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lunes, 29 de enero de 2018

La prisión de la mente

Queridos lectores, siguiendo con nuestra costumbre de publicar aquí algunos artículos originales de blogueros a los que seguimos y admiramos, traemos hoy a nuestra casa este texto del psicólogo Eduardo Velasquez Díaz, al que pueden seguir en El blog de Lalo, donde nos ofrece sus relatos y poesías y en PsicoLalo, donde nos ofrece sus reflexiones sobre nuestra sociedad desde su particular enfoque psicológico.



No somos dueños de nuestra propia mente, esa fue la propuesta de Sigmund Freud en el siglo XX, posteriormente un tal Max Planck propuso algo ilógico, las partículas subatómicas podían hacer cosas extrañas como ocupar dos espacios distintos al mismo tiempo y Einstein trajo también ideas raras como que la luz es una onda y una partícula al mismo tiempo. Estas y otras ideas cimbraron fuertemente al mundo, ya que nos mostraron que el universo no es del todo consistente y que de algún modo el caos gobierna el universo exterior, pero ¿Qué pasa en el universo interior?.

Hablar de la mente es un asunto sumamente complejo, la "ingeniera conductual" que a veces se ostenta como "psicología conductual/conductista" y que es la psicología que más se apega al método científico a veces niega tajantemente que exista algo como la mente. Es un debate en el que no pienso meterme demasiado, solamente vale la pena mencionar que para muchas personas, la mente se reduce a un subsistema orgánico que no tiene mayor complejidad que la toma de decisiones o que se puede estudiar simplemente observando sus efectos visibles y cuantificables, es decir, la conducta.

Para otros (como yo), la mente es un asunto muchísimo más complejo, porque como hemos señalado en otros artículos, pasan cosas raras en el universo cuando un elemento hace referencia así mismo. En matemáticas, en la teoría de conjuntos se habla por ejemplo que si un conjunto puede contenerse así mismo y esto genera un gran debate, las paradojas de Kurt_Gödel nos llevan a rutas en donde hay estados serios de indeterminación, por ejemplo, observemos las dos afirmaciones siguientes:

domingo, 21 de enero de 2018

La teoría económica como caballo de Troya: Génesis

Caballo de Troya. Canakkale, Turquía.

Joan Robinson solía decir que el motivo más importante por el que uno debería estudiar economía sería el de evitar los engaños de los economistas. Ofrecer un análisis que permita aclarar ideas respecto al presente, sobre todo a Europa y lo que concierne a España, es la finalidad aquí.


No con la ingenuidad de buscar o dar con soluciones, sino de comprender y discernir, evitando en la medida de lo posible perderse en el humo y engaños vertidos por estos nuevos predicadores que asolan, todos los economistas de todas las facciones.


Los economistas clásicos del siglo XIX atribuían toda fuente de valor únicamente al esfuerzo físico del hombre, esto los llevó a ir contra la clase terrateniente, la cual sin aportar valor a la producción recibía una renta. Especialmente uno de ellos, David Ricardo, llevó toda una cruzada contra los terratenientes, a los cuales veía como parásitos para la sociedad.

Conforme la etapa feudal fue dando paso a la burguesa, la teoría clásica originada para explicar una economía feudal iba quedando desubicada. Marx, quien había aprendido a través de Ricardo, recogió su planteamiento teórico y lo llevó a sus últimas y desagradables consecuencias, asoció los capitalistas a los antiguos terratenientes, de modo que continuó atacando toda renta que no proviniese del trabajo. Otros, por el contrario, viendo aceptable la renta de los capitalistas rechazaron la teoría del valor de los clásicos dando paso a un nuevo paradigma donde las rentas no merecían valoración moral[1] y eran justificadas[i], de modo que las cuestiones económicas simplemente pasaron a ser otras, los precios relativos.

Fue con la aparición de los capitalistas que la economía clásica se ramificó posicionándose sobre éstos, lo que originó un conflicto que perdura hoy día, donde escuelas irreconciliables son confrontadas entre sí y asociadas políticamente según los intereses de qué facción social defiendan.

