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martes, 15 de septiembre de 2015

Trampas al solitario


La humanidad, tal y como podemos comprobar de forma intuitiva con sólo salir a la calle y ver a la gente buscando en la basura, o viendo la oleada de inmigrantes que se agolpa a las puertas de Europa para adquirir el derecho a buscar en nuestra basura, no progresa. Eso no debería ser un problema, la humanidad ha permanecido durante buena parte de su historia en un estado estacionario, sin apenas cambios tecnológicos o culturales durante cientos o miles de años, sin que ello haya supuesto un problema a nuestros ancestros, o por lo menos no tenemos noticia de ello.

La falta de progreso hoy sí es un problema, por eso día tras día leemos noticias que nos hablan de los grandes progresos tecnológicos que nos traerá el futuro, sí, el futuro. Se fomenta la neomanía para legitimar el sistema, pero como dice el papa Francisco la tecnología no es ni buena ni mala por sí misma, hay que vincularla a unos fines ¿Y cuáles pueden ser esos fines? Deberían determinarse democráticamente, pero la reducción de la pobreza, el aumento de la seguridad y la reducción de la violencia parecen fines lógicos, con los que la mayoría de la población estaría de acuerdo, pero eso no parece estar produciéndose.

Sí, dicen que se está reduciendo la pobreza y la desigualdad a nivel global, pero como ya mostramos en un artículo anterior eso es cuestionable, incluso aceptando la definición estrecha de pobreza que nos proponen, que consiste en disponer de una renta de 1,25$ diarios. Sin embargo, hace tan sólo unos días leíamos en El País que buscar basura en un vertedero, en condiciones higiénicas deplorables, con los pies llenos de úlceras y costras y sometido a la presión de las mafias, podía reportar 2,4€ diarios ¿Podemos considerar que una persona así está fuera de la pobreza? No lo creo.

Todavía más significativo es la ausencia de progreso en cuanto al cuidado del medioambiente. En 1952 una gran niebla tóxica cubrió Londres, estimándose que causó 12.000 muertos y 100.000 enfermos.
 
En pleno día, con las farolas apagadas, Trafalgar Square no luce demasiado.

Hoy estos hechos nos resultan difíciles de creer, todos hemos estado en Londres o conocemos a alguien que ha estado allí, y sabemos que se trata de una ciudad amigable, apta para el turisteo despreocupado ¿Tanto ha cambiado la ciudad? Y si es así ¿Por qué? La respuesta es sencilla, gran parte de la contaminación la hemos llevado a otro lugar. Hace poco conocíamos la noticia de que una de cada seis muertes prematuras en China es provocada por la contaminación. Esto nos vuelve a remitir al tema de la pobreza, aproximadamente la mitad, de hecho algo más, de las personas que han salido de la pobreza extrema a nivel global lo han hecho en China ¿Pero podemos considerar que alguien deja de ser pobre por disponer de más de 1,25$ al día mientras se expone a niveles insalubres de contaminación? ¿O cuando se trabajan jornadas de 13 horas en condiciones lamentables? Hemos destrozado el planeta para no arreglar ninguno de los problemas esenciales de los más necesitados, pero nos hacemos trampas al solitario.

Por supuesto en 63 años quizás hemos mejorado algo, un poco, hay que pensar que el PIB, un estupendo índice de nuestro impacto ambiental, se ha multiplicado por nueve en ese periodo, mientras que la población está a punto de triplicarse. Quizás no sólo hemos trasladado la contaminación desde occidente al extremo oriente, quizás también hemos reducido un poco el impacto por unidad de PIB, en caso contrario el planeta no habría resistido el impacto de multiplicar por nueve nuestra actividad. Pero este es el ingrediente menor, estoy seguro, lo principal es la traslación de la actividad y de sus impactos negativos. No debería asombrarnos, por lo tanto, que un estudio ha encontrado, tras analizar diversos sectores industriales en varias regiones del planeta, que ninguno de estos sectores sería rentable si internalizase sus costes ambientales.

¿Quiere esto decir que no hay alternativas, que estamos condenados? No, lo que quiere decir es que es hora de afrontar los problemas, ya no podemos trasladarlos a otra región, o sentarnos a esperar que inventen algo que los arregle en el futuro.

Nuestra forma de entender el mundo debe cambiar, porque está en crisis, no podemos seguir parcelando la realidad en compartimentos estancos e independientes unos de otros. Es hora de mirar al todo además de a las partes, y de pensar en los fines y no sólo en el incremento de los medios. Es hora de afrontar los problemas de forma directa, y no a través de un proceso de incremento de los medios que de forma objetiva, está fallando, a pesar de que no queramos verlo y nos hagamos trampas al solitario.

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