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lunes, 25 de agosto de 2014

Modernizar el dinero



Cuentan Andrew Jackson y Ben Dyson, en un reciente libro sobre la reforma monetaria, (avalado con un prólogo del maestro Herman Daly, que nos conduciría a hablar del dinero y la sostenibilidad, pero esa es otra historia, para el futuro) que tenemos la necesidad urgente de modernizar nuestro sistema monetario. Cuando algo necesita una reforma urgente, es porque se ha quedado obsoleto, caduco, desfasado. Utilizamos un sistema que la ignorancia y la casualidad llevaron al éxito a finales del siglo XVII, con algunos parches colocados aquí y allá, durante los siglos XIX y XX.

El problema es que estamos ante una necesidad, algo vital, el dinero es por donde deben pasar todas las transacciones en nuestra sociedad, estamos obligados a usarlo, y nos afecta quién lo suministra y las normas que rigen su creación. Como vimos en el artículo anterior, La ciencia pérdida del dinero, el control privado del suministro de dinero ha sido fuente de continuos problemas a la largo de la historia. Conviene por tanto recordar como llegó la banca a hacerse con un papel tan importante en el sistema monetario.

Pasaremos por alto la edad arcaica y la teoría del origen del dinero como evolución y mejora del trueque, una fábula que surge de abstraer las ventajas modernas del dinero, pero con nulo sustento histórico y antropológico, e iremos directamente a la edad media. En Dinero y moneda en la Europa medieval Peter Spufford (pueden ver un resumen en la introducción de este artículo) describía una economía con una escasez de moneda sideral.

Algunos “emprendedores” del negocio bancario intentarían aprovechar este vacío para ir consolidando su dinero crédito emitido con interés. Este tomó en un principio la forma de descubiertos en una cuenta. Los bancos habían adquirido funciones importantes dentro del sistema de pagos, un comerciante simplemente giraba sus pagos o ingresos a una cuenta donde había un depósito en moneda, y los bancos cuadraban entre si las diferencias al final de un periodo establecido. La forma más básica de crear dinero crédito, fue permitir a los comerciantes realizar compras por importes superiores al dinero depositado. Esto podría haber provocado alguna sorpresa a la hora de saldar tu cuenta y recuperar tus monedas, y por todos lados vemos legislación restrictiva con los bancos. Por ejemplo en el año 1321 una ley catalana proclamaba que el banquero incapaz de atender a sus depositantes sería decapitado frente a su propiedad, ley que sería aplicada en 1360 sobre Francesc Castelló, decapitado sobre el mostrador de su banco.

Si bien es cierto que se crean diferentes instrumentos de pago, de muy diversos tipos, ninguno llegó a dominar, y la economía quedó constreñida por la falta de liquidez. Pero llegó el renacimiento, dominado por el lingote, gracias a el “descubrimiento de América”, que provocó una inaudita afluencia de metales preciosos a Europa, y la llamada revolución de los precios, el alza inflacionaria, desconocida por entonces, a causa del súbito aumento del circulante (para que luego digan que el oro protege de la inflación). El suministro continuo de metales preciosos reforzó el papel de la banca como intermediaria en el sistema de pagos, y cambio de moneda. Así fue con el célebre Banco de Ámsterdam: establecido en 1609, funcionó perfectamente con un coeficiente de caja del 100%, es decir, sin crear dinero, su función principal fue eliminar una fuente de inseguridad en el comercio, la calidad del pago.

Pero este periodo pronto llegaría a su fin, pasando los bancos a ocupar el rol central dentro del sistema monetario, momento culminante de nuestra historia de hoy, cuyo ejemplo más notorio es la creación del Banco de Inglaterra, que inicialmente, recordémoslo, era un banco normal, de propiedad privada y sin un rol distinto al resto. Lo cierto es que la escasez de moneda había vuelto, como en la Edad Media, una vez esquilmadas las Américas. A finales del siglo XVII en Inglaterra el oro y la plata cada vez valían más, los precios caían, y la gente atesoraba el dinero, con la esperanza de ser un poco más rica al día siguiente, sin necesidad de comerciar o trabajar. Nos lo cuenta estupendamente David Graeber en su célebre En Deuda. Una historia alternativa de la economía. Para entenderlo, primero tenemos que saber que “cortar la moneda” era recortar el borde, limando trozos de plata, y aplastarla para que pareciese que tenía la misma dimensión que una moneda “auténtica”:

