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lunes, 14 de noviembre de 2016

Zygmunt Bauman y la crisis de los refugiados en Europa

En su libro “Modernidad y Holocausto”, que recibió el Premio Europeo Amalfi de Sociología y Teoría Social en 1989, Zygmunt Bauman analizaba las causas del Holocausto y la maquinaria de destrucción en todos los sentidos en la Europa de la II Guerra Mundial, en un intento de profundizar en el repaso superficial que tanto sociólogos como historiadores habían hecho del desastre nazifascista y los crímenes de guerra perpetrados tanto por el Eje como por los aliados.

Pero, ¿qué tiene que ver el origen del Holocausto y los crímenes de guerra de la II GM con la crisis de refugiados en Europa hoy día? Sencillamente ambos fenómenos son una consecuencia natural del proceso civilizador y el énfasis en las aspiraciones de racionalidad que no han de interferir en las normas éticas o inhibiciones morales.

Y es que a lo largo de la obra, Bauman vuelve una y otra vez a las raíces de la modernidad, que desembocó en «el proceso civilizador (…) un proceso por el cual se despoja de todo cálculo moral la utilización y despliegue de la violencia y se liberan las aspiraciones de racionalidad de la interferencia de las normas éticas o de las inhibiciones morales . Hace ya tiempo que se reconoció que una de las características constitutivas de la civilización moderna es el desarrollo de la racionalidad hasta el punto de excluir criterios alternativos de acción y, en especial, la tendencia a someter el uso de la violencia al cálculo racional. Debemos aceptar, entonces, que fenómenos como el del Holocausto son resultados legítimos de la tendencia civilizadora y una de sus constantes posibilidades.»

Las propias bases de la sociedad moderna, y en el caso de la crisis de refugiados en Europa la posmoderna, son aquellas descritas por Max Weber en que las condiciones de la gestión racional – separando por ejemplo la empresa del hogar o la renta privada del erario público – han sido creadas para detraer la acción racional y las normas irracionales – como los juicios éticos y morales -, haciendo que las personas sean inmunes a postulados como la asistencia mutua, la solidaridad o el respeto recíproco que se desarrolla en las relaciones no comerciales.

DISCIPLINA CONTRA RESPONSABILIDAD MORAL

La sociedad nazi no era un mundo de barbarie donde los salvajes imponían la ley de la selva, justamente al revés, el experimento revela hasta qué punto la sociedad racional y científica es capaz de generar destrucción al hacer que las personas queden desarraigadas de moral y sentimientos.
Herbert C. Kelman hizo un análisis brillante sobre las inhibiciones morales, que disminuyen cuando se cumplen tres requisitos separados o juntos: violencia autorizada por órdenes de superiores o departamentos legalmente competentes, violencia normalizada en la rutina del gobierno – por ejemplo los funcionarios -, y la deshumanización de las víctimas.

La sociedad industrial y eficiente alemana en el período nazifascista, donde había que obedecer órdenes de superiores por encima de cualquier consideración personal, haciendo gala de una disciplina germana que incluso hoy día se sigue explotando como “marca propia”, hizo posible destruir la identidad individual y sacrificar cualquier interés personal al someterse a la disponibilidad de la organización, al sacrificio personal por un orden superior que el propio Max Weber definió como deber del funcionario: «El honor del funcionario reside en su capacidad para ejecutar a conciencia las órdenes de las autoridades superiores, exactamente igual que si las órdenes coincidieran con sus propias convicciones. Esto ha de ser así incluso si las órdenes le parecen equivocadas y si, a pesar de sus protestas, la autoridad insiste en que se ejecuten». Fue precisamente cuando la sociedad alemana quedó inmersa en esta concepción cuando la disciplina sustituyó a la responsabilidad moral.

CUANDO LA CULPA ES DE TODOS, NO ES DE NADIE

Weber terminaba su descripción del honor del funcionario subrayando «la responsabilidad personal exclusiva» del dirigente, «responsabilidad que no puede ni rechazar ni traspasar». Este adoctrinamiento estaba profundamente enraizado en los funcionarios del III Reich, quienes sistemáticamente justificaban su trabajo alegando que eran meros empleados que obedecían órdenes de superiores.

Ascendiendo en la cadena de mando, nadie asumía responsabilidad alguna porque todos estaban obedeciendo órdenes de superiores.

Pero, ¿cómo pudo gente completamente normal y corriente participar en la maquinaria asesina nazi? Bauman compara el colaboracionismo y la mirada hacia otro lado con los trabajadores de una fábrica de armamento a los que les sobreviene un maravilloso aplazamiento de cierre de su fábrica gracias a que ha estallado una guerra en un país lejano. Estos empleados se van a casa y mientras cenan asisten lamentándose a las imágenes de niños mutilados, mujeres violadas y hombres desangrados en países exóticos.

La enorme ola de intermediarios en todos los sectores productivos y de logística es fundamental para tomar distancia individual de las consecuencias de un determinado modelo de consumismo y forma de vida. A consecuencia de ello nadie se atribuye actos conscientemente, porque todas las personas se sienten instrumentos inocentes de una voluntad ajena. Al no tener conocimiento de primera mano de las consecuencias de sus actos, incluso el mejor de los seres humanos se mueve en un vacío moral.
De alguna manera estamos acostumbrados a asociar que hay alguien planificando y siendo responsable de cada suceso en el mundo, por eso nos es difícil aceptar que con más frecuencia de la deseada no hay ninguna persona o grupo que haya planificado y esté realizando un mal concreto. Esto significa que incluso nuestras propias acciones, a través de efectos remotos, pueden contribuir a provocar sufrimientos.