Quizás sorprenda conocer que, no sería el afamado conflicto de clases lo que originaría la teoría económica, sino que sepultado bajo éste hubo otro, con el que ésta nació y cogió forma, siendo las ideas surgidas desprestigiadas y apartadas posteriormente. La historia de cómo se desenvolvió la teoría económica en él, desenterrar sus aportaciones y traerlas de vuelta al presente es mi intención aquí.

domingo, 14 de enero de 2018

Nuestro lugar en lo existente y la neurosis de la humanidad

Fuente: Miguel A. Requejo

La modernidad trajo consigo que la religión fuese considerada un atraso irracional, un vestigio caduco que, si bien no debía ser barrido como algo bárbaro, obsoleto y atrasado (tan sólo darwinistas ansiosos de notoriedad como Richard Dawkins o la rama marxista de los modernos alcanzó esta convicción), debía ser confinada en el salón, detrás de la vitrina en la que se muestran las curiosidades. En su análisis de las consecuencias políticas, espirituales y filosóficas de la modernidad, La edad de la ira, Pankaj Mishra lo expresa así:

Efectivamente, la religión fue por primera vez considerada (y debilitada) a fines del siglo XVIII como una actividad humana más, a ser analizada como la filosofía y la economía. Cambió también el sentido del tiempo en Europa: la creencia en la divina providencia -la Segunda Venida o los Últimos Días- dejaron paso a la creencia, también intensamente religiosa, en el progreso humano aquí y ahora. El joven Turgot afirmó en 1750, en un famoso discurso en la Sorbona, que:

El interés propio, la ambición y la vanagloria cambian constantemente la escena mundial y anegan la tierra de sangre; pero en medio de sus estragos se dulcifican los modales, el espíritu humano se ilumina […] y toda la raza humana, a través de periodos alternantes entre sosiego e inquietud, bienestar y tristeza, sigue avanzando, aunque a paso lento, hacia una mayor perfección.

Desgraciadamente, las palabras de joven Turgot siguen estando muy vigentes, casi tres siglos después, pero mientras el interés propio continúa anegando la tierra de sangre, no parece importar a la mayoría, que mantiene esa intensa fe religiosa en el progreso.

Que la religión perdiese importancia de forma muy acentuada, no cabe duda que tiene efectos positivos. En España tenemos el ejemplo del catolicismo, cuya jerarquía, sacerdotes y practicantes parecen seguir más las enseñanzas del padre severo y vengativo que es Jehová, que una auténtica doctrina de amor y perdón como la de Cristo. Por suerte ahora podemos escapar de su yugo, pero la gigantesca estructura jerárquica, con sus dogmas difundidos de arriba a abajo, provoca todo tipo de iatrogenias, como los continuos escándalos por abusos sexuales. Estos escándalos nos pueden servir de punto de partida para explicar la diferencia que yo veo entre espiritualidad y religión, que si bien están relacionadas, no son lo mismo.

lunes, 8 de enero de 2018

La Tasa de Retorno Energético: origen, historia y crítica al reduccionismo energético



1. Introducción

Desde hace ya unos años existe un debate alrededor de un concepto que ha sido usado y comentado especialmente en entornos académicos (minoritarios) que se han interesado por la cuestión ecológica y especialmente de los recursos en relación a la narrativa del pico del petróleo, el de la Tasa de Retorno Energético (TRE) o Energy Return on Investment (EROI) en inglés. Estos debates se han trasladado a grupos de Facebook (especialmente el grupo de Peak Oil americano y los de Debate Sobre Energía, Colapso y Decrecimiento) en el que ha tenido una cierta repercusión y que se usa a menudo para defender cierta postura respecto al potencial de una u otra manera de transformar la energía y sacer las necesidades de nuestra sociedad y sus individuos.

Algunos científicos (por los cuales profeso profunda admiración por su labor de divulgación pública y desinteresada, así como su implicación en estos grupos) han usado dicho concepto para intentar explicar (especialmente) la sostenibilidad a corto y medio plazo determinadas formas de energía (petróleo, nuclear, solar…). Algunos son más escépticos acerca de si la TRE es mayor o menor y de si será posible un mundo de renovables con unos niveles de disipación parecidos a los actuales.

