Queridos lectores, Alejandro Moruno, del blog Con la comida no se juega, nos envía un nuevo artículo donde vuelve a cuestionar nuestro sistema industrial de alimentación, y el papel que juega la publicidad y los grandes oligopolios de la industria alimentaria. Les dejo con él.
Cuando entramos a un
supermercado sentimos un bombardeo tremendo y constante de reclamos y
anuncios en los envases sobre las múltiples cualidades y efectos
sobre la salud de los productos alimenticios.
También la
publicidad en prensa y televisión realiza la misma función,
intentando atraernos hacia estos productos haciéndonos pensar que
ganamos en salud.
Vamos a ver que hay detrás de estos mensajes y
si realmente nos ofrecen lo que prometen.
Los alimentos funcionales son aquellos alimentos convencionales a los que se reduce, modifica añade algún nutriente (fibra, vitaminas, minerales, ácidos grasos,antioxidantes etc.) con el fin de mejorar la salud o prevenir el riesgo de contraer alguna enfermedad.
Estos alimentos realizan reclamos de salud específicos (ayuda a tus defensas o regula el colesterol) que deben demostrar ante la EFSA, el organismo regulador alimentario europeo, aunque la regulación es bastante laxa y se rodea con mensajes ambiguos como explica este curioso post de Mi dieta Cojea.
Los alimentos “saludables” o “sanos” serían los que presentan algún reclamo nutricional específico (rico en fibra, sin azúcar,bajo en grasa,etc.) todos también regulados con cantidades específicas pero también con “trucos”.
Por ejemplo; no es lo mismo “sin azúcar” (menos de 0,5 gr. por cada 100 gr.) que bajo en azúcar (25% menos de azúcar que la versión convencional).
Exactamente igual para el caso de “sin grasa” y “bajo en grasa”.
Tampoco es lo mismo “sin sal” (menos de 5 miligramos de sal) que “reducido en sal” (25% menos) que “bajo en sodio” (menos de 140 mg. De sodio). Recordemos que no toda las sales de estos productos tienen sodio, ni todo el sodio procede de la sal (sacarina sódica por ejemplo) y la sal se calcula sumando todo el sodio multiplicado por 2,5.
Es decir, un galimatías para aquel que busca incorporar menos sal en su dieta.
Recordemos que suplementar en exceso la dieta con algunas vitaminas, minerales o ácidos grasos, como el omega-3, no tienen los mismo efectos beneficiosos que cuando se encuentran incluidos en los alimentos de forma natural, e incluso pueden aumentar el riesgo de enfermedad y muerte, como demuestran los últimos estudios al respecto;
Suplementos multivitamínicos a diario y riesgo de mortalidad, cáncer o cardiovascular.
Veamos algunos ejemplos prácticos,tanto de alimentos funcionales como los que se presentan como saludables;
Activia, el famoso yogur que utiliza ese tipo de reclamos que “rodean” la normativa de los reclamos saludables con el famoseo hablando de “barrigas felices” o “digestión que no se nota”, no se dice nada concreto sobre la salud, son mensajes ambiguos por los que no hay nada que reclamar, pero si inducen a pensar que existen efectos adicionales y beneficiosos.
La realidad es que la EFSA ha certificado que las Bifidobacterias que ofrece este producto no tiene ningún beneficioso adicional sobre la salud en comparación a las bacterias habituales del yogur convencional.
Eso si, todas sus variedades, que no son pocas ya que diversificar el producto hasta el infinito forma parte también muchas veces de las estrategias de marketing, tienen demasiado azúcar (algo a tener en cuenta si recuerdas este post), espesantes y casi nada de fruta, con la excepción de la variedad que recojo en la foto, que es normal, sin azúcar y natural. El tema es que, a efectos de salud es igual que uno convencional natural sin azúcar, sólo que hasta un 70% más caro porque si.
Patatas fritas con aceite de oliva; aparecen aceitunas en el paquete y se anuncia a bombo y platillo pero si miramos en los ingredientes seguramente tenga sólo un chorrito y sea sólo un % muy pequeño y usen aceite de girasol o de palma con peor calidad nutricional y mayor impacto medioambiental
También suelen indicar “sin colesterol” en una bolsa de patatas, cuando sólo los alimentos de origen animal lo contienen, por tanto no tiene sentido pero sirve como reclamo saludable, cuando en realidad es un producto altamente calórico (y no precisamente el tipo de calorías más saludable como podrían ser las nueces) y que, por tanto, hay que consumir con mesura.