UN MUNDO DE DECISIONES RACIONALES

Primero las personas eran metidas en trenes de ganado y trasladadas cientos y miles de kilómetros durante varios días, hacinadas y sin acceso a mínimas condiciones de higiene o intimidad. Cuando llegaban al campo de exterminio se les metía en las eufemísticas duchas, que no eran sino un oasis en la mente de quienes habían sido sometidos a tratos tan denigrantes. Pero incluso para quienes sabían qué sucedía en aquellas “duchas”, se les ofrecía una elección racional entre morir acribillados a balazos o torturados por los soldados al insubordinarse al orden establecido o sufrir una muerte “rápida e indolora”.

¿Y los empleados de los campos de exterminio? Incluso la industria de la muerte nazifascista se fue perfeccionando y llegó a reducir el papel del asesino a “oficial de sanidad” que debía vaciar un saco de “productos químicos desinfectantes” por una apertura en el techo de un edificio cuyo interior no debía visitar.

El Holocausto fue un éxito de eficiencia administrativa y técnica gracias a la utilización de la burocracia y la tecnología moderna. Se fue tomando progresiva distancia entre los empleados de la maquinaria mortal y las víctimas hasta que éstas llegaron a ser invisibles.

Franklin M. Littell se preguntó ¿qué tipo de facultad de medicina educó a Mengele y sus amigos? o ¿qué departamentos de antropología prepararon al personal del Instituto de la Herencia Ancestral? La respuesta es sencilla, el proceso de racionalización, que ha desembocado en el silencio moral.

LA CRISIS DE LOS REFUGIADOS EN EUROPA

¿Pueden los países europeos, que todavía arrastran las causas y consecuencias de la crisis económica internacional de 2008, acoger a más de tres millones de personas que huyen de las guerras en el norte de África y el Medio Oriente?

Los refugiados suponen una carga económica que merma la rentabilidad y eficiencia de las empresas y sociedades europeas. Lo importante es seguir trabajando para aumentar la productividad y volver a “la senda del crecimiento” que desemboque en los años dorados del período 2000-2007, si para ello es necesario fomentar guerras en el norte de África para instalar gobiernos como el de Turquía, dispuestos a reprimir en sus fronteras y abrir campos de concentración a cambio de una ola de miles de millones de euros en “ayudas”, adelante con ello.

Es lo racional, es lo que manda el sentido común. Es la posmodernidad, la hija de la modernidad que parió el Holocausto.

martes, 8 de noviembre de 2016

Alternativas económicas, decrecimiento y Renta Básica

Decía William Morris en Cómo vivimos y cómo podríamos vivir...

Pero ¡ay!, he aquí que su progreso ha sido interrumpido y deshecho y, aunque el hombre haya conquistado la naturaleza y disponga del control de sus fuerzas para hacer con ellas lo que guste, aún le falta conquistarse a sí mismo, aún debe pensar cuál será el mejor uso de estas fuerzas de las que se ha adueñado. Porque actualmente sigue empleándolas a ciegas, neciamente, como si aún estuviera regido por el destino.

Y es que podemos preguntarnos qué es el progreso. ¿Qué significa ese término? El pensamiento predominante sigue sin cuestionarse esta noción a pesar del tiempo transcurrido desde que Morris pronunciara estas palabras allá por 1884. ¿Qué es avanzar cuando no hay elección de una meta sino mera inercia? En realidad sí hemos asimilado en nuestra educación una meta social en forma de tecno-utopía. Pero ¿es el mero avance tecnológico un síntoma de bien y una promesa de mejora social? En tal caso se daría la paradoja de que ese tipo de mejora no implicaría nada esencial para nuestra forma de vida, pues ese propósito puede continuar sin final, comprometiéndonos eternamente con la misma dedicación sólo que en nuevos entornos. No cabe esperar una forma de vida mejor si, sea cual sea nuestro nivel tecnológico, siempre tenemos que bregar por mejorarlo.

Paisaje tecnológico I
Ángel Orcajo 1969

La multiplicación del trabajo se ha convertido para nosotros en necesidad, y mientras eso continúe ninguna ingeniosidad aplicada a la invención de máquinas nos será de auténtica utilidad.

Trabajo útil o esfuerzo inútil. William Morris, 1884

Es una cuestión que va más allá de la distinción entre capitalismo y socialismo -y quizá por ello Morris ha sido relegado como socialista heterodoxo-. Bajo el primero se da la contradicción de que cada innovación reduce la necesidad de mano de obra a la vez que se propone la innovación como solución al desempleo. Esto avoca al fracaso del empleo (y del autoempleo) como sistema de distribución de rentas, y hace urgente la adopción de una Renta Básica Universal (RBU). Pero aunque se renovara la actividad mediante empleo público garantizado que pusiera a todo el mundo a trabajar en favor de la misma clase de desarrollo ¿no estaríamos condenándonos a un modo de vida que puede cuestionarse como destino perpetuo? En el fondo está la cuestión de qué queremos ser. Y la cuestión de hasta donde podemos presionar al medio natural en el que hemos surgido como especie. Decía William Morris continuando la conferencia de la primera cita:

La conquista de la naturaleza ha concluido, ¿no podemos ya decirlo?, y nuestro asunto consiste ahora, y ha consistido durante largo tiempo, en la organización de la vida del hombre, que gobierna las fuerzas de la naturaleza.

