Recientemente hemos
presenciado como, por motivo de la deuda soberana, una manada de
hienas se está dedicando a devorar Grecia con el beneplácito de los
macarras poligoneros de la Troika, así que no me extenderé
demasiado en explicar que las deudas públicas de los países son un
medio de poner de rodillas la soberanía y las democracias de los
pueblos (ya quedó claro: si los rescates anteriores solo empeoraron
el problema, ¿qué fuerza ultraterrena hará que la misma medida,
esta vez funcione?,...lo que hace patente, de nuevo, que la deuda
Griega no es un problema, es más bien una excusa...).
Esto es algo que ya
no se puede negar desde que se dan circunstancias tan descabelladas
como que el tercer mundo ya ha pagado 8 veces su deuda y aún debe
un 400% más (1),
estas perlas solo dejan en evidencia que el gran asalto del
capitalismo a los países no es solo por su dinero, es sobre todo por
sus recursos y por destruir los derechos de los pueblos a protegerse
de los saqueos.
El discurso facilón
de “las deudas hay que pagarlas” pierde toda su fuerza ante la
tozuda realidad, como dejó patente de forma lapidaria el discurso
del Presidente de Burkina Faso, Thomas Sankara:
“La deuda no
puede ser reembolsada porque, en primer lugar, si no pagamos, los
prestamistas no se van a morir. Estemos seguros de esto. En cambio,
si pagamos, somos nosotros los que vamos a morir. Estemos seguros
igualmente de ello”(2).
Tan difícil era
aquella afirmación de rebatir que solo pudieron quitarle la razón
como sólo el capitalismo sabe hacer, con razonamientos de plomo,
fuego y sangre. Dos meses después fue traicionado y asesinado en un
golpe de estado con el apoyo de potencias occidentales.
Presenciar tropelías
de dimensiones cósmicas, como estas, al común de los mortales, nos
paraliza inundándonos de una incómoda sensación de impotencia y un
pensamiento cruza nuestra mente: “¿y es que no hay nada que yo
pueda hacer?”, ¿Cómo podríamos controlar los endeudamientos
descontrolados?¿los gastos fuera de control?
Bueno en realidad sí
somos tan pequeños como nos sentimos (quizá incluso más, que el
ser humano nos lo tenemos muy subidito, “¡ña-ña!, yo camino
erguido y tengo pulgares oponibles, y vosotros no…”), somos
pequeños e insignificantes, sí, pero solo tan pequeños e
insignificantes como los poderosos. Siempre me gusta hacer notar que
nuestra fuerza no radica en el individuo sino en el grupo,
juntos somos capaces de casi cualquier proeza. Lo normal es que, una
y otra vez, demostramos ser capaces de casi cualquier desaguisado,
como una burbuja inmobiliaria, o de proezas imposibles como encumbrar
a una nulidad humana como Paquirrín.
Yo estoy seguro que
esta deriva al caos se puede cambiar, por ejemplo nuestro poder como
consumidores es enorme, si nos pusiésemos a ello, mediante el
consumo responsable y el “todos a una” podríamos dar un giro de
180º a esta carrera loca hacia el acantilado.
“La forma en
que gastamos nuestro dinero, conforma el mundo”, de eso no
tengo duda (entrecomillo la frase porque seguro que la habré
oído/leído en algún lado, algo tan brillante no se me puede
ocurrir a mi), pero además está la parte de nuestro dinero sobre
cuyo destino no decidimos nosotros, me refiero a nuestros impuestos
(los que pagamos de eso, claro). Sobre eso pretendo incidir.
¿Y como controlar
en que se van nuestros impuestos?, en realidad solo hay una:
-Presupuestos
participativos.
-Observatorios
Ciudadanos Municipales.
-Presupuestos
participativos.
Los presupuestos
participativos son un compromiso que han adquirido los Ayuntamientos
de algunos municipios mediante el cuál se comprometen a gastar un
pequeño porcentaje de los presupuestos anuales en proyectos
diseñados directamente por la gente del municipio.
Es un ejercicio muy
interesante, puesto que, mediante un grupo reducido de personas o
“grupo motor” se da eco a un torrente de ideas y proyectos, y se
incentiva, en cierta medida, a que la gente de a pie analice las
carencias de su localidad y se exprima la sesera para cubrirlas y
para mejorar servicios e infraestructuras.
