El activismo
vegano nos irrita y saca de nuestras casillas, nos interpela desde
una posición moral, y eso es desagradable. Nadie quiere estar en el
lado incorrecto de la moralidad, pero ¿podemos resistirnos? El
veganismo es un ejemplo de cambio social que dinamita todos los
prejuicios y frenos al cambio que hemos heredado de la tradición
intelectual de la izquierda.
Quizás lo
mejor sea empezar por el principio. El veganismo es una postura moral
o ética, que rechaza la explotación de los animales por el ser
humano. Como cualquier postura, debe definir sus límites.
Explotación es ser usado con una finalidad (alimentarse, divertirse,
vestirse, etc). Y el límite se pone en el animal, y no en el
vegetal, porque el animal tiene un sistema nervioso central.
Cada cual
puede juzgar acerca de esos límites, arbitrarios al fin y al cabo,
pero lo que yo quiero recalcar es que las posturas morales tienen
unas consecuencias determinadas. Si estamos en contra de la
explotación animal no vamos a atender a matices, estamos en contra
de cualquier tipo de explotación, desde la más brutal, como el
“toro de la Vega” de Tordesillas, que supone torturar un animal
para pasar el rato, hasta la más “respetuosa”, que podría ser
criar un animal mirando todo lo posible por su bienestar para
sacrificarlo y consumir su carne. El veganismo no admite matices, sus
límites están claramente definidos en el concepto de “explotación
animal”, es decir, nos sitúa en una posición absoluta, o estás
en sus límites o estás fuera, y si estás fuera no haces lo
correcto. Es normal que dicha postura soliviante a los comedores de
carne, entre los que me incluyo, aunque la carne no forme parte de mis hábitos alimenticios.
Debo
confesar que este punto de partida no me parece el más adecuado para
lidiar con los problemas humanos. Toda postura moral nos sitúa en
una verdad absoluta, pero el ser humano es adaptativo, la actuación
más adecuada depende siempre del entorno, y además somos
subjetivos. La verdad o la objetividad no existen.
Dicho esto,
conviene ser realista y reconocer que consumir carne es muy
ineficiente. El ganado es alimentado con cereales y legumbres,
perdiéndose el 90% de las calorías y las proteínas en el proceso.
Es mucho más eficiente que el ser humano consuma directamente esas
calorias y esas proteínas vegetales. En España hasta hace no mucho
tiempo la mayor parte de la población obtenía sus proteínas de
vegetales (judías, garbanzos y lentejas, y en menor medida de frutos
secos como almendras, nueces y avellanas). El consumo promedio era de
dieciséis kilogramos al año de legumbres frente a los tres
kilogramos que se consumen actualmente. Una dieta para maximizar la
extensión de la vida y la salud del individuo debería estar en
torno a veinticuatro kilogramos al año (dependiendo de la estatura y
sexo del individuo, evidentemente), según las últimas evidenciascientíficas que han sido sintetizadas por Valter Longo.
Sin embargo,
esta dieta saludable ha sido demolida por una industria de laalimentación, que lo que busca es maximizar su beneficio. Nos han
creado la necesidad de comer carne y dejar de lado las legumbres
porque es lo que le ha interesado a cuatro magnates que gracias a
estos hábitos insalubres han conseguido expulsar del mercado a los
pequeños productores y llenarse cada vez más los bolsillos.
Sí, escierto que puede haber una ganadería sostenible, nadie lo duda, pero
no para sostener nuestros hábitos actuales, quizás para comer carne
una vez al mes, más de lo que hacen las poblaciones más longevas
del planeta, algunas de las cuales matan un cordero o un cerdo al
año, en las festividades. Por eso resulta cómico que algún
marxista se rasgue las vestiduras reclamando su derecho a comer carne
(socializada) obviando (como es costumbre) las tradiciones de
nuestros antepasados, las evidencias científicas sobre lo que es
saludable, y los intereses que hay detrás de hábitos tan
perjudiciales para el individuo y para el planeta.
Y este es
uno de los meollos de la cuestión, el veganismo es un ejemplo de
cambio social, un ejemplo de éxito, pero un ejemplo incómodo.
Porque no apela a ninguna decisión política, ni a ningún “café
para todos”. Hay unas personas que deciden embarcarse en este
viaje, y que nos señalan a los demás como culpables (algo
inevitable en cualquier postura moral).
En torno al
decrecimiento, reconozcámoslo, hay muchas personas que quieren
cambiar el sistema. Y esto es bueno, porque no deberíamos aceptar
como inevitable un sistema que prima la rentabilidad monetaria sobrelas necesidades de los individuos. Todo esfuerzo en ese sentido es
bienvenido. Pero aplicar la lógica según la cual el capitalismo es
insostenible y por tanto debe ser superado implica sus riesgos, como
enfrentarte a todos aquellos que, por cualquier razón (no solo
intereses, quizás miedo) quieren mantener el sistema.
