Introducción
Kate Raworth desarrolló la idea del donut
(rosquilla) con la conciencia muy clara que cualquier cambio en la
disciplina económica debe ser acompañada de imágenes poderosas y
evocadoras. Recogiendo las palabras de John Maynard Keynes sobre la gran influencia que tienen las ideas de los economistas que pasan
desapercibidas y, no obstante, tienen un enorme peso en las decisiones de
aquellos que se creen libres de las mismas, entiende que la
creación de un discurso alternativo a la economía dominante para el
siglo XXI se debe construir sobre imágenes que acompañen a las que denomina 7 maneras de pensar que se oponen a los siete “mantras”
ortodoxos que influyen en la forma como “lo económico” es
percibido.
El libro de Raworth no es una aproximación académica
a la materia. Por lo tanto, no pretende profundizar sino que tiene
como objetivo dirigirse a un público amplio. Los que son críticos
con la economía dominante, no pueden esperar un libro con un
análisis en profundidad de los problemas que nos acucian. La
cuestión es si el libro puede convertirse en un instrumento útil
para cuestionarse algunas de las ideas que parecen “naturales” por la
fuerza de la repetición. La autora no ha pretendido otra cosa, y
debe apreciarse el coraje de enfrentarse a esa tarea que es complicada y en la que la heterodoxia económica ha fracasado hasta el
momento.
El poder de la imágenes
El celeberrimo libro de introducción a la economía
de Samuelson (1948) pivota entorno a los diagramas que eran la pieza básica
para transmitir la visión pre-analítica o paradigmática con la que
se quería que los alumnos trabajaran o, al menos, que dejará en
ellos una huella indeleble de forma que la ideas que encajarán en
esa visión se considerarían como “naturales” y fluirían sin
mayores razonamientos. Todo lo
contrario ocurre con los mensajes que desafiaran ese marco
paradigmático, sin importar si ofrecen una mejor explicación sobre
la realidad. El mérito de Samuelson, por llamarlo así, era colar de
rondón grandes dosis de ideología sin que el que lo recibía lo
percibiera como tal.
Aunque existen muchas personas que se oponen a las
políticas neoliberales, son incapaces de liberarse de conceptos
económicos que se han transmitido como ausentes de valores, pero que
reflejan y fundamentan esas prácticas que, en principio, combaten. Conceptos
como el equilibrio presupuestario como signo de buen gobierno, o la
necesidad que el estado recaude antes de gastar o, la posibilidad de
que el Estado ahorre para los malos tiempos o pagar las pensiones,
son casi universales aunque, en el mejor de los casos, son
cuestionables, cuando no directamente falaces.
Cualquier visión pre-analítica está preñada de
ideología y reconocer esto como punto de partida solo puede
ayudarnos a no dejarnos engañar, ni llevarnos a engaño. Nuestro
objetivo debe ser explicar lo que vamos a denominar realidad que
observaremos con nuestra visión paradigmática, es decir, nos
acercaremos con un determinado bagaje o equipaje que condiciona
nuestra percepción de la misma. Los modelos son parte esencial para
la compresión de la realidad, pero sin confundir el mapa con el
territorio. Sin embargo, el mapa nos ayudará a conocer el territorio
siempre que este bien trazado respecto al territorio que
exploramos. Por muy preciso que sea un mapa de Italia, no nos será
de ayuda para ir por Francia, aunque podamos encontrar similitudes
entre las dos geografías. Como se cita en el libro y es una de esas
afirmaciones que resultan difíciles de contradecir: “Todos los
modelos están equivocados, pero algunos son útiles”.
La propuesta de Raworth es encontrar ese mapa útil
para movernos por el territorio real que nos espera en el siglo XXI y
lo hace partiendo de las ideas del lingüista Lakoff. Algo esencial, y
que cooroboro de mi propia experiencia, es que la critica a un
marco cognitivo sin alternativa solo sirve para reforzarlo. Eso no
invalida la crítica per se, pero si lo que se pretende es ganar la
"guerra", con la crítica no basta.
