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lunes, 7 de agosto de 2017

¿Quién regulará la Renta Básica?


Fuente del dibujo  /  Fuente de la cita: [1]

La propuesta de instaurar una Renta Básica, una asignación monetaria incondicional para toda la población, ha recibido una atención inusual en lo que llevamos de año. Quizá la novedad más llamativa ha sido el eco que ha tenido en la reunión del Foro de Davos, y el apoyo que ha concitado entre algunos miembros de las élites políticas y económicas, conspicuos partidarios del neoliberalismo y de su globalización. Al parecer anticipan una descomposición social que podría poner en peligro la estabilidad del entramado que sustenta sus privilegios en caso de no adoptar medidas paliativas.

De cara a la galería hablan mucho de robotización, inteligencia artificial y eliminación de puestos de trabajo. El aporte de talento y esfuerzo va a estar cada vez menos remunerado en el mercado porque va a ser menos necesario incluso en trabajos intelectuales y creativos. De prolongarse esta tendencia quizá sólo el papel de inversor o empresario proporcionará la posibilidad de beneficiarse del sistema productivo (en una nueva vuelta de tuerca del llamado capitalismo popular al que se nos fuerza).

Cabe preguntarse qué ocurrirá cuando la inteligencia artificial supere la capacidad humana para el emprendimiento, cuando la computación sea capaz de conocer e incluso prever la demanda organizando la oferta de modo inmejorable. Ya no tendremos que cuestionarnos sólo el tipo de propiedad de los medios de producción o las formas admisibles de gestionarlos sino también la propiedad intelectual de esa inteligencia artificial. ¿Cuál será entonces el supuesto mérito inversor con el que justificarán su poder y sus beneficios los amos del mundo? ¿Qué nuevo constructo ideológico dará cobertura a la desigualdad?

Pero parece bastante claro que tienen otros motivos, que sólo reconocerán entre bambalinas, para temer una peligrosa desestabilización social. El carácter agotable de los recursos fósiles y minerales, y la certeza de que esto junto al cambio climático y otros desastres ecológicos provocará oleadas de exclusión y migraciones masivas, son cuestiones que no pueden ser ignoradas por personas que cuentan con buena información. ¿Cómo contener entonces la angustia generalizada y la indignación por la situación en la que nos habrán dejado tantos años de productivismo insostenible y desposesión?

El verdadero peligro para el futuro no está en que los avances tecnológicos traigan una vasta eliminación de puestos de trabajo, que quizá no se produzca, sino precisamente en la posibilidad de que esos avances sirvan para aumentar la producción con más eficacia y sin dejar de emplearnos para ello, (como parece celebrar el artículo recién enlazado, que asume explícitamente la aspiración a un crecimiento exponencial ininterrumpido). Y quizá también nos empleen con mayor eficacia explotadora dada la precarización que supone la gig economy, o las mayores posibilidades de controlarnos en el puesto de trabajo.

El modelo económico determina el sentido que adoptan los avances, y bajo el paradigma actual, el aumento de la productividad sólo es aprovechado por los propietarios, que compiten por incrementar sus beneficios. Así las cosas todo parece indicar que estos avances servirán para intensificar la explotación de la biosfera y de la humanidad, acelerando la tendencia hacia un colapso socio-ambiental generalizado. La Renta Básica podría aliviar el deterioro progresivo de las condiciones de vida en tanto llega ese colapso. Algo es algo. Pero bajo otro paradigma esta medida también podría tener un sentido preventivo encaminado a evitar, en la medida de lo posible, ese desastre.