A largo plazo, el progreso tecnológico trabaja contra nosotros si no cambia la lógica económica en la que estamos inmersos, y cada entusiasta logro en en este terreno puede terminar siendo una ayuda en la construcción del camino hacia el infierno [1] [2]. Una tecnología no es más que un programa, un algoritmo, un cálculo expresado en formas materiales (en lugar de símbolos), que sólo al recibir energía produce algún efecto sobre la realidad. Mejorar ese cálculo constantemente dentro de una lógica económica que busca maximizar la producción no es más que potenciar la aplicación de energía a la transformación incesante del mundo. El aumento del PIB no debe ser un objetivo por sí mismo por el mismo motivo por el que preferimos no desarrollar ni hacer estallar más bombas nucleares.

Precisamente en nombre de la ciencia que nos advierte de los límites del crecimiento, tendremos que cambiar esta creencia básica de nuestra sociedad. Fascinados por el espectáculo de cambios materiales en el fondo simples, distraídos por cálculos para la acción y por sus efectos prácticos, hemos abandonado el progreso ético y político. El verdadero progreso, diría aventurando una respuesta, no consiste en calcular más sino en pensar mejor.

En consecuencia habrá que prestar más atención a los modelos económicos alternativos que apuntan hacia esta lógica de lo cualitativo y lo complejo, que ponen por encima lo no medible, lo que sólo puede avanzar en la deliberación compartida democráticamente. Concluía Morris el pasaje citado al inicio diciendo:

...acabar con el miedo a nuestros congéneres y aprender a confiar en ellos, derribar la competencia y edificar la cooperación, he aquí nuestra única necesidad.

Necesitamos pasar de poner el énfasis económico en el crecimiento a ponerlo en una distribución óptima, en cualquier caso suficiente para todos, de modo que podamos no crecer, de modo que podamos desinflar esta burbuja tecno-energética que nos destruye tanto como nos obnubila con las variopintas formas posibles de consumirla.

En este sentido, en la segunda parte del congreso sobre Renta Básica Universal y decrecimiento celebrado en Hamburgo este mismo año -aquí resumimos la primera parte- se pusieron estas dos propuestas en relación con otros planteamientos económicos alternativos. Lo que sigue es un resumen de estas charlas ceñido a la opinión de los ponentes. En un tercer artículo, dedicado a diversas controversias relacionados con esta temática que se plantearon al final del simposio, apuntaremos también algunas diferencias de planteamiento y conclusiones propias.


Renta Básica como oportunidad para una floreciente economía local y sostenible

Christine Ax es experta en empresas pequeñas y artesanales, y llegó a la convicción de que una renta básica sería favorable para una economía local sostenible, basada en este tipo de empresas. Ha tratado en profundidad ambos temas, RBU y decrecimiento, en dos de sus libros, argumentando que la RBU es una oportunidad para dar forma a la gran transición que necesitamos.

Las pequeñas industrias y, sobre todo, las empresas artesanales son intensivas en mano de obra. Muchas de ellas ofrecen una amplia gama de buen trabajo y productos duraderos y su “sostenibilidad estructural” les avoca a jugar un papel importante en nuestro futuro. Facultan a las personas para proporcionar y para enseñar habilidades -cuidados, compartir, reparar, todo tipo de “hazlo tú mismo”- relevantes para una economía más allá del crecimiento y un estilo de vida menos intensivo en recursos.

Proporcionan puestos de trabajo que permiten desarrollarse. En estos negocios nos encontramos con una alta proporción de personas que están motivadas intrínsecamente, es decir, que les encanta lo que hacen y para las que, en muchos casos, el trabajo en sí es parte de su remuneración (no sólo el dinero). No todos, pero muchos, (sobre todo en los oficios artísticos y más artesanales), hacen lo que realmente quieren hacer. Pero para estabilizar y apoyar este tipo de economía necesitan una remuneración más justa y más seguridad.

Por ello la RBU podría ser una forma, (tal vez la más importante), para dar forma a una sociedad más allá del crecimiento, así como para conciliar economía y cultura. El conocimiento práctico y vocacional junto a los conocimientos generales tienen gran importancia tanto para el bienestar como para una economía sostenible.

Por último, dice Christine, “cuando estoy haciendo entrevistas con artesanos y empresarios con bastante frecuencia encuentro personas que están de acuerdo conmigo en este punto. Por tanto, una alianza estratégica con esta parte de nuestra economía podría ser fructífera y ayudaría a aumentar la comprensión de los conceptos de la RBU”.


La tercera revolución industrial y su efecto sobre las horas de trabajo en el marco económico actual

Eva Nalbach analiza la posibilidad de que la llamada “tercera revolución industrial” cumpla los vaticinios de quienes auguran el colapso del sistema de mercado (y con él, del capitalismo) a causa de la disponibilidad de bienes de consumo abundantes y el colapso del sistema de precios. Esto nos llevaría a una realidad del empleo y del intercambio radicalmente nueva en la que sería concebible que las personas optaran por no trabajar a tiempo completo, y pasaran a centrar su vida en una existencia menos orientada al crecimiento, lo que suele presentarse como un posible abandono del sistema de mercado en favor de una sociedad organizada en torno a la economía colaborativa.

