El concepto de
dimensión no es ajeno a la microeconomía pero desaparece
cuando nos desplazamos al nivel agregado, a la macroeconomía. La
razón la he explicado en otras entradas y no voy a insistir, se
trata de la visión pre-analítica que considera que la economía en su
conjunto es el todo relevante, y cuyo crecimiento, a diferencia de
los agentes individuales, no tiene coste de oportunidad. Si queremos
utilizar un lenguaje menos académico, simplemente debemos sustituir
costes de oportunidad por límites. En este aspecto, no es solo la
escuela neoclásica sino también la marxista la que defiende que no
hay límites que nos impidan crecer para siempre.
El PIB o el PNB son
los instrumentos a través de los cuales se nos transmite la idea de
que el crecimiento económico no es solo deseable sino
imprescindible, pues soluciona todos los problemas que se nos
presentan. La idea de crecimiento es de consenso en prácticamente
todo el espectro político, salvo algunas excepciones. Sin embargo,
la práctica unanimidad sobre la necesidad de crecimiento sitúa a
los contendientes en posiciones de partida muy desiguales. Una vez
entras en la lógica del crecimiento ilimitado la corriente arrastra
hacia posiciones neoliberales con una fuerza irresistible. La
izquierda se ve en posiciones insostenibles porqué la preferencia
por el crecimiento, que todo lo cura, obliga a sacrificar
prácticamente todo en el altar del mercado que se acepta, explicita
o tácitamente, como el demiurgo creador de riqueza. Es el
archifamoso TINA de Margaret Thatcher.
Los
partidos socialdemócratas de Europa Occidental son el ejemplo
arquetipo de esa rendición que los convierte en irrelevantes. No son
más que gestores que pueden ejercer un cierto, y muy moderado,
reparto en tiempos de abundancia, pero que son incapaces de resolver
los problemas de “verdad”. El caso de Corbyn en los laboristas
británicos, que son los que han recorrido ese camino hacia a
irrelevancia con más empeño, puede ser una luz de esperanza, aunque
el camino a desandar están largo y los obstáculos tan formidables
que no tengo excesiva confianza en que encuentre un discurso
alternativo.
En mi opinión, la
denominada izquierda será decrecentista y afrontará las cuestiones
de la dimensión de la economía en relación con la naturaleza y
la sociedad o no será. Está afirmación puede parecer ahora una
locura, Monedero nos diría que con decrecimiento no se liga, pero en
ese discurso poco “sexy” se encierran las claves de nuestro
futuro.
El
concepto de escala óptima no deja de tener sus problemas. El más importante es que puede transmitir una sensación de concepto estático
y determinado, como en la definición microeconómica neoclásica que
es completamente engañosa. El tamaño es siempre un concepto
dinámico que se mueve en un ambiente de incertidumbre. Caer en el
error de la economía dominante que confunde la incertidumbre con las
probabilidades asépticas de un casino (Taleb, 2014) sería el peor
error que podríamos cometer. Similar a la interpretación
neokeynesiana que extrae del pensamiento de Keynes lo esencial, la
incertidumbre.
Opino que es mejor
definir la escala óptima como un continua aproximación (intento y error) inspirada en
el principio de prudencia. Hemos de tener muy presente que las
iatrogenias se pueden presentar a largo plazo mientras que los
beneficios, normalmente muy inferiores a los costes, son a corto plazo. En palabras de Taleb, no
debemos confundir la ausencia de evidencia con la evidencia de
ausencia, pues esa es la forma como actualmente progresa nuestro
sistema. A estos costes algunos los llaman externalidades o fallos de
mercado, no son más que formas de evitar considerar las cosas de
forma global. Para el actual paradigma económico cada cosa tiene su
particular negociado, pero no hay conexión entre ellos, de forma que
se puede afirmar con rotundidad una cosa en uno y negar lo afirmado
en otro con la misma vehemencia. Por ejemplo, se puede considerar que
la globalización supone que debe actuar el principio de compensación
dentro de un país para que los ganadores compensen a los perdedores
y aún así existe un excedente para estos últimos. En el negociado
de la redistribución se puede afirmar que la imposición de
cualquier tipo de impuestos distorsiona el mercado lo que supone una
perdida neta de excedentes para la sociedad.
El problema de la
dimensión y la asignación
Tal vez, este siendo
demasiado osado al intentar explicar está cuestión pero resulta tan
importante que intentaré transmitir cual es el meollo del asunto.
