Ocupar tu lugar no es
tarea fácil, puede ser la tarea de una vida. Ocupar tu lugar empieza
por entenderte, por comprender quién eres. Si has realizado
correctamente esa labor comprenderás, entre otras muchas cosas, que
eres un nexo de relaciones humanas, y si has ido más allá, que eres
parte de una red de vida.
Comprender esto, que es
evidente, no es tarea fácil, posiblemente será consecuencia de
golpearnos repetidamente con la realidad. A lo largo de nuestra vida
recibimos mucha información en sentido contrario. Somos individuos
únicos, determinados por nuestra naturaleza y nuestros genes. Cada
acto, cada pensamiento, cada sentimiento, surge de nuestro interior.
Lo que recibimos, y lo que no recibimos, es consecuencia de nuestra
virtud, de nuestro hacer, nuestro trabajo, nuestro talento, inscrito
en nuestro interior por una divinidad ciega y arbitraria, lo cual no
impide que nos enorgullezcamos de las bondades que derrama sobre
nosotros, o que nos avergoncemos de las que no ha derramado. Incluso
nos dirán: quién no posee virtud no merece ser amado.
El auge del egoísmo y el declive del hombre público. Entrevistas con Ayn Rand y Fiedrich von Hayek. from JesusN on Vimeo.
La realidad no es tan
simple. Hablamos el idioma en el que nos han educado nuestros
padres,el de la comunidad en la que vivimos. Nos alzamos sobre
hombros de gigantes al recibir todo el saber del pasado cuando nos
educan y
disciplinan en nuestras escuelas estilo prusiano. Cuando dejamos
la escuela nos convertimos en ruedas de un gran engranaje, cuyo
sentido no llegamos a comprender. Como piezas de un engranaje podemos
ser sustituibles, pero ello no quiere decir que nuestra función
pueda ser eliminada, cada engranaje es imprescindible para que la
máquina siga girando.
Sin embargo, no somos
insignificantes, todo lo contrario. Como parte de una red influimos
en el resto de nodos con los que estamos conectados. Lo que hacemos,
lo que decimos, influye en las personas que de uno u otro modo están
conectadas a nosotros. Pero la red no es simétrica, los nodos no son
equivalentes, la influencia de unos sobre otros no es siempre
recíproca, la mayor parte de las veces es unidireccional, de arriba
hacia abajo. El concepto de industria cultural nos ilustra al
respecto.
Ocupar tu lugar es
entender con qué gente estás a gusto, qué actividades te gusta
realizar, qué deseas aportar al resto, qué trabajo deseas desempeñar
para sentirte útil. Estos objetivos son difíciles de alcanzar
cuando todo lo que te rodea está desnortado. Un nexo de relaciones
humanas es inevitablemente dependiente de sus relaciones con otros
nodos. Sí, los psicólogos inciden en buscar la felicidad
prescindiendo de aquello que no podemos controlar. Es un buen sistema
de adaptación a un mundo enfermo, un par de martillazos aquí y
acullá y un engranaje rebelde puede entrar en algunos de los huecos
destinados para él, pero reconozcámoslo, no podemos ser felices sin
los demás, y en general dentro de una sociedad fuera de lugar.
Porque está fuera de
lugar ¿no? Para saberlo, quizás deberíamos preguntarnos ¿quién
es el ser humano? Una respuesta sencilla, sin demasiado refinamiento,
pero útil a nuestro propósito, y ciertamente ajustada en los rasgos
que traza, nos la da Ronald Wright en Breve historia del progreso
Pese a muchos detalles pendientes todavía de averiguación acerca de nuestros ancestros, el siglo XX dejó bastante resueltas las dos primeras preguntas de Gaugain (¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?).No queda margen para la duda racional en cuanto a que somos simios. Y cualquiera que haya sido el recorrido exacto en el transcurso del tiempo, en fin de cuentas somos oriundos de África. Pero a diferencia de otros simios, hemos manipulado y seguimos manipulando más que nunca nuestro destino. Hace tiempo que dejó de existir, si es que existió alguna vez, ese individuo silvestre, el Buen Salvaje que propuso la Ilustración y que buscaba Gaugain: el Hombre Natural. Como esos neardentales artríticos que precisaban de los cuidados de sus familias, nosotros tampoco podemos vivir sin nuestras culturas. Hemos encontrado el autor de la “obra maestra” que decía Hamlet... y somos nosotros mismos.