Para observar esto el estudio introduce en el modelo neoclásico la economía del “compartir” junto a una división de los hogares en capitalistas/empresarios y trabajadores, y se observa el efecto de esos cambios, además de la robotización, en la oferta de empleo. Los resultados indican que, si mantenemos el actual marco neoclásico, no hay evidencia de que el capitalismo vaya a autodestruirse sólo a través de cambios tecnológicos.

Por lo tanto se investiga bajo qué condiciones se pueden esperar cambios hacia el decrecimiento, junto una exploración de los efectos de una RBU en este sentido. La conclusión es que los cambios causados por la “tercera revolución industrial” dan un amplio margen para la esperanza, pero salvo que además se lleve a cabo un imprescindible cambio de reglas a través de cambios en las instituciones, la cultura y los valores, esta será una oportunidad perdida con consecuencias potencialmente devastadoras para la igualdad y la ecología.


RBU y Economía del Bien Común (EBC). “Relación difícil” o “Asociación ideal”

Otto Lüdemann y Bernd Fittkau investigan la relación entre estas dos propuestas. En principio es imposible comparar las metas operativas de ambos movimientos. Ni la EBC garantiza una seguridad económica para todos, ni la RBU por sí misma orienta a las empresas hacia el bien común. Pero tiene sentido tener en cuenta ambos movimientos desde el punto de vista de su marco general de valores.

El marco de valores de la EBC se evidencia en su Balance del Bien Común, basado en valores como dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social, participación democrática y transparencia. La RBU se basa en valores como seguridad económica básica, equidad social y libre desarrollo personal. Salta a la vista su complementariedad. Los valores relevantes para la EBC se corresponden también con los objetivos que persigue la RBU. En ambos casos se plantean preguntas críticas sobre el crecimiento económico a cualquier precio, ya sea como resultado de un profundo respeto por la sostenibilidad socio-ecológica, o debido a que una renta básica liberaría a las personas de tener que aceptar cualquier trabajo para poder sobrevivir.

Una pregunta abierta es si una RBU se ajusta completamente con la práctica económica de las empresas en la EBC. Por ejemplo, estas empresas podrían estar preocupadas por la pérdida de motivación de los trabajadores cuando estos se benefician de una renta básica. Otra preocupación podría ser si la necesidad de financiar la renta básica obligará a las empresas a volver al principio de la maximización del beneficio. Sin embargo, un examen más detallado muestra que tales preocupaciones son infundadas. Especialmente si se plantean formas de financiar una RBU, por ejemplo a través de una reforma fiscal socio-ecológica, que crean oportunidades para una cooperación estrecha, e incluso una articulación de los dos movimientos. Este tipo de impuesto establece incentivos para una toma de decisiones responsable.

Resumiendo, EBC y RBU defienden el objetivo común de la sostenibilidad social y ecológica de diferentes maneras, pero ambas tienen el potencial de fortalecerse mutuamente. Son elementos complementarios en el camino hacia una “economía de transición” realista.


Perspectivas desde la revolución de los cuidados sobre el decrecimiento y la RBU

Actualmente diversos enfoques alternativos desafían la economía de mercado capitalista dominante con su imaginario de crecimiento, pero en su mayoría omiten una explícita perspectiva de género. Por ello Sandra Antelmann, en su tesis "Suficiencia, Comunes y Cuidados. Aproximación a los movimientos de decrecimiento urbano", trata de compensar esta carencia desde la perspectiva de la ecología política feminista y la economía política feminista, especialmente con una perspectiva feminista(-queer) para economías alternativas como la Economía Común (Ecommony, Habermann) y la Economía de los Cuidados, incluyendo el cuidado de las culturas naturales, (Care Economy, Puig de la Bellacasa), llevando estas a una relación reflexiva (Economía de Cuidados Comunes, Carecommony) y aplicándolas a escala urbana (Harvey, Hardt / Negri) con ejemplos como la jardinería urbana y la permacultura. Ahora está preparando su proyecto de doctorado en el que quiere vincular la carecommony con los movimientos de resistencia urbanas.

Recientemente se ha celebrado también en Hamburgo la “Semana del cambio. ¡Una buena vida para todos es posible!” vinculando muchas iniciativas, proyectos y movimientos como la economía solidaria, la RBU y la revolución de los cuidados, Todos estos enfoques se oponen al discurso dominante en el debate sobre la sostenibilidad, ese crecimiento verde o inteligente que busca una disociación entre el crecimiento económico y el impacto ambiental por medio de la eficiencia y de innovaciones tecnológicas, lo que empíricamente siempre se ha visto frustrado por efectos rebote. Especialmente el feminismo ha diagnosticado múltiples crisis: económica, ecológica y de reproducción social, y subraya la estrategia de sostenibilidad de la suficiencia, no como abstinencia individualizada sino sociopolítica.

La economía del cuidado y la revolución de los cuidados apuntan a una buena vida con abundancia de tiempo, y se inspiran en modelos orientados a las necesidades de las formas de vida sociales y colectivas. Esto está en sintonía con la RBU al cuestionar y redefinir el concepto de trabajo, resaltando la diversidad de ocupaciones socialmente necesarias más allá del trabajo asalariado. La RBU podría fomentar así una división del trabajo con justicia de género, y ayudar a resolver la dicotomía y la jerarquización entre producción y reproducción, por ejemplo en el concepto de la ReProductividad (del enfoque Economía del Cuidado, Biesecker et al.) que incluye también la productividad de la naturaleza.