La economía
neoclásica, en sus diferentes etapas, se ha centrado en el problema de
la asignación orillando, en la medida de los posible, el problema de
la distribución. La idea general es que la asignación es una
cuestión positiva a diferencia de la distribución. Esto no es más
que un juego de espejos y humo, porque la asignación requiere una
distribución dada que no se discute, lo cual es de por si una
posición normativa. Por eso, se recurre a figuras como las del
dictador benevolente (Andreu Mas Colell). No obstante la dimensión no
juega ningún papel o, más exactamente, la dimensión óptima viene
dada por la asignación óptima como veremos.
El lector puede
objetar que está distinción entre positivo y normativo es
decimonónica y, debo darle la razón. No obstante, estamos hablando
de una una escuela de pensamiento, profundamente anclada en el siglo
XIX, sin que la progresiva formalización matemática sea óbice para
alterar esta aseveración. Por lo que de forma retórica utilizó
esta distinción.
Los economistas
definen el equilibrio general cuando los mercados por si mismos, sin
intervención, alcanzan un nivel de precios relativos de todos bienes
en los que para cada uno de ellos la oferta es igual a la demanda.
Pura magia en acción si fuera cierto. Una cuestión importante que
se debe señalar es que el dinero no juega ningún papel, todos los
precios se fijan entre la diferentes mercancías, por eso siempre
hablamos de precios relativos.
Antes que nada, hemos de explicar o intentarlo como alcanzan los mercados el nirvana del
equilibrio. Esta cuestión puede parecer trivial pero no lo es.
Léon Walras no pudo demostrar como los mercados alcanzaban ese equilibrio
óptimo, supuso que sería un proceso de tanteo donde las cantidades
se aproximan progresivamente por un proceso de subasta (Subastador de Walras). Parece una
cuestión de sentido común, pero como sucede en ocasiones,
especialmente en la economía neoclásica, las cosas se tuercen de
forma inesperada. El concepto es, no obstante, central ya que conecta con la idea, ampliamente
extendida, de que la estabilidad es innata al sistema de mercado sobre
la base de los precios y el libre intercambio y que solo las
perturbaciones externas, tales como la intervención del gobierno,
alejan el sistema del equilibrio que le es innato.
Primera advertencia, y me quedarán otras en el tintero. En un modelo de equilibrio general, durante el tanteo no puede haber intercambios, se pasa de un equilibrio a otro. Fuera del equilibrio las curvas de oferta y demanda son meramente nocionales, es decir, no existen hasta el nuevo equilibrio. Por esa causa, los ajustes deben ser instantáneos. Como tal cosa no ocurre se recurre a conceptos como la "pegajosidad" (stickiness) de los precios. El razonamiento es que ciertas rigideces, provocadas por los sospechosos habituales, no dejan que el mercado obre su magia. Está forma de razonamiento cuando se convierte en habitual, como es el caso, es completamente enfermiza. El apego al método deductivo y sus axiomas se convierte en una barrera infranqueable. Es como coger un medidor de angulos para comprobar que la suma de los ángulos de un triangulo es de 180º. Cuando descubrimos que no es así recurrimos a lo que Imre Lakatos denomina cinturón de seguridad de las hipótesis auxiliares. Por construcción los ángulos de los triángulos euclidianos han de medidir 180º, pero solo porqué nuestra axiomática lo impone. Si los físicos hubieran sido tan inflexibles estarían todavía operando con su pegajosidad particular, el eter. Pero se dieron cuenta que debían cambiar su paradigma. La geometría euclidiana es un caso particular no generalizable. La economía funciona, para desgracia de todos, en parámetros muy diferentes.
Primera advertencia, y me quedarán otras en el tintero. En un modelo de equilibrio general, durante el tanteo no puede haber intercambios, se pasa de un equilibrio a otro. Fuera del equilibrio las curvas de oferta y demanda son meramente nocionales, es decir, no existen hasta el nuevo equilibrio. Por esa causa, los ajustes deben ser instantáneos. Como tal cosa no ocurre se recurre a conceptos como la "pegajosidad" (stickiness) de los precios. El razonamiento es que ciertas rigideces, provocadas por los sospechosos habituales, no dejan que el mercado obre su magia. Está forma de razonamiento cuando se convierte en habitual, como es el caso, es completamente enfermiza. El apego al método deductivo y sus axiomas se convierte en una barrera infranqueable. Es como coger un medidor de angulos para comprobar que la suma de los ángulos de un triangulo es de 180º. Cuando descubrimos que no es así recurrimos a lo que Imre Lakatos denomina cinturón de seguridad de las hipótesis auxiliares. Por construcción los ángulos de los triángulos euclidianos han de medidir 180º, pero solo porqué nuestra axiomática lo impone. Si los físicos hubieran sido tan inflexibles estarían todavía operando con su pegajosidad particular, el eter. Pero se dieron cuenta que debían cambiar su paradigma. La geometría euclidiana es un caso particular no generalizable. La economía funciona, para desgracia de todos, en parámetros muy diferentes.
