En los últimos tiempos estamos observando un incremento de
los planteamientos teóricos en defensa de una vida sencilla, también llamada
simplicidad voluntaria y el decrecimiento, aunque una idea y otra no tiene por
qué coincidir-personalmente nos situaríamos en una postura acrecentista-.
Presentado o pensado como algo moderno, como algo actual ,
en realidad la idea de una vida sencilla como ideal es muy antigua. Sin salir
del mundo occidental y sus tradiciones de pensamiento, todas o casi todas las
escuelas filosóficas clásicas, del epicureísmo
al estoicismo y el cinismo, con sus diferencias y sus
discusiones, coincidían en compartir como ideal de fondo el hombre autárquico,
en el sentido de reducir sus necesidades materiales a lo imprescindible, a no
dejarse dominar por las pasiones y deseos de gloria, riqueza y bienes
materiales. Incluso Epicuro y sus
discípulos hacían una defensa de los placeres en su sentido elevado, llevando
una vida frugal frente a la idea tópica de ellos, sin ensalzar nunca el
desenfreno sexual, la gula o cosas por el estilo. También en el Evangelio, en el cristianismo serio y
original, se defienden las mismas concepciones, probablemente por el influjo
que las filosofías clásicas originaron en Jesús-o
quizás de forma autónoma, nunca se sabrá-, cuando leemos frases como “sed como
las aves del cielo”
Por tanto podríamos ver en las ideas actuales de la
simplicidad voluntaria un renacer de las ideas de los viejos maestros de la humanidad, con sus
enseñanzas totalmente desoídas en el mundo moderno, mundo centrado en valores
contrapuestos, desde los placeres más bajos y banales, hasta la glorificación
de la riqueza, la acumulación de propiedades, el amor al poder, el ansia de
figurar, la idea de la competitividad, del éxito, de ser reconocido…
Por tanto es evidente que ante la locura contemporánea, se
necesita retomar la idea de la vida sencilla, entendiendo como búsqueda de la
riqueza inmaterial o espiritual, de la libertad como no sujeción a personas y
cosas, el desprendimiento, el esfuerzo, el trabajo en beneficio de la
comunidad, la reflexión y participación en la vida democrática…
No obstante es necesario dar al ideal de la simplicidad
voluntaria un sentido limitado y adecuado, además de unirlo a un proyecto
transformador. Y decimos esto porque tanto la vida, como los propios seres
humanos, somos muy complejos. Porque una cosa es no hacer de lo material el
centro de todo y otra olvidar , por un lado, que se requiere para una vida digna
unas condiciones materiales mínimas indispensables más o menos cubiertas, por
otro que los seres humanos son seres que siempre buscarán innovar,
desarrollarse, inventar nuevas tecnologías, conocer, en una palabra. Es en
estos aspectos que nosotros no creemos en aquellos que unen vida sencilla a
ausencia de tecnología, a volver a una especie de arcadia rural.
Siempre querremos saber, por ejemplo, qué es el cosmos, cómo se originó, qué hay en él; y lo mismo con la materia invisible al ojo humano, qué la constituye, qué hay detrás de todo. Lo mismo es aplicable para otros aspectos de la vida. En este sentido se necesita tecnología compleja, muy desarrollada, cada vez más y más perfeccionada, que nos permita mirar lo macro y lo micro. Y quien quiera poner fin a esta sed de conocimientos, en nombre de una vida sencilla, chocará con la naturaleza humana, y terminará por crear una nueva forma de dictadura, una especie de ecofascismo o ecoleninismo.
Finalmente, la idea de la simplicidad voluntaria, bien
entendida, como equilibrio entre lo material y lo inmaterial, creemos debe ir
unida a un proyecto transformador de largo aliento. Pues de nada serviría si
tal filosofía queda reducida sólo a una forma de vida, sin más implicaciones
que un puñado de persona que huyen al campo a buscar otra forma de vivir,
aislados del resto-lo que tampoco es condenable y quien sabe si ,inicialmente,
sería la única salida-
Los principios de la vida sencilla deben ir indisolublemente
unidos a la consecución de una vida democrática en su verdadero sentido, a una
vida basada en el autogobierno individual y comunitario. Pues es evidente que
la búsqueda de la simplicidad voluntaria se realiza para lograr expandir la
libertad individual y colectiva poco a poco en el mayor grado posible.
Pero, y he aquí la contradicción de esta filosofía, la
búsqueda del autogobierno o autonomía, o sociedad autónoma, por supuesto incompatible con los
valores actuales de correr tras el Dorado de la abundancia material, requiere
de una gran complejidad, de complicarnos la existencia.
Pues, para que una verdadera democracia tenga posibilidades
de sostenerse se requiere, por supuesto, reducir el tiempo de trabajo, pero no
para lograr una vida placentera, un ocio degradado, un reino de jauja de
bienestar y felicidad. No, se requiere para que hombres y mujeres puedan tener
el suficiente tiempo para formarse, informarse y participar en las decisiones
que se tomen en la vida comunitaria.
Es insostenible el autogobierno sin una información libre y
transparente, frente a la actual de los medios de manipulación y
adoctrinamiento de masas, dirigidos por grandes empresas y al servicio de
diversas siglas políticas. Es necesario vencer el conocimiento entendido como
visión fragmentaria de las cosas, e intentar tener una visión amplia, lo más extensa
posible, para lo cual se necesita una vida entera de formación continuada. Y,
finalmente se necesita participar y tomar decisiones con conocimiento de causa.
Por tanto frente a la simplicidad en el mal sentido de
nuestras sociedades, consistente en trabajar-si hay suerte de tener empleo-,
obedecer, votar cada cierto tiempo y consumir-cada vez menos-, la sociedad de
la simplicidad voluntaria, tomada en serio y unida al autogobierno es, en
última instancia, la más compleja de todas, pues, al no centrar la calidad de
vida en la mera riqueza material, sino en la igual libertad para todos, en no
ser oprimidos por nada ni nadie, requiere del esfuerzo continuado, de una lucha
por alcanzar una mayor perfección moral, una mayor calidad como personas.