Para aplicar un cambio socio-ecológico a la relación entre economía y naturaleza son necesarios puntos de entrada y estrategias transitorias. Muchas iniciativas ya experimentan en su práctica diaria con enfoques alternativos como la agricultura comunitaria o proyectos de vivienda auto-organizados y basados en la solidaridad. Esta diversidad creativa puede fomentar procesos de aprendizaje colectivo en los que la comprensión de lo que es deseable y necesario cambia y permite nuevos imaginarios (post-capitalistas) para las comunidades emergentes (Muraca, Gibson-Graham). Una RBU podría sentar las bases para lograr un mayor comunitarismo y más cuidados, entre los seres humanos y los no humanos, en un mundo en decrecimiento.


¿Cómo compensar la reproducción social y ambiental? Dos dilemas, una solución común

Cuando se trata de medidas tradicionales, como la riqueza, el empleo y la pobreza, nuestra generación es la primera que se define por la inseguridad económica y la precariedad en general. Sin embargo, estamos utilizando una cantidad de recursos y produciendo una cantidad de residuos equivalente a 1,6 planetas. A pesar de todas las evidencias y números de la ciencia, nuestro comportamiento no ha cambiado. Resulta claro, por tanto, que los dilemas sociales y medioambientales tienen que ser abordados con argumentos éticos -concluye Nina Šoštarič-.


Desde la Segunda Guerra Mundial hemos sido absorbidos por el imperativo del PIB, que se ha convertido no sólo en la medida del éxito, sino también en nuestra religión y en nuestra ética. En consecuencia, estamos viviendo en un mundo donde 62 individuos poseen tanta riqueza como la mitad de la población mundial. El problema fundamental con el crecimiento es que, por un lado, se basa en el trabajo no remunerado en el ámbito de la reproducción social, y por otro lado, parasita la reproducción del medio ambiente. El trabajo de cuidados no suele valorarse como trabajo sino como tareas insignificantes. Quienes realizan este trabajo viven en situación de enorme precariedad, sin reconocimiento ni redistribución por su contribución a la sociedad. Tradicionalmente la economía del cuidado es asumida por la fuerza de trabajo de las mujeres, y aunque nuestro bienestar y nuestro bienvivir dependen de ello, no cosecha tanto respeto social como la economía empresarial, tradicionalmente dominada por hombres. Sin embargo, el cuidado tiene un papel específico en nuestras vidas y relaciones.

La degradación de la biosfera está dejando claro que la comunidad global tendrá que reavivar la reproducción ambiental e imponer más regulación e impuestos sobre la contaminación y el agotamiento de los recursos. Los costes de restaurar la naturaleza se están arrojando sobre las generaciones futuras. La justicia generacional requiere poner a las personas por delante del beneficio y acentuar la solidaridad. Se está volviendo inevitable compensar la reproducción tanto en el ámbito social como en el medio natural. La RBU, preferiblemente pagada en moneda local como provisión para el trabajo de cuidados, financiada mediante una fiscalidad verde, concretamente impuestos al consumo, reduciría la huella ecológica y contribuiría a una mayor autonomía. La RBU ampliaría la esfera autónoma en la cual criamos a nuestros hijos, cultivamos nuestros huertos orgánicos y disfrutamos de la naturaleza. Si es pagada en moneda local promovería los mercados locales de alimentos y otras economías locales. La introducción de impuestos progresivos sobre el consumo, la publicidad y otras actividades ambientalmente dañinas restringiría la globalización, y ofrecería a la naturaleza la oportunidad de recuperarse de la invasión humana.

En general, estamos frente a una consideración ética. Afrontar la lucha contra la desigualdad y la justicia generacional podría confirmarse como la única solución para mantener la democracia.


Renta y distribución básicas

La distribución del ingreso y del trabajo es un efecto secundario positivo previsto en las distintas propuestas para implementar una RBU, lo que por otra parte, está provocando miedo e incluso un mayor control del poder y los recursos. Existe una amplia variedad de apelaciones en favor de otra economía que se base en la producción comunitaria y sin ánimo de lucro, probando que algo debe cambiar. Ingrid Wagner intenta mostrar que la RBU podría ser de ayuda para tales formas de economía alternativa, sin importar en qué lugar del mundo tengan lugar. 

Los proyectos de agricultura sostenida por la comunidad ya ponen en práctica estas vías alternativas con éxito a fin de encontrar maneras de satisfacer la falta de acceso a la tierra y a la riqueza o a maquinaria, con un modo de producción de alimentos que faculta a aquellos que no pueden tener este acceso por sí mismos (recuperando la soberanía alimentaria). De ese modo se revitalizan los antiguos Bienes Comunes de una manera moderna, pero también se hace hincapié en la necesidad de una RBU (para poder comprar lo que era originalmente gratuito y de libre acceso para todo el mundo, digamos, en tiempos precapitalistas).







lunes, 27 de julio de 2015

Una encíclica contra el imperialismo económico y la tecnocracia: "Laudato si"



Mi compañero Jesús Nacher ha escrito una entrada previa en el blog sobre la encíclica “Laudato Si. Sobre el cuidado de la casa común” y me invitó a exponer mi opinión, lo que hago encantado.