Somos monos, un simio,
pero un mono especial, ingenioso, tremendamente ingenioso, pero no
sabio. En nuestro pasado ancestral, ese 95% de nuestro tiempo como
especie que pasamos incivilizadamente, nuestro cerebro se adaptó
para responder a las amenazas inmediatas, despreciando el largo
plazo, en el que ciertamente “todos estaremos muertos”.Con la
llegada del experimento civilizatorio, apenas un suspiro en nuestra
breve historia como especie, nuestro pensamiento pasó a ser cada vez
más complejo, abstracto y simbólico, hasta olvidarnos de lo que
somos.
La visión
antropocéntrica, que comenzó en el renacimiento, en los albores de
la modernidad, invirtió el orden correcto de las esferas, u ocultó
sus consecuencias. No dejaba de ser una visión interesada, ya que
las fuerzas que hacían del hombre el amo de su destino y centro de
la creación, se repartían de forma tremendamente desigual. En
palabras de Zygmunt Bauman:
Pico della Mirandola puso por escrito el texto de un discurso que ni Dios, el orador, ni Adán, al que iba dirigido, se tomaron la molestia de registrar. Más o menos era como sigue: <<El resto de las criaturas tienen una naturaleza definida que Yo he prescrito para ellas. Tú puedes determinar tus propios límites conforme a tu voluntad […]. Como un artífice libre y soberano, puedes configurar tu propia forma a partir de tu propia sustancia>>. El mensaje de ese discurso no registrado era una noticia en extremo estimulante para los hombres de sustancia, aunque no lo era tanto para el resto, que no tenía suficiente sustancia para <<configurar su propia forma>> libremente y <<conforme a su voluntad>>. El año era el de 1486; el lugar una Italia que enviaba sus barcos a los rincones más alejados del mundo para que los armadores, sus cortesanos y pasajeros (aunque no los marineros ni los estibadores) pudieran enriquecerse de año en año y sentirse a sus anchas en él.
El núcleo, lo que
esconde esta visión antropocéntrica es el dominio, dominio sobre la
naturaleza y sobre otros hombres. En
palabra del papa Francisco:
Pero no podemos ignorar que la energía nuclear, la biotecnología, la informática, el conocimiento de nuestro propio ADN y otras capacidades que hemos adquirido nos dan un tremendo poder. Mejor dicho, dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero.
Las
consecuencias de este andar desnortado saltan a la vista, las más
graves la destrucción ecológica, que nos conduce a un colapso
cercano pero
todavía evitable, pero también el uso y abuso de todo tipo de
sustancias que nos ayuden a escapar de la realidad, la
tristeza y la depresión, el suicidio o las iatrogenias de
una alimentación que sirve más a los comerciantes que a nuestra
buena salud.
Es
hora de ocupar nuestro lugar, integrándonos en una red de vida
siendo conscientes del papel especial que nos da nuestra
inteligencia, porque, sin nosotros ¿quién daría fe de la belleza
del mundo? Sólo podemos hacerlo juntos. Hay un lugar al que
pertenecemos y debemos recuperarlo. Ánimo.
Resulta paradógico que hoy día no creer en el individualismo competitivo puede dejarte aislado por no seguir esa corriente cultural solipsista pero uniforme. Se diría que hemos aprendido a relacionarnos por colisión. Tejer una alternativa menos violenta requiere desconectarse del ruido convencional, pero también requiere un tipo de carácter capaz de ese aislamiento... para construir nuevas formas de convivir y de expresarse. Creo que es una tarea propia de quienes saben que no trabajan para sí mismos (sacrificando esa esperanza) sino para quienes vengan detrás. Sólo el amor y la comprensión de la belleza pueden sustentar algo así. Esperemos que esa misma plasticidad humana que nos desquicia permita la madurez necesaria para esta nueva transformación.
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