1.
Introducción. La paradoja del mito al logos
Abran cualquier libro de introducción a la filosofía y
se encontrarán la narrativa según la cual el inicio de esta disciplina tiene lugar en
el paso de un supuesto pensamiento y acción guiado por los mitos, la tradición y la religión
a uno basado en la razón y la observación, de carácter superior. El paso del mito al logos le llaman. Sigue
contribuyendo a esta narrativa la idea de que el ser humano es curioso por
naturaleza y tiene un intelecto superior al de cualquier otra especie, y que
eso debe ser guía para dar respuestas vitales sobre el mundo y su vida social, política y económica.
Tales de Mileto, considerado por muchos como el primer filósofo sistemático, trató de dar una respuesta a esta cuestión en su metafísica monista a
partir de un mecanismo que hemos venido denunciando desde sectores críticos y que ha sido
y sigue siendo fundamental para seguir perpetuando toda una serie de dinámicas
destructivas que a nivel discursivo y científico culminan en las ideas de la economía
neoclásica. Este mecanismo es el reduccionismo,
que no deja de ser la manera de generar consensos a partir de ideas fácilmente
entendibles y de carácter mitológico por el conjunto social. El paso del mito
al logos pues no es más que el paso de un mito a otro tipo de mito, pilar
fundamental de la filosofía occidental más ortodoxa.
Este reduccionismo se traduce en conceptos que se han hecho
cuasi-hegemónicos con el gran despegue de la globalización en los 90 y en lo
que va de siglo XXI. Si tomáramos una muestra al azar de la población
occidental “avanzada” lo más probable es que el lenguaje y la acción tuvieran
relación con los sospechosos habituales: “tecnología”, “crecimiento”, “globalización”,
“racional”, “competitividad”, “innovación”, “producción”, “progreso”,
“máquina”, “economía”, “dominar-controlar”. Dentro de cada uno de estos
conceptos (y alguno más) se enmarcan otros en un segundo nivel. A nivel
tecnológico que es el que nos ocupa en este modesto artículo podríamos seguir
articulando “hiperconectividad”, “automatización”, “digitalización”,
“robotización”, “smart” y "tecnosfera", el más original, clarificador y que resume muy bien nuestra actual relación con la tecnología.
Mediante las estrategias propagandísticas de los medios de masas, los políticos, los eventos culturales, el arte ortodoxo… se van tejiendo relaciones semánticas que acaban articulándose en grandes frases de fácil interiorización que operan tanto a nivel consciente como inconsciente. Así lo evidencia el suplemento de un conocido diario en nuestro país donde “La ciencia tiene un plan para cambiar la humanidad” para seguidamente proponernos los ámbitos de estudio que deben guiar el “proceso” y “crecimiento”, esa “economía mágica” que todo lo puede y a nadie teme. Las ideas se reducen a cuestiones muy de índole específicamente tecnológica: “avances” en genética, en materiales inéditos como el grafeno, en ordenadores que aprendan (aparecen aquí términos como “digitalización”, “máquinas” …), desarrollos en una energía universal como la fusión nuclear, combatir las infecciones con nuevos fármacos por descubrir, optimizar la monoagricultura con soluciones smart y los sueños de colonización de otros planetas. Solo una de las 8 cuestiones planteadas apunta a cuestiones que vayan más allá de la cuestión más mecánico-tecnológica y es la preocupación por las derrotas que parecen estar sufriendo las democracias liberales. Más adelante veremos como muchos de estos objetivos no hacen más que contribuir a degradar más nuestro planeta, por lo menos hoy.
De esta manera, se produce un proceso de consolidación
mitológica que culmina en un encumbramiento de la ciencia como instrumento para
el desarrollo de la tecnología (la tecnociencia) en un momento donde parte de la ciencia está en crisis, que además tiende a reducir a su vez la
definición más amplia de “energía, materiales, conocimientos e información
concentradas con un propósito” que dimos en nuestro
artículo anterior sobre tecnología a una cuestión relacionada sobre todo
con el gran desarrollo de lo digital y las telecomunicaciones gracias a los
avances en electrónica y en su uso de materiales y diseño y a lo eléctrico. Al comparar la gente
el discurso con su propia realidad (muchos somos los que vivimos permanente
conectados a la red) los conceptos se refuerzan y se pierde la capacidad de
analizar críticamente elementos de fondo de nuestro sistema. Así también se
consolidan y refuerzan los conceptos fundamentales como “globalización” o
“progreso” que en el plano material tienen el objetivo instrumental de
justificar ese desarrollo tecnológico imparable y que genera unas dinámicas en que lo tecnológico emerge como un ente que
canibaliza y depreda la biosfera sin límite alguno, como si de un sádico sin
escrúpulos se tratara.
