Las tendencias de la época que nos ha tocado vivir apuntan
hacia escenarios futuros que tienen grandes incertidumbres pero que, de
realizarse, muchos de ellos entrañarían enormes riesgos para la vida de las
generaciones futuras. Esta clase de escenarios “posnormales” requieren tener en
cuenta todas las clases de incertidumbre presentes, y las diferentes escalas de
valores de los sujetos a los que afectan los riesgos (Funtowicz y Ravetz,
2000). Sería interesante discutir esto en detalle en algún otro lugar. Aquí me
gustaría ahondar un poco más en el debate lúcidamente abierto por Emilio
Santiago Muiño (2019) en la revista 15/15\15, sobre los errores cometidos por los grupos
relacionados con la divulgación del Peak
Oil o cénit del petróleo en la interpretación y comunicación del problema,
y en el tratamiento de sus incertidumbres.
Los sistemas sociales son sistemas muy complejos. El
paradigma científico contemporáneo de los sistemas
complejos los considera como sistemas jerárquicos que se automantienen.
Koestler llama “holones” a esta clase de sistemas jerárquicos porque tienen la
peculiaridad de ser a la vez un “todo” (un sistema en sí mismo) y una “parte”
de un sistema de mayor escala (que es la biosfera). Además, el sistema social
está constituido por partes que son entidades biológicas (humanos) y
tecnológicas (los actantes de Latour, objetos técnicos en interacción con los
humanos). Estos constituyentes biológicos son sistemas autoorganizativos
autopoiéticos (que crean continuamente su propia existencia material y
organización) y que se comportan como agentes de comportamiento en parte
impredecible. Y lo que es peor, el entorno o ambiente en el que las sociedades
se re-producen, la biosfera, es también un sistema auto-organizativo que se
automantiene y que se adapta a su propio entorno geológico.
Los holones sólo son parcialmente predecibles (en algunas de
sus propiedades emergentes) en situación de (meta)estabilidad; en momentos de
inestabilidad de los flujos de energía, materiales e información entre sus
componentes (o hiperciclos) son muy
sensibles a las perturbaciones. En nuestro caso, una sociedad en crisis se
vuelve muy sensible a las movilizaciones colectivas de sus componentes humanos.
En situaciones de crisis de sus formas habituales de re-producción, los
sistemas sociales son muy impredecibles
pues distintas movilizaciones de sus agentes-actantes componentes puede
modificar su auto-organización habitual, y desequilibrarlo hacia nuevas formas
económico-políticas que se institucionalizarán con el tiempo sustituyendo a las
anteriores.
En funcionamiento estable, los sistemas complejos no son
deterministas, puesto que lo mejor que se consigue observándolos es identificar
distribuciones de probabilidad en la evolución de sus propiedades emergentes;
pero en situaciones de crisis ecológica, económica y/o política, los sistemas
complejos jerárquicos se vuelven especialmente poco deterministas, puesto que
ni siquiera es posible definir una probabilidad para su comportamiento futuro.
¿Qué es lo mejor que podemos hacer en nuestra situación, con
dinámicas en el sistema económico-social que pueden conducirlo a un colapso en
las próximas décadas? Trataremos de responder a esta pregunta en los apartados
siguientes.
Observemos fríamente antes de hacer proyecciones
En primer lugar, parece
recomendable observar de cerca al sistema complejo usando el mínimo posible de
teorización, pues en situación de inestabilidad las antiguas “leyes” que
describían aproximadamente el comportamiento estable del sistema dejarán paso a
nuevas leyes emergentes. Estas nuevas leyes deberán ser compatibles, por
supuesto, con las leyes de la termodinámica, pero éstas nos dicen poco sobre
las nuevas formas de organización que se pueden ensayar entre los grupos
humanos y las tecnologías disponibles.
“Mucha observación y el mínimo de teoría conducen a la
verdad”. Este principio fue formulado por primera vez por Al-Hazen (965-1039)
de Basora, considerado el físico más importante del medievo. Si en lugar de
atenernos fielmente a la observación preferimos usar teorías preexistentes, la
mayoría de las veces nos equivocaremos. Hay un texto de tiempos de las cruzadas
que ilustra de forma muy interesante las consecuencias prácticas que pueden
derivarse del uso de grandes abstracciones filosófico-religiosas en sustitución
de un vulgar empirismo. Se trata de un incidente recogido por Usama Ibn Múrxid,
emir, caballero, poeta y hombre de letras (1095-1188) en su manuscrito
autobiográfico "Kitab al-Itibar" («Libro de las Reflexiones»),
descubierto en la Biblioteca Árabe de El Escorial por el arabista Hartwig
Derenbourg, y publicado en francés en 1889, y que también recoge Amin Maalouf
en su libro “Las cruzadas vistas por los árabes”. Esto es lo que escribe Usama:
Un día, el gobernador franco de Muneitra, en el monte Líbano, escribió al
Sultan, emir de Shayzar [aliado
de los cruzados], para rogarle que le
enviara un médico para tratar algunos casos urgentes. Mi tío escogió a un médico
cristiano de nuestra tierra, llamado Thabet. Éste solo se ausentó unos días y
luego regresó entre nosotros. Todos sentíamos gran curiosidad por saber cómo
había podido conseguir tan pronto la curación de los enfermos y lo acosamos a
preguntas. Thabet contestó: "Han traído a mi presencia a un caballero que
tenía un absceso en la pierna y a una mujer que padecía de consunción [gastritis
o úlcera]. Le puse un emplasto al
caballero; el tumor se abrió y mejoró. A la mujer le prescribí una dieta para
refrescarle el temperamento. Pero llegó entonces un médico frany [franco] y dijo: ‘¡Este hombre no sabe tratarlos!’
Y, dirigiéndose al caballero, le preguntó: ‘¿Qué prefieres, vivir con una sola
pierna o morir con las dos?’ Como el paciente contestó que prefería vivir con
una sola pierna, el médico ordenó: ‘Traedme un caballero fuerte con un hacha
bien afilada.’ Pronto, vi llegar al caballero con el hacha. El médico franco
colocó la pierna en un tajo de madera, diciéndole al que acababa de llegar: ‘¡Dale
un buen hachazo para cortársela de un tajo!’ Ante mi vista, el hombre le asestó
a la pierna un primer hachazo y, luego, como la pierna seguía unida, le dio un
segundo tajo. La médula de la pierna salió fuera y el herido murió en el acto.
En cuanto a la mujer, el médico franco la
examinó, y dijo: ‘Tiene un demonio en la cabeza que está enamorado de ella. ¡Cortadle
el pelo!’ Se lo cortaron. La mujer volvió entonces a empezar a tomar las
comidas de los francos, con ajo y mostaza, lo que le agravó la consunción. ‘Eso
quiere decir, que se le ha metido el demonio en la cabeza’, afirmó el médico.
Y, tomando una navaja barbera, le hizo una incisión en forma de cruz, dejó al
descubierto el hueso de la cabeza y lo frotó con cal. La mujer murió en el
acto. Entonces, yo pregunté: ‘¿Ya no me necesitáis?’ Me dijeron que no, y
regresé, tras haber aprendido muchas cosas que ignoraba sobre la medicina de
los franÿ"»
Es
evidente el empirismo aristotélico del médico de cultura árabe, habitual en el
mundo musulmán de la época, mucho más avanzado científicamente; en contraste,
el médico franco utiliza una mezcla de pseudo-platonismo y judeo-cristianismo para
explicar los síntomas que observa, mediante constructos abstractos como los
demonios y su relación con los humanos.
Unos
siglos después, el empirista Francis Bacon (1561 - 1622), subrayaba que la falta de observación empírica
conduce a generalizaciones abstractas apresuradas que, la mayoría de las veces,
son dirigidas por cuatro clases de “ídolos”: los “ídolos de la tribu”, los de “la
caverna”, los “del foro”, y los “del teatro”.
Los ídolos de la tribu derivan
de las pulsiones de nuestra naturaleza humana. Podríamos pensar no sólo en lo
que hoy llamamos “instintos biológicos”, sino también en la predisposición de
nuestro sistema cognitivo a organizar todas las percepciones en secuencias
temporales, en distribuciones espaciales, y en cadenas de causa-efecto.
Los ídolos de la caverna proceden de la
presión de una subjetividad que deriva del pasado particular de cada sujeto.