Un candente debate al respecto fue el protagonizado por Antonio García Olivares (que ve más viable un mundo 100% renovable con unos niveles de uso de energía parecidos a los actuales) y por Carlos de Castro/Pedro Pietro (que no lo ven factible y ven inminente un colapso de la civilización industrial). Estos debates son públicos y consultables aquí y aquí. Antonio García Olivares, afirmaba que “mi opinión es que tanto el decrecimiento como la instalación de renovables descentralizadas deberían ser apoyadas por todo el mundo, pues ambos elementos serán una ayuda vital cuando haya que sustituir al capitalismo por un sistema estacionario sin combustibles fósiles”. Antonio Turiel, autor del blog, mostraba una actitud mucho mas prudente en relacion tanto a cuestiones tecnicas, politicas como sociales (ver aquí). 

2. Definición y aplicación

La mejor manera de definir un concepto es ir al autor original de dicho concepto que es el ecólogo Charles A.S Hall. En su libro Energy and The Wealth of Nations lo define de la siguiente manera:

“La tasa de retorno energética es la ratio de energía devuelta de una actividad de acumulación de energía comparada con la energía invertida en el proceso. La TRE se calcula con la simple ecuación siguiente, aunque el diablo está en los detalles


“El numerador y el denominador se evalúan necesariamente en las mismas unidades, de modo que la relación así obtenida es adimensional, por ejemplo, 30:1, que se puede expresar como "30 a 1". Esto significa que un proceso en particular rinde 30 julios con una inversión de 1 J o kcal por kcal o barriles por barril” (Hall & Klitgaard, 2012, pp. 310, trad. del inglés).

martes, 2 de enero de 2018

2017, pasos minúsculos en el camino hacia el bienvivir

Dada la urgente necesidad que existe de caminar hacia un nuevo paradigma que asegure la sostenibilidad de la actividad humana (y su economía) sobre el planeta, sería deseable dar pasos de gigante en esa nueva dirección. Sin embargo la cosecha de cambios positivos este año es más bien raquítica, mísera, sí, pero hay que ver y valorar que existe, y que no damos pasos hacia atrás, al menos no en todos los frentes.

Este año considero positivos algunos hitos en el terreno de la comunicación: la publicación, en un medio de gran difusión, The New York Times, de un artículo sobre las consecuencias del cambio climático, The Uninhabitable Earth, que se convirtió en el artículo con más visitas hasta la fecha en este medio, y la publicación el pasado 13 de noviembre en la revista BioScience de otro artículo que recogía la actualización de la “Advertencia de los científicos del mundo a la humanidad”, un manifiesto firmado hace 25 años por 1.700 científicos incluyendo la mayoría de los premios nobel vivos. En esta ocasión la segunda advertencia lleva la firma de 15.364 científicos de 184 países.

Comenzando por el primero de ellos, detalla algunas consecuencias, poco conocidas por el gran público, de los peores escenarios de calentamiento, y lo justifica sobre la base del mejor conocimiento científico disponible sobre ello. Un resumen de lo más relevante a mi juicio es:

- El primer grado de calentamiento, el que hemos provocado hasta la fecha, es casi gratuito, apenas tiene coste, a partir de este umbral los costes crecen de forma exponencial, y las previsiones que tenemos son de 4º C, sin considerar que gran parte del metano contenido en el permafrost se emitirá a la atmósfera según este se vaya descongelando. Las peores previsiones son de 8º C de calentamiento en 2100, después de este de hasta 10ºC.

- Los seres humanos necesitamos evacuar calor, y la posibilidad de hacerlo depende de “la temperatura de bulbo húmedo”, la temperatura que se siente cuando la piel está mojada y corre aire seco. Con 7ºC la imposibilidad de evacuar calor hará que grandes partes del planeta, el ecuador y los trópicos, sean inhabitables. Con incrementos menores las olas de calor como las India y Pakistan de 2015 serán más frecuentes. En la actualidad, una cuarta parte de la población en la región azucarera de Honduras tiene enfermedad crónica de riñón a consecuencia del calor, con esperanzas de vida muy reducidas.