La encíclica “Laudato si” del Papa Francisco, ha generado gran revuelo en algunos medios, especialmente conservadores, que defienden una visión neoliberal. Se le han dedicado algunos epítetos poco agradables y, hasta sorprendentes, hacía una figura religiosa de su relevancia. Sin embargo, lo esencial ha sido la descalificación a su capacidad o autoridad para hablar de estos temas. Simplemente, le han dicho que se dedique a sus asuntos y deje a los que saben de estos temas. Se podría interpretar como un choque de fes, pero no haría justicia al contenido de la encíclica que es, radicalmente, diferente a lo habitual en estos textos. Es cierto, que la encíclica está plagada de referencias religiosas, que menos podríamos esperar, pero no nos dejemos engañar, el mensaje contenido es mucho más moderno y progresista de lo que el “establishment” está dispuesto a soportar. En este caso, no han sido sólo unos cuantos pasos más allá respecto a lo que consideran tolerable sino que, se ha pasado varios pueblos y, eso es imperdonable.

El texto es extenso, y me voy a centrar en determinados aspectos que me parecen importantes desde el enfoque de la economía ecológica.

En primer lugar, es importante destacar el reconocimiento de la complejidad que conlleva considerar que el ser humano no es dueño y señor de la naturaleza, sino un senescal al que se le ha encargado su cuidado. Esta cuestión es trascendental, porque la utilización y aprovechamiento de la naturaleza y sus recursos es el pilar donde se edifica la iglesia del crecimiento ilimitado. La Biblia, siempre había sido interpretada de forma que dieran soporte a esa idea de dominio y sometimiento. La encíclica dice:

Esta no es una correcta interpretación de la Biblia como la entiende la Iglesia. Si es verdad que algunas veces los cristianos hemos interpretado incorrectamente las Escrituras, hoy debemos rechazar con fuerza que, del hecho de ser creados a imagen de Dios y del mandato de dominar la tierra, se deduzca un dominio absoluto sobre las demás criaturas.”

Y añade:

Cada comunidad puede tomar de la bondad de la tierra lo que necesita para su supervivencia, pero también tiene el deber de protegerla y de garantizar la continuidad de su fertilidad para las generaciones futuras.”

Lo que resulta cercano a la definición de renta de Hicks o de renta sostenible, un elemento fundamental de la economía del estadoestacionario. Se trata de conservar el capital natural minimizado el flujo, dicho en palabras de Herman Daly:

"... la máxima cantidad que una comunidad puede consumir en un año, y ser todavía capaz de producir y consumir la misma cantidad el año siguiente. En otras palabras, la renta es la máxima cantidad que se puede producir manteniendo la capacidad productiva (capital) intacta. Cualquier consumo de capital, hecho por el hombre o natural, debe ser sustraído en el cálculo de la renta. Asimismo, debe abandonarse la asimetría de añadir al PIB la producción de los anti-males sin, en primer lugar, haber sustraído la generación de los males que han hecho los anti-males necesarios. Señalar que el concepto de Hicks de renta es sostenible por definición. La contabilidad nacional, en una economía sostenible, debería intentar aproximarse a la renta hicksiana y abandonar el PIB."

Asimismo, pone el dedo en la llaga cuando señala la inconsistencia del modelo circular de la economía, esa presunta máquina de movimiento perpetuo que tanto critican los economistas ecológicos:

Todavía no se ha logrado adoptar un modelo circular de producción que asegure recursos para todos y para las generaciones futuras, y que supone limitar al máximo el uso de los recursos no renovables, moderar el consumo, maximizar la eficiencia del aprovechamiento, reutilizar y reciclar.”



Sin embargo, tal cosa no es posible, al menos, en este universo y con las leyes de la física que conocemos como ya he explicado en otros artículos más extensamente. No obstante, el Papa es perfectamente consciente de esa realidad cuando afirma:

Es el presupuesto falso de que «existe una cantidad ilimitada de energía y de recursos utilizables, que su regeneración inmediata es posible y que los efectos negativos de las manipulaciones de la naturaleza pueden ser fácilmente absorbidos.”

Este punto, contiene una declaración decisiva, el reconocimiento de lo que ha venido en denominar, desde el célebre informe del Club de Roma, los límites del crecimiento. La frase resume lo que Nicholas Georgescu-Roegen denominó proceso de transformación, en contraposición al proceso de producción que nos explica el paradigma económico dominante. El hombre transforma recursos naturales que son limitados en bienes y servicios útiles, pero también, genera residuos que los sistemas naturales deben absorber y reciclar. Esos sumideros tienen unos límites en su capacidad de absorción y son un sistema complejo que sostiene la vida. Dañarlos y/o saturarlos tienen consecuencias que van más allá de la propia función de ese sistema ecológico como sumidero de residuos y repercuten en el conjunto. Por eso, Georgescu-Roegen señalaba que la economía dominante trata la naturaleza como si viviéramos en el Jardín de Edén, ignorando todas las repercusiones de sus procesos de transformación. Parecería que la producción obtiene las cosas de la nada, violando el primer principio de la termodinámica. No vivimos en él, como bien nos explica el Papa, porque si alguna vez lo hicimos fuimos expulsados.



El texto contiene críticas frontales a la piedra sobre la que se edifica la iglesia del crecimiento ilimitado, el progreso tecnológico. Es la tecnología, la que nos permite vivir en ese añorado Jardín del Edén, al menos, eso es lo que piensan sus defensores. La sustitución infinita entre el capital natural y el hecho por el hombre mediante el precio que nos suministra el dios mercado es lo que nos hace no mirar hacía atrás y avanzar firmes y decididos por la senda del crecimiento que, a la postre, siempre nos beneficiará a todos, aunque su distribución sea muy desigual.