En primer lugar, como mera medida paliativa, el ingreso garantizado no implicaría una impugnación del modelo actual, e incluso, como vemos, puede llegar a ser una concesión por parte de las élites para evitar que caiga su sistema de privilegios. No obstante debemos preguntarnos si acaso no merecieron la pena muchas otras concesiones, ahora en peligro, arrancadas a la codicia en el pasado (como la jornada laboral de ocho horas, el sistema de pensiones, los convenios colectivos, los sistemas de protección social o los servicios públicos -dejando al margen cómo deberían ser estos-). De hecho, desde la irrupción del capitalismo, esta ha sido la principal vía para obtener mejoras generalizadas: el temor a una insurrección (del tipo que sea, huelga, boicot, revolución, etc.) ha permitido arañar esas mejoras, a la espera de que fragüe una alternativa sistémica que podamos oponer desde la convicción mayoritaria.

Pero es el contexto general en el que se aplique esta medida el que determinará si tiene un efecto favorable para la sostenibilidad y para la emancipación humana, o si por el contrario, será aun más productivista, neoliberal y elitista (en el caso de que se optase por eliminar los servicios públicos a cambio, algo totalmente innecesario para implementar esta renta teniendo en cuenta la desorbitada desigualdad de nuestros días o bien la posibilidad de financiarla mediante un sistema de dinero soberano). La Renta Básica no determina el tipo de sociedad en el que vamos a vivir salvo en un aspecto esencial como es garantizar la inclusión social y una libertad limitada pero real y compartida por todos.

Sin embargo, en segundo lugar, esta mejora también implica algo muy significativo para el cambio de época al que nos enfrentamos. Una inclusión básica garantizada para todos es la condición de posibilidad para acceder a una sociedad en la que la conformidad material sea considerada una virtud y no un vicio. Esta otra forma de valorar las cosas abriría la puerta a una transición preventiva que sí podría suponer un verdadero cambio socio-económico siempre y cuando se acompasara con las políticas adecuadas.




Actualmente el miedo a la exclusión social y la veneración de la riqueza llevan a sobrevalorar los bienes materiales y el exceso de producción, fomentando así la acumulación preventiva, la ostentación y el repudio a las conductas “improductivas” según el criterio de los mercados. Toda nuestra vida ha de ordenarse en función de este canon económico convertido en un mandato. La posibilidad de una mayor sobre-producción no se ve como un peligro sino precisamente como el criterio de valor para juzgarlo todo. Sin un cambio de mentalidad que permita apostar por una sobriedad socializada y política, compartida y no excluyente, la sostenibilidad simplemente seguirá siendo un paradigma cada vez más alejado de la vida humana, y con ella, nuestro futuro.

Por lo general ponemos nuestras expectativas vitales en obtener, por medio del consumo, una volátil fascinación, la exaltación de las experiencias y la acumulación biográfica de las mismas como quien hace recuento de bienes. Incluso la cultura, cuando no es entendida como una acumulación de datos apta para un concurso, es vista como una adquisición de experiencias cool a las que se asiste en todo tipo de espectáculos seleccionados entre una oferta azarosa, sin buscar en los mismos un sentido que vaya más allá del final de la función. Esa fascinación pasajera que consumimos de formas variadas es el premio esperado por una vida de sacrificio. Pero el encanto siempre se desvanece como agua entre los dedos al poco de llegar, o como hojas consumidas en una hoguera sobre las cenizas de una insatisfacción profunda y recurrente (cada vez que la llama de la novedad se apaga). Y para renovar su obtención es necesario pasar largas jornadas laborales entregados a actividades a las que no se ve otro sentido que cobrar lo necesario para recuperar ese consumo obsolescente, (siempre y cuando el salario dé para algo más que para sobrevivir).

Sin embargo es posible proyectar nuestro futuro hacia otro tipo de aspiraciones más satisfactorias que también nos permiten disfrutar de la vida y, mejor aun, sentir amor por ella. En contra de lo que puede creerse a primera vista, el goce no es ajeno al cultivo de la voluntad y de las propias capacidades siempre y cuando a uno le parezca que la actividad que las motiva tiene sentido por sí misma, sin necesidad de remuneración. El empleo que nos roba las capacidades nubla esta asociación entre disfrute y esfuerzo al exigirnos una tarea que no requiere sentido, y en el tiempo que nos deja para nosotros, tendemos a perder de vista esta otra posibilidad y el horizonte que muestra en cada caso.