2.
Visión histórica. Tecnología, energía, valores y género
Muchos han sido los filósofos, después de Tales de
Mileto, quienes a lo largo de este paradójico paso del mito al logos han
contribuido al lenguaje y modelo social actual. Mientras que filósofos
orientales como Lao Tsé, Buda, Confuncio o Mo Tsé se han preocupado generalmente
de cuestiones morales y políticas, los occidentales pusieron más énfasis en
cuestiones cosmológicas y del mundo natural (a las cuales los orientales daban
por zanjadas o les restaban importancia). Mientras que las filosofías
orientales tienen una clara vocación de ir hacia adentro y asumen que la
mayoría de lo que ocurre está fuera de nuestro control, las occidentales
tienden a ir hacia afuera y asumen que a partir de esa curiosidad innata y el
razonamiento es posible entender el orden armónico natural para poder
manipularlo y controlarlo a nuestra conveniencia y así mejorar el mundo y al
ser humano (esto vendría más adelante especialmente con los grandes avances
tecnológicos).
Sería muy interesante preguntarse de donde viene ese
afán por “dominar”, por “mejorar” las cosas y no por aceptarlas tal y como son.
Solo alguien a disgusto con su actual paradigma (seguramente azotado por algún evento natural dañino), con su modo de vida y con
mucho miedo se puede plantear dichas cuestiones. ¿Es quizás parte del
inconsciente colectivo a partir de algún gran trauma histórico
pre-civilizatorio? Son varios los historiadores que apuntas a que el paso de
las sociedades mito forrajeras a las agrícolas jerárquicas, militarizadas,
dominadoras, patriarcales y explotadoras de la naturaleza surgen de una
combinación de un incremento espontáneo de la población junto a rápidos
cambios climáticos. Es posible que venga de ahí el afán de trascender una
naturaleza que no ha sido “justa”, de esa caída del jardín de Edén encarnada en
el pecado original. Quizás tiene algo que ver con los patrones irregulares de
clima en el oriente cercano entre los años 13.000 y 10.600 A.C (primero lluvias
y luego sequías), que junto al crecimiento poblacional y una vida protoagrícola y
más sedentaria, contribuyeron a poner esas semillas que luego en
algunos casos darían paso a grandes civilizaciones (esto no ocurrió siempre, pues hubo
grupos que optaron por emigrar y en muchas zonas tropicales o extremas polares
no se desarrollaron grandes civis que
permitieran ese inicio de la filosofía y de la ciencia, ese paso del mito al
logos, limitadas aún en su capacidad de controlar la naturaleza por tener un nivel de complejidad insuficiente).
Ante la aparición de lo que se conoce como
civilización que se inicia con el paso hacia el sedentarismo agrícola se
produce un importante cambio de valores y de su relación con lo tecnológico
como nos narran Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes en el fantástico En la espiral de la
energía (pp. 63-67). Se pasan a usar tecnologías más complejas que permiten
disipar (utilizar) un mayor uso energético exosomático (fuera del propio
metabolismo del cuerpo) basado fundamentalmente en el uso de la biomasa para
por ejemplo fundir metales blandos (oro, plata, bronce, cobre) y hacer
herramientas más complejas y poderosas y en menor medida el viento para inventos
como el barco de vela (y así incrementar las interconexiones como
mecanismo para paliar la mayor vulnerabilidad del sedentarismo).