Las ideas de Lakoff sobre como el lenguaje conforma
el debate económico y político es una realidad innegable. En el
libro se cita un ejemplo clásico, el de la reducción de impuestos,
que en inglés “tax relief” tiene unas connotaciones más
potentes. Realizando una traducción incorrecta formalmente pero más
aproximada a lo que se pretende explicar sería alivio de impuestos.
El impuesto como carga se contrapone a su disminución que es un
alivio de esa carga. Como diríamos parafraseando a Khanemman,
pensando rápido, que es lo que solemos hacer, sería una locura
oponerse a algo tan sensato. El intentar argumentar sin un claro
marco de referencia solo sirve cuando estamos pensando despacio, pero
es completamente inútil si queremos convencer a una amplia
audiencia. Raworth opone la idea positiva de justicia fiscal pues la
palabra justicia evoca igualdad, responsabilidad o comunidad. Sin
embargo, no creo que la cuestión sea encontrar la “kriptonita”
para cada concepto que la corriente dominante utiliza para enmarcar
el debate. Por eso, intentar un “brain-storming” para crear
términos alternativos no es una buena idea. Las cosas no funcionan
así en un marco tan complejo como el que nos enfrentamos.
Raworth se centra en como se forman las ideas
visuales y, es innegable que en economía el marco visual juega un
papel importante. Son esenciales para la autora el diagrama de un PIB
en constante crecimiento que confronta visualmente con su donut y, el
archiconocido diagrama de lo que llama mercado autocontenido contra
una economía incluida y contenida por la sociedad y la naturaleza.
Está ultima idea no es nueva, Herman Daly ha sido su paladín
durante muchos años, y contiene a la primera imagen del crecimiento
del PIB, pues la economía percibida como un ciclo cerrado no es más
que una maquina de movimiento perpetuo que pude crecer sin estar
sujeta a los principios de la termodinámica.
La lucha contra el reduccionismo del pensamiento
económico es la arena donde se libra la verdadera batalla. En el
libro se habla de ver el panorama general en lugar del ese ciclo
encerrado en si mismo y aislado de todo. Enumera siete ideas para cambiar el mundo que no voy a
pormenorizar, sin embargo, hacer notar que las ideas o conceptos que persigue combatir están íntimamente relacionados, apoyándose
unos a los otros. Podríamos decir que la suma de todos ellos tiene
propiedades emergentes, por eso no se pueden refutar individualmente, se trata de un marco de referencia completo (framing)
El cuco se apodera del nido
El crecimiento es el centro de cualquier discurso
económico actual, no importa de donde venga, la unanimidad
en está cuestión es el verdadero indice de nuestro problema. El PNB
o el PIB como medida de ese crecimiento se ha convertido no en un
medio para mejorar la vida de las personas sino en el fin mismo. Por eso , se
puede sacrificar a la mayoría de la población en el altar del
crecimiento. Es cierto, que como cualquier religión promete un sacrificio actual por la promesa de un paraíso, aunque
después de la crisis financiera de 2007-8 se ha abandonado en cierta
medida esa idea. Solo prometen sacrificios para evitar o ralentizar el deterioro de las condiciones de vida.
El libro compara la idea del crecimiento del PIB con
el comportamiento del cuco ocupando nidos ajenos y aprovechándose
del esfuerzo de otra especie para alimentar a sus crías. La idea es
que cuando pierdes de vista tus verdaderos objetivos, el bienestar
del conjunto de la población, algo ocupa ese vacío. Como dijo
François Rabelais, la naturaleza aborrece el vacío.