Frente a la búsqueda de un superficial hechizo consumible, cabe elegir un disfrute de la vida centrado en una autoconstrucción desmercantilizada (individual y colectiva), basado en cosas como apostar por el ejercicio autónomo de las potencialidades en actividades voluntarias a las que veamos sentido, o como desarrollar antifragilidad (psíquica,  física y comunitaria), aprender a aceptar y a apreciar la realidad cercana, cultivar una sociabilidad que fomente la cooperación, la empatía y las relaciones independientes de la mediación del dinero, buscar una auto-orientación cultural a partir de inquietudes propias en evolución, compartirla para mejorar esta vivencia y para extender la cultura libre, y entender la propia cultura como una manera de comprender el mundo, a los demás y a nosotros mismos, y como una forma de establecer un vínculo con todo ello.

La conformidad material se ha convertido en la muestra más elocuente de inconformismo en nuestros días, y lejos de suponer una merma de expectativas, sólo implica una reorientación de las mismas hacia fines más auténticos, (construidos por uno mismo), y más satisfactorios, (menos dependientes de aportes comerciales que dejan de llenarnos cada temporada).

Pero las expectativas están muy condicionadas socialmente. Todos buscamos ser valorados por los demás, por quienes nos rodean y por la sociedad en general. De modo que sólo cuando pasemos a valorarnos unos a otros y a nosotros mismos en función de verdaderos valores humanos, al margen de su rentabilidad o de la ostentación económica, entonces la vanidad o la ineludible necesidad de aceptación social dejarán de jugar un papel favorable al productivismo insostenible y alienante, a la desigualdad y al deterioro de la convivencia. Algo tan simple como nuestra opinión sobre el modo de vida de los demás forma parte de la política que cada cual promueve. Esta es una parte del problema. La otra está en las condiciones socio-económicas organizadas desde la política formal.


Para dejar de sobrevalorar la acumulación de bienes materiales y el exceso de producción es necesario disponer de una garantía de inclusión, haciendo de esta un prerrequisito de nuestro modelo económico en lugar de tratarla como un objetivo incierto y que, mientras tanto, “estimula” el esfuerzo productivo. La Renta Básica no es la única medida enfocada en este sentido y podría (y debería) combinarse con una garantía pública de empleo sostenible que aspirase a ocupar a todo aquel que además quisiera trabajar, y con un reparto del trabajo que nos permitiera ganar tiempo para la autonomía como el “bien” más preciado que podemos desear en nuestros días. Pero la Renta Básica es la única medida que puede asegurar con facilidad y sin exclusiones que ese derecho a la existencia sea realmente un derecho, llegando a todo el mundo en todo momento.

Es difícil concebir una propuesta con un mayor impacto favorable y directo para las personas desposeídas, precarizadas o excluidas. Si la izquierda no la apoya, (como parece ser el caso de parte de la izquierda española), una vez más quedará fuera de lugar, en una nube de confusión retrógrada, y probablemente el centro derecha la rebasará por la izquierda proponiendo esta medida y concitando con ello un mayor apoyo. Incluso aunque se tenga más simpatía por otras propuestas (no incompatibles) como el trabajo garantizado, sería un profundo error no apoyar cualquiera de las medidas que pueden sacar de la opresión económica a la parte de la población más perjudicada por el actual estado de cosas. No hay por qué cerrar la puerta a las diferentes oportunidades de avanzar que vayan surgiendo aunque cada cual centre su activismo en aquella en la que más se crea. La cuestión tiene su importancia porque, como hemos visto, el resultado será muy diferente en función de quién sea el que implemente la Renta Básica, en función de cuál sea el contexto político en el que se enmarque esta creciente demanda social.