Como curiosidad, Lays junta a decenas de científicos, psicólogos y expertos en marketing con un presupuesto de millones de dólares para estudiar como hacer irresistibles sus patatas.
Así que no te sientas culpable si empiezas a comer patatas y no paras hasta que se acabe la bolsa, han invertido mucho para que así sea.
Lo mejor es no acudir habitualmente a estos productos, por salud y por no servir de rata de laboratorio humana.
Los zumos industriales no equivalen a comer una pieza de fruta, ni siquiera un zumo natural ya que pierde fibra, cambia la estructura del alimento y se dan mayores picos de insulina al estar más concentrados los azúcares.
Los zumos procedentes de fruta concentrada, llenos de azúcar y con casi nada de fruta o el néctar de frutas (50% de agua con azúcar) no son por tanto opciones saludables y menos si está dirigido a niños, como el de la foto, donde se resalta que son “frutiguays”.
Vemos en la siguiente imagen que no son tan guays y que su primer ingrediente es agua (recordemos que los ingredientes aparecen ordenados según la cantidad que tengan en el producto) y el segundo es zumo a partir de concentrado, además de azúcar y espesantes.
Los
famosos esteroles vegetales
que se añaden a yogures, margarinas, galletas, etc. ofrecen esta
molécula de origen vegetal para que compita en absorción con el
colesterol de origen animal y que así no ingiramos mucho a través
de la dieta.
El problema es que el colesterol simple que ingerimos por la dieta ya no es el principal indicador de salud cardiovascular, sino el estrés oxidativo, moléculas pro-inflamatorias o el equilibrio y cantidades de los distintos tipos de
colesterol bueno y malo (HDL y LDL) que depende de muchos otros factores como los tipos de grasas que se consuman habitualmente (mejor frutos secos y aceite de oliva), cantidad de azúcares libres y harinas refinadas, consumo de frutas y verduras o la actividad física.
En cuanto a los esteroles vegetales, dependiendo de quien financie el estudio tenemos unas conclusiones u otras. De tal forma si consultamos este estudio, financiado por Unilever, uno de los grandes del sector, y que tiene en el mercado una margarina enriquecida con esteroles, los resultados son magníficos.
Sin embargo, cuando se han evaluado los riesgos cardiovasculares de altas concentraciones de estos fito-esteroles en sangre los resultados indican que no se puede descartar un mayor riesgo por ateroscleroris.
Los fitoesteroles pueden además reducir la absorción de algunas vitaminas (carotenoides, A, D, E, K)
Así que, por mucho que nos lo recomienden actores o entrenadores de fútbol, es mejor acudir a los alimentos y no a los productos que pretenden sustituirlos,no vaya a ser que en este caso encima nos salga el tiro por la culata.
El Actimel al que ahora añaden ginseng y un formato de aspecto espacial para llamar más la atención. Si nos fijamos en la imagen, vemos que en el paquete se indica que “ayuda a las defensas” y en este caso está justificado y aprobado por el organismo regulador que se realice dicho reclamo de salud.
Lo que ocurre en este caso, el efecto beneficioso no se debe al famoso L Casei que ellos patentan, sino a que le añaden una pequeña cantidad de vitamina B6 (con ponerle un 15% de la ingesta diaria recomendada ya vale) que si tiene un efecto positivo comprobado sobre la salud, al contrario que los L Casei que no aportan ningún beneficio adicional.
A ojos del consumidor el reclamo es la bacteria que han promocionado tantos años, y se piensa que el efecto beneficioso sobre la salud es exclusivo, mostrándolo en el anuncio como algo casi indispensable para la salud de tus hijos.
En este caso, comiendo una plátano de tamaño normal tenemos un aporte de B6 más de tres veces superior al que nos aporta una botellita de Actimel, además de todas las demás sustancias que contiene (fibra, vitaminas, minerales) y mucho más barato. Información detallada en este magnífico post.