Aquí podríamos incluir los hábitos que ha adquirido esa especie de héroe romántico
con el que muchos occidentales nos identificamos y que denominamos “nuestro yo”.
Esos hábitos nos proporcionan una efímera sensación de consistencia y nos hacen
actuar mecánicamente en lugar de libremente.
Las dos
primeras clases de ídolos están en la base, podríamos decir, de la compulsión
biográfica que tiene el individualismo romántico occidental. Nos encantan las
historias noveladas, las biografías y los cuentos moralizantes (“humano,
demasiado humano” que diría Nietzsche con su habitual sospecha), y por ello
simplificamos con frecuencia el comportamiento de la complejidad geo-bio-social
reduciéndolo a historietas moralizantes.
Los ídolos del foro derivan del uso acrítico
de las “palabras” según Bacon. Hoy diríamos del uso acrítico de los “marcos
metafóricos” dominantes (Lakoff: véase: https://entenderelmundo.com/2018/04/25/las-metaforas-y-la-construccion-imaginaria-de-la-realidad/).
Los ídolos del teatro derivan de las ideologías
dominantes en las tradiciones de nuestra cultura y en nuestros grupos de
referencia. Podríamos decir que nuestra pulsión inconsciente hacia la
sociabilidad y la fidelidad a nuestras familias intelectuales y morales está
por encima de nuestras observaciones e interpretaciones personales.
Las dos últimas
clases de ídolo nos tienden a llevar a un fuerte conservadurismo social a la
hora de abordar o conceptualizar un tema, como si esa forma fuera la única
forma de llegar a “la verdad”. Sin embargo, el pragmatismo y el constructivismo
nos han enseñado que la “verdad” es esencialmente una construcción social; y
que esa construcción es muy dependiente de la perspectiva que tomemos
grupalmente para describir el objeto. De modo que ser fiel a una perspectiva
social durante largo tiempo y en una misma dirección, nos lleva fácilmente a
perdernos perspectivas que pueden ser más útiles, para nuestra propia libertad
y hasta para nuestro grupo de referencia.
Los taoístas,
esos anarquistas de la China Clásica, son quizás quienes mejor han subrayado la
necesidad de romper con las conceptualizaciones habituales de la propia
cultura, y con la conceptualización en general como algo inamovible. Chuang-Tzu
en sus Escritos proporciona una de
las imágenes más poderosas que se han creado de lo que hacen los adoradores de
conceptos y metáforas dominantes en sus “salones sociales”. La escena es una
supuesta entrevista entre Confucio y Lao Tse:
"Confucio
fue a ver a Lao Tan (Lao tse) y le habló del jen, amor al prójimo, y de la i,
equidad. Lao Tan le contestó: Si al cerner el salvado se le ha metido a alguien
su polvo en el ojo, verá el mundo trastocado. Si un mosquito o un jején le ha
picado en la piel, no puede conciliar el sueño toda la noche. De la misma manera
nos escuecen y turban el corazón ese amor y esa equidad. Nos causan una confusión
inmensa. Su merced procure que el mundo no pierda su autenticidad natural. Déjese
mecer por el viento y yérgase con la virtud (del Tao). ¿Para qué tantos
esfuerzos? Los cisnes no necesitan bañarse cada día para conservar su nívea
blancura, ni el cuervo pintar sus plumas para conservarse negro. A lo blanco y
negro, si son auténticos, nada puede cambiarlos de color. La admiración y los
elogios de otros no agrandan nuestra fama. Secado el río, los peces se apiñan
en el fango seco, y con la humedad de su aliento se mojan mutuamente la cara.
Mejor les iba antes en sus ríos y en sus profundos lagos olvidados unos de
otros. Confucio, vuelto de su entrevista con Lao Tan, guardó silencio tres días
enteros. A sus discípulos, que le preguntaron qué consejos, para regular su
vida, había dado a Lao Tan, les respondió: "Hoy he visto al dragón
enroscarse sobre sí y, desplegándose, ostentar su magnificencia, montarse sobre
las nubes y nutrirse de los dos elementos Yin y Yang. Me he quedado con la boca
abierta y no la puedo cerrar. ¿Qué consejos o reglas de vida podía yo dar a Lao
Tan?". Chuang tzu añade que lo que hace la escuela confuciana, con su
complicada red de reglamentaciones de la vida, es como vestir a un mono con las
vestiduras del duque Chou (s. XI a.C.). "Este, al verse vestido de ellas, con sus dientes y sus garras las
rasgaría de inmediato".
Más allá de la ironía expresivista de Chuang-Tzu, un
poco cruel para con el bonachón de Confucio, la imagen de los peces
arrejuntados en el fango del fondo y mojándose mutuamente la cara con su
aliento es tan certera que sigue siendo actual, 2.300 años después de su
invención, para describir la adoración del hombre cortesano, y del conservador
en general, hacia las convenciones sociales. Pero también para todas las dinámicas
de auto-convencimiento típicas de los grupos cerrados.
El
problema es que, incluso siendo conscientes a ratos de estas cuatro clases de
prejuicios, tendemos a achacárselos a los que están fuera de nuestro grupo de
referencia, no a nosotros mismos, lo cual no deja de ser irónico y fue siempre
fuente de regocijo irónico para filósofos como Schopenhauer o Nietzsche. ¿Nos
damos por aludidos ya o todavía no? La construcción imaginaria de la realidad a
base de compulsiones causales, historias biográficas, procesos novelados, metáforas
creadoras de realidad, y adscripción a paradigmas socialmente aceptados, es
algo universal, no sólo de “los otros”. Los errores procedentes de las cuatro
clases de prejuicios comentados no se dan sólo entre los incautos “tecno-optimistas”
del mundo “BAU”, sino también entre nosotros, lúcidos seguidores de los foros
de discusión sobre energía, sostenibilidad y colapso.
Un
empirista contemporáneo como Bertrand Russell contestaba de la siguiente
manera, en una entrevista de John Freeman, el 4 de Marzo de 1959 en el programa
“Face to Face” de la BBC:
- Una última pregunta: supongamos profesor
Russell… que esta grabación sea vista por nuestros descendientes, como los
Manuscritos del Mar Muerto, en un período de cientos de años. ¿Qué piensa usted
que valdría la pena decirle a esa generación sobre la vida que usted vivió y
las lecciones que usted aprendió de ella?
- Me
gustaría decirle dos cosas: una intelectual y una moral. Lo intelectual que me
gustaría decirles es esto: cuando estés estudiando cualquier tema o
considerando cualquier filosofía, pregúntate a ti mismo únicamente: ¿cuáles son
los hechos? ¿y cuál es la verdad que los hechos sostienen? Nunca te dejes
desviar, ya sea por lo que tú deseas creer o por lo que crees que te traería
beneficio si así fuese creído. Observa únicamente e indudablemente cuáles son
los hechos. Eso es lo intelectual que quisiera decir. Lo moral que quisiera
decirles es muy simple. Debo decir: El amor es sabio, el odio es estúpido. En
este mundo, que cada vez se vuelve más y más estrechamente interconectado,
tenemos que aprender a tolerarnos unos a los otros, tenemos que aprender a
aceptar el hecho de que alguien dirá cosas que no nos gustarán. Solamente
podemos vivir juntos de esa manera. Si vamos a vivir juntos, y no a morir
juntos, debemos aprender un poco de caridad y un poco de tolerancia, que es
absolutamente vital para la continuación de la vida humana en este planeta.
Estas
recomendaciones de Bertrand Russell son especialmente apropiadas en un entorno
lleno de incertidumbres donde nuestro complejo sistema social está entrando en
un régimen de inestabilidad.
Esta
actitud modesta y empírica implica también no forzar “la ciencia” hacia
nuestros propios anhelos o valores políticos. La coletilla de “la termodinámica
nos dice que X es imposible” casi siempre es falsa aplicada a un sistema
complejo, y recuerda a expresiones tales como “el ser humano es egoísta por
naturaleza” o “la inteligencia está en los genes”, que intentan dar legitimidad
de ley natural indiscutible a lo que es muy discutible y sigue siendo
discutido.
Respetemos las incertidumbres
Segundo, nos enfrentamos a una
dinámica económica global que genera riesgos de enormes consecuencias
ecológicas, sociales y de sostenibilidad, pero el cómo, cuándo y con qué
intensidad se van a presentar esas consecuencias tiene muchas incertidumbres. Una
cosa es subrayar la gravedad de las consecuencias y otra muy distinta es decir
que esas consecuencias son virtualmente seguras, cuando no son seguras. Es necesario respetar las incertidumbres.
