La
humanidad, tal y como podemos comprobar de forma intuitiva con sólo salir a la
calle y ver a la gente buscando en la basura, o viendo la oleada de inmigrantes
que se agolpa a las puertas de Europa para adquirir el derecho a buscar en
nuestra basura, no progresa. Eso no debería ser un problema, la humanidad ha
permanecido durante buena parte de su historia en un estado estacionario, sin
apenas cambios tecnológicos o culturales durante cientos o miles de años, sin
que ello haya supuesto un problema a nuestros ancestros, o por lo menos no
tenemos noticia de ello.
La
falta de progreso hoy sí es un problema, por eso día tras día leemos noticias
que nos hablan de los grandes progresos tecnológicos que nos traerá el futuro,
sí, el futuro. Se fomenta la neomanía para legitimar el sistema, pero como dice
el papa Francisco la tecnología no es ni buena ni mala por sí misma, hay que
vincularla a unos fines ¿Y cuáles pueden ser esos fines? Deberían determinarse
democráticamente, pero la reducción de la pobreza, el aumento de la seguridad y
la reducción de la violencia parecen fines lógicos, con los que la mayoría de
la población estaría de acuerdo, pero eso no parece estar produciéndose.
Sí,
dicen que se está reduciendo la pobreza y la desigualdad a nivel global, pero
como ya mostramos en un artículo anterior eso es cuestionable, incluso
aceptando la definición estrecha de pobreza que nos proponen, que consiste en
disponer de una renta de 1,25$ diarios. Sin embargo, hace
tan sólo unos días leíamos en El País que buscar basura en un vertedero, en
condiciones higiénicas deplorables, con los pies llenos de úlceras y costras y
sometido a la presión de las mafias, podía
reportar 2,4€ diarios ¿Podemos considerar que una persona así está
fuera de la pobreza? No lo creo.
Todavía
más significativo es la ausencia de progreso en cuanto al cuidado del
medioambiente. En 1952 una gran
niebla tóxica cubrió Londres, estimándose que causó 12.000 muertos y
100.000 enfermos.
En pleno día, con las farolas apagadas, Trafalgar Square no luce demasiado. |
Hoy
estos hechos nos resultan difíciles de creer, todos hemos estado en Londres o
conocemos a alguien que ha estado allí, y sabemos que se trata de una ciudad
amigable, apta para el turisteo despreocupado ¿Tanto ha cambiado la ciudad? Y
si es así ¿Por qué? La respuesta es sencilla, gran parte de la contaminación la
hemos llevado a otro lugar. Hace poco conocíamos la noticia de que una
de cada seis muertes prematuras en China es provocada por la contaminación.
Esto nos vuelve a remitir al tema de la pobreza, aproximadamente la mitad, de
hecho algo más, de las personas que han salido de la pobreza extrema a nivel
global lo han hecho en China ¿Pero podemos considerar que alguien deja de ser
pobre por disponer de más de 1,25$ al día mientras se expone a niveles
insalubres de contaminación? ¿O
cuando se trabajan jornadas de 13 horas en condiciones lamentables? Hemos
destrozado el planeta para no arreglar ninguno de los problemas esenciales de
los más necesitados, pero nos hacemos trampas al solitario.
Por
supuesto en 63 años quizás hemos mejorado algo, un poco, hay que pensar que el
PIB, un estupendo índice de nuestro impacto ambiental, se ha multiplicado por nueve
en ese periodo, mientras que la población está a punto de triplicarse. Quizás
no sólo hemos trasladado la contaminación desde occidente al extremo oriente,
quizás también hemos reducido un poco el impacto por unidad de PIB, en caso
contrario el planeta no habría resistido el impacto de multiplicar por nueve
nuestra actividad. Pero este es el ingrediente menor, estoy seguro, lo principal es la traslación de la actividad y de sus
impactos negativos. No debería asombrarnos, por lo tanto, que un estudio ha
encontrado, tras analizar diversos sectores industriales en varias regiones del
planeta, que ninguno
de estos sectores sería rentable si internalizase sus costes ambientales.
¿Quiere
esto decir que no hay alternativas, que estamos condenados? No, lo que quiere
decir es que es hora de afrontar los problemas, ya no podemos trasladarlos a
otra región, o sentarnos a esperar que inventen algo que los arregle en el
futuro.
Nuestra
forma de entender el mundo debe cambiar, porque está en crisis, no podemos seguir
parcelando la realidad en compartimentos estancos e independientes unos de
otros. Es
hora de mirar al todo además de a las partes, y de pensar
en los fines y no sólo en el incremento de los medios. Es hora de afrontar
los problemas de forma directa, y no a través de un proceso de incremento de
los medios que de forma objetiva, está fallando, a pesar de que no queramos
verlo y nos hagamos trampas al solitario.
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