Los economistas clásicos tenían clara la distinción
aristotélica entre la economía y la crematística. Adam Smith, un
moralista, lo expresaba así:
“(La economía) tiene dos objetivos diferentes:
proporcionar ingresos abundantes o medios de subsistencia para las
personas,o , más correctamente, habilitarlos para proveerse de esos
ingresos o medios por ellos mismos; y, en segundo lugar, proporcionar
al estado o la comunidad los ingresos suficientes para los servicios
públicos”
No debe sorprendernos las afirmaciones de Smith, pues
su pensamiento ha sido distorsionado de tal forma que las ideas
plasmadas en sus textos, resultan irreconocibles entre aquellos que
se proclaman sus herederos
En este punto, es pertinente traer a colación el
concepto de las rentas económicas o no ganadas sobre el Michael Hudson ha puesto el foco de forma reiterada en sus obras (2012,2016).
A dichas rentas se opusieron los economistas clásicos, aunque cada uno
defendiendo una clase social como fue el caso de la batalla entre Malthus y Ricardo. Para ellos la función del Estado era un contrapeso de esa rentas evitandolas o gravandolas. Se aleja de la idea de la economía neoclásica del Estado como peso muerto
“deadweight”. El
Estado debía combatir las meras transferencias de dinero sin
contrapartida en los costes necesarios para su producción, que es la
definición de renta. Aunque no me voy a extender en este punto, pues
me apartaría de mi propósito, esta cuestión es crucial, y subyace
silenciosa en lo que estamos analizanado,
Sin duda, la desigualdad tiene su fundamento en la apropiación por unos pocos de esas rentas que la economía dominante con
la argucia de que todo ingreso es retribución de la contribución
que se hace la producción, las ha hecho desparecer del protagonismo que tuvieron en el pensamiento económico del siglo XIX. La revolución marginalista de Jevons, Walras, Meger o Clark justifica cualquier transferencia de renta pues por definición
no puede provenir más que de una actividad productiva. No obstante,
la intervención del estado es descrita en términos peyorativos como
un peso muerto, tal como hemos mencionado. Por ejemplo, los impuestos gravan
las actividades productivas y eso altera el equilibrio (“la mano
invisible”) produciendo una perdida social. Con este marco de
referencia el “tax relief”, antes citado, cobra pleno sentido.
La emulación de la física, que es un tema
recurrente cuando hablamos de economía, juega un papel esencial en
movernos desde una posición política a la mera apariencia de una
disciplina científica que persigue exclusivamente explicar unos
fenómenos que ocurren por si mismos, con independencias de nuestra
voluntad. La economía debe describir esos fenómenos como la
mecánica newtoniana describe el movimiento de los planetas. Está
sandez es defendida a capa y espada por la academia dominante, lo que
ha convertido a la economía en una disciplina GIGO (entra basura,
sale basura), su única relevancia, además de mantener su propio
estatus, es proporcionar coartadas y cortinas de humo a las políticas
(neo) liberales.
Cuando nos referimos a crecimiento lo hacemos a una
medida concreta que fue diseñada, entre otros, por Simon Kuznets
durante la Gran Depresión para medir los efectos de las políticas
de la administración Roosevelt conocidas como New Deal y,
especialmente, el esfuerzo de guerra. Sin embargo, la ambición de
Kuznets no era meramente medir el producto (transformación es un
término más preciso y consistente con los principios de la
termodinámica) sino también el bienestar y lo expresa de está
forma:
“Sería de
gran valor tener una estimación del ingreso nacional en la cual se
resten del total los elementos que, desde un punto de vista de una
filosofía social más ilustrada que la de una sociedad consumista,
representan perjuicios antes que servicios. Tales estimaciones
sustraerían del actual ingreso nacional los gastos en armamento, la
mayoría de gastos en publicidad, una gran cantidad de gastos
relacionados con las actividades financieras y especulativas, y lo
que es quizás más importante, los desembolsos que han sido
necesarios para superar las dificultades que son, para ser exactos,
costes implícitos en nuestra civilización económica. La totalidad
de los gigantescos dispendios de nuestra civilización urbana, metro,
caras viviendas, etc., las cuales en nuestras estimaciones las
incluimos por valor del producto neto que fija el mercado, no
representan realmente servicios netos para los individuos que forman
la nación, desde su punto de vista, son un mal necesario para ser
capaces de ganarse la vida”
La
cita condensa perfectamente las ideas de renta económica como un
perjuicio o la necesidad de tener en cuenta los males que restan
sobre la que tanto ha insistido Herman Daly en sus trabajos. El hecho
de que una medida que no está, en absoluto destinada a medir el
bienestar social se ha convertido en el fin mismo de las políticas
económicas, es la mejor (peor) expresión de la degeneración de los objetivos de la economía clásica.