Esto es algo que subrayan continuamente Jesús Nacher y Roger Carles en sus
posts del foro de Autonomía y Bienvivir.
Es mucho más prudente analizar las tendencias que se observan en el sistema y
el escenario al que estas tendencias podría conducir si nada las modifica, y
divulgar socialmente estas evidencias
plausibles; pero nunca aventurarnos a concluir cuándo se va a producir el
temido escenario, ni a afirmar que esa evolución del sistema es inexorable, y
mucho menos a aventurar que tras la inestabilidad del sistema, su colapso será
rápido o se producirá de una manera pre-determinada. No olvidemos que cuando un
sistema complejo entra en crisis su evolución es muy sensible a los pequeños
detalles y a las iniciativas colectivas de sus agentes componentes, y estas son
en gran parte autónomas e impredecibles, así que no podemos identificar a
priori una distribución de probabilidad para lo que pueda ocurrir.
En estos casos, la cautela con que la comunidad científica
hace afirmaciones me parece que es la guía más útil que tenemos como modelo. El
IPCC, por ejemplo, recopila las afirmaciones que el consenso científico permite
establecer sobre el cambio climático antropogénico en una forma que respeta las
incertidumbres que dicho proceso de cambio tiene. Por ejemplo, cuando se
describe la posibilidad de que tenga lugar un determinado proceso o suceso cuyas
causas son aún objeto de debate, o que no es fácilmente modelable
matemáticamente, se emplea una escala de “confianza” cualitativa que expresa la
confianza psicológica de los expertos de ese campo científico sobre la
posibilidad del evento: “muy baja; baja; media; alta; muy alta”. Si, en cambio,
el proceso ha sido modelado matemáticamente por un conjunto de modelos, y es
posible extraer de ellos distribuciones de frecuencia o probabilidad, entonces
se emplea una escala de verosimilitud cuantitativa del tipo: “Virtualmente
cierto”: 99-100% probable; “Muy probable”: 90-100% probable; “Probable”:
66-100% probable; “Tan probable como no”: 33-66% probable; “Improbable”: 0-33%
probable; “Muy improbable”: 0-10% probable; “Excepcionalmente improbable”: 0-1%
probable (Mastrandrea et al. 2010); O, en algún caso, “más probable que no”:
50-100% probable.
Esto
implica también no apostar nunca por certezas en la transición de un sistema
social. Como afirma Emilio Santiago Muiño (2019) en su excelente artículo, la
revista 15/15\15 toma su nombre de una muy atrevida predicción: 15 años
después del 2015 (en el 2030), el petróleo solo proporcionará un 15% de la
energía neta que proporcionaba en ese año inicial. Un título como éste para una
revista puede ser eficaz para concienciar a la gente sobre lo que podría llegar
a ocurrir y guiar a la gente a movilizarse para evitar males mayores; pero
ningunea la gran incertidumbre que tienen las predicciones sobre reservas
convencionales y no convencionales del petróleo, y la aplicabilidad de las
técnicas de fracking fuera de los EEUU, y esto es una apuesta por el descrédito
anunciado si en el 2030, o unos años antes, la tendencia de la producción mundial
de petróleo está muy por encima de esa predicción. Santiago Muiño discute otros ejemplos de esta
clase de predicciones hechas desde colectivos cercanos a la problemática del
peak-oil, la sostenibilidad y la transición post-capitalista, y lo peligroso que
resulta obviar las incertidumbres para la credibilidad de todo el colectivo.
Como señala Santiago Muiño, igual de peligroso es ignorar el estado del arte de
los consensos científicos a la hora de hacer nuestras predicciones, pues una
gran parte de la legitimidad que la mayoría de la sociedad da a las
afirmaciones se basa en si son coherentes o no con los consensos científicos. Y
añado: si no hay aún un consenso científico establecido, hacer predicciones y
afirmar que esas predicciones se basan en “la ciencia”, “la temodinámica” o “la
entropía”, es doblemente arriesgado y suicida, pues ofrecen una imagen de
diletantismo y de sectarismo.
La verdad es una construcción colectiva
Tercero, evitemos el sectarismo. Hay
que sospechar de la tendencia a exagerar nuestra propia perspicacia grupal como
observadores y modelistas. La “verdad”
es una construcción colectiva, no algo que es revelado por alguien bendecido
por Dios, o descubierto por un observador especialmente perspicaz. Ni todos los
científicos no colapsistas son unos tecno-optimistas, ni todos los economistas
son ideólogos del BAU, ni todos los políticos y lobbies hacen el juego al crecentismo y al capitalismo, aunque se
muevan dentro de las instituciones. Así que conviene estar abiertos a informaciones
de científicos, políticos, economistas y grupos interesados en el tema
diferentes del propio.
Los grupos cerrados de discusión, y ese es el caso de los
foros virtuales de Internet donde se discute sobre Peak Oil, energía o colapso,
fomentan la impresión de que los “memes” que se repiten mucho son verdades
incontrovertibles. Hay enunciados que se ponen de moda por cualquier razón, y
que son repetidos una y otra vez, como los mantras, sin que nadie o casi nadie
los discuta, dado que la mayoría de los miembros del grupo no adoptan la
actitud que pueda tener un científico (curiosidad abierta y crítica) sino una
actitud de desconfianza reactiva contra quien erosione las certidumbres que
vengo buscando. De este modo, los foros se llenan de afirmaciones rotundas que
suelen “chirriar” fuera de él. En el caso de los foros sobre Peak Oil, se suele
recurrir a desacreditar como “tecnooptimismo” o “magufada” cualquier opinión
externa (o incluso interna) que no concuerde con el meme de que el peak-oil
provocará un declive energético y un colapso económico y social rápidos. Ciertamente,
abundan los economistas que siguen utilizando las mismas “leyes” económicas que
fueron válidas en épocas de abundancia de recursos naturales en la situación
actual, donde algunos recursos no renovables (v.g. minerales o petróleo) se han
utilizado ya hasta cerca del 50% de sus reservas extraíbles. Pero en otros
casos, una opinión contraria a considerar un colapso rápido como algo
“altamente probable” puede proceder, simplemente, de un ingeniero o un
científico informado a quien le resulta contra-intuitivo asignar una
probabilidad del 90 al 100% a un escenario para el que la discusión
tecno-económica no tiene una probabilidad definida, dado que ni siquiera hay
consenso entre los investigadores sobre si tal escenario se va a llegar a
producir o la acción colectiva (sea tecnocrática, política o social) va a
evitarlo a tiempo.
Puedo hablar en primera persona sobre esto, puesto que lo he
sufrido. Personalmente, estoy convencido de que el sistema capitalista actual
(con su estado rentista asociado) no sabe funcionar sin crecimiento; que si lo
llegara a intentar colapsaría, porque se cumpliría el “teorema de Marx” sobre
la tendencia de la tasa de beneficio a caer hasta cero; y que si nada para el
tren desbocado de la acumulación ampliada de capital, la dinámica capitalista
provocará el colapso de la diversidad biológica, de la fertilidad de la mayoría
de los suelos, de la estabilidad climática y de los recursos minerales y
energéticos no renovables. Creo que ello puede llevarnos a una época de
estancamiento estructural, de grandes movilizaciones sociales, y de posibilidad
de colapso económico-social en el presente siglo (García-Olivares y Solé, 2015).
Así que se me podría considerar un eco-socialista colapsista; pero no considero todas estas posibilidades económico-sociales
como inexorables, y por motivos parecidos me he negado a considerar inexorable
un colapso rápido tras el peak-oil, cuando ese colapso es sólo una posibilidad
entre otras. Esta actitud creo que es mucho más rigurosa, pues se ajusta al
estado de las evidencias científicas sin forzarlas hacia un determinismo que no
existe en un sistema social. Sin embargo, esta actitud ha provocado mayoritariamente,
en esos foros de discusión, comentarios despectivos y acusaciones de “cinismo”,
“tecno-optimismo” y “soberbia” o una mera descalificación retórica de los
argumentos, en lugar de una discusión técnica y colectiva del consenso
científico, que era lo que procedía. De manera que un intento de ser fiel a ese
“espíritu científico” del bendito de Bertrand Russell se me reprochaba como
“soberbia” por no estar de acuerdo con los mantras del foro de discusión. Una
“sutil” manera de decirle a un científico que estaba en territorio hostil y no
era bienvenido, cosa que entendí bien y desde entonces abandoné tales grupos
para dedicarme a mis tareas profesionales (salvo excepciones esporádicas). Ese
ahuyentamiento de los intrusos, y hasta de los “nuestros” que no son lo
suficientemente radicales, tiene como efecto reforzar los mantras de moda en el
foro, cerrar aún más el círculo, y aislarlo del resto de las prácticas sociales
de conocimiento.
