Publicaba hace unos días El País
que una serie de avales concedidos por el estado a Catalunya Banc, serían, según previsiones del propio banco, ejecutados en un futuro, y por tanto sería el contribuyente español, a través de sus
impuestos, quien compensaría las pérdidas ocasionadas por el deterioro del
valor de estos activos.
¿Será ésta, por fin, la última
ocasión en que saldremos con nuestro bolsillo al rescate de nuestra insolvente
banca? Podríamos estar tentados a afirmar que no lo sabemos, que seguimos
avalando activos por valor de cientos de miles de millones, y que continúa en
activo un banco malo, que de tener pérdidas, tendrán que ser sufragadas de
nuestro bolsillo. Sin embargo, ésta respuesta inocente es falsa, la respuesta
correcta es que sabemos que no, que pagaremos más, porque el rescate lo pagamos
día a día, todos los días, o al menos con cada emisión de deuda pública.
Imagine que tiene usted un hijo
díscolo y algo derrochador, abrumado por las deudas y en situación desesperada,
a punto de ser embargado ¿Qué hacer? Su hijo le promete que va a cambiar, que
ha aprendido la lección, el problema, además, se puede resolver “sin coste”,
mediante un aval, que le permitirá a su hijo refinanciar la deuda a más largo
plazo y a menor tipo de interés. En esas circunstancias, muchos de nosotros
terminaríamos avalando a nuestro hijo.
Pero imagine ahora que usted
tampoco goza de una solvencia intachable, está endeudado y suele acudir a
refinanciaciones. Afronta ahora precisamente el vencimiento de una deuda y no
dispone de efectivo, aunque no supone mayor problema, dispone de un patrimonio
muy importante y varias fuentes de ingresos regulares, así que no habrá
problema para refinanciar. Pero cuando acude al banco, este verifica
rutinariamente su riesgo crediticio, ve el aval que ha dado a su hijo y decide
que su riesgo ha crecido. El banco todavía está dispuesto a prestarle, pero en
compensación por ese mayor riesgo, exige mayor beneficio, y le sube dos puntos
el tipo de interés.
Éste ha sido en realidad el caso
de España, que llegó a tener avalados más de 200.000 millones de activos de la
banca, además de ser responsable del pago, en caso de incumplimiento, de los
créditos del Banco Central Europeo a las entidades de nuestro país. Todo ello ha supuesto el
pago de incontables intereses de deuda pública que nadie ha contabilizado, y
que no están dispuestos a contabilizar. Por ello, valoran que el contribuyente
sólo ha tenido que poner, de momento, 36.000 millones de euros, cantidad muy
importante, pero que posiblemente es menos de la mitad del importe real.
¿Y por qué hemos rescatado, de
forma tan costosa, a nuestros bancos? ¿Para salvar a los depositantes, los
ahorros de los españoles? Si así fuese, el gobierno de los Estados Unidos de América no habrían forzado al gobierno español a solucionar la crisis de Bankia. Los bancos y cajas españoles habían acudido al mercado internacional de
capitales, y ahora los irresponsables prestamistas exigían su libra de carne
¿Qué hay que reducir el salario a los funcionarios, paralizar la inversión pública?
“No me cuentes penas, una deuda es una deuda, si somos capaces de deforestar la Amazonia para cobrarla, no nos va a detener el salario de un profesor de
Cuenca”.
Pero hay una razón todavía más
turbadora que nos obliga a rescatar a nuestra banca, a pesar del inmenso coste
económico y social. Para pagar deudas necesitamos dinero, y precisamente el papel central en nuestro sistema monetario lo ocupa la banca comercial, ya que
de hecho crean depósitos, es decir, dinero, al realizar préstamos. La consecuencia
de ello es evidente, un mal funcionamiento del sistema financiero frenaría la
creación de dinero y particulares y empresas serían incapaces de encontrar el
suficiente para pagar sus deudas, cayendo en bancarrota. Por esta razón los
bancos son tan poderosos, por ello se los ha ayudado en todos los países, casi sin
excepción.
Otra consecuencia de este sistema
monetario es que necesitaría un crecimiento constante de la economía para ser
estable. Las deudas siguen las leyes matemáticas del interés simple y compuesto,
mientras que la riqueza real se degrada y se destruye con el uso.
¿Hay solución? Sí, no necesitamos
a los bancos para tener dinero, hace más de noventa años Frederick Soddy, un
científico, premio Nobel de Química, desarrolló de forma teórica un sistema monetario alternativo, que posteriormente fue refinado por diversos
economistas, como Irving Fisher, y apoyado por otros como el también premio Nobel Maurice Allais. Este
sistema podría ser utilizado para la moneda nacional, utilizada en pagos
internacionales y para las relaciones económicas impersonales, mientras que
para las relaciones basadas en la confianza, de cercanía, se podrían usar monedas complementarias, de índole local.
¿Podrán los españoles ser dueños
de su destino o continuaremos bajo la tiranía de los banqueros? De nosotros
depende, en marzo de este mismo año, pueblos cultos y democráticos como los
islandeses han comenzado a caminar en esa dirección, tal y como nos cuenta en este vídeo el divulgador del problema monetario Bill Still.
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