En un primer momento esta transición no supuso grandes
cambios. Los indicios arqueológicos y antropológicos apuntan a que seguían
siendo sociedades de carácter igualitario con liderazgos basados en la empatía
y la solidaridad (y no el ego individualista), dando un preponderante valor a lo
femenino (no se encuentran rastros de expresiones artísticas en relación a lo
militar-guerra o son escasas), con una gestión comunal de los bienes en un trabajo
cooperativo y colectivo y en donde los excedentes se solían “quemar” en
celebraciones. Es con el paso a las sociedades imperiales de ciudades estado y
más complejas hace unos 6000 años donde parecen emerger unos nuevos valores
donde se pasa de una identidad relacional a una individualista, aparece la
necesidad de la propiedad privada por encima de la comunal, se estratifica la
sociedad y aparece el esclavismo, servidumbre y uso de animales para el
trabajo, se inicia un proceso de desacralización de la naturaleza y con el
comercio (ante las ventajas que brinda en una sociedad sedentaria poco
flexible) se desarrolla la movilidad masculina y la menor dependencia del
colectivo (algo que paradójicamente las mujeres parecen estar logrando en
sociedades de altísimo consumo exosomático como las nórdicas donde he percibido
como las mujeres parecen haber interiorizado que la únicamente de no dejarse
dominar por el hombre en una sociedad dominadora es asumiendo sus valores y compitiendo con él).
Un ejemplo muy evidente de cómo se materializan esta
diferencia de valores entre civilizaciones dominadoras y sus predecesoras más
igualitarias es en el arte. Un ejemplo muy evidente es el de la cultura
minoica. Esta antigua civilización considerada por muchos como igualitaria,
naturalista e incluso matriarcal presenta un arte en el que destacan las los
frescos y las cerámicas (ánforas, hidrias y otros recipientes) decorados con
variadas formas, muy a menudo esféricas y con referencias animales y vegetales
y cuerpos de mujer, mientras que civilizaciones más imperialistas y dominadoras
como la micénica (que fue posterior e influenciada por la minoica) suelen
destacar figuras más masculinas, formas más lineales y menos esféricas y
herramientas relacionadas con lo militar, la caza… como demuestra la mayor
abundancia de representaciones en frescos y objetos armamentísticos como las
jabalinas, lanzas, escudos así como combates.
Figuras 1 y 2. A la izquierda observamos una pintura minoica en la que se muestran la importancia de las cerámicas (tecnologías contenedor o conservadoras) mientras que a la derecha observamos un escudo símbolo de la diosa de la guerra.
Así pues, en el plano tecnológico vemos claras diferencias
entre dos civilizaciones que, aunque han bebido la una de la otra como la
minoica y la micénica, nos sirven para diferenciar claramente dos enfoques
distintos. Mientras que en el caso de la cultura minoica se enfatizaban
tecnologías de formas más esféricas e identificables con algo a conservar (la
natauraleza, un bebé en un vientre), el caso de la cultura micénica (y más
claramente en civilizaciones posteriores como la tecno industrial moderna)
tienden a remarcar la velocidad, eficiencia y capacidad de dominio de una
tecnología, a menudo representado por formas fálicas (pensemos en los
rascacielos o en las plantas petrolíferas de extracción por ejemplo).
Este punto de vista ha sido argumentado de forma
elocuente por un
reciente artículo (en inglés) de Sabine LeBel en el que en el contexto del
decalaje que existe entre lo rápido que fluye la información hoy en día con las
TIC y la lentitud de la extracción, transporte y contaminación que generan que
además se generan de forma espacialmente diferenciada., lo cual dificulta para al ciudadano habituado a lo local a poder entender sus dinámicas. En este contexto, la autora
menciona a la filósofa Sofi que cuestionaba la visión androcéntrica propia de
Heidegger e incluso Mumford (que cuestiona la filia por lo tecnológico a su
vez), los cuales relacionan lo tecnológico como mera extensión del cuerpo, en
términos más materiales. Nos dice:
"Por ejemplo, en
la discusión de Heidegger del cáliz, las herramientas y otros materiales en la
tienda de un herrero al producir el cáliz son ausentes. Sofía argumenta que en
los procesos de extracción, transporte, suministro - y yo añadiría desecho -
son cruciales para entender el objeto, el cáliz. Sofía sitúa a Heidegger, junto
a Mumford y McLuhan, en la tradición teórica que considera a la tecnología como
una estirpe de herramientas que extienden los límites del cuerpo humano. El
cuerpo conecta con el martillo, la lanza e incluso el coche, elementos que van
más allá, enfatizando la velocidad, moción y extensión. Por otro lado, los
contenedores mantienen y preservan sus contenidos a lo largo del tiempo y
funcionan como una tecnología para dotarnos de nuevos recursos y como
almacenes. Las tecnologías contenedores
como las jarras, urnas, tamices o cálices diseñados para contener,
esparcir o actuar como filtros se omite de todas estas discusiones
previas"
Así pues considero que LeBel da en el clavo al ampliar
el debate y poner en el foco no solo en su aspecto biofísico sino también en su
aspecto más simbólico y social, apuntando también a que relaciones de género y
que dinámicas de estratificación en clases han generado las civilizaciones
imperialistas y expansivas como en la que vivimos hoy en día y que parece estar
haciendo aguas en un proceso de metástasis a muchos niveles.