Además, gracias a
maravillas como la ley de racionalización de las administraciones
locales que se han inventado mis irracionales amigos del PP (que por
cierto, poniendo nombre a sus locuras, son únicos), los Presupuestos
Participativos son una buena forma de hacer que a la gente nos hierva
la sangre, cuando proyectos majísimos, como bancos de libros para el
cole de los chavales, limpieza y adecuación de márgenes de los
ríos, o cosas así, se van al garete porque están mas allá de las
competencias de los Ayuntamientos, y el grupo motor termina
proyectando repintar de verde los bancos del parque y cabreados como
monas (vale es broma, siempre hay proyectos majetes que van para
adelante como accesibilidad universal a una biblioteca o a las
instalaciones del centro cultural, pero es cierto que a veces resulta
bastante frustrante el ver lo limitada que es la capacidad de decidir
qué hacer con los impuestos locales).
La mala sangre que provocan las barreras de las competencias (y de las incompetencias también), casi te empuja a dar el siguiente paso que es el OCM.
-Observatorio
Ciudadano Municipal
A mí,
personalmente, esto me gusta mucho más que el anterior, es una
iniciativa que surge de la inquietud de muchos movimientos sociales
contra la Deudocracia y por el impago de deudas ilegítimas, como es
la Pataforma de Auditoría Ciudadana de la Deuda (PACD).
Un OMC
consiste en la formación de un grupo de valientes que se atrevan a
embarcarse en la aventura de auditar los presupuestos y liquidaciones
de los Ayuntamientos. Una empresa que pondrá a prueba la cordura de
los no iniciados en las disciplinas de la economía y contabilidad.
También existen
grupos de avezados aventureros por toda la geografía dedicados a
fiscalizar los ayuntamientos desde la calle, más allá de los
partidos políticos. En 2015, ya hay 32 Observatirios en el
territorio español, como en Catalunya, País Valencià, Malaga,
Alcantarilla, Torre Pacheco, el Ayto. de Madrid, Paracuellos de
Jarama,...
Habrá que comenzar
por adentrarse en lo desconocido, y enfrentarse con los funcionarios
que habitan los Ayuntamientos, dentro se encontrarán aliados, pero
también monstruos terribles. Tras feroces enfrentamientos los
aventureros podrán hacerse con las cuentas de su Ayuntamiento y
comenzar a descifrar lo indescifrable, y en el mejor de los casos
serán 300 o 400 folios en pdf con minúsculos numeritos, y en un
lenguaje ininteligible -lengua de Mordor, o algo,…los manuscritos
del Mar Muerto son bastante más accesibles en algunos casos- (no es
broma, me contaron el caso de un alcalde que solo dejaba consultar
los presupuestos en una mesa en un rincón oscuro debajo de una
escalera y no se podían hacer copias de los mismos para llevar, ni
el mismísimo Sauron es tan chungo).
L@s chic@s de la
PACD(3) siempre
están dispuestos a ayudarnos en estas labores, incluso han
creado herramientas informáticas para facilitar la labor de las
auditorías, se trata del OCAX (4)que
crea una serie de infografías con los datos contables para hacerlo
todo mas potable y accesible al común de los mortales. Además dan
sesiones formativas para que los OCM arranquen a andar.
En realidad un OCM
no va a dar a la gente la capacidad de elegir en qué se va a
invertir el dinero de las arcas y cofres de las casas consistoriales,
de forma directa al menos, pero si consigue cosas muy útiles, por
ejemplo: cualquier decisión que se tome en cuanto a nuestro dinero,
quedará a la vista de todo el mundo, con lo que el OCM se convierte,
automáticamente, en un órgano extraoficial de control de las
instituciones. Gracias al OCAX se puede “contagiar” a mas gente
al empoderamiento sobre los Ayuntamientos por parte del pueblo, y se
facilita el realizar consultas sobre las cuentas (mediante las
infografías, se facilita mucho la labor de auditar y se hace mas
atractiva). Es la mejor forma de lucha contra la corrupción, puesto
que la lupa de los vecinos es como un bálsamo preventivo.
Y por supuesto que
un pequeño reducto de guerreros en un remoto pueblo no serán
capaces de un cambio visible, pero,… si se contagia,… si la llama
del empoderamiento mediante grupos de Observatorios Municipales, arde
de Ayuntamiento en Ayuntamiento, las hordas de ciudadanos organizados
en legiones de OCM podrían conseguir lo imposible, podrían
conseguir que las ciudades y pueblos, ¡que digo!, ¡los países!,
gasten donde se debe gastar, que no se endeuden con fines
especulativos, que estas deudas no alcancen cuantías que nos
coloquen en tan delicadas situaciones y, en última instancia, será
un método indirecto del control del gasto y la deuda, por parte de
la ciudadanía.
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