- La producción por unidad de área de cereales cae entre un 10 y un 17% por cada grado de calentamiento. Aunque algunos hablen del efecto fertilización de la mayor concentración de CO2 en la atmósfera, esto es cierto para las hojas, pero no para los cereales.

- En las regiones templadas la variabilidad del clima será mucho mayor y se perderán cosechas.

- A todo esto hay que añadir la sequía. Un tercio de la tierra arable sufrirá una sequía permanente este siglo. España y el sur de Europa vivirán una sequía extremadamente severa (dejando lo que ocurre ahora en un juego de niños) en 2080.

- Los huracanes más potentes golpearán con mayor frecuencia, incluso habrá que inventar nuevas categorías para calificarlos.

- Las zonas muertas oceánicas aumentarán por la acidificación del océano y por su eutrofización, a consecuencia de la alteración hasta niveles insostenibles de los ciclos de fósforo y nitrógeno del planeta. Ello podría tener consecuencias tremendas, ya que anteriores extinciones masivas como la que está en marcha en estos momentos tuvieron como detonante la emisión masiva de SH2 desde los océanos, una circunstancia a la que no podría sobrevivir el ser humano, y que según la NASA ya ocurre en la costa de los esqueletos en Namibia.

Por otro lado, en la actualización de la segunda advertencia de la Unión de Científicos Preocupados a la humanidad, se lanzaba un mensaje igual de contundente. Las tendencias que se pusieron de manifiesto hace 25 años no se han detenido, ni siquiera frenado. El agua dulce disponible por habitante se ha reducido un 26,1%. La captura de peces se ha reducido un 6,4% (bastante más desde su máximo posterior a 1992) no por un esfuerzo de conservación, sino porque no hay disponibilidad del recurso. El número de zonas muertas en ecosistemas acuáticos ha aumentado un 75,3%. La superficie forestal ha disminuido un 2,8%. La abundancia de vertebrados ha disminuido un 28,9%. Las emisiones de CO2 han aumentado un 62,1%, y la diferencia de temperatura respecto a 1960 un 167,6%. La población de humanos ha aumentado un 35,5%, y la de ganado un 20,5%.


El mensaje final es contundente, hay que cambiar drásticamente para evitar “un deterioro generalizado de las condiciones de vida humanas”, y para ello es necesario “revaluar el papel de una economía enraizada en el crecimiento permanente”.

Que 15.364 científicos de 184 países aboguen por replantear el paradigma económico, hacia una economía del estado estacionario o del decrecimiento, es un hecho positivo que debemos valorar, incluso más que otros hitos como la publicación de la encíclica Laudato Si, por parte del Papa Francisco. Los datos son los que son, y la comunidad científica no puede seguir mirando para otro lado. La consecuencia de ello es que se ha logrado un consenso bastante generalizado en el área de las ciencias de la naturaleza, un consenso que los críticos con el crecimiento y con el paradigma socio-económico asociado a él, debemos visibilizar y explicar con pedagogía.

Es preciso señalar que este consenso existe respecto a los sumideros



Pero no existe respecto a las fuentes, incluyendo las de energía, como puso de manifiesto el debate en torno al manifiesto Última llamada. El consenso actual es el contrario, hay suficientes fuentes de energía, incluyendo petróleo y renovables para continuar el crecimiento.

No hay que dejar de realizar esfuerzos para explicar el problema de la limitada disponibilidad de materias primas y energía en una economía en crecimiento, pero el principal punto de partida sobre el que fundar una transformación social debe ser aquel sobre el que existe consenso científico. Apalancar nuestras propuestas sobre una base, un problema de partida, que es difícilmente cuestionable, es una fortaleza tremenda que debemos aprovechar. El debate en torno al peak-oil y los límites de las renovables no debe ser abandonado, pero no debe ser la justificación para pedir cambios en la organización social, es mejor justificar esos cambios sobre una base solida que sobre una base que es discutida.

Ello nos enfrenta a una dificultad que es necesario sortear, se entiende mucho mejor la relación entre la energía y el colapso (deterioro generalizado de las condiciones de vida humana), que entre este y la pérdida de los servicios de los ecosistemas. En un artículo publicado en The Tyee, un nuevo medio digital canadiense de gran éxito, aunque con un nivel de difusión intermedio, todavía en desventaja respecto a los medios masivos, Los seres humanos ciegos al inminente colapso, William E. Rees, doctor en ecología de las poblaciones y experto en economía ecológica y humana, explica de forma muy certera esta relación.