La cuestión que se
plantea es que en una economía (sistema) que crece se deben dar dos
requisitos y, estos entran en contradicción. Las dos condiciones
para el equilibrio serían que la producción de todos los bienes
debe crecer al mismo ritmo y los precios relativos deben ser
constantes, ambas magnitudes deben guardar una relación
proporcional.
La primera condición
es evidente en términos agregados, la producción en t+1 será la
producción en t más un aumento que está representado por número
(escalar). Pero nuestra condición es más estricta, hemos dicho que
todos los bienes han de crecer al mismo ritmo. Si no crecen de forma
igual, algunos por debajo y otros por encima, lo que parece bastante
razonable, lo que nos importa es que tiendan a converger, que el
sistema sea estable.
Pero la producción
en t no es un número sino un el conjunto de bienes y servicios que
se producen, lo que se representa por una matriz de producción. Para
que la producción en t+1 cumpla la condición de crecer de forma
estable, que tienda al equilibrio esa matriz debe tener ciertas
propiedades matemáticas que entran en contradicción con las
necesarias para que se den la segunda condición.
La segunda condición
de los precios relativos es que los productores puedan comprar los
insumos y vender lo que producen para obtener beneficios y seguir
produciendo cada uno lo produce, en caso contrario cambiarían su
producción. Cabe recordar que en estos intercambios no hay dinero ni
inflación solo unas razones de intercambio de unos bienes o
servicios por otros. Si la economía crece los beneficios que
obtienen deben crecer acompasadamente con ella.
El problema es que
las dos condiciones están interrelacionadas de tal forma que para
que se cumplan simultáneamente una debe ser la inversa de la otra.
La condición matemática es que los valores característicos
(autovalor o eigenvalor)
de la matriz sean menores que uno, pero si una es la inversa de la
otra, eso es imposible. Por ejemplo, un valor 0,5 su inversa es 2
(1/,05=2). Es cierto, que si los valores característicos fueran
negativos, ambas condiciones se podrían cumplir, pero deben ser cero
o mayores, porque los valores de la matriz lo deben ser
necesariamente porque no se produce nada con inputs negativos. El teorema de Perron-Frobenius dice que para una matriz con valores no negativos, el valor
característico mayor de dicha matriz es siempre mayor que cero, lo
que se traduce en el problema de la inestabilidad dual. Eso se
traduce en que si la producción es estable los precios relativos no
lo son y viceversa. Por lo tanto, la intuición razonable de Walras
sobre el tanteo para alcanzar el equilibrio no funciona. Es necesario
mencionar, que los intentos de demostrar el equilibrio general no
acaban en Walras, pero siempre se intentan conseguir mediante
hipótesis absurdas que ni siquiera deberían ser consideradas,
excepto que lo único importante sea precisamente mantener el
principio.
La cuestión
matemática sirve para poner de
manifiesto que la economía neoclásica huye de la complejidad como
el gato escaldado huye del agua. Sus modelos pueden ser extraordinariamente
complicados pero no complejos, lo que conecta con lo siguiente que
quiero explicar sobre la dimensión óptima.
En la economía
neoclásica una asignación optima, equilibrio general, es único
para una distribución de renta dada. La cuestión es si el
equilibrio general presupone, así mismo, una escala determinada. Resaltar que como señala José Manuel Naredo, que sin tener presente el problema de la dimensión, y en contra de la idea generalizada que el sistema de precios es independiente de la distribución, ambos están vinculados.