Antes hablamos del poder persuasivo de los marcos
metafóricos. Conviene estar atentos a ellos y no utilizarlos mecánicamente si
no queremos acabar presos de nuestra propia retórica. Además de estos marcos,
la cultura occidental nos invita a utilizar narrativas completas, como la del
“monomito” que estudió Joseph Campbell (1949). En él, un héroe es humillado y
abandonado en un mundo lleno de amenazas y pruebas; debe cruzar una serie de umbrales, donde puede encontrar guardianes, dragones o familiares que se le
oponen y debe derrotar o conciliar; Luego desciende a un reino de oscuridad,
o mundo de fuerzas poco familiares, algunas de las cuales le amenazan; tiene
que resolver pruebas o acertijos, en ocasiones con la ayuda de un aliado.
Finalmente, se le presenta una prueba suprema y recibe su recompensa. Quizás influida por esta clase de narrativa, la
mayoría de la gente no quiere escenarios posibles y bandas de verosimilitud,
sino certezas bonitas y justicias poéticas; y no quiere datos, sino historias
noveladas que le reconforten de la dureza de este sistema explotador. En el
mundo BAU todos conocemos esas bellas historias tecno-optimistas; en nuestro caso,
se trataría de narraciones más o menos pre-conscientes del tipo: “el puto
capitalismo se ha alimentado de nuestro trabajo y nuestras esperanzas, y ha
prostituido hasta a la Naturaleza, pero el pico del petróleo y la termodinámica
están conmigo, y nos vengarán de tanta prepotencia colapsando a ese sistema
opresor”. Hay elementos muy verosímiles en esa descripción, pero se sigue pareciendo
demasiado al monomito como para que
sea creíble. Un sistema social evoluciona siempre de forma mucho más compleja que
lo que uno cree y desea y, lo que es peor, absolutamente indiferente a las
pretensiones de nuestros maltratados egos personales. No digo que sea el caso
de todo el mundo, pero creo que estos mecanismos psicológicos actúan
pre-conscientemente en muchos sujetos. Desgraciadamente y con toda probabilidad,
ningún determinismo energético va a ahorrarnos el trabajo de acabar con el
capitalismo mediante nuestra impredecible movilización colectiva, y más vale
que partamos de esta idea para ver las cosas con un poco más de libertad y
perspectiva.
El ejemplo nos ha traído de nuevo a la primera clase de
ídolos de Bacon, que son los condicionamientos de la propia identidad e
historia personal. En esto de la identidad, y para acabar de una vez por todas
con esa idolatría, creo que es mucho más sagaz la psicología budista Mahayana
que la occidental. Según la psicología Mahayana “yo” no existo, soy una
convención social (o psico-social). Si no quieres que tu mente se pase la vida
controlada por historietas externas, por cuentos y por convencionalismos
sociales, comienza por el primer gran convencionalismo: “yo mismo”. No hay
ningún uno que sea mismo. Hay ahí un cuerpo que ha ido
evolucionando a lo largo de décadas, que decide hacer cosas y un impulso
interior que dice a-posteriori que “he
sido yo” el que lo decidió, sin que se sepa muy bien quién es ese “yo”; hay
recuerdos construidos que proceden de otros recuerdos y que no suelen confirmar
muy bien otros observadores de las mismas escenas; las células componentes de
ese cuerpo no son hoy las mismas que las que hubo hace una década; mis
expectativas, mis recuerdos, todo ha sido reconstruido una y otra vez; y hay
imágenes fotográficas de ese cuerpo animal cambiante que, a pesar de las
diferencias, en mi familia y en la comisaría del DNI siempre nombran con el mismo nombre y
apellido. Poco más. En realidad, yo no existo, tal como afirma el Mahayana y
sospechaba Schopenhauer. Los cuerpos simplemente deciden, en gran parte de
forma inconsciente, y hacen lo que saben hacer (usando la información que les
llega y sus esquemas interiores de procesamiento que incorporan metáforas
sociales y hábitos aprendidos), no soy “yo” quien decide nada, y los budistas
nos animan a que observemos con atención lo que hace el propio cuerpo, pues es
muy interesante ver a un sistema real tan complejo tomando decisiones y
actuando. Esa actitud de olvidarse de uno
mismo, de nuestro honor personal, de nuestras vejaciones pasadas y de
nuestra venganza, es mucho más sagaz, relajada y productiva y nos permite concentrarnos
en observar lo que hay y lo que está ocurriendo realmente.
Esto implica también no encerrarnos en nuestra concha. La
confianza en su eficacia profesional que tenía el médico franco que citábamos
más arriba procedía de su convicción de que poseía “la verdad”. Sin embargo, como ha demostrado el antropólogo
de la ciencia Bruno Latour, cuanto más socialmente construido es un hecho, más
verdadero se vuelve. No existe ninguna verdad antes de su construcción social;
la verdad es el modo de interpretar aceptado por la comunidad de
observadores-modeladores que enrola en su descripción a un número mayor de entes
materiales y de prácticas sociales de conocimiento. Esa comunidad está
constituida en gran parte por las instituciones y prácticas individuales
científico-técnicas, de modo que, en una gran proporción, la realidad en las
sociedades contemporáneas es la que construyen los ingenieros, los científicos,
y los grupos sociales interesados en el tema en cuestión. La verdad no puede
ser “descubierta” por ningún grupo privilegiado o especialmente perspicaz,
porque no pre-existe. Si queremos participar en la construcción de la futura
realidad, hay que contar con lo que dicen los otros grupos interesados, con lo
que dicen los científicos e ingenieros, y con el comportamiento que parecen
tener los artefactos y los procesos naturales ante nuestra intervención, y ver
si hay algún tipo de acuerdo posible entre todos esos discursos y
comportamientos.
Fue
Herbert Simon el primero en subrayar que, cuando en un proceso de cambio social
hay indeterminación o complejidad, ya no es posible deshacerse de la
deliberación entre grupos sociales, hasta encontrar soluciones
"satisfactorias" para todos, no soluciones “óptimas”, que en la
práctica sólo suelen ser satisfactorias para el grupo que propone y financia
dicho óptimo. Cualquier decisión '' siempre implica una dimensión política, ya
que se basa en información imperfecta y un conjunto determinado de objetivos.
De lo contrario, debería llamarse ‘computación’. Sin embargo, cierta ideología
dominante entre las élites capitalistas pretende que hay una “ciencia
económica” (que invariablemente no incluye las aportaciones de Marx, ni las de
Keynes, Polanyi, Schumacher, o la Economía Ecológica) que toma decisiones
basada en una “racionalidad substantiva”, esto es, que es capaz de decirnos
cuál es la solución técnicamente (económicamente) correcta para cualquier
problema social, incluso la sostenibilidad. Esta pretensión no resiste un
análisis científico serio. Como en la práctica cualquier futuro vivible va a
ser co-construido por muchos grupos interesados, conviene hacer presión
organizadamente no sólo desde los márgenes, sino también desde dentro del
sistema. Haciendo públicos de forma organizada los valores que consideramos
irrenunciables para una transición eco-social. Las movilizaciones sociales,
como la liderada actualmente por Greta Thunberg, deben poder contar con nuestra
participación activa, de modo que estos valores irrenunciables puedan ser
incorporados a las mismas. Si nos ausentamos, otras organizaciones sociales y
grupos de interés van a tratar de conducir la movilización hacia sus propios valores
e intereses.
Matizando algunas afirmaciones concretas
Ya comentamos antes la
incertidumbre que tiene las predicciones sobre la fecha del cénit de los
líquidos derivados del petróleo (que también subrayaba Emilio Santiago Muiño en
su excelente artículo) y la de los combustibles fósiles. Comentaremos otros
conceptos concretos frecuentemente expresados desde nuestros foros, sus
incertidumbres asociadas y qué sería más positivo transmitir.