La alianza entre la economía y la tecnología termina dejando afuera lo que no forme parte de sus intereses inmediatos. Así sólo podrían esperarse algunas declamaciones superficiales, acciones filantrópicas aisladas, y aun esfuerzos por mostrar sensibilidad hacia el medio ambiente, cuando en la realidad cualquier intento de las organizaciones sociales por modificar las cosas será visto como una molestia provocada por ilusos románticos o como un obstáculo a sortear.”

Sorprende la contundencia de la declaración e indica una beligerancia activa ante todos los obstáculos que los poderes económicos ejercen sobre cualquiera que se revele contra el “business as usual”, cuya manifestación más pedestre es el negacionismo ante el cambio climático (recomendable leer el "tour de force" de Ferran P Vilar sobre la cuestión).

Sobre la fracasada política del “trickle down” desmentida por los datos y, por la asimetría en el reparto de las cargas de la crisis, que continúa siendo la bandera de enganche de las políticas económicas neoliberales se afirma en el texto:

Conocemos bien la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los países más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y tirar alcanza niveles inauditos. Ya se han rebasado ciertos límites máximos de explotación del planeta, sin que hayamos resuelto el problema de la pobreza.”



No es más que el cacareado camino del crecimiento que nos hace más ricos consumiendo más y, siéndolo, es más fácil solucionar los problemas que se presentan. Es la celebre y errónea metáfora de la marea que eleva todos los barcos, olvidando que la pleamar en un lugar se corresponde con bajamar en otro. El problema es que el crecimiento del PIB (flujo) no nos hace más ricos, nos hace más pobres, sólo que no contabilizamos los costes. Por lo tanto, cuanto más insistamos en esas políticas de crecimiento sobre la base de la sustitución entre capital natural y capital hecho por el hombre, más lejos estaremos de solucionar nuestros problemas o, de al menos, mitigarlos.

Dicho lo anterior, hay que decir bien alto que ésta no es una encíclica anti-modernista, al contrario, reconoce el valor de la ciencia y la tecnología, pero no se deja engañar por ese angelismo que considera cualquier avance tecnológico como intrínsecamente positivo carente de iatrogenias.

Después de un tiempo de confianza irracional en el progreso y en la capacidad humana, una parte de la sociedad está entrando en una etapa de mayor conciencia.”

Tengo mis dudas, pero estaría encantado de que esa consciencia alcanzara a una parte sustancial de la sociedad con capacidad de transformar una realidad que avanza implacable por los caminos del crecimiento del flujo (PIB) a costa de depredar el capital natural. El crecimiento anti-económico continua su paso firme y, cuando más obstáculos, más empeño en generar crecimiento, el bálsamo de Fierabras que todo lo cura a costa de matar aquello que nos mantiene con vida.

Sin embargo, la encíclica es consciente de los poderosos intereses que están detrás de la fe en el progreso tecnológico y en el crecimiento ilimitado. Una de las manifestaciones más evidentes es puesta de manifiesto de forma directa:

Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando sólo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático.”



Supongo que, esta declaración tan franca es una de las que ha levantado más ampollas entre aquellos que se dedican a negar que el ingenio humano tenga límites. Una creencia, por otra parte, ampliamente compartida en nuestra sociedad, acostumbrada a observar la tecnología como una maravillosa caja mágica que le proporciona soluciones a sus problemas. En muchas ocasiones, no se trata más que disfrazar los problemas o trasladarlos a otros lugares donde no los podamos ver, aunque esto último, cada vez resulta más difícil en la medida que nuestro mundo se asemeja más a una nave espacial donde las acciones de unos tienen repercusiones globales que son cada vez más difíciles de ocultar. No obstante, el martilleo de noticias con tecnologías cada vez más asombrosas, que, aparentemente, sólo tienen aspectos positivos, intentan dar una apariencia de normalidad y optimismo que llega a niveles que rozan el ridículo.

Hace hincapié en algo que debería ser considerado como una perogrullada, pero no lo es: la tecnología no es neutral:

Hay que reconocer que los objetos producto de la técnica no son neutros, porque crean un entramado que termina condicionando los estilos de vida y orientan las posibilidades sociales en la línea de los intereses de determinados grupos de poder.

Ciertas elecciones, que parecen puramente instrumentales, en realidad son elecciones acerca de la vida social que se quiere desarrollar.”

La neutralidad tecnológica es una pieza esencial para la auto-denominada ciencia económica. El halo de positivismo alejado de cualquier cuestión normativa es mantenido contra viento y marea, de lo contrario, se debería reconocer que existen elecciones normativas y, en consecuencia, no son recetas indiscutibles que deben ser aceptadas como inevitables. Tristemente, acontecimientos recientes como la cesión del primer ministro Tsipras, nos recuerdan la persistencia de la famosa frase de la principal adalid de esa visión del mundo, la fallecida ex-primer ministra británica Margaret Thatcher: “No hay alternativa”. Es la encarnación más palmaria del imperialismo económico que considera a la economía como el todo relevante. El Papa tiene una visión totalmente diferente coincidente con la economía ecológica:

Cuando se habla de «medio ambiente», se indica particularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella y estamos interpenetrados.”