El
PIB (contabilidad nacional) es una construcción artificial que parte del reduccionismo económico operado en el vano intento de
intentar convertir a la economía en la física de las ciencias
sociales. El pecado original le hace especialmente inhábil para
afrontar los problemas del siglo XXI, porque precisamente el
reduccionismo ha dejado todo lo que importa fuera de su visión
túnel; el donut es un intento de quitar las orejeras a la economía.
Raworth
señala que poner el cuco del crecimiento en el nido de la economía
fue una jugada maestra, pues la idea de un crecimiento infinito
encaja perfectamente con la metáfora del progreso. Esa idea da como
resultado la posibilidad del crecimiento exponencial en un mundo
finito. No obstante, aunque se han buscado muchas y buenas metáforas
para mostrar la imposibilidad del crecimiento exponencial, la idea
pervive con buena salud. Por ejemplo, la metáfora de la bacteria que
se duplica en un tiempo determinado en la placa de Petri aunque pueda
ser comprendida no supone que sea trasladable al crecimiento
económico, pues la propia visión pre-analítica que se ha difundido
de la economía niega esa posibilidad. Lo natural es conceptualizar
la economía como una maquina de movimiento perpetuo, por absurdo que
sea.
La
definición del PIB y la del flujo circular son, en realidad, lo
mismo. El PIB es la medida de ese flujo y se mide tanto por el lado
de los ingresos, como la más extendida que es la medición por los
gastos y que resulta una identidad bastante conocida:
PIB
≡ C
+ I + G + (X-M)
C
= Consumo
I
= Inversión
G
= Gasto Público
(X
– M) = balanza de bienes y servicios con el resto del mundo
Simplemente
saber que si añadimos la balanza de rentas y las transferencias
tendremos la definición de PNB en lugar del PIB.
La
contabilidad nacional busca ofrecer una versión cuantitativa de la
economía mediante el paradigma contable basado en la homgenización
monetaria de los flujos que se producen entre los agentes dentro del
sistema económico. La orientación hacia la medida del flujo
(producción) antes que en los fondos (stocks) tiene importantes
consecuencias y es una cuestión medular que muestra una orientación
ideológica muy definida. Como dice Naredo (2015):
“Al
circunscribir el campo de lo económico a aquel de lo productible -y
de lo consumible- se hace abstracción del hecho de que buena parte
de los procesos denominados de producción -y de consumo- entrañan
la destrucción y la degradación para el uso de ciertos recursos
naturales que no había sido, ni pueden ser en gran escala,
producidos por el homo faber. Y al no recoger sus cuentas su
destrucción o degradación ni siquiera en el caso en el que esos
recursos hayan sido apropiados y valorados, las contabilidades
nacionales supone un paso atrás con relación a las contabilidades
privadas: con tal de conformar su esquema contable a la idea del
sistema económico, aquellas no practican la distinción tan
estrictamente aplicada en estas entre los resultados de explotación
que arroja la actividad corriente de la empresa y los resultados
extraordinarios, derivados de enajenar o consumir parte del
patrimonio de la misma”.
Apuntar
que esas apropiaciones no descontadas son las rentas económicas
provenientes de la tierra y los recursos, representadas como
contribuciones netas al producto cuando son la representación de un
coste encubierto.
Expresar
el crecimiento en una cifra, % de aumento del PIB, tiene un atractivo
político irresistible. Con una sola cifra se transmite un mensaje
mucho más complejo sobre la forma como funciona el mundo de lo que a
primera vista parece. La idea de crecimiento está estrechamente
interrelacionada con el resto de conceptos, metáforas e imágenes
que nos son tan familiares que parecen que muestran leyes
aplicables con toda generalidad y evidentes sin mayor razonamiento.