El crecimiento exponencial es incompatible con el tamaño finito de los
recursos materiales de la Tierra
Esta afirmación puede considerarse virtualmente cierta, dado
que nadie la suele discutir en la literatura. Sólo hay controversia en los
plazos en que las limitaciones materiales se harán visibles. El rango de discusión
va de una década a varios siglos, pero las evidencias de crisis ecológicas
importantes juegan a favor de dar cada vez más crédito a un horizonte de varias
décadas, no de varios siglos.
El peak oil nos llevará al colapso
Hay una especie de consenso dentro de muchos círculos
colapsistas en que la actividad económica y el PIB están en su mayor parte
determinados por el suministro de petróleo, y que cuando éste decline, declinarán aquellos.
Pero esto tampoco es algo que se pueda afirmar con esa rotundidad. Yo mismo
utilicé ese argumento en un artículo mío y uno de los revisores me contestó
algo así como: “¿por qué desprecia usted los procesos de sustitución?”.
El argumento se basa en la ley del Mínimo de Liebig en biología, que afirma que el crecimiento de un
organismo fotosintetizador no es controlado por el monto total de los recursos
disponibles, sino por el recurso más escaso. El petróleo actuaría de forma
similar sobre el “metabolismo” económico. El argumento es discutible, dado que
una economía dispone de un mecanismo que es la sustitución.
Los economistas convencionales podrán ser excesivamente
tecno-optimistas, pero saben algo de mecanismos económicos, y lo que nos dicen
es que ante un posible frenado del crecimiento de la oferta de petróleo que no
pudiera subir al ritmo de su demanda, se producirían aumentos de precios.
Cuando estos desfases oferta-demanda se vuelvan estructurales (y mejor no nos
aventuraremos ya a predecir fechas) se destruirá actividad económica a corto
plazo, pero a medio plazo se pondrán en marcha los procesos económicos de
sustitución del petróleo por otras fuentes energéticas disponibles y más
baratas. Hasta el momento ha bastado con el fracking para mantener ajustada la
demanda a la oferta; pero cuando el fracking no sea suficiente, y se produzca
el cénit del petróleo (convencional, no-convencional y líquidos derivados del
petróleo) probablemente habrá una crisis económica como la de los 70, pero no
necesariamente se producirá un colapso, puede que sí y puede que no. Es
probable que se produzca un declive del producto agregado mundial, pero puede
que ni siquiera eso se produzca, todo dependerá de lo rápida que sea la
sustitución del petróleo por otras fuentes diferentes como gas y renovables
(hasta una parte de carbón) en la industria y el transporte durante los años en
que el suministro de petróleo esté en el entorno del máximo de producción.
La verdad de la afirmación dependerá pues del momento y la
velocidad a la que se empiece a sustituir el petróleo por otras fuentes
energéticas en los principales sectores económicos, y esto puede ser
ampliamente alterado por decisiones políticas gubernamentales.
Dado que el tema tiene bastante incertidumbre, sería más
positivo lanzar mensajes del tipo siguiente: “el cénit del petróleo (peak-oil)
puede afectar muy negativamente a nuestra economía, dada su fuerte dependencia
de este combustible, sobre todo en el transporte; es necesario reducir
consumos, y electrificar todo lo posible los procesos económicos que hoy
dependen del petróleo, y nada de esto lo está haciendo actualmente el mercado”.
El cénit de los combustibles fósiles nos llevará al colapso
Algo análogo se puede prever para cuando se produzca el
cénit de todos los combustibles fósiles. El capitalismo aún tendrá disponible
el mecanismo de la sustitución, y ahí las renovables y el capitalismo verde están a la espera. En un par de artículos
publicados hace unos años yo me atrevía a pronosticar que el capitalismo
echaría mano de esta sustitución masiva a partir del 2028 con una incertidumbre
de 8.5 años arriba o abajo (fecha alrededor de la que se mueven las
predicciones del cénit de los combustibles fósiles). Y que la inversión masiva
en fuentes renovables podría evitar un colapso económico súbito (al menos del
PIB, no necesariamente de la calidad de vida del 90% de la población) si se
hacía a ritmos suficientes; y si no se hacía a tales ritmos, podría al menos
amortiguar el declive y estabilizar la economía en niveles similares a los de
2014 o así. También contemplaba la posibilidad de un colapso rápido tras el
cénit de los fósiles, pero sólo si el sistema era tan ciego como para no
fomentar la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes renovables.
En 2016 la energía final era en un 30% electricidad,
biocombustibles, residuos orgánicos, u otras renovables (IEA 2016). Se trataría
de modificar los procesos que hoy consumen el 70% de la energía final en forma
de derivados del petróleo, gas o carbón, para que pasen a consumir electricidad
o biocombustibles. En García-Olivares (2015), discutí que el transporte es muy dependiente del
petróleo, pero que la industria es dependiente sobre todo de la electricidad,
salvo en el sector petroquímico, donde el petróleo no se usa principalmente
como fuente de energía sino como materia prima. Además, el gas, el carbón y el
petróleo son utilizados en procesos que podrían ser fácilmente electrificados:
calentar, reducir químicamente, y mover masas grandes o personas. Los procesos
centrales y más complejos de todas las industrias son realizados
sistemáticamente con electricidad, como no podía ser menos, tratándose de una
fuente de exergía máxima.
Así pues, una electrificación relativamente rápida de muchos
de los sectores, aun siendo complejo, no parece algo descabellado en una futura
situación de declive de la producción energética fósil. El sector petroquímico
sí que se vería obligado a reducir su tamaño hasta un 40% del actual, y la
aviación debería reducirse también a una actividad 50% de la actual, por las
limitaciones que tendría la producción de biocombustibles. Habrá que esperar a
que se publiquen otros estudios sobre cómo sería una futura economía 100%
renovable, pero los pocos publicados contradicen esa expectativa que algunos dan
por segura de que el declive de los combustibles fósiles provocará “el fin de
la civilización industrial”. Si alguien predice un colapso económico e
industrial rápido debería publicarlo en revistas científicas o técnicas donde
todos los investigadores puedan revisar sus tesis, y también demostrar por qué
las incertidumbres que tiene la transición no son tales incertidumbres y pueden
ser sustituidas por afirmaciones como “casi ciertamente, ocurrirá esto”. Mientras
tanto, aceptar como seguro algo tan incierto nos aísla de gente que percibe
intuitivamente las incertidumbres asociadas al tema; y también de gente que no
está dispuesta a luchar por un futuro pre-industrial, como comentaba lúcidamente
Emilio Santiago Muiño (2019), pues hay servicios básicos para la calidad de
vida que podrían ser proporcionados fácilmente por una futura industria
renovable.
Muchos colapsistas presuponen, sin decirlo, que como la
sociedad industrial ha sido construida en el marco de valores como el progreso,
el crecimiento y la acumulación de capital, el rechazo de estos valores implica
el rechazo de la sociedad industrial. Pero muchos creemos que es posible
mantener una industria sofisticada y útil para la mayoría, basada esencialmente
en electricidad renovable, sin mantener los valores citados.
Dada la controversia vigente, sería pues más coherente y
positivo limitarse a mensajes de este tipo: “el cénit de los combustibles
fósiles no se puede posponer eternamente; es probable que tenga lugar en pocas
décadas, y provocará una importante crisis energética si para esa fecha no se
han instalado fuentes renovables suficientes para compensar el declive, y no se
ha reducido la demanda energética”.
