Si el año pasado al
hacer balance del año que terminaba, 2017, destacábamos que
había sido el año en el que por primera vez varios comunicados
sobre la gravedad del problema medioambiental habían llegado hasta
el gran público, el año 2018 destaca por ser el año en el que se
inicia un nuevo ciclo de protesta, y el año en el que la ciencia
volvió a dar de lado la transición hacia la sostenibilidad, aunque nos abrió una
importante oportunidad. Bueno, no exactamente la ciencia, pero sí
Joham Röckstrom, uno de los científicos más importantes a nivel
mundial en el ámbito de la sostenibilidad, y el más mediático, con
acceso a las autoridades políticas y a las personas más
influyentes. Röckstrom
declaró en la cumbre de las ciudades contra el cambio climático
que era posible el crecimiento económico mientras nos manteníamos
dentro de los límites planetarios que él, junto con otros
científicos, ha ayudado a trazar.
Röckstrom ha adoptado un
keynesianismo verde donde juegan un papel destacado los sumideros de
carbono y técnicas de geoingeniería, aunque no las más dañinas,
que consistirían en enfriar el planeta con alguna técnica a gran
escala, mientras se sigue emitiendo carbono. Él apuesta por la
geoingeniería para la captura de carbono. A mí juicio, lo que ha
pasado en San Francisco es muy importante, porque marca por donde van
a ir las élites progresistas y globalistas, si los Trump, Bolsonaro
y Le Pen (no parece descabellada pensar su ascensión a la
presidencia en breve, dado el descrédito absoluto de Macron, el
candidato del statu quo que paró a Le Pen por los pelos en las
últimas elecciones), les dejan.
Es una pena la apuesta de
las élites progresistas por una
globalización que no fomenta la fraternidad humana, más bien al
contrario, y por soluciones tecnológicas que concentran el poder
cada vez en menos manos, como
bien señaló el papa Francisco. La razón es obvia, si fueras un
magnate de Silicon Valley ¿qué te gustaría oír? ¿que tu talento
como emprendedor salvará el mundo? ¿o que es necesario decrecer y
articular una sociedad menos centralizada con alternativas más
sencillas pero más conectadas con valores vitales y ecológicos?
Creo que no hace falta responder la pregunta, y a lo acaecido en la
cumbre de San Francisco me remito. Lo de Silicon Valley desborda este
análisis, se
han convertidos en rivales del papa Francisco a la caza y captura
de nuevos fieles a su religión.
La
apuesta por el coche eléctrico es nefasta, sí, pero si las
élites progresistas siguen a Röckstrom en su apuesta por los
sumideros, se abre una gran oportunidad para el activismo por la
sostenibilidad. Se trataría de poner en el centro proyectos de
regeneración ecosistémica como los que lleva a cabo John
D. Liu, a imagen y semejanza de lo que se hizo en China en el
Loess Plateau, como medio para frenar la erosión, y que Liu filmó
en un documental, llamado Green Gold, disponible con subtítulos
automáticos en inglés.
Se trata de regenerar
ecosistemas que frenan la erosión, disminuyen inundaciones, mejoran
la calidad del agua y capturan carbono. Liu ha fundado Ecosystem
Restoration Camps, una organización cuyos primeros campamentos
de restauración se encuentran en México y España, en concreto en
Murcia.
Pero Liu no es el único
que plantea proyectos de regeneración ecosistémica, el español
Enric Sala plantea crear una gigantesca reserva marina, que incluya
todas las aguas internacionales ¿Por qué no hacerlo? La pesca en
alta mar es de dudosa rentabilidad sin subvenciones, y muy
destructiva. Además, crear esa reserva permitiría aumentar de forma
notable las capturas en las aguas costeras, donde realmente es
económico hacerlo. Además, el
carbono azul es clave para combatir el cambio climático. Sala lo
explicó en una charla TED.
Ideas no faltan, incluso
algunos plantean volver a convertir la tundra en una pradera, como en
Pleistocene
Park. La forma de aprender qué es lo más adecuado entre lo
bueno será por ensayo y error, y para eso hay que ponerse en
movimiento, y para que los políticos se decidan a ponerse a andar
sin duda es importante la presión de la población, como está
ocurriendo en Reino Unido con el movimiento Extinción/Rebelión.
La emergencia del
movimiento de los chalecos amarillos en Francia y de
Extinción/Rebelión en Reino Unido, así como la convocatoria que
hubo en España en octubre, me hace sospechar que nos encontramos en
el inicio de un nuevo ciclo global de protesta, como el que emergió
en 2011 con el movimiento 15M y Occupy Wall Street.
Hablo de ciclos de
protesta, porque la historia nos recuerda que los movimientos de
protesta siguen un patrón cíclico, como nos
explica Duncan Green en su libro “How Change Happens”
Los movimientos de protesta muestran un particular ritmo y estructura. Un historiador de los movimientos sociales europeos los ve como pasando por “ciclos de contienda” […] La respuesta a las explosiones de protesta es a menudo la represión, pero frecuentemente enlazada con reformas. Cuando el conflicto colapsa y los militantes y los activistas se retiran a lamer sus heridas, muchos de sus logros son revertidos; sin embargo, dejan atrás expansiones cada vez mayores en la participación, cambios en la cultura popular y redes residuales que sientan las bases para futuras protestas. El conflicto abierto es temporada de siembra, pero la cosecha a menudo viene en los periodos de desmovilización que siguen, por los recién llegados a la causa y los reformistas entre las élites y la burocracia.
Empujar desde el
activismo hacia la regeneración ecosistémica sería lo mejor que
podríamos hacer en este nuevo ciclo de protesta. Sí, son grandes
proyectos, que deben ser acometidos por los estados, o entre varios
estados, no estamos hablando de actividades autónomas o
autogestionadas, ni de actividades que nos puedan empoderar y dar
autonomía, pero sí es cierto que no requieren tecnologías
complejas que puedan ser acaparadas por unos pocos. Pero
evidentemente lo más importante, además de su propia labor de
regeneración ecosistémica (ya de por si extremadamente valiosa) es
que se crearán sinergias con el decrecimiento, la más importante,
que no la única, de tipo cultural. Porque indudablemente este
movimiento supondría un cambio de calado, poniendo en primer plano
valores vitales, frente a los valores monetarios y superficialmente
hedonistas a los que estamos acostumbrados.
¿Seremos capaces? Todos
podemos empujar, y no frenar el cambio a corto plazo por un supuesto
cambio a largo plazo que supuestamente llegará de golpe y de una
vez. Esa visión es mecanicista, parte del axioma de que las
sociedades son como máquinas que se pueden “arreglar” cambiando
una pieza por otra, o mejorando el “diseño” de forma ingenieril.
En realidad las sociedades son sistemas evolutivos, evolucionan
gradualmente con el tiempo y es prácticamente imposible controlar
esa trayectoria. Cambiar la sociedad es más como educar a un niño
que como arreglar una máquina, nuestra opción ahora es tomar el
viento a favor hacia un nuevo lugar desde el que dar otro paso, o
bien remar contracorriente para seguir en el mismo sitio.
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