"..., aun dentro del campo económico (neoclásico) configurado por tales categorías, la distribución de los ingresos no es un hecho objetivo que resulta de ciertos automatismos del sistema de precios contra los que la sociedad no puede recurrir sin dañar la eficiencia económica, sino que el propio sistema de precios viene condicionado por la distribución de partida, observando que la modificación de esta depende de factores sociales subjetivos como son los valores, las pautas de comportamiento e instituciones que la originaron, y no de mecanismos exteriores a estos"
"..., aun dentro del campo económico (neoclásico) configurado por tales categorías, la distribución de los ingresos no es un hecho objetivo que resulta de ciertos automatismos del sistema de precios contra los que la sociedad no puede recurrir sin dañar la eficiencia económica, sino que el propio sistema de precios viene condicionado por la distribución de partida, observando que la modificación de esta depende de factores sociales subjetivos como son los valores, las pautas de comportamiento e instituciones que la originaron, y no de mecanismos exteriores a estos"
Advertir, por otra parte, que el equilibrio no es único tal como demuestra el
Teorema de Sonnenschein-Mantel-Debreu,
excepto para condiciones marcianas,
pero eso es harina de otro costal.
Los precios de
equilibrio dan lugar a un óptimo de Pareto que en principio
representaría la escala óptima de la economía. Si está debe
crecer para que el equilibrio se mantenga, entonces todo debe crecer en
proporción. Pero ya hemos explicado que eso no es factible. Ahora
atacaremos el problema por otra vertiente y comprobaremos que una
situación de equilibrio supone no solo una distribución dada de la
renta sino una escala determinada.
Es cierto, que la
economía neoclásica no considera el problema de la escala, pues a
nivel agregado no hay costes de oportunidad y, como acostumbra a
decir Herman Daly, no hay regla de cuando parar. Sin embargo, cuando
se enfrentan a la realidad física, como lo hace la economía
medioambiental, para intentar resolver los fallos de mercado
la respuesta es crear mercados aunque no se cumplan los requisitos
necesarios de los que hablamos en otras entradas (aquí y aquí). El
mercado es siempre la solución, se “internalizan” los costes y
la asignación vuelve a ser la óptima. Si aceptamos la fantasía de
la internalización y desechando los costes de información que
supone y, añadimos junto a las venerables figuras del subastador y
el dictador benévolo, al planificador omnisciente, habremos
solucionado dos problema, asignación y escala, con el equilibrio
general.
He de decir, sin
ironía, que tal despliegue de imaginación mercería, al menos, un
final feliz de película, pero es que ni eso. Veamos las causas.
El problema radica
una vez más en la linealidad y en la falsa independencia de las variables. Consideremos una situación estática
de equilibrio de partida, antes hemos explicado que es inestable en
una economía que crece, pero ahora nos hemos desplazado al mundo
atemporal de los economistas neoclásicos. Si a continuación
pasamos a otra situación donde todas la magnitudes físicas de
producción se han doblado el óptimo de asignación se mantendrá y
por añadidura la dimensión será también la requerida. Si fuera
cierto, haber duplicado el tamaño no cambiaría los precios
relativos de asignación que regían para el anterior tamaño, por lo
tanto, la nueva dimensión sería un óptimo de Pareto. Eso significa
que podemos crecer siempre que mantengamos los precios en equilibrio
(alrededor del equilibrio lo que implica que el sistema es estable)
que nos dan una asignación eficiente.
Cabe hacer la
enésima advertencia, ese óptimo de asignación inicial es una
entelequia, es como el espacio y tiempo absoluto de Newton. No hay
forma humana de determinar en que momento se ha producido un
equilibrio competitivo para utilizar como punto de referencia. Esta
es una discusión que engarza directamente como la controversia de
los dos Cambridge sobre el capital cuya relevancia es máxima pero
que excede con mucho el ámbito de está entrada.
Tomemos un ejemplo
geométrico para entenderlo. Si tenemos una habitación de 2x4x4 si
doblamos sus dimensiones ¿qué ocurre? No todo se ha doblado, la
superficie se ha cuadruplicado y el volumen óctuplicado.
Por el momento,
dejaremos de lado el hecho de que esa habitación aumenta su
dimensión en la Tierra es un sistema cerrado que no crece. Advertir
que eso es tan evidente que los economistas neoclásicos lo ignoran.
Por esa causa, nos complicamos tanto la vida con enrevesadas
explicaciones para llegar a lo que cualquiera puede ver sin gran
esfuerzo; que la economía no puede crecer más allá de lo que lo
contiene. Admitir lo anterior conduciría a reconocer los límites y
eso es tabú. Si alguien pregunta como se puede ignorar algo tan
evidente, la explicación es propugnar la sustituibilidad del capital
natural por el hecho por el hombre aunque sean esencialmente
complementarios, pero formulado de está forma no parece tan absurdo.