Mientras la derecha liberal aprovecha cualquier ocasión que le permita avanzar hacia su horizonte elitista, la izquierda podría autoexcluirse del futuro si antepone los dogmas de la adoración productivista a la emancipación humana y a la sostenibilidad. No tiene sentido el temor a librarnos directamente de la pobreza, ese refuerzo negativo utilizado para que seamos sumisos a los patrones. Por el contrario, contar con una base material sólida facilitaría organizar el complejo reparto del trabajo, (incluido el reparto del trabajo doméstico, comunitario, para el autoconsumo y de cuidados no remunerado). El reparto del empleo y el reconocimiento económico del valor de la actividad autónoma serían avances necesarios no sólo para las personas más perjudicadas por este sistema sino para todos los niveles del escalafón laboral. Una vida más autónoma es el verdadero horizonte moral de una sociedad que puede proporcionar recursos básicos a todo el mundo aun forzando mucho menos los límites del planeta.

En tanto no llegue el colapso al que nos avoca el mundo moderno, (momento en el que el trabajo humano volverá a cobrar especial relevancia entre una nueva escasez de recursos naturales), es precisamente el trabajo productivo que mueve todas las máquinas del mundo actual el que está acelerando el desequilibrio ecológico que nos pone en peligro con su explotación de la biosfera. Si ponemos el valor de producir por delante del derecho a la subsistencia, si nos exigimos demostrar que somos productivos antes de concedernos el derecho a existir precisamente cuando la robotización hace que cada hora de trabajo sea cada vez más productiva, difícilmente podremos contener el mundo económico en una escala que pueda ser soportada por el medio natural tal y como lo necesitamos los seres humanos.


Fuente de la cita [2]



A continuación algunos artículos que recogen la evolución de la propuesta de Renta Básica a lo largo del mundo. Salvo en los dos primeros, se propone la RBU sin cuestionar el crecimiento económico, aunque en ocasiones se habla de posibilitar estilos de vida más sostenibles, de otras formas de trabajo y de ocio, o de valorar trabajos que no contabiliza el PIB y que no están agotando recursos. Sin embargo, como argumentamos al final de esta entrada, la libertad política que confiere la seguridad económica permitiría afrontar el debate sobre la sostenibilidad sin el chantaje de la exclusión social, y sobre todo, haría posible plantearnos en la práctica el problema ignorado de la dimensión de la economía.

“La implantación de la RBU podría revertir el rigor de la cadena de necesidad y servidumbre en que ha venido a dar nuestra sociedad de Trabajo y Consumo. (...) Es decir, sostenemos que una sociedad mejor no es la que produce más (“productivismo” o “crecentismo”) sino la que es más justa, ampara contra la sumisión y favorece las condiciones para la reducción del metabolismo industrial y el desaforado extractivismo actuales. (...) La frugalidad, sencillez de costumbres y minimización de la huella ecológica son loables ideales de vida que la RBU puede facilitar, al proteger a las personas de la servidumbre.”

“Una renta básica más sustancial que el dividendo resultante del impuesto del carbono será necesaria para asegurar la seguridad económica de todos los ciudadanos si estamos en una economía que no crece. Esta renta básica puede facilitar el reparto del trabajo. Eso significa más equidad y menos necesidad de bienes de posición (estatus). Esta medida encaja con las políticas de desempleo debido a la automatización.”


En este artículo se detallan los motivos principales por los que la Renta Básica “es motivo de una acelerada atención de medios de comunicación, partidos políticos, movimientos sociales y ciudadanía en general.”

“Hay que dejar atrás el ‘trabajismo’, el pensar que el empleo será la respuesta a la crisis. No importa cuántos puestos de trabajo se creen: los salarios no aumentarán. El pleno empleo es una respuesta del pasado a la crisis. Hace falta un nuevo sistema de redistribución de la riqueza que actúe sobre el capitalismo rentista."

“Proponemos reducir la jornada un 15% promedio con la proporcional reducción del salario (coste laboral) pero compensada ex-ante por una RBU de 622€ al mes por adulto…”

El programa, que empezará el próximo mes de setiembre y durará dos años, analizará sobre tres ciudades-laboratorio, Helsinki, Utrech y Barcelona, las políticas de ayudas para "mejorar la intervención".