En un planeta limitado, donde millones de especies comparten el mismo espacio y dependen de los mismos productos finitos de la fotosíntesis, la expansión continua de una especie conduce necesariamente a la contracción y extinción de otras. (Políticos, tomen nota: siempre hay un conflicto entre población humana / expansión económica y la "protección del medio ambiente").
¿Por qué es importante esto, incluso para aquellos a quienes realmente no les importa la naturaleza en sí? Además de la infamia moral asociada con la extinción de miles de otras formas de vida, existen razones puramente egoístas para preocuparse. Por ejemplo, dependiendo de la zona climática, entre el 78% y el 94% de las plantas con flores, incluidas muchas especies de alimentos para humanos, son polinizadas por insectos, pájaros e incluso murciélagos. (Los murciélagos, también en apuros en muchos lugares, son los polinizadores principales o exclusivos de 500 especies en al menos 67 familias de plantas). Hasta un 35% de la producción mundial de cultivos depende más o menos de la polinización animal, lo que garantiza o aumenta la producción de 87 cultivos alimentarios líderes en todo el mundo.
Pero hay una razón más profunda para temer el agotamiento y la despoblación de la naturaleza. En ausencia de vida, el planeta Tierra es sólo una roca húmeda intrascendente con una atmósfera venenosa que gira inútilmente alrededor de una estrella ordinaria en las orillas extremas de una galaxia irrelevante. Es la vida misma, comenzando con innumerables especies de microbios, la que gradualmente generó el "ambiente" adecuado para la vida en la Tierra tal como la conocemos. Los procesos biológicos son responsables del equilibrio químico favorable a la vida de los océanos; las bacterias fotosintéticas y las plantas verdes han almacenado y mantienen la atmósfera de la Tierra con el oxígeno necesario para la evolución de los animales; la misma fotosíntesis extrajo gradualmente miles de millones de toneladas de carbono de la atmósfera, almacenándolas en cretas, piedra caliza y depósitos de combustibles fósiles, de modo que la temperatura promedio de la Tierra (actualmente alrededor de 15º C) ha permanecido para edades geológicas en la estrecha franja que hace posible la vida basada en agua, incluso cuando el sol se ha estado calentando (es decir, que el clima estable es parcialmente un fenómeno biológico); innumerables especies de bacterias, hongos y una verdadera colección de micro-fauna regeneran continuamente los suelos que cultivan nuestros alimentos. (Desdichadamente, el agotamiento por la agricultura es incluso más rápido. Según algunas versiones, nos queda, tan sólo, poco más de medio siglo de tierra cultivable).

La conclusión es fácil de entender, a mayor actividad humana menos ecosistemas silvestres, los cuales proporcionan servicios vitales para la vida y la actividad humana. Sin embargo esta idea sencilla no cala en el imaginario popular, de hecho entra en contradicción con los principales mensajes que nos traslada el sistema: trabaja, produce, consume, viaja, ten éxito y muéstralo.

Sin embargo, la pedagogía, necesaria, no es suficiente. Cualquiera que haya hablado sobre estas cuestiones con alguien ajeno a la subcultura decrecentista sabe a lo que me refiero: soluciones. Pero, “la solución”, “reevaluar el papel de una economía enraizada en el crecimiento permanente”, es tremendamente abstracta, y contraria al resto de imperativos del sistema, además de impracticable.

Poner un límite a los recursos que podemos consumir, o solo a uno de ellos, el más limitante, la energía, hacer una macroasignación de recursos global, es el tipo de solución que surge de un tipo de pensamiento idéntico al que ha creado el problema. Sabemos que una solución así, racional, jerárquica, de management, basada en la decisión de unos expertos que transmiten órdenes a toda una estructura que se encarga de ejecutarlas, no puede funcionar. Ese tipo de planteamiento funciona bien a la hora de resolver problemas simples y bien definidos, pero ha fracasado, por ejemplo, en el intento de modernizar países con una cultura tradicional, como pueden ser los africanos (también hay ejemplos de éxito, como Corea del Sur). Cambiar todo el sistema a nivel global es un problema mucho más complejo. Los enormes conflictos que pueden surgir de aplicar una solución así, unido a la contradicción con las prácticas, hábitos, ideas, creencias y valores de la inmensa mayoría de la población que tendría que acatar el modelo impuesto haría que saltase por los aires en el minuto cero tras su implantación.