Y si lo siguiente que nos planteamos es como podemos sostener que son
sustitutos, pues la respuesta es clara, se trata de un acto de fe que
se denomina progreso tecnológico.
Volvamos a la
habitación cuyas dimensiones lineales hemos duplicado. Constatamos
que no todo crece proporcionalmente, por lo tanto, si queremos pintar
vamos a necesitar cuatro veces más pintura, y ocho veces más
energía para calentarla. Eso en términos económicos quiere decir
que el cambio de dimensión significa un cambio en las relaciones de
intercambio, los precios relativos, porqué no todo crece
proporcionalmente como habíamos supuesto. Lo anterior guarda una
gran similitud con la explicación de porqué el sistema es
necesariamente inestable al intentar mantener acompasados los precios
relativos y las cantidades. En realidad no es similitud, es que
llegamos al mismo lugar por caminos diferentes. En palabras de Daly:
“La respuesta a
nuestra pregunta: ¿La noción paretiana de asignación óptima asume
una escala dada así como una distribución dada? parece ser sí. La
escala no puede aumentar “en proporción” porqué (a) hay un
factor fijo, a saber el tamaño total del ecosistema (b) es
matemáticamente imposible, incluso para todas las dimensiones
internas relevantes del subsistema aumentar en la misma proporción,
y (c) incluso si las cantidades de todas las mercancías pudieran
incrementarse proporcionalmente sus precios relativos aun cambiarían
porqué su utilidad marginal descendería a ritmos diferentes para
bienes distintos. Una escala diferente requiere un conjunto de
precios relativos diferentes para ser eficiente en el sentido de
Pareto. Si reconociéramos la importancia de la escala y quisiéramos
calcular la escala óptima ¿cómo lo haríamos? ¿Podemos medir el
coste y beneficio de un cambio en la escala por la medida de los
precios? Los precios iniciales de asignación, aunque fueran
correctos, para ser usados en el cálculo dependen de la escala
inicial. No podemos saber que nuevos precios corresponderían a la
escala óptima a menos que ya sepamos la misma. ¡Pero es exactamente
la escala óptima la que estamos intentando calcular! Es circular
calcular la escala óptima sobre la base de igualar los costes y
beneficios marginales medidos por los precios, los cuales asumen de
inicio que están en la escala óptima”
El mercado no nos
conduce a la dimensión óptima que no podemos determinar aunque
fuéramos capaces de internalizar los costes y acabar con los fallos
de mercado. Este resultado podría ser demoledor, pero existen medios
más que sobrados para ignorar o rechazar los resultado mediante el cinturón protector de hipótesis auxiliares
que permiten proteger el núcleo duro del paradigma (Imre Lakatos). En realidad, no
estamos más ante un arte retórico (Deirdre McCloskey) lleno de
analogías y metáforas que captan la imaginación, como el poderoso
demiurgo del mercado que con la sola materia prima de la información
dispersa y el irrefrenable deseo de intercambio entre los humanos
para escalar en la escalera de la utilidad, soluciona todos los
problemas.
En concreto,
renunciar al equilibrio general no es posible, ni siquiera relajar
sus exigencias y eso es algo que se ha intentado. Algunos pueden
afirmar que lo anterior no es más que una caricatura de complicados
modelos donde las hipótesis son mucho más sofisticadas como la
teoría de juegos (equilibrio de Nash). Pero tampoco, cualquier
alejamiento de la hipótesis central del equilibrio genera tal
indeterminación que se recula inmediatamente hacia puerto seguro a
resguardo de las tempestades que se desatan cuando aflojamos un poco
las riendas. Por ejemplo, para agentes racionales el comportamiento
fuera del equilibrio podía ser tan racional como el propio camino
que marca el equilibrio de Nash. El resultado no ha sido relajar las
exigencias de equilibrio sino aumentarlas y atrincherarse en ellas.
Es lo que Varoufakis llama el baile de los meta-axiomas.
Mi intención en
está entrada es dejar patente que gran parte de lo que consideramos
como verdades incontrovertibles no son más que metáforas que no
tienen la pretendida base positiva que la gran mayoría le atribuyen.