Ese es el objetivo perseguido y que podemos constatar que tiene un
éxito abrumador
Raworth,
como muchos otros antes, propone abandonar el PIB y su crecimiento
como objetivo de las políticas económicas, y adoptar el donut como
alternativa. Por desgracia, el donut es una imagen es mucho más
compleja que la cifra de una crecimiento que promete curar nuestros
males como el bálsamo de Fierabras. Por muchas críticas que haya
recibido no hay perspectivas de cambio de rumbo, a pesar de que en el
estudio de 2009 encabezado por Stiglitz y Sen se concluía: “Aquellos
que intentan guiar la economía y nuestras sociedades son como
pilotos tratando de trazar un curso sin un compás en el que confiar”
.
Al fin y al cabo, la
economía no es más que un subconjunto de la sociedad que a su vez
está contenida por la naturaleza. El donut es una reformulación de
ese concepto. El circulo externo del donut es el techo ecológico que
no se puede sobrepasar , son nuestras condiciones de frontera,
sobrepasar esos límites significa la quiebra del sistema
(overshoot). El circulo interno son los elementos básicos para una
vida digna, como educación, alimento, agua, energía, cobijo,
igualdad social y de genero, etc. La enumeración de las necesidades
básicas constituye un juicio normativo, de la misma forma que
ignorarlas, como hace la economía dominante, también lo es. Afirmar
la existencia de una ciencia social libre de valores es un oxímoron,
pero se ha trabajado con ahínco y contando con un extraordinario
aparato de propaganda para conseguir que tal sea la percepción respecto de la economía, se trata de un imponente
obstáculo que debemos superar.
Se
puede objetar que estamos sobrepasando muchos de los límites
dibujados en el donut desde hace tiempo sin que ello, aparentemente,
haya generado grandes problemas, o, al menos, problemas que siendo
más ricos no vayamos a poder solucionar con la dosis de innovación
y tecnología que el crecimiento del PIB nos promete. Daly lo compara
está estrategia como aquel que se libra de los efectos de la resaca
bebiendo más, en el corto plazo parece funcionar pero los efectos a
largo plazo son devastadores. Sin embargo, el cortoplacismo es la
seña de identidad de nuestras sociedades, al fin al cabo planificar
es algo de marxistas o prusianos. El problema latente es que la
economía es una ciencia estática, aunque se diga lo contrario,
ignora los procesos dinámicos pues irían en contra de lo que
intenta explicar (Thorstein Veblen, 1898)
Respecto
de los objetivos de la parte interior del donut la mayoría han sido
aprobados en la ONU. El problema, es que tales objetivos entran en
contradicción con los imperativos económicos de crecimiento, y no
necesitamos mucha perspicacia para adivinar que objetivos deberán
ceder o, en lenguaje diplomático, aparcarse a la espera de una mejor
coyuntura.
Raworth
enumera cinco factores fundamentales que debe ser tenidos en cuenta y
controlados para vivir dentro del espacio seguro del donut:
población, distribución de los recursos, aspiraciones, tecnología
y governanza. Pasa de puntillas sobre el tema más espinoso que es la población. Considera que vamos por el buen camino ya que
gracias a los progresos en la salud infantil, la educación de la
niñas y los avances en los sistemas de control de la natalidad para
conseguir controlar el tamaño de las familias, las tasas de
crecimiento de la población están en franco declive. No obstante,
si esa tendencia es suficiente para vivir dentro del donut es un
incógnita y proponer como remedio que una vida ausente de
privaciones con buena educación es el camino, es cuanto menos
cuestionable.
Al
final todo gira entorno a la dimensión de la economía en relación con
la sociedad, el anillo interno, y la naturaleza el anillo externo del
donut. Esa debería ser la principal misión de los economistas en el
siglo XXI lo que implica abandonar el
crecimiento y afrontar una realidad que asume una descripción de nuestra realidad desde un paradigma diferente.
