Érase una vez, en un remoto lugar, en una lejana ciudad, en cualquier parte. Un padre y una hija de temprana edad contemplan en silencio como en la
chimenea las ondulantes llamas hacen crujir la leña.
En la cabeza del padre se ilumina un pensamiento, y como un rayo comienza a agitarse buscando una salida… tras varios intentos encuentra una estrecha abertura por la que ruidosamente sale al exterior rompiendo el silencio…
-¡Laura! ¿Qué es para ti la Navidad?
-Papá, es un calorcito muy agradable que en estos días siento dentro de mí, no sé cómo explicarlo. ¡Papá, no sé expresarlo con palabras!, pero tal vez podría mostrártelo si quieres.
-¿¡Mostrármelo!?
-¿Cómo vas a mostrarme un sentimiento, hija?
-¿Cómo vas a mostrarme un sentimiento, hija?
-Papi, podemos intentarlo… ¡Vamos te llevaré a un lugar donde podrás verlo!
Se disponen a salir, el padre ayuda a su hija a ponerse el abrigo. En la calle, los árboles están blancos, las casas están blancas, el suelo
está blanco y también el semáforo y el buzón de correos. De la mano, la hija
dirige a su padre indicándole por dónde ir. Tras un largo paseo, la hija se
detiene ante un gigantesco árbol de Navidad hecho de metal y adornado con luces
de colores. Ambos observan durante unos minutos sin decir nada, el padre
irrumpe.
-¡Hija, esto es un centro comercial! ¿Aquí está lo que me vas a mostrar?
-Sí papá, aquí.
-¡¡Pero hija, estás segura de lo que me dices??
-Sí papá, tienes que poner un poco de tu parte… está ahí adentro. ¡Venga,
vamos!
-Mira Laura, si lo que quieres es comprar algo, no hace falta andar con
rodeos, podemos hablar.
La niña fija los ojos en su padre y con ternura le dice:
-Papá, si no quieres no tenemos por qué entrar, pero te aseguro que va a resultarte más fácil.
-Papá, si no quieres no tenemos por qué entrar, pero te aseguro que va a resultarte más fácil.
-Bueno, vale… entremos. Venga, vamos.
En el interior hay cientos de personas que, conducen carros con paquetes
envueltos en papel celofán de ricos colores adornados con grandes lazos.
-Hija… lo que veo es un montón de gente frenética haciendo compras.
-Papá, presta atención. Tienes que mirar a las personas, no a todas a la vez,
sino de una en una. ¿Ves aquella mujer? La del abrigo rojo.
-¡Sí, la veo, tiene dos artículos en la mano!
-¿Y qué más?
-¡Pues no sé, que no sabe por cuál decidirse!
-¡Bien papá! ¿Algo más?
-Pues…, parece preocupada…, creo que está indecisa…, quiere agradar pero,
tiene miedo a equivocarse.
-¡Yuuupiiiiii, bien papá! Mira ahora aquella mujer tan guapa, la bajita de
pelo blanco, con el abrigo marrón y que anda tan gracioso y despacio, ¿la ves…?
-Sí…, lleva un pequeño paquete azul…, está sonriendo…, está feliz…, en su
cara hay expectación y deseo por ver la reacción de la persona que va a
recibirlo… parece que se siente bien porque va a hacer feliz a otra persona.
-¿Papá, has entendido lo que es la Navidad?
-Más o menos hija, pero no sé qué tienen que ver los buenos deseos con
comprar cosas.
-¡Papá, olvídate de lo que hacen! Fíjate en las personas, si miras bien,
puedes ver lo que sienten. Imagina que eres tú la persona a la que estás
observando. Mira… mira aquel señor alto, el del bigote con abrigo negro y
maletín.
-A ver te digo: no para de mirar a todos lados, el teléfono en la mano, se
mueve con rapidez. Da la sensación que fuese a atropellar a alguien. Está en
todas partes, ocupa espacio aquí y allá. Está triste, frustrado, quiere algo
rápido, tiene que hacer otras cosas, sabe que lo que está haciendo es muy
importante por eso está aquí, quiere ver la cara de felicidad que pondrá su
mujer, quiere agradarla, quiere que lo quiera tanto como cuando se conocieron…
está locamente enamorado de ella.
El padre tras una chispa de lucidez consigue ver… y donde antes solo había
gente comprando…
-¡Lo veo hija!, es un juego de amor. ¡Pero por qué en forma de regalo…? ¿Por
qué no dar un te quiero abiertamente…!
-Papi es que a los mayores os cuesta mucho, creo que os da un poquito de
vergüenza y necesitáis una excusa, nos habéis enseñado que un te quiero viene
con algo que traéis en las manos.
-Hija… desde pequeño lo he vivido así y me he limitado a expresar el amor tal
y como lo aprendí.
-No te preocupes papá… ¡Ah Papa! Quiero pedirte un regalo.
-Jajajaja, ya sabía yo que…
-Papa la Navidad es una época pasajera en la que todos piensan en todos, pero
papa yo lo que quiero pedirte es que me prestes atención, que pases más tiempo
conmigo y que no trabajes tanto, porque mi mejor juguete… eres tú Papa. Quiero
para el próximo año, más días que sean Navidad.
(Este pequeño relato nos ha
llegado para publicarlo por una persona que prefiere permanecer anónima. Lo
importante es su mensaje. Quizás, descubrir que muchas veces nos olvidamos lo
que es la vida buena. Muchas gracias.)
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