En cuanto a los alimentos enriquecidos con fibra, vemos que hay opciones que en vez de usar harinas integrales, usan harinas refinadas y luego le añaden algo de salvado (cascarilla del cereal) al producto final y esto no es lo mismo nutricionalmente que un producto integral. No contiene el germen, con todos sus minerales, vitaminas, aceites y antioxidantes.
Es más costoso producir harinas refinadas, pero a la larga es más barato para la industria ya que se conservan mejor y por más tiempo al no enranciarse los ácidos grasos del germen ya que se ha descartado.
Antiguamente sólo las clases altas comían productos con harinas refinadas y ahora se está dando la vuelta a la tortilla y son las capas más altas socio-económicamente las que van incorporando cada vez más los cereales integrales ya que se ha comprobado que, además de aportar más vitaminas y minerales que sus versiones refinadas, según un estudio reciente, también reducen la mortalidad, y el azúcar en sangre, previenen enfermedades intestinales y cardiovasculares y tienen un gran efecto saciante ayudando a no ganar peso.
Las recomendaciones de la ADA (American Dietetic Asociation) indican que para un adulto, la ingesta de fibra ha de ser al menos de 14 gr. por cada 1.000 calorías, es decir 28 gr. de fibra por cada 2.000 calorías. Y la normativa actual permite poner rico en fibra con 5 gramos de fibra por cada 100 gramos de producto.
Veamos algunos ejemplos;
En el paquete de las galletas se indica que es “fuente de fibra” y “sin azúcar”, por lo que podríamos pensar que es un producto saludable.
En realidad, no está hecho con harina integral sino refinada y luego le añaden algo de salvado, tal y como indican los ingredientes, además de tres edulcorantes y mucha grasa, incluyendo la de palma. Es también un producto altamente calórico llegando a tener más calorías que los donuts de chocolate (abajo), como muestra la imagen.
Hemos comentado que no todas las calorías son iguales, dependiendo de su procedencia, pero en este caso, precisamente de las menos recomendables.
Tenemos otro ejemplo, las galletas Flora, que indican en el paquete que ayudan a “cuidar el corazón” y una cantidad importante de fibra.
Cuando nos fijamos en los ingredientes de este producto supuestamente saludable, vemos que de nuevo no se usa harina integral, sino que se añade salvado después. Pero además, en este caso, lleva una cantidad enorme de azúcar, igual que los donuts de chocolate, algo que no ayuda precisamente a cuidar el corazón, y casi las mismas calorías.
En el caso de los cereales de desayuno, tenemos que en este ejemplo si están hechos con harina integral, aunque no todo, también hay refinadas, pero el problema en este caso, radica en la enorme cantidad y variedad de azúcares simples que contiene, es bastante calórico. Y eso en un producto que indica “fitness” en la caja y se supone, dirigido a gente deportista y con hábitos saludables.
Veamos ahora un que no es lo mismo que el jamón de york, ya que en el caso del fiambre, se añaden más cosas a parte de la carne de cerdo, como por ejemplo, proteína de soja, féculas o almidones, que retienen agua y aumentan el peso final del producto. Esto quiere decir, que al peso, no estamos pagando sólo por carne.
Tampoco es lo mismo el queso que la grasa vegetal o el helado a base de esta grasa y azúcar (¿dónde está el helado?); ojo con las que aparecen en el etiquetado como grasas hidrogenadas o parcialmente hidrogenadas, unas grasa prefabricada que interesan bastante a la industria pero que es nociva para la salud; son las grasas trans.
La legislación española no obliga a poner la cantidad de grasa trans, muy nocivas para la salud cardiovascular, entre otros efectos negativos. En otros países se las está desterrando,tanto de la industria alimentaria, como de la restauración colectiva, como en Dinamarca o EEUU.
Vemos como en un paquete de salchichas, un producto de los llamados superfluos ya que nutricionalmente no es muy interesante. Anuncia que es “fuente de fósfor”, algo que no tiene mucho sentido cuando se ha comprobado que nuestra dieta actual tiene un exceso de fósforo ya que está incluido en muchos aditivos, entre otros factores, y su exceso puede tener un efecto perjudicial en el organismo, al descalcificar los huesos.