Si el sistema consigue superar el cénit de los combustibles
fósiles con una inversión masiva en capitalismo
verde, es factible que el estancamiento económico que algunos colapsistas
predecían para el pico del petróleo (o para el cénit de los combustibles
fósiles) pueda retrasarse hasta la aparición de crisis ecológicas y climáticas
graves o hasta que los principales metales industriales muestren rigidez en su
oferta. Ese escenario podría ocurrir entre 2030 y 2050 (con el cénit de la
extracción de fósforo), pero también podría retrasarse hasta las últimas
décadas de este siglo sin que el capitalismo se encontrara con problemas
irresolubles (si dentro del “capitalismo verde” se apostara crecientemente por
la agricultura orgánica, por ejemplo). Dadas las grandes incertidumbres, un mensaje
positivo y que se pueda sostener debería ser necesariamente genérico, del tipo:
“Deberíamos aprovechar el fin de la era fósil para construir una forma de vivir
sostenible, ecológica y de calidad, para todos; Las energías renovables y la
disminución del consumo de recursos son la única solución a largo plazo al
cénit de los combustibles fósiles y a la degradación ecológica; La energía
renovable tiene un enorme potencial para democratizar el acceso a la energía y
aumentar así la prosperidad y la autonomía de las capas más desfavorecidas; Los
gobiernos deben apostar por las renovables,
por el decrecimiento del consumo, y por las cooperativas energéticas
renovables; Los grandes sistemas de generación renovables y las redes
eléctricas deben ser controladas públicamente y debe ser de propiedad nacional
o municipal; El crecimiento debe estar supeditado a la sostenibilidad y al bien
vivir”. En línea con estos mensajes, me parece importante establecer alianzas
estratégicas no sólo con grupos que practican en la práctica el decrecimiento,
sino también con cooperativas energéticas y de todo tipo, y con asociaciones
que luchan en favor de la democracia energética, como la Fundación Rosa
Luxemburg (Mueller 2017) y otras (Sweeney 2014).
El estado y el capitalismo van a colapsar debido al cénit de los
combustibles fósiles
Yo no creo que el capitalismo se vaya a derrumbar necesariamente
debido a problemas irresolubles con la producción energética, pues esos
problemas parecen técnicamente resolubles. En cambio, no se puede decir lo
mismo de la destrucción que está provocando sobre los ecosistemas, la diversidad,
los suelos, el clima y las sociedades, problemas globales para los cuales no
hay soluciones claras en la literatura científica que parezcan compatibles con
la dinámica del crecimiento exponencial. Por ello, creo que el riesgo de
colapso por la compulsión a depredar (la biosfera y la sociedad) que tiene el
capitalismo es un problema muy superior al que tendrá el reto de la sustitución
a renovables. Pero, de nuevo, predecir los tiempos concretos en que la
fertilidad de los suelos, el suministro de agua, las abejas, o las cosechas,
van a colapsar es muy aventurado; y la posibilidad de que se tomen medidas (o
no) para evitar algunas de estas crisis, es algo completamente incierto.
Es posible que las futuras crisis ecológicas se superpongan
con el cénit de los combustibles fósiles. Si es así, es de esperar una
relentización del crecimiento que puede llevar a un aumento de la desafección
social con el sistema y a crecientes movilizaciones en todo el mundo. Sin
embargo, no hay ningún determinismo energético en el que podamos confiar para
ahorrarnos el trabajo de acabar con un sistema capitalista inviable, pero que
probablemente no se desactivará por sí mismo.
Las renovables no son escalables a escala global porque utilizan
materiales escasos
Algunos paneles fotovoltaicos (FV) utilizan metales escasos
como el indio, el arsénico, o la plata. Pero el 90% del mercado FV está
dominado por paneles de silicio que no usan ningún material escaso salvo en sus
metalizaciones, que en algunos casos son de plata, en otros de aluminio, y en
otros de cobre y níquel. Dado que la plata no es imprescindible en las
metalizaciones, si nos limitamos a usar paneles de ese tipo, no parece que la
FV vaya a estar limitada por ningún material escaso.
Algo similar ocurre con la generación eólica. Los molinos
que usan imanes permanentes con neodimio son hoy en día el 20% del mercado, con
el 80% usando electroimanes en lugar de imanes permanentes. Un molino con
electroimanes produce energía igual que uno con imanes de neodimio, sólo que es
algo más voluminoso y tiene una caja de engranajes para aumentar la velocidad
de rotación que llega al electroimán, eso es todo. Así que cuando el neodimio
empiece a encarecerse, la industria tendrá que usar auto-inducción en lugar de
imanes, y debería ser obligada a hacerlo por ley antes de que ello ocurra.
El mensaje correcto que en mi opinión habría que propagar
es: “las tecnologías renovables más deseables desde el punto de vista de la
sostenibilidad son las de baja tecnología, no las de alta tecnología”.
La TRE de las renovables es insuficiente para sostener una sociedad
industrial
Se suele perder mucho tiempo también en las discusiones de
nuestros grupos de opinión discutiendo sobre la tasa de retorno energético
(TRE) de las renovables y sus valores, en comparación con los de los
combustibles fósiles. Hall et al. (2014), estiman las TRE de la eólica y de la
FV en alrededor de 20 y 9, respectivamente. Raugei et al. (2017) dan un valor parecido
para la TRE de la FV: 9-10 con los contornos convencionales que recomienda la
IEA para su cálculo, y 8-9 con contornos extendidos. Koopelaar (2016) hace un
meta-análisis de muchas publicaciones sobre el TRE de la FV, y da una media de
8.6 para la de silicio monocristalino (que es un 90% del mercado) y unos 9.3
para la de silicio poli-cristalino, aunque incluye los salarios de los obreros
de todos los procesos. Si se sacara el coste de la mano de obra, que es algo
defendible, pues dar de comer a la gente es parte de la energía disponible para
la sociedad, subiría probablemente al entorno de 10, aunque habría que hacer el
cálculo con detalle.
Es cierto que ahora mismo no tiene sentido hablar de
renovables ni de su TRE sin un 90% de fuentes fósiles presentes (el 10% de la
energía primaria mundial procede de biomasa residual, biocombustibles,
hidroelectricidad y nuevas renovables); pero si se dejara de usar o se prohibiera
el uso de fósiles, y se aumentara la producción de electricidad renovable, la industria,
por necesidad y porque tecnológicamente se sabe hacer, tendría que dejar de
producir alta y media temperatura con gas, y pasaría a utilizar exclusivamente
electricidad, hornos de arco, etc.; dejaría de reducir los metales con carbón y
usaría hidrógeno (que es un reductor más eficiente, por cierto); habría un aumento
del transporte con medios eléctricos (y pueden ser trenes, no necesariamente
coches privados) en sustitución de los vehículos de gasolina y gasoil; y la
gente que quisiera calefacción tendría que recurrir a bombas de calor de aire,
de agua, o geotérmicas.
Es una “pescadilla que se muerde la cola”: cuando el 80% de
la producción energética sea electricidad, la fabricación de cualquier cosa
dependerá en un 80% de la producción renovable; ahora es a la inversa. La
transición a una economía renovable será un problema irresoluble si se hace de
cualquier manera, por ejemplo, usando baterías de litio masivamente para coches
privados y para regulación de la intermitencia, pero no es irresoluble si se
usan renovables basadas en materiales abundantes (baterías de flujo; limitación
por ley de las baterías de níquel y de litio; fotovoltaica vulgar de silicio
sin metalizaciones de plata; molinos y motores eléctricos con electroimanes, no
con imanes permanentes, aunque pesen un 30% más, etc.) y sistemas de respaldo
diversificados (gravitatorios, sales fundidas, hidroeléctricas reversibles,
electricidad-a-gas, y baterías sin litio). Estamos presuponiendo con demasiada
frecuencia en nuestros grupos que la transición a renovable es imposible, así
en general, cuando si se lee toda la discusión científica actual sobre el tema,
la conclusión a la que se llega es que hay maneras de hacer la transición que
son imposibles, otras que son muy arriesgadas de intentar, y otras que parecen
factibles, pero requieren cambiar infraestructuras de producción,
interconexión, hábitos de consumo, y hábitos de transporte.
Un reciente artículo de Raugei (2019) muestra que la TRE del
petróleo en los puntos de uso de la economía (no en los puntos de producción,
que es donde se suele cuantificar) nunca ha sido muy superior a 10, debido a la
necesidad de refinarlo y transportarlo antes de consumirlo, y en la actualidad
está entre 6 y 10. Un valor que es probablemente parecido al que tendría un
sistema 100% renovable y electrificado con back-up de la intermitencia. Por
tanto, se debería poder hacer actividades económicas similares con ambos
sistemas, siempre que no insistamos en la economía de crecimiento exponencial
indefinido. El tema del crecimiento y su fin no suele ser mencionado en la
mayoría de los artículos que hablan de la transición renovable, quizás para
evitar una reacción institucional contraria a la propuesta. Sólo unos pocos
autores (entre los que me incluyo) mencionan el tema, pero en la mayoría de los
estudios parece claro (aunque implícito) que un sistema 100% renovable se está
pensando como complemento de un sistema de “economía circular” que recicle los
metales y materiales que utiliza, dado el tamaño finito de las reservas
planetarias de materiales. Un sistema de tal tipo no casa nada bien con el
crecimiento exponencial indefinido, y esto es algo que creo está implícito en
la mayoría de tales propuestas.
