¿Gramsci o Castoriadis? |
El
concepto de “populismo” que nos llega a través de los medios de
comunicación, diseminado a los cuatro vientos y aceptado sin crítica
por la mayoría, es otro éxito neoliberal a la hora de crear marcos
cognitivos que sustenten su discurso, y por tanto, su hegemonía.
El
término, se acuña por primera vez en 1984 en la pluma del
politólogo Pierre-André Taguieff: lo define como una solución
autoritaria basada en el carisma de un jefe y caracterizada por la
llamada al pueblo contra las élites oligárquicas. Esto nos puede
dar pistas sobre como ha evolucionado el término y como esta
hegemonía neoliberal lo ha usado contra cualquier propuesta que
pueda cuestionar al establishment.
Fue
George Lakoff, lingüista y científico cognitivo quién nos
advirtiera en su célebre libro No pienses en un elefante de
la importancia de los marcos en la comunicación. Enmarcar es crear
una estructura narrativa que activa estructuras mentales
inconscientes que condicionan nuestro comportamiento y nuestras
decisiones. No pensar en un elefante, era un mensaje para los
demócratas, que debían dejar de aceptar los marcos propuestos por
los republicanos. Un ejemplo, tomado del propio libro, ilustrará la
cuestión:
Hay un fenómeno que probablemente hayas observado. En televisión los conservadores utilizan solamente dos palabras: alivio fiscal, mientras que los progresistas se enfrascan en una larga parrafada para plantear su punto de vista. Los conservadores pueden apelar a un marco establecido: por ejemplo, que los impuestos son una desgracia o una carga, lo cual les permite decir esa frase de dos palabras: alivio fiscal. Pero en el otro lado no hay ningún marco establecido. Se puede hablar de ello, pero supone un cierto esfuerzo porque no hay ningún marco establecido, ninguna idea fijada ya ahí a mano.
El
término populismo apela al núcleo sagrado del marco de la
modernidad: la técnica, el conocimiento, el saber, la ciencia. Todo
aquello que nos han enseñado a respetar como algo sagrado. Populista
es el que no sabe, no domina la técnica, y por tanto no es capaz de
hacer funcionar las cosas, tomar las decisiones correctas para que la
máquina ruede suavemente, sin fricciones.
En su origen, el pensamiento ilustrado de filósofos como por ejemplo Voltaire no se caracterizó por su respeto por el pueblo. La "razón" propiciaría la emancipación del ser humano, pero del ser humano concreto capaz de elevarse sobre la vulgaridad e irracionalidad del vulgo. El pueblo debía ser pastoreado, por su bien (despotismo ilustrado).
Los Kirchner en Argentina eran populistas, querían cosas imposibles, al menos según su retórica, como hacer que una parte mayor de la tarta se repartiese entre los de abajo, o hacer que el sistema funcione sin respetar las reglas de la globalización, aligual que Donald Trump. Tras su fracaso tuvieron que llegar personas razonables al poder, con el adecuado saber técnico, para hacer funcionar las cosas. Evidentemente estoy siendo irónico. Cualquiera que se salga del consenso neoliberal es populista y está condenado al fracaso, según la narrativa neoliberal hegemónica.
En su origen, el pensamiento ilustrado de filósofos como por ejemplo Voltaire no se caracterizó por su respeto por el pueblo. La "razón" propiciaría la emancipación del ser humano, pero del ser humano concreto capaz de elevarse sobre la vulgaridad e irracionalidad del vulgo. El pueblo debía ser pastoreado, por su bien (despotismo ilustrado).
Los Kirchner en Argentina eran populistas, querían cosas imposibles, al menos según su retórica, como hacer que una parte mayor de la tarta se repartiese entre los de abajo, o hacer que el sistema funcione sin respetar las reglas de la globalización, aligual que Donald Trump. Tras su fracaso tuvieron que llegar personas razonables al poder, con el adecuado saber técnico, para hacer funcionar las cosas. Evidentemente estoy siendo irónico. Cualquiera que se salga del consenso neoliberal es populista y está condenado al fracaso, según la narrativa neoliberal hegemónica.