3.
Gaia Orgánica y su némesis tecnoindustrial. Lo perdido y lo ganado
Dmitry Orlov define a la tecnosfera en su reciente libro Shrinking the Technosphere como “una entidad parasítica
que ha crecido dentro de la biosfera y que ests ocupada en destruirla” en
contraposición con la biosfera como “el marco natural en el cual toda la vida
habita y nos proporciona aire, agua potable, fuentes de comida tanto salvajes
como cultivadas, materiales de construcción para nuestros refugios, fibra
natural, pieles y cuero para nuestra ropa y mucho más”.
El autor ruso propone la hipótesis de “Anti-Gaia” en contraposición a la “hipótesis de Gaia” que Margulis y Lovelock popularizaron en los años 70. Mientras que Lovelock define en su libro a Gaia como un superorganismo autoregulador (sus suelos, atmósfera y océanos) de forma homeostática (con distintos equilibrios no estables), Orlov nos dice que la tecnosfera “posee una inteligencia primitiva emergente que le permite crecer en complejidad y poder para dominar a la biosfera de forma acelerada, tratando a los organismos como máquinas y sustituyéndolos por máquinas en la mayor medida posible” y además apunta que a diferencia de la biosfera, que busca el equilibrio homeostático (autoregulación en evolución), la tecnosfera busca el constante “desequilibrio – el crecimiento continuo, el cual, en un planeta finito con recursos no renovables naturales, es un callejón sin salida”.
Además dedica 42 páginas (sin desperdicio y con
una piza de humor negro muy necesario) a definir las características fundamentales
de la tecnosfera, resumidas en contraposición con las de la biosfera en el
siguiente cuadro que he tratado de desarrollar a partir de las categorías que Carlos de Castro propuso con
respecto a su "Hipótesis de Gaia orgánica" y los seres vivos en una reciente charla. Con la mezcla de las características expuestas
por Orlov y las 6 características fundamentales que De Castro toma como
referencia para definir la biosfera y los seres vivos pienso que podemos
observar de forma sintética y eficaz las características de ambas y porque una
parasita a la otra.
CARACTERÍSTICA
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BIOSFERA
|
TECNOSFERA
|
REPRODUCCIÓN
|
¿Sí? No está claro que se pueda atribuir a la
biosfera la capacidad de reproducirse así que lo dejamos como un concepto a
desarrollar en el futuro.
|
No. Necesita de un subsidio enorme de energía y
materiales exterior subministrado por el ser humano y la biosfera, pero actúa
de manera que estructuralmente controla al ser humano explotando sus deseos
más banales.
|
AUTO-REPARACIÓN
|
Sí. Prueba: Las 5 grandes extinciones. En el pérmico
el 95% de especies se extinguió, pero Gaia se recuperó.
|
No. Necesita personal altamente cualificado para
repararse, aunque a menudo como en Fukushima no se sepa ni el cómo.
|
RECICLADO MATERIAL
|
Sí y mejor que la mayoría de organismos (tasas
elevadas)
|
No. La civilización actual con tasas de reciclaje de
materiales inferiores al 10% demuestran que a medida que la tecnosfera se
expande disipa más materiales, más tóxicos y más complejos, todos ellos
nuevos por lo que la biosfera es canibalizada.
|
METABOLISMO PROPIO
Y REGULACIÓN
|
Sí. Tiene un flujo material y energético propio que
funciona como un todo regulando diferentes parámetros (la salinidad y acidez de
los océanos, el Co2, el oxígeno…).
|
Sí/No. La tecnosfera se caracteriza por ir más allá
de sus propios límites y por la conquista natural a partir de un incremento
en el flujo de materiales no renovables y depredando los renovables.
|
EVOLUCIÓN
|
Sí. Experimenta saltos de complejidad que tienden a
estabilizarse cuando las condiciones son propicias.