"La década de 1690 fue un periodo de crisis para la acuñación británica. El precio de la plata había subido tanto que las nuevas monedas británicas (las casas de moneda habían introducido recientemente el cordoncillo, el borde estampado en los cantos que tan familiar nos resulta hoy en día, que hacía imposible la práctica de <<cortar la moneda>>) valían en realidad menos que su contenido en plata, con los resultados que son imaginables. Las monedas de plata auténtica desaparecieron; las únicas que quedaban eran las antiguas monedas recortadas, y de estas cada vez había menos. Había que hacer algo. Se desató una guerra de panfletos. El ensayo de Charles Davenant proponía que Gran Bretaña pasara a una moneda totalmente crediticia, basada en la confianza pública, pero lo ignoraron por completo. El Tesoro propuso reunir nuevamente las monedas y volver a acuñarlas con entre un 20 y un 25 por ciento menos de peso, a fin de volver a situar las piezas por debajo del precio de la plata en el mercado. Muchos de los que apoyaban esta opinión tomaron posturas explícitamente chartalistas, insistiendo en que, de cualquier modo, la plata no posee ningún valor intrínseco, y que el dinero es tan solo una unidad de medida establecida por el Estado. Sin embargo, quien ganó la discusión fue John Locke, el filósofo liberal, que en aquella época actuaba como consejero de sir Isaac Newton, director de la Casa de la Moneda. Locke sostenía que no se podía hacer que una pieza pequeña de plata valiese más simplemente rebautizándola como un <<chelín>>, de la misma manera en que no se podía hacer más alto a un hombre bajo declarando que, desde ese momento, en un pie cabían quince pulgadas. El oro y la plata tenían un valor reconocido en todo el planeta; el sello gubernamental tan solo daba fe de la pureza y peso del metal y (como añadió en palabras auténticamente teñidas de indignación) que un gobierno falsificase esto para su propia ventaja era tan criminal como lo que hacían los que recortaban las monedas.
Por tanto, recalcaba, la única salida era reunir nuevamente toda la moneda y volver a acuñarla a exactamente el mismo valor que tenía antes.
Eso fue justamente lo que se hizo, y los resultados fueron desastrosos. Durante los años inmediatamente posteriores no hubo casi monedas en circulación; los precios y salarios se derrumbaron, y hubo hambre y descontento. Sólo los ricos quedaron a salvo."

En esta situación, en el año 1694, un consorcio de mercaderes ofreció un cuantioso préstamo al Rey de Inglaterra, con la condición de poder emitir letras de cambio por este mismo importe. Un negocio redondo, se cobraba un suculento interés al Rey, y el pagaré ofrecido por este se fraccionaba en partes más pequeñas, que eran prestadas al público también por un módico interés. Este esquema virtual resolvió la crisis provocada por el problema de las monedas y la plata. El rey empleó el dinero en pagar militares y equipamiento, por lo tanto el oro entró en la economía un poco más tarde de que lo hicieran sus pagarés por ese mismo oro. Resultado: la multiplicación de los panes y los peces, doble dinero, y además oro, doble oro.

Una mercancía, el oro, quedaba, por un lado mezclada con la unidad de cuenta nacional, la libra esterlina, por otro lado con un pagaré del rey, que este estaría, lógicamente, dispuesto a aceptar en pago por impuestos. En esta confusa mezcla, de la que el perspicaz banquero obtenía un suculento interés, no estaba claro que ingredientes le daban su valor, pero hoy, quitado el oro de en medio, lo tenemos más claro. El llamado patrón oro posterior, no fue más que una montaña de crédito, sobre unas migajas de oro. Sin embargo, todavía debemos aprender que no necesitamos a los bancos para tener dinero.

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