Si
bien el uso corriente del término populista nos remite a la
hegemonía neoliberal, hay otros sentidos que quizás es más
interesante analizar, como su uso por ciertas corrientes filosóficas
con el propósito de renovar las prácticas de la izquierda
tradicional marxista y hacer así que esta logre una hegemonía
cultural, tal y como la entendía Antonio Gramsci. Este es el sentido que
dan al populismo Ernesto Laclau y Chantall Mouffe en su obra
Hegemonía y estrategia socialista. Según estos autores la
clase obrera no tendría un interés esencial en el socialismo o
la lucha de clases, la posición social de una persona no determina
sus ideas políticas, además:
Todo orden resulta de la articulación temporal y precaria de prácticas contingentes.
Una
afirmación que parece de sentido común. El orden surge de las
prácticas, de lo que hacen los seres humanos, y lo que hacemos puede
cambiarse, en consecuencia es contingente.
El
concepto de lucha de clases es desechado por obsoleto, y la clase
debe ser sustituida por el pueblo, una mayoría, un nosotros, que
debe ser construido.
La
teoría populista como forma de alcanzar la hegemonía logra una
ruptura elegante, sencilla y de sentido común con alguna de las
ideas más paralizantes del marxismo. Sin embargo, debemos poner en
duda su capacidad como herramienta para el único objetivo legítimo,
la emancipación del ser humano, la autonomía.
Las
clases, son abstracciones de relaciones concretas que se dan en la
sociedad, de un trabajador cualquiera con su jefe, con los medios de
comunicación, con el dueño de su empresa, su panadero, etc. Las
abstracciones pueden ser simplificaciones útiles cuando nos permiten
construir mapas que nos guían en el proceso de cambio social hacia
la autonomía. El problema es que el concepto de clase, rechazado por
la gran mayoría de la población, no nos sirve para construir un
mapa fiable que nos guíe hacia la autonomía.
Las
clases evocan la existencia de dos grupos, un grupo de propietarios y
un grupo de no-propietarios que se vería obligado a vender su fuerza
de trabajo. Lo que está puesto en primer plano aquí es la
propiedad, en concentro la propiedad de los medios de producción. Lo
que queda en segundo plano es la relación del hombre con los medios
de producción, con la tecnología, una relación que analizó mi
compañero Rugi Carles en una serie de artículos [1]. Desde nuestro
punto de vista, quizás lo más destacado, como traté de explicar
cuando os conté por qué debíais evitar la carne, es que el
individuo no controla la tecnología, sino que es controlado por el
proceso ciego que se desencadena cuando una nueva tecnología
orientada hacia la eficiencia y el incremento de la riqueza privada
es puesta en práctica. Quizás un buen epítome sea el automóvil,
como bien señala Marvin Harris en este párrafo que he usado en
otras ocasiones:
El siglo XX parece una verdadera cornucopia de cambios inintencionados, indeseables e inesperados. El automóvil, meramente pensado como máquina para ayudar a la gente a ir de un sitio a otro más deprisa que a caballo o en calesa, modificó por completo las pautas de asentamiento y las prácticas comerciales de las sociedades industriales.
Nadie persiguió o previó la transformación de tierras agrícolas en zonas residenciales, las desoladas fajas de tierra que bordean tantas carreteras y la consagración de los centros comerciales como nuevos centros de vida social.
Nadie previó tampoco el aspecto del rostro humano durante un bloqueo total del tráfico, la ansiedad e hipertensión que provocan las caravanas de coches de causa desconocida, o los hierros retorcidos y la sangre en la carretera dos horas más tarde.
Y seguro que nadie quiso que los automovilistas tardaran más hoy día en llegar al trabajo o desplazarse de un extremo a otro de la ciudad que los conductores de coches de caballos.
¿Sabían nuestros padres de la acumulación industrial de residuos tóxicos en todos los elementos sólidos, líquidos y gaseosos que mantienen en vida a la naturaleza?