"No podemos construir derechos humanos que solo quedan remitidos al presente y al pasado. Hay que abrir la mirada al futuro y en esa perspectiva, todos sabemos que la sustentabilidad de la democracia está en la distribución básica de recursos", opinó el Secretario de Derechos Humanos, Nelson Villarreal.

“en Italia, tal y como sucedería en países con niveles de protección parecidos como España, Portugal y Grecia, el impacto de la renta universal sería muy positivo debido a la escasez de las ayudas.”


“La RBU ya está sobre la mesa: el primer paso ya está dado y, si no imposible, será difícil volver atrás. Ahora toca evitar que anulen la parte más revolucionaria (o disruptiva, hablando como tecnosociólogos) de su núcleo: modificar, para mejor, las relaciones sociales y políticas de distribución, y empoderar con ello a la ciudadanía en su conjunto.

“El precariado avanza en todo el mundo y Trump o el Brexit son las señales más claras de que ese descontento de las clases medias (occidentales) puede desembocar en una ruptura con el orden económico establecido, algo que preocupa a las élites económicas.”

Artículo que reseña tres libros recientes que propugnan la Renta Básica desde posiciones conservadoras. “La renta básica universal es el tema estrella de los nuevos análisis, aunque cause mucha controversia. (...) La identificación de la persona con su trabajo cambiará, como ya lo hizo en la Revolución industrial. Pero además se valorarán más otros trabajos importantes hoy fuera del mercado.”

“Debemos tener una sociedad que mida el progreso no sólo por indicadores económicos como el PIB, sino por cuántos de nosotros tenemos un papel que consideramos significativo“, dijo Zuckerberg a la multitud.

“El camino es inexorable: la nueva realidad impuesta por la economía colaborativa creará un nuevo paradigma laboral. El autónomo se hace más fuerte, las empresas deberán tener seguros y no podrán penalizarlos por no cumplir objetivos. Esta nueva configuración marca también la necesidad de una renta universal. Es lo que propone Adigital, la patronal española de economía digital, basándose en estudios de mercado, recomendaciones de expertos y sentencias judiciales.”


Silicon Valley y muchos expertos tecnológicos señalan la renta básica como solución a la automatización y a los cambios del mundo del trabajo. "Las compañías tecnológicas se llevan a casa los beneficios y afrontan cada vez menos presión para pagar un salario que dé para vivir", dice Jathan Sadoswi

“Tal y como opina Juan Gimeno, presidente de la ONG Economistas Sin Fronteras, “en Davos se habla de RBU porque son conscientes de que la falta de cohesión social e injusticia crecientes son un polvorín; la ven como un seguro para que el sistema no explote, no como un elemento de justicia social como lo vemos nosotros”.

“Mientras la automatización reduce la necesidad de trabajo humano, algunos ejecutivos de Silicon Valley piensan que un ingreso universal será la respuesta, y la prueba beta está teniendo lugar en Kenia.”

Artículo del activista en favor de la RBU, Scott Santens para el Foro de Davos, que este año ha incluido un panel dedicado a este tema:
“La idea de la Renta Básica suena engañosamente simple, pero en realidad es como un iceberg con mucho más que revelar a medida que profundizas el buceo. (...) Los seres humanos necesitan seguridad para prosperar y la Renta Básica es una base económica segura, el nuevo fundamento sobre el cual transformar el precario presente y construir un futuro más sólido.”

Guy Standing también ha defendido la RBU en Davos, y para ello propone crear un fondo soberano que grave las rentas del capital, con este argumento:
“La tierra, los recursos naturales y las ideas que se convierten en propiedad intelectual forman parte de la riqueza colectiva de la sociedad, creada y alimentada por generaciones de nuestros ancestros. Por tanto, es razonable argumentar que todo el mundo debe tener una modesta participación, un dividendo social, en forma de un igual, modesta, individual e incondicional renta básica.”