Las renovables nunca proporcionarán ni el 30% de la energía que
proporcionan los combustibles fósiles
Esta afirmación se formula a veces como: “La termodinámica
dice que las renovables sólo podrán proporcionar un tercio de la energía que
actualmente nos proporcionan los fósiles”. Recordemos que la termodinámica no
afirma nada sobre los potenciales renovables ni sobre su demanda de materiales
escasos.
De Castro et al. (2013) da los valores más pesimistas de
potencial solar de la literatura, 2-4 TWa/a. Sin embargo, la mayoría de los
autores dan potenciales solares de cientos de TWa/a. Deng (2015) da también 126
TWa/a como disponibles, pero sólo 17 TWa/a si se eliminan los suelos que tienen
pendientes altas, son de difícil acceso, están protegidos o tienen otros usos.
Esta aproximación parece bastante realista como escenario a corto plazo y el
estudio es exhaustivo. En una publicación propia (García-Olivares 2016) calculé
que el uso de un 5-10% de todos los desiertos mundiales para centrales solares
(FV y termosolar) permitiría obtener unos 5-10 TWa/a de electricidad. Si nos
quedamos en posibles transiciones renovables a escala nacional, un potencial
solar tan bajo como 2-4 TWa/a es verosímil, pues una gran parte del suelo en
muchos países está ya siendo utilizado por la agricultura. Pero si permitimos
la interconexión eléctrica y colaboración entre países, a escala europea o
continental, los potenciales solares más verosímiles pueden estar alrededor de
17 TWa/a o algo más.
De Castro et al. 2011) dan también la estimación más
pesimista de la literatura para el potencial eólico global: 1 TWa/a. Miller (2011) estima unos 68 TWa/a; Hossain
(2014) estima 95 TWa/a; Eurek et al. (2017) estima 100 TWa/a; Deng (2015) estima 27 TWa/a como disponibles,
pero sólo 7 TWa/a si se eliminan regiones poco accesibles, de baja calidad de
viento o protegidas. Una publicación propia (García-Olivares, 2016) estimaba
9-18 TWa/a para dos escenarios de baja y media ocupación de continentes y
plataformas continentales, respectivamente.
Una estimación del potencial solar mundial de unos 17 TWa/a
o algo mayor y para el potencial eólico de unos 7-9 TWa/a o algo mayor, las
podríamos considerar como probables, en el sentido de centradas dentro del
amplio rango de estimaciones, pero la controversia sigue abierta. La suma de
estas cantidades es superior a la energía demandada actualmente por la economía
mundial (12.7 TWa/a de energía final en 2016, según IEA 2016), así que el
estado de la discusión científica sobre los potenciales no permite ser ni
demasiado taxativos ni demasiado pesimistas sobre el posible suministro renovable
futuro.
Según Bogdanov et al. (2018), una economía 100% renovable de
servicios similares a los actuales es posible en Europa y en el mundo, pero
requiere una interconexión eléctrica de escala continental, que permita
compensar la intermitencia de las renovables locales con ayuda de una cantidad
de respaldo del orden del 20% del consumo energético. La interconexión
permitiría, además, que la mayoría de las centrales eólicas se construyeran en
zonas de vientos intensos, como los "westerlies" o vientos permanentes
del oeste. En el caso europeo, serían las zonas costeras y plataformas
continentales de latitudes entre Calais y Noruega, o sea todo el Mar del Norte,
un mar superficial muy extenso pero de sólo unos 200 m de profundidad, que es
especialmente adecuado para instalar eólica marina "flotante"
(anclada al fondo) masivamente. De ese modo, no se usarían lugares mediocres en
cada país, sino sólo los mejores lugares de cada país y un 5-10% del Mar del
Norte. La idea es similar para la fotovoltaica y termosolar, no instalarlas
masivamente (a escala de parques) en los países del norte sino en los del sur
de Europa, siempre con interconexión, así se aprovechan las zonas áridas y
soleadas del sur de Europa (tipo Los Monegros, La Mancha, Desiertos de Almería y
Granada, Accona en Italia, etc.), que no interfieren con la agricultura, e
incluso se pueden llegar a acuerdos de compra de electricidad con los países
del Magreb. Intentar una transición renovable a nivel nacional sería muchísimo
más difícil según distintos estudios y, para este escenario, sí sería
probablemente cierto el enunciado de este apartado. El modelo eléctrico
utilizado por el grupo de Bogdanov (dirigido por Christian Breyer) es un modelo
de regulación de la frecuencia a escala horaria, esto es, utiliza más de dos
millones de datos de entrada para representar la intermitencia real, hora a
hora, que tendría la producción renovable en todos los países de Europa para
las 8760 horas del año, y regula hora a hora los desbalances entre demanda y producción
eléctrica con la interconexión y varios sistemas de respaldo. En este sentido,
es un modelo muy cercano a los que utilizan los operadores de la red eléctrica
de cada país, y es mucho más realista que todos los argumentos
semi-cualitativos que se suelen utilizar para discutir la intermitencia
renovable en los foros de Internet.
El despliegue de un sistema global interconectado podría
verse limitado a una producción renovable de unos 12 TWa/a según nuestra
publicación (García-Olivares et al. 2012). Esta afirmación yo la consideraba
probable en el momento de su publicación. Hoy mi información es mayor y
considero que si se probaran motores y generadores de alta potencia de aluminio
que fueran eficaces, las reservas de cobre dejarían de ser un cuello de
botella, pues el aluminio es mucho más abundante que el cobre. Esta clase de
motores funcionan ya para potencias bajas y medias. De modo que sigo pensando
que una economía basada en esa producción es un techo plausible para un futuro
100% renovable, pero no me atrevo a afirmarlo con seguridad.
La instalación de toda la infraestructura que requeriría un
sistema 100% renovable viable sería una fuente de beneficios, sin duda, para
las eléctricas, las constructoras y el capitalismo verde. Deberíamos movilizarnos
para presionar a los gobiernos a que favorezcan la construcción de molinos y
campos solares municipales en régimen de cooperativa, para evitar el control
exclusivo de este sector estratégico por los grandes monopolios (en Dinamarca,
por ejemplo, un porcentaje muy alto, creo que casi del 50% de la eólica
instalada hace unos años era de cooperativas). Pero siempre he pensado que oponerse
a los planes masivos de interconexión es un error estratégico; el negocio BAU
del capitalismo verde puede ser un buen "compañero de viaje" político
en la transición fuera del capitalismo, pues si consiguiéramos en algún momento
futuro desactivar el capitalismo (y crisis económicas las habrá en el futuro
para movilizarse en esta línea), lo único que habría que hacer con toda la
infraestructura renovable masiva y sus interconexiones sería nacionalizarla (o
municipalizarla) en su totalidad. De este modo, se convertiría en un
instrumento enormemente potente complementario de la generación distribuida de
las cooperativas en un futuro post-capitalista.
Una flota de coches eléctricos del tamaño de la actual nunca será
posible
Una afirmación como esta es plausible. Los coches eléctricos tienen precios el
doble de caros que los convencionales; más de la mitad de sus baterías usan litio,
un material escaso, y el poder adquisitivo de la población es probable que
descienda en las próximas décadas.
Sin embargo, las incertidumbres de la evolución del parque de coches son muy grandes, y no
merece la pena que nos juguemos una vez más la credibilidad haciendo
predicciones demasiado tajantes. Bloomberg, por ejemplo, predice que en 8 años
los coches eléctricos tendrán un precio similar a los convencionales. No
sabemos si las baterías, el coste principal de un coche eléctrico, siempre
serán caras. Los precios de las baterías han bajado un 14-17% por cada
duplicación de su número en las últimas décadas y podrían seguir haciéndolo.
Además, hay varias tecnologías de batería actualmente en desarrollo que no usan
materiales escasos y que podrían convertirse en unos 15 o 20 años en baterías
comercializables para vehículos (baterías de flujo, de zinc-aire, de
aluminio-aire, y otras).