|
Sí. Mientras que en sus inicios la tecnología servía
para mediar las relaciones humanas con la naturaleza, desde las sociedades
dominadoras agrícolas avanzadas la evolución de la tecnosfera ha sido
acelerada haciendo a la gente más dependiente, más violenta (a menudo) y
menos sana. El mito del progreso tecno-optimista es instrumental para sus
objetivos.
|
TELEOLOGÍA
|
Sí. Mediante la transferencia de “telos” mediante la
apoptosis como hacen las células en su muerte celular programada en virtud
del todo (el organismo). Los organismos transfieren sus funciones a Gaia (De
Castro asume que es por motivos genéticos operando a nivel muy profundo).
|
Sí. Busca controlarlo absolutamente todo, reducirlo
todo a la tecnología (especialmente aquello más humano: los instintos y
emociones), debe ser cuantificado en términos monetarios y es homogeneizador
(a través de la globalización y la hiperconectividad, por ejemplo). Todo con
el propósito de dominar la biosfera
|
Tabla 1. Comparativa de la tecnoesfera y la biosfera
según el modelo de Gaia Orgánica de Carlos de Castro
La siguiente cita resume esta relación necesaria pero
patológica entre la biosfera y la tecnosfera:
“La tecnosfera sueña (con la ayuda de algunos humanos
que esclaviza) a la conquista universal: sueña con criar una raza de robots auto
reproductiva y que se aventure al espacio. Sueña con dejar este planeta exhausto
y devastado atrás para colonizar otros mundos – otros con más recursos no
renovables para derrochar sin cuidado y, de forma crucial a biosferas nuevas
que subyugar y destruir, la tecnosfera se convierte en un robot ciego y sordo
que silva a si mismo en la oscuridad. Sin la milagrosa, fantástica bondad que
es la vida, la tecnosfera no puede ni aspirar al mal – solo a lo banal. ¡Artilugios
al espacio! Bostezo…" (Orlov, 2017, pp. 54)
Las reflexiones tanto de Dmitry como de Carlos de
Castro (convencidos colapsistas del
sistema tecno industrial actual) no es hacer una oda al anti-tecnologismo sino
desmitificar las cornucopias que sueñan en un mundo hipercomplejo y que obvian
la gran cantidad de impactos ambientales, sociales y psicológicos que ejerce
esa tecnosfera asfixiante sobre muchos de nosotros. Así pues, habría que pasar
de preguntarse ¿Cuál es la siguiente tecnología? ¿Qué innovaciones traerá? ¿Qué
nivel tecnológico satisface nuestras necesidades más vitales minimizando los
impactos sociales, ambientales y psicológicos que limitan nuestra autonomía?
¿Qué tecnologías serán apropiadas en un contexto de altas limitaciones de
recursos – materiales y energía – y un entorno ambiental crecientemente
degradado? La siguiente explicación, del mismo De Castro, pone de manifiesto una nueva manera de entender la biosfera más allá de esa concepción Darwinista de lucha por la supervivencia que ha contribuido también en gran medida al desarrollo de la tecnosfera depredadora:
"La típica explicación. Un árbol cae, deja un hueco en el
bosque entra la luz empiezan a salir arbolitos el que más rápido crece compite
y es el que llega a adulto. Eso es típico de la explicación Darwinista. Es más
o menos razonable pero dentro del organismo no tiene sentido. No digo que mi
pulmón izquierdo está compitiendo con mi pulmón derecho. Se están coordinando.
Dentro del organismo no aplicamos Darwin. Lo que hace Gaia orgánica es fijarse en el todo. Yo me
fijo en el conjunto y lo que observo en el conjunto son organismos coordinados
que maximizan la presencia de vida, la estabilidad y la entropía. Veo el
ecosistema como un todo y veo la coordinación entre las partes que hacen
funciones como la creación del oxígeno”.
4. Escenarios
y posibilismo tecnológico. La importancia de la escala
Una manera muy habitual y útil de mirar a posibles
escenarios y modelos futuros de sociedad es a partir de la construcción de
escenarios. Ante la gran incertidumbre que se nos avecina es pues muy
conveniente poder imaginar posibles futuros para poder empezar a trabajar en
aquellos que creemos más probables y en aquellos más improbables pero de gran
impacto (cisnes negros).