  • En este documental no se habla de la Renta Básica pero parece oportuno recordar
las conclusiones del estudio que analiza, con 40 años de seguimiento a mil individuos de la ciudad neozelandesa de Dunedi. Se ha concluido que los efectos sobre la salud de la pobreza en la infancia perduran en la madurez incluso entre las personas que medraron y lograron salir de su situación de pobreza.


Más información:











[1] The psychological Aspects of the Guaranteed Income, Erich Fromm en el libro de Robert Theobald The Guaranteed Income: Next Step in Economic Evolution?, 1966

[2] Psicoanálisis de la sociedad contemporánea / The Sane Society, Erich Fromm, 1955



3 comentarios:

  1. Muchas gracias para este articulo. Es muy completo e interesante. Solo con Erich Fromm estoy parcialmente en desacuerdo cuando dice que hay un "derecho a vivir". Un derecho a vivir se puede construir a base de una sistema judicial y moral. Pero la naturaleza es incapaz de suministrar tal derecho porque es ella la que tiene el dominio sobre la vida.(aun) Un derecho a vivir por tanto para mi es solo puede ser un acuerdo abstracto cultural. Si reclamamos un derecho a vivir simplemente por haber nacido ignoramos que no somos dueño de la vida.

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  2. Gracias por el comentario, Rob. Este es un punto muy interesante porque precisamente el ser humano, como conjunto, sí se ha adueñado de la vida. No es su creador ni sabe sostenerla pero la ha “cercado” y ha anulado el ancestral acceso libre a la abundancia natural de la que podíamos obtener recursos para nuestra vida. Esto es así porque hace mucho que dejamos de obtener esos recursos en base a un criterio de suficiencia, (permitiendo que todo el resto siguiera su curso y valorando la conformidad en lo material), y en lugar de ello apostamos por una expansión totalitaria.

    Lo que vengo a decir es que la sociedad, como principal regulador natural en la era del antropoceno, haría bien en restaurar ese acceso a la subsistencia, ahora en forma de derecho. Con ello se abriría el camino a recuperar también la conformidad material como nueva pauta colectiva para la sostenibilidad.

    Por supuesto, el derecho es una institución de la sociedad, no de la naturaleza. Entiendo el “derecho a vivir” de Fromm en dos sentidos. En primer lugar, la concepción del ser humano como ser social amparado por su comunidad. Este amparo material en realidad es lo normal en todas las sociedades tribales -lo “natural” en nosotros-, no sólo en la tradición religiosa y humanista occidental. La exclusión dentro del mismo colectivo es la excepción que instaura el capitalismo en nombre del despotismo productivo. Y en segundo lugar, este derecho sería una emulación en sociedad del libre acceso a los recursos naturales suficientes para vivir. Pero si la doctrina productivista acaba degradando la naturaleza hasta el punto de no poder obtener de ella alimento para todos, no habrá forma humana de hacer posible el derecho a la vida. La naturaleza no concede derechos -tienes razón-. Como ya he dicho alguna vez, puede que en el futuro la única Renta Básica sea la agroecología de proximidad que podamos compartir.

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  3. Excelente entrada. Felicidades Javier. Muy buena referencia la del humanista Erich Fromm. Bien, poco puedo añadir que no sepamos a estas alturas en cuanto estamos de acuerdo. Afortunadamente, el futuro no está escrito, el problema es, que nuestro tiempo presente es demasiado breve y, mientras, se nos escapa la vida como el agua entre las manos. No estoy seguro de que lleguemos a tiempo de ver en vida una Renta Básica. Llevo muchos años siguiendo esta propuesta y sus múltiples iniciativas en diferentes lugares del mundo. Como seguro sabes, aquí en España, el fundador de la organización Renta Básica fue el economista catalán Daniel Raventós que dice: «Para ser realmente libres necesitamos gozar de una existencia material garantizada»

    Abrazos

    Juan Bernardo Montesinos

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