Mientras limpiaban y cuidaban sus coches como si de animales de compañía se tratara, ¿se pararon acaso alguna vez a pensar qué pasa con los vapores excrementicios que emiten los motores?
El
problema no es el dueño de la máquina sino que el
hombre sea efectivamente autónomo respecto a ella, una tarea para la
que no hay soluciones milagrosas. Tendrá que construirse con mucho
esfuerzo y paso a paso.
El
problema de la autonomía individual ha sido un problema muy señalado
en el “socialismo real”. No en vano se trata de otro sistema
tecno-industrial orientado hacia la eficiencia. Si había que
fabricar coches alguien tendría que apretar los tornillos, y esa
persona sería seleccionada por el técnico de selección de personal
con los conocimientos adecuados para valorar las competencias de cada
individuo. La técnica, la competencia y la eficiencia son los
valores centrales del sistema por encima de la autonomía individual.
El
marxismo tradicional parte de un ideal muy simple de racionalismo
ilustrado. “La verdad”, un absoluto, será aceptada por los
hombres cuando les sea explicada y apliquen su razón. Los liberales
hace tiempo que dejaron de confiar en la razón de los hombres y
decidieron “manipularlos”, apelar a sus emociones. El “populismo”
toma nota de este hecho y busca crear un “consentimiento” de la
población, que aceptaría la visión de la clase dirigente. Todas
estas teorías establecen una división muy simple entre los que
saben, los que poseen la técnica, la competencia o la verdad, y
crean la realidad que es aceptada pasivamente por el resto.
En
definitiva, en el populismo podemos observar, en un análisis rápido,
dos aspectos que son contrarios a la emancipación del ser humano y
al incremento de su autonomía, la supeditación del hombre a la
técnica y la visión dual de una clase dirigente que crea la
realidad y un pueblo que “consiente” aceptarla.
Tampoco parece una teoría que mejore nuestro mapa sobre el cambio social, está muy centrada en conseguir el gobierno.
Tampoco parece una teoría que mejore nuestro mapa sobre el cambio social, está muy centrada en conseguir el gobierno.
Sin
embargo, el gobierno, su poder ejecutivo y la promulgación de leyes
por el legislativo suelen ser útiles para resolver problemas en un
contexto estable y cuando existe confianza en la intervención.
No
es ese el caso que nos encontramos al tratar de avanzar hacia una
sociedad más sostenible, y que de verdad tenga entre sus prioridades
la emancipación del ser humano. Por lo tanto, la utilidad de la teoría populista será limitada.
[1] Tecnología, Sociedad y Autonomía - Una aproximación a la espinosa cuestión desde el metabolismo social
La tecnosfera contra la biosfera. Pasado, presente y futuro
Tecnofilia y organofobia: Bésame mientras me matas, querida máquina
Noquear a la Tecnosfera: dejar de ser un robópata y pasar a ser humano
¿Estamos atrapados? El rol del mito en el bloqueo tecnológico-institucional
Hola Jesús, sigo tus entradas en varios blogs y realmente coincido con casi todo lo que planteas. Pero esta vez ni bien leí la referencia a Argentina y los Kirchner abandoné el articulo. Una cosa es lo que ellos fueron en su marco discursivo y otra diferente lo que fueron en los hechos. Claramente sus sucesores son neoliberales de manual pero llegaron al poder gracias a las aberraciones cometidas por esa banda que se dedicó al saqueo y uso personal del estado. Un saludo y gracias por el aporte que hacen. Jorge.
ResponderEliminarHola Jorge,
EliminarLa verdad que no tengo mucho conocimiento de Argentina, pero los Kichner me parecieron un buen ejemplo de populismo, al menos visto desde España. El discurso de medios como El País en España es el que yo he relatado en el artículo. Cuando ahora surgen de nuevo los problemas es difícil de justificar. De todas formas he añadido una modificación y he puesto "al menos según su retórica", para dejar constancia que yo no certifico que ellos tuviesen esas intenciones, algo que yo no puedo valorar.
un saludo,