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martes, 12 de enero de 2016

Autonomía e identidad tercerizada: "la marca"

Hoy pensé, sólo por diversión y de manera completamente hipotética, que sería un experimento interesante prohibir las marcas.


¿Quién tiene dudas acerca de la excelencia de ingeniería de los instrumentos náuticos de Suunto o la fiabilidad y seguridad de un Volvo, la función elegante e impecable de ordenadores portátiles de Apple, palos de golf de Mizuno o equipo de alpinismo de Deuter? Adoramos identificar-nos con los altos listones que estas empresas se ponen a sí mismas . Creemos que algo de su brillantez y éxito se desvanecerá a las propiedades de nuestra propia vida mediante la compra de sus productos.


Nos gusta dejar la gestión de tareas en nuestras vidas con la misma manera eficiente y bien pensada como estas marcas de alta cualidad prometen. Quien no se ha hecho una paja mental con lo fácil y chulo que es usar iTunes o Spotify. ¿A Quien no le gusta calzarse unas bambas de senderismo que sientan como un calcetín y encima tienen los colores de otoño y tierra para sentirse mas cerca aun de la naturaleza? ¿Quien no considera que entrar en un coche Mercedes y sólo al cerrar la puerta es un orgasmo de sensaciones agradables? Queremos que esta cualidad de acabado se convierta en un aspecto de nuestra propia vida. Queremos que nosotros también seamos agradables, fuertes, elegantes y astutos como los productos que compramos. Las marcas de alta calidad y prestigio no sólo exponen nuestro criterio estético y nivel socio-económico hacia el exterior sino también cambian algo dentro de nosotros. Parece que realmente nos hacen funcionar mejor, ser más resistentes y más atractivos.


Pienso que este efecto es un placebo que desaparece en el mismo instante que quitamos el símbolo de la marca del producto. De este modo propongo que nos imaginemos que la marca es un sucedáneo para lo que llamamos identidad A la vez somos como las células cerebrales de las empresas, pensamos por ellos, hacemos la gran parte del trabajo para su desarrollo y acabamos comprando nuestras propias ideas de ellos. No importa si somos consumidores de su producto o empleados recibiendo un salario de ellos. De cualquier manera, nosotros somos el mecanismo vital y parte de la infraestructura de su cráneo. Sin nosotros no son más que un motivo de bajo interés sin ninguna dirección o plan u organización. Sólo pretensión vacía de algunos pocos egos .

¿Entonces que hay de la relación con nuestras marcas de alta calidad y porque es tan dañina para el desarrollo de personas emancipadas y autónomas?


Consideramos que la elección de marca es una expresión de la libertad individual, creemos que es la propia libertad de expresión que se manifiesta en la decisión para un producto u otro.

Pero la compra de algo que se ajusta a nuestra personalidad y muestra por tanto una parte de la misma, no es libertad de expresión. Libertad de expresión es un derecho humano que consta en casi todas las constituciones nacionales de este mundo, pero expresamos opinión e incluso posiciones morales con la compra de productos de marcas específicas y así confundimos el acto de comprar con el mismo derecho fundamental constitucional. Podríamos decir lo que pensamos en vez de comprar un producto cuyo mensaje de marketing expresa algo parecido pero mas simplificado.


Ahora sabemos que estamos en condiciones de servidumbre ante nuestras marcas de alta calidad, ya sea porque trabajamos para ellos o compramos sus productos. Las empresas son unas de las instituciones de hoy que proporcionan identidad y significado para muchos aspectos de nuestra vida. ¿Queremos expresar que nos preocupamos por nuestro ecosistema? Las marcas nos ofrecen cientos de maneras de expresar esta actitud , con la compra de un producto sencillo hacemos una importante afirmación sobre nuestra personalidad.

De esta manera creamos una unión inseparable entre la marca y nuestra identidad individual. Permitimos a la marca convertirse en parte de nuestra identidad con las declaraciones de fácil e instantánea consumición sobre algún aspecto de la vida que nos importa, y no tenemos que desarrollar esa declaración con nuestro propio pensamiento y razonamiento. Compramos algo cuyo mensaje de marketing se ajusta más o menos a lo que queríamos expresar. Esto es el momento cuando la marca se convierte en una parte de nuestra identidad.


Requerimos ahora, cada vez más, declaraciones sobre nuestra personalidad más satisfactorias y concretas porque queremos "desarrollarnos como personas". La mochila de la línea de materiales ecológicos, el coche con pintura natural, una APP que nos avisa sobre destinos de viaje donde hay muchas infracciones de derechos humanos, la furgoneta diésel con cama para hacer más aventureras las vacaciones , las bicicletas urbanas... De todos los productos y marcas de destino más burgués ya ni hablamos. (paradores, ropa de esquí, jersey rosa con cocodrilo, coche con anillos olímpicos) Un cambio de la marca de repente se convierte en un riesgo. El riesgo de perder la identidad en algún aspecto que nos importa mostrar sobre nosotros.

Poco a poco nuestra sociedad fue condicionada a basar su identificación en todo lo que tiene que ver con consumir sin necesidad primaria. Una cultura de adquirir una imagen auténtica de nosotros a través de marcas y productos secundarios, que cada vez más responden a nuestros pensamientos y dudas sobre el mundo político y social con respuestas y soluciones ideológicas de fácil acceso a precio competitivo.


Hemos llegado hasta tal perversión que los nuevos emprendedores no desarrollan una propia filosofía de negocio sino simplemente adoptan el concepto de los grandes cráneos vacíos a pequeña escala y se convierten en el dueño y el esclavo de su propia empresa individualista. Desarrollan estrategias de mercado y una "clave de indicador de desempeño" ( KPI) para un promedio de 72 años de vida. Consultan estudios de mercado sobre ellos mismos como consumidores para venderse sus propios productos como fabricante. Estamos a punto de perder nuestra identidad completamente copiando el camino de nuestras empresas favoritas y adaptándolo a nuestra vida privada y creativa.


Eso será el momento cuando nuestra cabeza explotará como un huevo en el microondas.


Creo que provocaría una enorme ola de indignación si se prohibieran las marcas comerciales. Sería interpretado como una violación de un derecho básico a poder comprar lo que uno quiere pero no hay tal cosa como un derecho fundamental a comprar y no tiene nada que ver con la libertad de expresión y tampoco absolutamente nada con la libertad en sí.




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