También hay que sospechar de quién dice conocer, aplicando este tipo de pensamiento, los “límites” de las renovables. La biosfera no deja de ser un sistema complejo, y es su interacción con la tecnología humana lo que determina esos límites, algo tremendamente difícil de predecir. Es más sensato pensar que esos límites se irán viendo con mucha mayor precisión una vez se comiencen a instalar de forma masiva los aparatos destinados a recolectar esa energía y realmente comiencen a tener efectos palpables en el planeta. La escala es fundamental, también a la hora de estudiar un problema, porque en el camino van a aparecer cisnes blancos o negros casi con total seguridad.

Hace falta una narrativa, un relato, que muestre todo lo que podemos ganar con el cambio, pasar del tener al ser, con todo lo positivo que ello conlleva en cuanto a satisfacción de necesidades humanas. Hacen falta también “soluciones” mucho más concretas, pese a que ninguna de ellas sea “la solución”: la permacultura, la economía colaborativa, la educación, las energías renovables, el consumo responsable, los grupos de consumo de proximidad, la economía social y solidaria, la tecnología apropiada, la reforestación, el cooperativismo, las monedas locales. Todos estas “soluciones” pueden ser parte de “la solución”. La labor más importante ahora es experimentar con todas estas alternativas y otras nuevas que puedan surgir, evaluar los resultados que se van obteniendo e ir modificando el rumbo según los resultados que se van obteniendo (fast feedback, en terminología de sistemas).

Probando pequeñas alternativas de este tipo vamos evaluando aquellas practicas que son más fáciles de implementar, obteniendo información acerca de las creencias, ideas y valores limitantes que dificultan el nuevo paradigma y cambiándolos en el proceso, a través del ejemplo y de la información que se transmite a través de él.

Este tipo de programa suele tacharse de reaccionario por aquellos que mantienen el pensamiento típico moderno del management, orquestar una solución rápida y eficaz desde arriba, de tipo “revolucionario”, un cambio fulgurante de todas las instituciones sociales. Su metáfora es que estamos pintando ventanas en una mina, arreglando cositas para que luzcan chulas, mientras el conjunto y lo esencial no se toca. Este tipo de pensamiento es una bobada, se discute si lo que hay que hacer es salir a la ventana y gritar “a las armas” para tomar el poder y cambiarlo todo (sin tener ni siquiera una idea de como cambiarlo para que el proceso sea aceptable para el común de los mortales, y que no se convierta en una guerra), o por el contrario lo que hay que hacer es ir cambiando directamente las cosas, ofreciendo soluciones viables y visibilizándolas, cambiando las conciencias en el proceso, para que quizás algún día (Dios no lo quiera) haya que gritar “a las armas”, pero esta vez con un sólido respaldo detrás, de gente convencida de que son necesarias y deseables nuevas instituciones sociales para lidiar con los problemas que el viejo paradigma es incapaz de resolver. No hay alternativa, pero la metáfora no es pintar ventanas, es más bien como esas plantas que crecen en las grietas de algo sólido como una roca, quizás esas plantas terminen por hacer las grietas más grandes, crezcan más plantas y al final la roca termine completamente cubierta.

En resumen, las tareas sobre las que hay que concentrarse si se quiere en el futuro ir dando pasos más importantes hacia un nuevo paradigma son:

- Hacer una intensa divulgación sobre la relación entre los servicios de los ecosistemas y la economía humana.
- Realizar y apoyar proyectos locales que mejoren la sostenibilidad. Pequeñas soluciones en los ámbitos señalados más arriba y en otros aún por explorar.
- Evaluar los resultados que se están obteniendo, identificar las resistencias al cambio y modificar los proyectos para vencerlas.


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