En
este artículo Carlos de Castro nos habla de cuatro escenarios que son los
más habituales al hablar de la relación entre la sociedad, la energía y el
impacto ambiental. Estos son 1) el
capitalismo verde basado en la idea del crecimiento perpetuo y la innovación
tecnológica continua, 2) el tecno-optimismo estacionario, un
escenario de estabilización del patrón de metabolismo social y su asociado
impacto (que por ejemplo proponen autores como Antonio García Olivares si bien él
también es muy crítico con las dinámicas modernas y capitalista), 3) El de permacultura con decrecimiento, un
escenario de descenso energético basado en la relocalización, 100% renovable
frugal y austero como propone Ted Trainer o 4) Colapso ecologista, o sencillamente colapso en el que la
población es reducida de forma considerable y abrupta basado en un fuerte
decrecimiento y una revolución ética y social sin precedentes muy dolorosa a
corto plazo pero con un largo plazo mucho más prometedor.
Figura 3.
Los escenarios según David Holgrem, padre de la permacultura, muy parecidos a
los que Carlos de Castro presenta en su reciente artículo.
Poco se ha profundizado todavía en la cuestión
específica de que tecnologías podrían contribuir en cada caso, especialmente en
el 1,3 y 4 porque por definición son los que conllevarían más cambios.
Descartando el 1 por requerir un milagro que se antoja imposible ahora mismo y
por la irresponsabilidad de dejar el futuro a una lotería que por ahora nos
está llevando a devastar el planeta y nuestras sociedades, debemos pues hacernos
preguntas que, aunque sean incómodas nos ayuden a avanzar hacia una nueva
civilización más sostenible. ¿Podemos mantener un sistema financiero complejo y
basado en el crecimiento en una sociedad estacionaria? ¿Se puede seguir con el
actual nivel de especialización e intervención mecanicista basada en los
plásticos y fósiles en un escenario de permacultura con decrecimiento? ¿Qué tecnologías
energéticas (o hipercíclicas) serán posibles en un escenario de colapso? Estas
cuestiones, aunque difíciles de responder y dependiendo también en parte de la idiosincrasia
de cada uno, deben ser puestas sobre la mesa pues cuando más tardemos más
difícil nos será adaptarnos al escenario que sea. Una vez estemos en medio de
uno de esos escenarios se producen procesos irreversibles que el posibilismo tecnológico.
5. Ecolución desmartphonizadora - Mirar al pasado no es
volver a atrás
El cuestionamiento de
la tecnología y la tecnosfera (o mejor dicho de esa irracional filia al techne)
suele desembocar en que el discurso mayoritario ignore, ridiculice o ataque
(acusando a sus detractores de ser anti-progreso, anti-crecimiento y radicales)
a aquellos que tratamos de buscar alternativas al depredador, suicida y
expansivo comportamiento de un mundo que no deja de interconectarse sin
sistemas de redundancia, en el cual las personas cada vez se hacen más
dependientes e incapaces de ver alternativas, en el que se produce un sentido
de aislamiento de lo natural brutal y en el que no se reconocen ningún tipo de
límites (sean termodinámicos, ecológicos, demográficos...).
Figura 4. El mito de la caverna en su versión del siglo XXI. 2500 años después parece que seguimos igual o más atrapados que lo que suponía Platón. Quizás nuestros problemas son mucho más profundos de lo que creemos y hay que aprender de muchas tradiciones pre-modernas (incluso pre-agrícolas) que han dado soluciones no puramente tecnológicas en el sentido material reduccionista a distintos retos.
Ante esto cabe preguntarse dónde está el ser humano. ¿Acaso la razón consiste en esto, en este mero cálculo sin criterio, sin amor por nosotros mismos, sin interés por la biosfera de la que formamos parte indisociable? ¿Acaso la aceptación de límites materiales en favor de un desarrollo interior o cultural no nos favorecería más que la fascinación cortoplacista y las expectativas míticas? Estoy convencido de que muchos tecno-optimistas aceptarían estas preguntas así planteadas. Pero entonces habría que añadir que esa aceptación de límites ha de verse reflejada en nuestras instituciones junto a la revaloriazación y la superposición de nuestro criterio informado a través de la democracia. Es decir, que nuestro destino se decida en nuestra mente y no en la entrega confiada al automatismo del mercado global (o de cualquier otro programa desarrollista).
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