Hasta cierto
punto esto es inevitable. El problema es que el cambio pretenda ser
capitalizado por un grupo determinado, limitando sus posibilidades e
intentando cerrar la gran amplitud del significado de ese término en
una única dirección.
Cuando se
tiene ese punto de vista el veganismo es visto como el enemigo,
porque según se dice es una solución individual a problemas
sociales, aunque la evidencia muestra que el veganismo se ha
articulado de forma colectiva, y que es un movimiento social con
capacidad para interpelar desde un punto vista moral a todos los
miembros de esta sociedad.
La división
individual/social está trazada claramente de forma interesada y
miope para encauzar los esfuerzos en una determinada dirección, una
dirección improductiva. Cualquier solución individual puede ser
social si se contagia como una epidemia, o por el contrario puede
quedar en mera anécdota. El reto es empezar a entender esto para
aplicarlo en la transformación de la sociedad.
Cuando se
tiene esta visión panorámica de toda la cuestión (que estoy seguro
algunos van a impugnar) se adquiere la capacidad de vislumbrar
algunas cuestiones que de otra forma están ocultas, aunque sean de
auténtico sentido común:
- El
veganismo es una postura moral que aboga por evitar la explotación
animal. Como toda postura moral puede caer en contradicciones, y
justo es señalar que para evitar el sufrimiento animal es necesario
conservar el ecosistema. No vale comer una hamburguesa de tofu
envuelta en plástico en tu coche de alta cilindrada. Ser coherente y
evitar el sufrimiento animal implica reducir al mínimo tu impacto sobre los
ecosistemas y por tanto sobre la vida salvaje.
- A pesar de
que la ganadería extensiva tradicional y ecológica puede ser
respetuosa con los ecosistemas, es inviable su extensión hasta una
escala que pueda cubrir el consumo actual de carne. Con los
pastizales naturales, que no han surgido de talar un bosque, no creo
que se pueda mantener una fracción significativa del consumo actual,
especialmente si países en vías de desarrollo adquieren nuestros
hábitos, con una población manipulada por la oligarquía local para
incrementar su poder. No puede existir sostenibilidad ni
decrecimiento sin una reducción muy significativa del consumo de
carne, y en las sociedades humanas esa reducción no será lineal y
homogénea entre toda la población, no estará dictada de forma
jerarquizada por el comité directivo de ningún partido, ni por
impuestos pigovianos (que podrían ayudar mucho). Surgirá de un
debate caótico, en el que mucha gente dejará de comer carne por
completo mientras otros continuarán con hábitos insostenibles.
El enemigo
de la ganadería tradicional no es el veganismo. Fomentemos mayor
respeto por los ecosistemas por parte de los veganos y hagamos que la población siga
reduciendo su consumo de carne, sea por una razón o por otra.
¡Hola amigos de Autonomía y Buen Vivir! A continuación les presento una propuesta que pudiera ser de su interés:
ResponderEliminarUNA CIUDAD VIRTUAL DE CRECIMIENTO CERO, PARA SALVAR AL MUNDO REAL
A pesar de la elevada calidad de vida que han logrado alcanzar algunas de las llamadas naciones desarrolladas, lo cierto es que el mundo, considerado como un conjunto de países ubicados en una biosfera frágil y geográficamente limitada, está amenazado de extinción por causa de la depredación del medio ambiente y los conflictos humanos.
No obstante las buenas e importantísimas acciones tomadas por grupos e individualidades en pro de un mundo mejor, el deterioro a todo nivel continúa aumentando peligrosamente.
Después de más de treinta años dedicados a estos asuntos, y por aquello de que “una imagen vale más que mil palabras” se nos ha ocurrido como una idea novedosa, el diseño de una ciudad piloto que posea todas las características de infraestructura y organización correspondientes a la sociedad pacífica y sostenible que deseamos para nosotros y nuestros descendientes, y cuya presentación en forma de maquetas, series animadas, largometrajes, video juegos y parques temáticos a escala real, serviría de modelo a seguir para generar los cambios necesarios.
El prototipo que presentamos posee algunas características que se oponen, a veces en forma radical, a los usos y costumbres religiosos, económicos, políticos y educativos que se han transmitido de generación en generación, pero que son los causantes de la problemática mencionada, por lo que deben ser transformados.
Si te interesa conocer este proyecto, o incluso participar en él, te invitamos a visitar nuestro sitio web https://elmundofelizdelfuturo.blogspot.com/ (escrito en español y en inglés), donde estamos trabajando en ese sentido.