Los discursos contrapuestos
Raworth, con muchos otros, señala que la versión neoliberal imperante, cuyos cimientos se establecieron por la Sociedad Mont Pelerin, es la que nos lleva de forma indefectible al colapso. Es meritoria la forma ingeniosa de poner los conceptos dominantes como actores de una obra teatral que creo interesante reproducir.
Raworth, con muchos otros, señala que la versión neoliberal imperante, cuyos cimientos se establecieron por la Sociedad Mont Pelerin, es la que nos lleva de forma indefectible al colapso. Es meritoria la forma ingeniosa de poner los conceptos dominantes como actores de una obra teatral que creo interesante reproducir.
Actores
principales
-
El Mercado el cuál es eficiente- por lo tanto, darle rienda suelta
-
La Empresa que es innovadora, dejemos que lideren la economía
-
Las Finanzas que son infalibles, confiemos en sus forma de hacer
-
El Comercio donde todo el mundo gana (win to win), por lo tanto abramos nuestras fronteras
-
El estado que es incompetente, no dejemos que se entrometa.
Actores
que no aparecen en la obra
-
La Familia que es una cuestión doméstica, dejemosla a las mujeres
-
Los comunes que son trágicos (Hardin), vendámoslos al sector privado para que los administre
-
La Sociedad que es inexistente, por lo tanto, ignorémosla.
-
La Tierra (naturaleza) que es inagotable, tomemos todo lo que queramos
-
El Poder que es irrelevante, no lo mencionemos.
Ciertamente,
los actores que aparecen en la obra nos cuentan una historia que es
familiar, porque se repite día tras día en los medios de
comunicación y en los mensajes políticos. Los personajes omitidos,
aparecen en otras obras, pero nunca se mezclan con nuestros
personajes o cuando lo hacen son sometidos en aras de un bien
superior.
Debe
ponerse énfasis en la omisión del poder, pues es sobre en la
pretendidas separación entre economía y política donde se cimienta
el prestigio que se otorga a esas soluciones económicas libres de
valores. En la obra que entretejen los actores principales el
sustrato ideológico es tan potente que parece imposible que nadie
pueda creer que existe una separación entre economía y política y,
sin embargo, así es. Intentar poner de manifiesto el engaño no
parece funcionar, desde hace muchos años las críticas has sido
devastadoras y el paradigma continua sirviendo a sus señores con una
erosión bastante reducida.
Si
el donut es un arma valiosa y una imagen poderosa para luchar contra
el actual paradigma solo el tiempo lo dirá. En todo caso, no es un
esfuerzo inútil ni sin valor. En esta entrada me he limitado a
exponer cual es el campo de juego actual y como Raworth evalúa las
reglas con las que jugamos, y entiendo que se trata de un diagnóstico
adecuado aunque perfectible.
La
obra que propone Raworth y que deberíamos desarrollar tiene unos
protagonistas diferentes cuyo orden de aparición es importante:
-
La Tierra (naturaleza) que da la vida, respetemos sus límites
-
La Sociedad que es fudamental, nutramos sus conexiones
-
La Economía que es diversa, respaldemos sus sistemas
-
La Familia que es el núcleo, valoremos su contribución.
-
El Mercado que es poderoso, integrémoslo sabiamente.
-
Los Comunes que son creativos, liberemos su potencial.
-
El Estado que es esencial, hagámoslo responsable.
-
Las Finanzas que son un servicio, hagamos que sirvan a la sociedad.
-
La Empresa que es innovadora, démosle un propósito.
-
El Comercio que tiene doble filo, convirtámoslo en justo.
-
El Poder que es ubicuo, controlemos sus abusos.
Si
la lista de actores debe ser ampliada reducida o redefinida lo dejo
para el debate, simplemente se trata de cimentar un método de
actuación que permita penetrar una ciudadela que, aunque se vea
vieja, decadente y gastada, sin embargo, continua firme impidiéndonos
cambiar el rumbo y el tiempo se agota.