Aunque no sería deseable un parque de coches eléctricos tan grande como el actual parque
móvil, podríamos acabar teniéndolo. Las baterías más utilizadas actualmente son
las de litio (Li) y las Zebra con níquel (Ni). Si el actual parque de coches se
acabara sustituyendo con coches eléctricos la mitad de ellos con baterías de Li
y la mitad con baterías de Ni, se tendrían que utilizar el 33% y el 48%,
respectivamente, de las actuales reservas de Li and Ni (García-Olivares et al.
2018). Esto sería arriesgado y encarecería mucho el precio de esos metales,
pero no es algo imposible a priori, sólo indeseable para un futuro transporte
de calidad.
La afirmación que encabeza este apartado puede ser tan probablemente cierta como
falsa y es muy imprudente cargar las tintas sobre ella. Más prudente sería
afirmar que: “la necesaria reestructuración del transporte debería apostar por
un transporte de calidad, principalmente público, basado en trenes, y
complementado en las ciudades por autobuses eléctricos, bicicletas eléctricas,
y un número limitado de vehículos eléctricos compartidos”.
Artículo escrito por Antonio García-Olivares
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Worldwatch Institute (Ed.), La situación del mundo 2014. Gobernar para la
sostenibilidad (pp. 319-336), FUHEM Ecosocial – Icaria, Barcelona.
Antonio, me ha gustado mucho el enfoque de incertidumbre propuesto en dos planos, uno matemático (en porcentajes) y otro en lenguaje (escala de confianza). Justo esta semana escribí un artículo en inglés (todavía no publicado) y que traduciré al castellano para publicar aquí en autonomía y bienvivir sobre ese doble juego matemático-lenguaje. El enfoque dialógico de esos dos planos se podría hacer tipo yin-yang (complementario) o tipo holónico, tal como enfoqué en el texto que escribí. (Aunque creo que ambos tipos, paradójicamente, podrían ser iguales) Así del mismo modo que cualquier economista ecológico afirma que la economía está circunscrita en la Biosfera, yo creo que las matemáticas están circunscritas al lenguaje humano. Números, ecuaciones, algoritmos por sí solos no nos dicen nada, necesitamos un lenguaje humano para entender mejor las matemáticas. Cuando nacemos, primero aprendemos el lenguaje, aunque podemos aprender ciertos patrones matemáticos cualitativos como cerca-lejos, grande-pequeño, ligero-pesado etc. Quizás por esa dependencia de nuestro camino de desarrollo humano tenemos un sesgo cognitivo que se ve sensiblemente muy influenciado por narrativas, metáforas y paradojas, y nos cueste mucho entender las matemáticas y entre ellas, por ejemplo, las funciones exponenciales que creo se dan mucho en procesos de cambio.
ResponderEliminarHaciendo un juego de palabras con la cita de arriba y el apellido del matemático, pensaremos fuera de la caja (thinking out of the Box) y pongamos que:
“Todos los modelos tienen algo de razón, pero todos son inútiles”
La fábula del elefante y los cinco ciegos me recuerda a como veo las discusiones de “ídolos de foros”. http://autonomiaybienvivir.blogspot.com/2016/11/como-los-elefantes-pueden-darnos-una.html Todos tienen su parte de razón en sus pequeños detalles, pero no pueden ponerse de acuerdo en dialogar constructívamente para ver el gran elefante (en la habitación) si tienen un enfoque dogmático de esos detalles. Ese dogmatismo hace inútil acercarse a las otras “verdades”.
Para terminar y ser un poco útil presentaré un modelo (que valga la redundancia, creo que es muy útil para temas activistas y de cambio) que ya hace tiempo me estaba dando vueltas, pero me costaba pararme para poder profundizar en sus ideas. Es el modelo de “Pattern language”, lenguaje por patrones, propuesto por el arquitecto Christopher Alexander en los años 70. Esos patrones que se han utilizado en arquitectura para mejorar la calidad arquitectónica habitacional de las personas, también se han utilizado en lenguajes informáticos y en otros sistemas. Adam Brock, un activista permacultor, escribió hace 2 años un libro muy interesante que espero alguna editorial lo traduzca pronto, “Change here now. Permaculture solutions for personal and community transformation”. http://www.planetshifter.com/node/2452 El libro propone un lenguaje de 82 patrones enfocados en el sistema social que abren múltiples puertas a ese callejón cerrado del colapso (cualquiera que sea su definición). Recordemos como decía Korzybski, que el nombre no es la cosa nombrada https://autonomiaybienvivir.blogspot.com/2019/03/que-es-el-bienvivir-tres-historias-para.html )
Se me ha olvidado copiar al principio la cita que encabezaba esa respuesta. La cita es:
Eliminar“Todos los modelos están equivocados, pero algunos son útiles.” George Box (matemático y estadístico)
A esto Jesús añadiría otro que Mario Giampietro suele mencionar al lado del de Box: "reduce todo lo que puedas peto no más" (Einstein). El reduccionismo ed inevitable y más que un megamodelo debemos aprender a aplicar lentes pre-analíticas como expliqué en un artículo, principio de complejidad epistemológica que remarca la necesidad de pasar de una visión objetivista y realista a una de significación/representación, construvtivista-postmoderna.
ResponderEliminarUn magnífico texto Antonio, pero salgo en defensa de los peak-oileros, aunque en su relato haya imprecisiones/exageraciones, es necesario para transgredir los límites del imaginario colectivo, que nos impone nuestro modelo socio/cultural imperante.
ResponderEliminarEsa es la función del monomito o del héroe de las mil caras (en definitiva de los rituales de iniciación a lo largo de la historia) transitar por escenarios dramáticos que pongan en contacto íntimo lo racional y emocional, mediando los instintos y las respuestas adaptativas (miedo, reflejos..) porque solo así se completa la catarsis
Son necesarios los peakoileros y los colapsisteas para transgedir el modelo sociocultural? Porque no les vas a ver a ello hablando, como sin que hemos hecho en este blog, de temas de metabolismo social, técnica y cultura (de forma amplia) y de cuestiones de salud (ecopsicología, temas de dieta...). El problema es que el peakoilerismo colapsismo pone por encima un proyecto ecomarxista anti-capitalista por encima de un debate de rigor que englobe muchos más factores y por eso no ha salido desde estos colectivas una crírica con cara y ojos a la ciencia como han hecho Funtzowicz, Ravetz, Saltelli siguiendo la estela de Kuhn, ni han aportado nada en relación a la cuestión de la salud (lonque la psicología y ciencias de la salud tienen que aportar) más allá de los mantras de los cuidados que suelen defender las feministas (sin aportar demasiado sl respecto de hacia que paradigma de salud debemos encaminarnos).
EliminarLa mayoría de gente denteo de estos movimientos son resentidos post-marxistas cabreados con el mundo porque su puta mierda de utopía no cuajó.
La falacia "ad hominem", falacia contra el hombre y en este caso concreto falacia contra la mujer, dice mucho mas de quien la utiliza que de la persona a la que va dirigida. Ahora va a resultar que la culpa de todo la tiene el marxismo en un mundo dominado por el capitalismo globalizado y la mujer en un mundo dominado por hombres. El colapso está o no está, según donde mires: https://www.eldiario.es/economia/millones-mujeres-dedicarse-cuidados-hombres_0_796870669.html
EliminarCreo que Camino tiene razón, aunque entiendo el fondo del asunto, no me parece un comentario muy acertado en las formas. Sería más constructivo señalar que actitudes concretas, ideas, que rechazas, antes que lanzar una descalificación tan general de personas frustradas por no ver realizada su teórica utopía.
EliminarBueno Roger, los de nuestro bando tendemos a la frustración y al resentimiento pq generalmente vamos más rápido (en nuestras proyecciones) que los acontecimientos y la sociedad. Hay que trabajar la serenidad, la calma y el Wu Wei.
ResponderEliminarConozco y sigo ese colectivo y hay diversidad y heterogeneidad, aunque está claro que se centran en el monomito. Antoni les ha puesto datos para refutarselo.
Visto alejadamente eso deja espacios para que otras personas ocupen otras posiciones, por ejemplo en este blog la gente que publica aquí sus experiencias y conocimientos desde perspectivas muy diversas, amplias y concretas a la vez. Esa diversidad es clave para poder reconstruir.
Por acabar, hay una canción actual de un cantautor que lo expresa magníficamente:
"Y es que todos somos demasiado ignorantes
Lo que pasa es que ignoramos todos cosas diferentes"
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