio de aristocratas y monarcas, pasando a estar tambien en manos de plebeyos enrriquecidos guarecidos en las ciudades.

    Se me antoja de algun interes esta puntualizacion por lo mucho que conserva el capitalismo de aquellos tiempos seminales, pues su forma de nacer se manifiesta en sus formas de hacer y ello aun hoy en dia, al punto de que no creo exagerado considerar que el capitalismo es un aristocratismo sin monarca, pero cuyos poderes pasaron a manos de los banqueros, puesto que en una sociedad dineraria el nucleo del poder lo detenta el manejador de los dineros, el cual ya hizo sus pinitos cuando financiaba las guerras de feudales y monarcas.

    El capitalismo no se ha civilizado, continua basado en la guerra y el saqueo, en el expolio de personas y territorios, pero ahora y desde la Primera Guerra Mundial, está abrumadoramente dirigido por el endeudador a interes compuesto.

    Como nos han educado para resolver problemas con soluciones tecnicas, caigo en la tentacion de que replanteando el tema del dinero enfilaremos una solucion, pero temo que vuelva a ser una solucion tecnica, una mera solucion que da el poder a los tecnicos de esa nueva solucion.

    Incluso albergo dudas respecto a la mirifica democractizacion del gobierno y la economia, pues del mismo modo que el ser humano no es por naturaleza bueno ni malo, es basico considerar que clase de individuos, que clase de tropispos inculturados, ejerceran esa democratizacion.

    Nota:
    En verdad, me temo que no he aportado nada... es solo un desahogo.

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