Por otra parte, el mercado no nos va a proporcionar la escala
adecuada que debe tener la economía en relación con el ecosistema.
Cumbres como la de
París sobre el clima ignoran lo esencial, porqué comparten unas
metáforas para un mundo que no existe y, en consecuencia, están
destinadas a la irrelevancia y a provocar melancolía en aquellos que
esperan resultados.
Solo reconociendo el
problema de la dimensión de la economía, abandonando la absurda
hipótesis de la sustituibilidad entre el capital natural y el
fabricado por el hombre y renunciando a la fe en el progreso
tecnológico como bálsamo de fierabras, se podrá avanzar. Estamos muy lejos de ese reconocimiento y, por desgracia,
el tiempo corre en nuestra contra.
El capitalismo, así como sus axiomas teóricos y su cálculo están hechos para satisfacer las necesidades de los capitalistas. No hay más vuelta de hoja.
ResponderEliminarCierto, pero hace falta ponerlo de manifiesto y desmontarlo. Aunque no es fácil deshacer el entramado de propaganda que se ha tejido de forma que han ganado apariencia de verdades universales indiscutibles. Basta ver los programas de los partidos políticos que se denominan de izquierdas para comprobar lo poderosa que es la narrativa del capitalismo. Alcanzar el poder es incompatible con discutir esa narrativa y, no hay un discurso alternativo que pueda combatir al sistema actual que es completamente nocivo para la inmensa mayoría de las personas, y lo que es más importante, si cabe, para el planeta que nos sostiene con vida.
EliminarEl problema de los economistas es que ellos intentan explicar cómo debería ser la economía capitalista ideal, pero nunca teorizan sobre cómo es la praxis capitalista. Es como una especie de esquizofrenia idealista kantiana cuasi gnóstica.
ResponderEliminarBueno, bueno, bueno. He leído algo en el artículo relativo al productivismo en el marxismo. El crecimiento que propone el socialismo es muy distinto al capitalista. Esto es, el socialismo propone un crecimiento tal que satisfaga todas las necesidades básicas de toda la población sin excepción. El capitalismo propone otra idea de crecimiento basada en que cuanta más producción haya mejor será para la población que es lo mide básicamente el PIB. El antagonista del crecimiento capitalista no es el decrecimiento, sino la economía democráticamente planificada donde se programe la producción para satisfacer las necesidades básicas y después que cada uno se las apañe para satisfacer sus necesidades individuales.
ResponderEliminarjajajajaja, al leer tu comentario no he podido evitar soltar una carcajada. Muy bueno, sigue así campeón, que el club de la comedia busca nuevas promesas.
Eliminarun saludo
Atender a las necesidades básicas no impone crecimiento. En todo caso, Marx es hijo de su tiempo y es un autor clásico que bebe de fuentes muy similares a Adam Smith, Ricardo o Mills, donde la teoría del valor proviene del esfuerzo no de la utilidad. Lo que me sorprende es la coletilla final sobre que cada uno se apañe para las individuales, que es una especie de machihembrado entre marxismo para lo básico, capitalismo depredador para el resto. Si, es una gran solución para acabar con el planeta.
EliminarPara nada amigo. Planificación para lo básico y autogestión para las necesidades individuales que sean comunes a un grupo de población. En definitiva, SOCIALISMO.
EliminarLa distinción entre necesidades básicas e individuales no tiene sentido. Las necesidades son universales, son las mismas para todo el mundo en todo momento histórico, lo único que varía culturalmente son los satisfactores. En todo caso podríamos hablar de necesidades básicas y necesidades superiores.
EliminarEl problema del socialismo es que al igual que el capitalismo es una máquina de poder. Eso es lo que hemos conocido, y el lógico que sea así, ya que en sus mismos planteamientos (planificación "científica" de la producción) se incluye dar un enorme poder a unos tecnócratas que son los que saben, los virtuosos, etc, un poco como aquí los de Fedea, los CEO de las empresas. Todo eso ya está superdemostrado que no funciona.
En definitiva, el socialismo es una basura, por eso mis carcajadas ante tu ocurrencia sobre el "productivismo marxista". Incrementar la producción es incrementar el poder de los tecnócratas de la élite del partido, por eso el socialismo es productivista.
Ya estoy cansado de discutir chorradas que no interesan a nadie. El socialismo está muerto y es parte del pasado. En este blog no están permitidos los comentarios anónimos. El siguiente será borrado sin mayor explicación.
saludos