Tenemos también el caso de los Kekos de Bimbo, cuyo reclamo en la página web, como la merienda saludable, provocó que se le denunciase ante el organismo de autorregulación publicitaria de alimentos dirigida a niños.
El caso es que como es un código de autorregulación (la industria se regula a si misma) hecho a gusto de la industria, con participación de empresas publicitarias y el Ministerio de Sanidad (conocido como código PAOS), de libre adhesión y que incumple las recomendaciones de la OMS, al no hablar de la calidad nutricional de los alimentos.
Al ser un código de libre adhesión, lo que hizo Bimbo fue salirse de dicho código de autorregulación, y es que este código (que no es una ley, al contrario que en otros países) es una cortina de humo para que pensemos que se hace algo para proteger a los niños de la publicidad de alimentos insanos. Ocurre que el grado de incumplimiento de este código es tremendamente alto, tanto entre las empresas adheridas como las que no lo están, y las sanciones o no existen o son anecdóticas.
Ocurre que este producto tiene un 21% de azúcar, cuando la OMS recomienda no publicitar alimentos con más de un 10% de azúcar. De hecho, el primer ingrediente es el azúcar, cuando normalmente, en la mayoría de las galletas o bollos el primer ingrediente suele ser la harina.
Los estudios han demostrado que la publicidad de productos alimenticios insanos dirigidos a la población infantil tienen un impacto directo en el desarrollo de sobrepeso y obesidad, e influye claramente a la hora de acudir y reclamar este tipo de productos.
Por último voy a hacer referencia al caso más polémico del pasado 2015, se trata de las galletas Dinosaurio, ya que aparece en el paquete y en el anuncio de televisión, una etiqueta que reza “entidad colaboradora con la Asociación Española de Pediatría” y son unas galletas con un 21% de azúcar (recordemos que los donuts de chocolate tenían un 19%). Contiene también grasa de palma y harina refinada, añadiendo después el salvado.
En la práctica, aunque esta asociación de pediatras lo niegue, esto supone avalar este producto, ya que es difícil, por simple sentido común, que los padres o madres que vean el sello de esta asociación médica lleguen a pensar que se pueda tratar de un producto insano.
Este caso fue recogido en prensa y radio, donde el nutricionista Julio Basulto lo denunció, entre muchos otros.
Visto lo visto, queda claro que no “hay que comer de todo” como suele decirse, sino escoger alimentos saludables y frescos, huir de los procesados y, siempre que se tenga tiempo, mirar bien las etiquetas.
Y sino se dispone de tiempo escoger los productos que menos ingredientes tengan en el etiquetado.
No acudir al supermercado con hambre o sueño ya que se realizan elecciones más viscerales e impulsivas, y si es posible acudir mejor al mercado tradicional, a los grupos de consumo y cooperativas de venta directa, que además de una mayor sosteniblidad, ofrecen mayor diversidad de alimentos, lo cual enriquece nuestra cultura culinaria y nos anima a cocina y comer saludable (en el súper suele haber sólo un tipo de calabacín, cuando hay bastantes más,por poner un ejemplo).
Para regular, o prohibir la publicidad de productos insanos (sobretodo los dirigida a niños), se hace necesario un organismo público y verdaderamente independiente, ya que,según la experiencia de los últimos años, no podemos dejar en manos de la industria el control de sus propios anuncios.
Incidir en una legislación más realista sobre los reclamos de salud o nutricionales, enseñar asignaturas sobre alimentación saludable en los planes de estudio para poder acceder a la información del etiquetado en plena libertad, no como ahora, e implementar medidas, como en otros países,para restringir el consumo de alimentos insanos (impuestos a bebidas azucaradas,o la etiqueta semáforo, por ejemplo, aunque sea mejorable).
Actualmente en España, casi uno de cada dos niños sufre de sobrepeso u obesidad.Un 26% de los varones y el 24% de las niñas tienen sobrepeso, frente al 23% de niños y 21% de las niñas de promedio en los países de la OCDE. Y la obesidad infantil se sitúa en el 18,3% (15,5% niñas y 20,9 los niños), según datos del Ministerio de Sanidad
Invertir más en prevención nutricional dentro del gasto sanitario, cosa que apenas se hace (no llega al 3% del gasto sanitario).