El Papa no comparte la visión de la falta de alternativas y, la minoría se puede sentir un poco más acompañada. La encíclica nos habla de la necesidad de una cultura ecológica en oposición al que denomina paradigma tecnocrático:

La cultura ecológica no se puede reducir a una serie de respuestas urgentes y parciales a los problemas que van apareciendo en torno a la degradación del ambiente, al agotamiento de las reservas naturales y a la contaminación. Debería ser una mirada distinta, un pensamiento, una política, un programa educativo, un estilo de vida y una espiritualidad que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático.”

No es de extrañar que los más conservadores hayan saltado a la yugular del Papa, porque su propuesta supone un giro copernicano al actual modelo de relación con la naturaleza, lo que es completamente contrario a una economía en perpetuo crecimiento.

El documento, como no podría ser de otro modo critica el control de la natalidad, pero arremete contra el consumismo o el crecimiento de la población exosomática (el capital hecho por el hombre) que constituye la mayor amenaza contra el sistema ecológico. No obstante, y eso es un gran avance, reconoce la presión de la población sobre el sistema ecológico y pone de relieve lo más perentorio con gran crudeza:

En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de «salud reproductiva». Pero, «si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de los recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral y solidario». Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo. Además, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y «el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre». De cualquier manera, es cierto que hay que prestar atención al desequilibrio en la distribución de la población sobre el territorio, tanto en el nivel nacional como en el global, porque el aumento del consumo llevaría a situaciones regionales complejas, por las combinaciones de problemas ligados a la contaminación ambiental, al transporte, al tratamiento de residuos, a la pérdida de recursos, a la calidad de vida.”

También, es importante la mención a la deuda ecológica que los países desarrollados tienen con el resto y su contraposición con la deuda externa como sistema de control. 
 
La deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control, pero
no ocurre lo mismo con la deuda ecológica. De diversas maneras, los pueblos en vías de desarrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biosfera, siguen alimentando el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente y de su futuro. La tierra de los pobres del Sur es rica y poco contaminada, pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satisfacer sus necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso”


Aunque de pasada y sin profundizar en las causas, si que constata algo evidente, la deuda no es la reclamación de unas ciertas cantidades monetarias que crecen exponencialmente de no pagarse el principal por mor del interés compuesto, sino que la deuda ha de ser impagable para mantener a los deudores subyugados a los dictados del acreedor. Es la forma de apropiarse de sus recursos excluyendo a la mayoría de las rentas que producen, rentas no ganadas, que revierten al final en más préstamos para aumentar el control y seguir aumentando la deuda. Es lo que el Papa llama deuda ecológica, pero como carece de mercado se convierte en una reclamación incuantificable y, de la cual el sistema capitalista prescinde, porque sino lo hiciera el sistema sería inviable.

Dicho de otra forma, el sistema funciona generando crecimiento “cuantificable” a corto plazo del que se apropia una minoría, dejando “costes” sin mercado que superan ampliamente los beneficios y que se despliegan a través del tiempo afectando a generaciones futuras. La diferencia, amplia entre esa magnitud contabilizada y, los daños no cuantificados es el crecimiento anti-económico que nos hace más pobres a medida que nuestro registro, el PIB, nos dice que somos más ricos. Podríamos pensar que la deuda que se va apilando de forma imparable ante cualquier intento de crecimiento es el reverso de esos costes no cuantificados, en la medida que no representan reclamaciones de bienes y servicios futuros, porque nuestra capacidad merma en lugar de aumentar, sino son meros mecanismos de control que unos pocos ejercen sobre la inmensa mayoría.

También, me gustaría destacar la apelación a sistemas de topes (caps) infranqueables que desde la economía ecológica denominaríamos macro-asignaciones esencialmente de recursos, que el mercado es completamente incapaz de fijar por sus propios mecanismos para que sean compatibles con la sostenibilidad del sistema ecológico.

Se vuelve indispensable crear un sistema normativo que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas, antes que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecnoeconómico terminen arrasando no sólo con la política sino también con la libertad y la justicia.”

Éste, es sin duda un tema polémico, pero si queremos afrontar una situación límite, de control de daños, las macro-asignaciones sonimprescindibles. De lo contrario, nuestro futuro se aboca a la extensión y generalización de las guerras por los recursos.

Esto plantea una cuestión que es nuclear para el actual sistema, la asignación y mantenimiento de los derechos de propiedad, que aunque no son absolutos si tiende y se pretende que sean lo más amplios posibles, lo que choca con el principio de subordinación que propone el documento.

El principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes y, por tanto, el derecho universal a su uso es una «regla de oro» del comportamiento social y el «primer principio de todo el ordenamiento ético-social»”

Finalmente, para concluir la entrada con un repaso rápido a algunos aspectos de la encíclica, citaré la defensa de la visión holística para afrontar los problemas.

Es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza”

No puedo estar más de acuerdo con la anterior afirmación que, una vez más, es similar a la visión pre-analítica que Herman Daly nos explica, el mundo que debe ser tratado como un sistema complejo y finito, donde la economía no es más que una parte de un todo mayor a la que está plenamente sometida. Sin tener en cuenta eso, nuestro rumbo de colisión con los límites ecológicos y sociales es una certeza.

Por último, os dejo un enlace al programa de radio de Colectivo Burbuja en que participé junto a Txus Marcano, Carles Sirera y Jesús Nacher donde se debatió sobre la encíclica "Laudato Si".