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lunes, 6 de mayo de 2019

Principios para el diseño de acciones para cambiar el mundo: el paradigma sociocultural


En un reciente artículo describí la extrañeza que me produjo la visita de la exposición “Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos” y que se pudo ver hasta febrero de este año en Madrid, y que en breve podrá visitarse en Nueva York. La extrañeza proviene de estar contemplando con mis propios ojos la puesta en práctica de una forma de pensar que llevábamos tiempo analizando en el podcast Ampliando el Debate, con la ayuda pensadores/divulgadores como David de H-E-F, Rugi Carles o un servidor y generalmente tomando como referencia una serie de autores que incluyen a Lewis Munford, Thomas Kuhn, Theodor Adorno, Max Horkheimer, Jean-François Lyotard, Michel Foucault y un largo etcétera. De forma poco rigurosa vamos a etiquetar a esta serie de autores como postmodernos. Me interesa bien poco que en la actualidad la academia filosófica les atribuya o no esta etiqueta, más adelante entenderéis las razones. La extrañeza sobre todo proviene de que esta forma de pensar que pude ver plasmada en la exposición, estas ideas o narrativas, siguen siendo comunes hoy en día, pese a la narrativa contraria ampliamente aceptada de rechazo al holocausto judío. En consecuencia, desde mi punto de vista, estaba contemplando una especie de extraño juego de engaño/alienación social donde se niega de forma explícita lo que se afirma de forma implícita.

Deconstruyendo Auschwitz: las raíces de nuestro afán destructivo, recibió entusiastas alabanzas y críticas furibundas, algo que es normal, porque se trataba de un tentativa apresurada y provocativa de generar una “tormenta de ideas” en torno al paradigma sociocultural moderno, es decir, el paradigma sociocultural en el que vivimos actualmente, y que desplazó al anterior paradigma medieval allá por el siglo XV-XVI, y que, de forma también poca rigurosa, identificamos alcanza una formulación explícita acabada en los voceros de la Ilustración, esa que siguen defendiendo todavía hoy, de forma también poco rigurosa, los voceros del neoliberalismo.

Al hablar de paradigma sociocultural estamos tomando prestado, en un contexto mucho más amplio, el término acuñado por Thomas Kuhn en sus famosas obras La revolución copernicana y La estructura de las revoluciones científicas. Recordemos brevemente lo esencial de los planteamientos del físico norteamericano.

A la concepción del desarrollo de la ciencia de forma lineal, mediante pequeñas aportaciones que van suponiendo un avance, Kuhn opone su concepción de los paradigmas, que evolucionan a través de revoluciones científicas. En concreto, existiría un periodo de ciencia normal durante el cual se van resolviendo enigmas que deja abierto el paradigma, al que seguiría una revolución científica, en el que se plantean nuevos paradigmas para resolver las anomalías, o enigmas persistentes, que se han ido acumulando en el periodo de ciencia normal. El paradigma, define el campo de investigación, los conceptos fundamentales, los modelos teóricos y la metodología utilizada, y requiere la aceptación de la comunidad científica pertinente. Situarse en paradigmas distintos implica que se tienen distintos problemas que resolver, e incluso una concepción distinta de la disciplina científica en la que se trabaja, además de diferencias conceptuales ligadas a diferencias en el lenguaje teórico.


Así pues, podemos ver el paradigma como un conjunto de proposiciones que guían la investigación, y dentro del cual deben encajar, en el sentido de que deben ser compatibles con él, los resultados y teorías científicas que se van desarrollando. Es interesante señalar que los paradigmas son inconmensurables, no se puede evaluar con una medida común. Pasar de un paradigma a otro implica un cambio global de la percepción y de la producción de significado, lo cual excede ampliamente la lógica. Kuhn documentó este proceso para el paso de la física ptolemaica a la newtoniana.